Washington obstaculiza el
acuerdo político en Ucrania
Por Gilbert Achcar
Rebelion
| 17/05/2023 |
Fuentes: Contretemps
Gilbert Achcar analiza los últimos acontecimientos diplomáticos en torno a
la guerra de Ucrania, en particular el sabotaje metódico por parte de Estados
Unidos de cualquier proceso que pudiera conducir a la paz, ya que la invasión
rusa le ha permitido, paradójicamente, reforzar su hegemonía. También destaca
el papel indispensable de China para lograr una solución pacífica del
conflicto.
La forma como
ha reaccionado la administración Biden ante la oferta de China de facilitar un
arreglo político del conflicto ucraniano revela claramente el objetivo no
declarado de Washington en esta guerra. El contraste entre la actitud de la
administración hacia la posición china y las actitudes de algunos aliados de
EEUU es sorprendente.
Cuando el 24 de
febrero, al cumplirse el segundo año desde que Rusia invadió Ucrania, Pekín
hizo pública su «Posición sobre el arreglo político de la crisis ucraniana», su
iniciativa fue inmediatamente desestimada por Washington como una farsa, y el
presidente Biden dijo a David Muir, de la ABC: «Putin la aplaude,
así que, ¿cómo va a ser tan buena?”, y luego añadió: «No he visto nada en este
plan que indique que haya algo que, si se sigue el plan chino, sea beneficioso
para alguien que no sea Rusia».
Sin embargo,
otros dirigentes vieron lo que Biden no pudo ver -o no quiso ver-, a saber, que
el primero de los doce puntos de la declaración china reafirmaba un principio
contrario a los intereses de Rusia en la guerra en curso y a favor de Ucrania:
el principio de «la soberanía, la independencia y la integridad territorial de
todos los países».
Por eso
Vladimir Putin no «aplaudió» la posición de China, contrariamente a lo que
afirmó Biden. En las declaraciones conjuntas a la prensa que hizo el presidente
ruso con su homólogo chino, Xi Jinping, el 21 de marzo durante la reciente
visita de éste a Moscú, afirmó: «Creemos que varias disposiciones del plan de
paz propuesto por China coinciden con los planteamientos rusos y pueden servir
de base para un arreglo pacífico.» Varias disposiciones, es decir, no todas.
Aunque Putin
podría apoyar plenamente disposiciones como «Abandonar la mentalidad de la
Guerra Fría» (punto 2) y «Poner fin a las sanciones unilaterales» (punto 10),
obviamente no podría estar de acuerdo con la necesidad de respetar la soberanía
y la integridad territorial de todos los países, ni con el punto 8, que afirma
que «hay que oponerse a la amenaza o al uso de armas nucleares».
Algo que el
presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, si lo ha entendido. En marcado
contraste con la opinión de Biden, el día en que se publicó la postura china
declaró: «China está hablando de nosotros. Integridad territorial. Creo que lo
que dicen suena a respeto por la integridad territorial. No menciona el país,
pero es nuestra integridad territorial la que fue violada. También se mencionó
la seguridad nuclear. Creo que esto responde a los intereses tanto mundiales
como ucranianos». Fue esta actitud tan diferente la que hizo posible la llamada
telefónica del 26 de abril entre Xi y Zelensky, que el presidente ucraniano
comentó así:
“Existe la
oportunidad de utilizar la influencia política de China para restablecer la
solidez de los principios y normas en los que debe basarse la paz. Ucrania y
China, así como la gran mayoría del mundo, están igualmente interesadas en la
fortaleza de la soberanía de las naciones y la integridad territorial… En el
cumplimiento de las principales normas de seguridad, especialmente la
inadmisibilidad de las amenazas de armas nucleares, así como la proliferación
de armas nucleares en el mundo”.
De hecho, China
mencionó específicamente a Ucrania más de una vez al hablar de integridad
territorial. Por ejemplo, al explicar la posición oficial de China sobre la
guerra dos días después del inicio de la invasión rusa, el 26 de febrero de
2022, Wang Yi, entonces ministro de Asuntos Exteriores de China, afirmó
claramente: «China defiende el respeto y la salvaguarda de la soberanía y la
integridad territorial de todos los países y se adhiere sinceramente a los
propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. La posición de
China es coherente y clara, y también se aplica a la cuestión ucraniana”.
Unos días más
tarde, el 5 de marzo, reiteró la misma posición a su homólogo estadounidense,
el secretario de Estado Antony Blinken. Diez días después, Qin Gang, entonces
embajador de China en Estados Unidos y ahora su ministro de Asuntos Exteriores,
publicó un artículo en el Washington Post en el que afirmaba
sin rodeos que «hay que respetar la soberanía y la integridad territorial de
todos los países, incluida Ucrania».
Una de las
principales razones por las que Washington ha hecho oídos sordos al repudio
implícito de Pekín a la invasión rusa es, por supuesto, que no quiere oír lo
que acompaña a la postura china, en particular, las disposiciones antes
mencionadas que Putin podría respaldar alegremente, pero tampoco lo que
complementa los principios establecidos en el propio primer punto: «Debe
observarse estrictamente el derecho internacional universalmente reconocido,
incluidos los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas. […]
Debe fomentarse la aplicación igualitaria y uniforme del derecho internacional,
mientras que debe rechazarse el doble rasero».
Al fin y al
cabo, la idea misma de respetar la soberanía, la independencia y la integridad
territorial de todos los países es tan ajena a Washington como a Moscú. Aunque
Washington defiende estos tres principios frente a Rusia en el caso de Ucrania,
a lo largo del tiempo los ha violado más que ningún otro gobierno, y sigue
haciéndolo, mediante ataques con aviones no tripulados y misiles, aunque
actualmente, tras la debacle afgana de 2021, no despliegue tropas sobre el
terreno,.
Las reacciones
contrapuestas a la visita de Xi Jinping a Moscú en marzo siguieron el mismo
patrón: condena por parte de Washington, con insistentes profecías de una
inminente entrega de armas de Pekín a Rusia, mientras que el Alto Representante
de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y
vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, aseguró que la visita de
Xi «reduce el riesgo de guerra nuclear» porque el presidente chino «dejó muy,
muy claro» a Putin que quería «minimizar el riesgo de que se le asocie con una
intervención militar rusa», un comentario del que apenas se hicieron eco los
medios de comunicación. Contradiciendo las profecías de Washington, Borrell
añadió que China «no está comprometida militarmente y no hay señales de que
quiera comprometerse militarmente».
Desde el inicio
de la actual crisis ucraniana en 2021, ésta es la segunda ocasión importante en
la que la administración Biden se ha entregado al ejercicio de la predicción,
de una forma que da una fuerte impresión de que en realidad desea que sus
profecías se autocumplan. Cuando Moscú presentó un proyecto de acuerdo para una
solución política de la crisis en relación a Ucrania el 17 de diciembre de 2021
Washington también la rechazó. En lugar de entablar negociaciones con Rusia
para llegar a un acuerdo global que evitara la guerra que se avecinaba, la
administración aumentó frenéticamente el anuncio de que Rusia atacaría al día
siguiente, hasta que finalmente ocurrió.
Hay buenas
razones para creer que, lejos de hacer todo lo posible por evitar la guerra,
Washington actuó como si quisiera que sucediera por la sencilla razón de que la
invasión rusa sería, y de hecho fue, una bendición para sus designios
hegemónicos. Del mismo modo, se puede argumentar que Washington hizo poco por
disuadir a Sadam Husein de invadir Kuwait en 1990 (algunos incluso afirman que
la embajadora estadounidense en Iraq en aquel momento, April Glaspie, hizo
creer a Husein que a Washington no le importaría), porque la invasión también
era una bendición para sus designios hegemónicos. En ambos casos, la hegemonía
mundial de Washington y la lealtad de sus aliados de la Guerra Fría, tras años
de declive, se vieron muy reforzadas.
Si se trata de
eso, ¿cuál podría ser el objetivo de Washington al rechazar la colaboración con
Pekín, que es de hecho el único camino posible hacia un acuerdo político que
reconozca la integridad territorial de Ucrania, todo ello en un momento en el
que hay varios indicios, incluidas recientes filtraciones del Pentágono, de que
Washington no confía en la capacidad de Ucrania para expulsar a las tropas
rusas del territorio que ocupan desde el año pasado, y mucho menos para
infligirles una derrota a gran escala?
¿Cómo explicar
la enorme distancia entre la postura de Washington y los intentos europeos de
aprovechar la oferta china de mediación, como ilustran las recientes visitas a Pekín
del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, del presidente francés,
Emmanuel Macron, de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen,
y de la ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock? Esta última
declaró en Pekín: «Al igual que China medió entre Irán y Arabia Saudí, queremos
que utilice su influencia para instar a Rusia a poner fin a su guerra en
Ucrania».
La clave de
este contraste es que Europa Occidental está deseando que termine la guerra en
Ucrania por la razón obvia que resumió Anthony Cordesman, del Centro de
Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), un destacado think tank estratégico
bipartidista estadounidense: «Nuestros socios y aliados europeos están
sufriendo mucho más que los estadounidenses las consecuencias económicas de su
apoyo a Ucrania y el aumento de los costes energéticos mundiales», mientras que
Estados Unidos obtiene «grandes beneficios estratégicos» al animar a Ucrania a
continuar la guerra, que es «una inversión cuyos beneficios superan con creces
su coste».
Zelensky captó
muy bien esta diferencia un mes después del inicio de la guerra, cuando admitió
muy lúcidamente al London Economist (25/03/2022) que:
“Hay a quienes
en Occidente no les importa una guerra larga porque significaría agotar a
Rusia, aunque signifique la desaparición de Ucrania y se produzca a costa de
vidas ucranianas. Sin duda, a algunos países les interesa. Para otros países,
sería mejor que la guerra terminara rápidamente, porque el mercado ruso es
importante [y] sus economías están sufriendo a causa de la guerra”.
Esto es muy
cierto y, del mismo modo que es correcto ayudar a Ucrania a defender su
territorio y su pueblo contra la agresión rusa y erróneo tratar de obligarla a
capitular, lo mejor para el pueblo ucraniano es hacer todo lo posible para
poner fin a la guerra sobre la base de un compromiso aceptable, en lugar de
frustrar cualquier posibilidad de negociar dicho compromiso, como ha hecho
sistemáticamente Washington incluso antes de que comenzara la guerra.
Gilbert Achcar es autor de La nueva guerra fría: Estados
Unidos, Rusia y China de Kosovo a Ucrania (The Westbourne Press,
2023).
Traducción: viento sur
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