Oriente Medio está
cambiando aceleradamente. Los enemigos de antaño hacen las paces, y desobedecen
las órdenes del Imperio. Israel está dejando de ser el centro neurálgico de la
zona; Arabia Saudí e Irán toman el relevo. Incluso la castigada Siria levanta cabeza.
Siria vuelve a la Liga Árabe
El Viejo Topo
31 mayo, 2023
por Eduardo Luque y Bashar Barazi
No es fruto de
una extraña conjunción astrológica. No es tampoco resultado del azar. En
política se evita esa posibilidad. Vemos con sorpresa hechos que
marcarán, ya lo están haciendo, nuevas realidades. La caída de
Bajmut el día 20 de mayo coincide día por día, hace un año, con la
también derrota ucraniana en Mariúpol. El mensaje ruso a Occidente es claro.
Rusia no perderá esta guerra: es por eso que la caída de la ciudad ucraniana se
ha hecho coincidir con la reunión del G-7.
Los países
occidentales, por su parte, escogieron un lugar emblemático para su reunión:
Hiroshima. Biden no pidió perdón por el uso de armas nucleares en 1945. La
puesta en escena de la reunión del G-7 es un aviso, nada disimulado, a Rusia y
China. EEUU cree su propia propaganda. Su doctrina de defensa incluye el uso
del arma nuclear. Piensa que es posible usarla en escenarios limitados como el
continente europeo. Hace tiempo que las armas nucleares fueron recategorizadas
para usarlas en escenarios de guerra convencional. EEUU se plantea, dada la
sumisión de la clase política europea, la posibilidad de una guerra nuclear
constreñida al continente y que deje al margen el territorio norteamericano.
No hay
esperanza de paz. Moscú no encuentra interlocutor en los EEUU. Occidente
persigue la escalada: la OTAN enviará aviones de guerra a Ucrania. La agresiva
y caótica declaración del G7 contra Rusia y China señala hasta qué nivel los
políticos europeos viven en un auténtico universo paralelo.
Mientras el G7
se reunía, Rusia y China contraprogramaron una reunión de los países del
centro de Asia para reforzar sus relaciones económicas y sociales. El discurso
de Vladimir Putin en ese momento resaltó que la guerra en Ucrania no acabará
sino es con la victoria rusa. Moscú entiende que una derrota en el campo
de batalla implicaría la fragmentación del país y fundamentalmente su
desaparición como Estado. Como tantas veces hemos dicho, para Moscú es
una guerra por su supervivencia.
En estas mismas
fechas se produce otro acontecimiento especialmente relevante. El beso entre el
presidente sirio Al-Assad y el heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman,
señala un antes y un después. Si algo sorprende en el restablecimiento de
los lazos diplomáticos entre los dos archienemigos de Oriente Medio
(Arabia Saudita y Siria) es la velocidad con la que se ha producido. Hace
escasamente dos meses se anunciaba el restablecimiento de relaciones
diplomáticas entre los dos países. China había actuado como mediadora en un
proceso laborioso y callado y que ahora, pocas semanas después, concluye con la
admisión de Siria en la Liga Árabe. Han transcurrido doce años desde la
expulsión de Damasco de este organismo.
Es una derrota
política para Estados Unidos y sus “aliados”. Occidente fue representada
indirectamente en la cumbre por la ministra de Asuntos Exteriores de Alemania
Annalena Baerbock. El periplo diplomático, que la llevó a Riad días antes de
que Siria fuera recibida en la ciudad costera de Yedda (Arabia Saudita), ha
rozado el ridículo. Actuando más como enviada del Presidente norteamericano que
como representanta de un país “supuestamente” soberano ha intentado torpedear
“in extremis” el acercamiento entre los dos antiguos enemigos.
Los propios
medios norteamericanos, la revista Newsweek en concreto,
sostienen que la política de Joe Biden hacia Siria ha recibido su mayor golpe
por el momento. La vuelta de Al-Assad al ruedo internacional conlleva un nuevo
mensaje para EEUU: se ha de poner fin a la presencia de sus tropas en Siria y
levantar las sanciones.
Estados Unidos no
va a levantar las sanciones integrales impuestas a Damasco al igual que no lo
hará la Unión Europea. Es evidente que la política comunitaria va en contra de
los propios intereses europeos; pero su dependencia y el servilismo
respecto a Washington impide tomar otra dirección. Es importante, en este
aspecto, subrayar la transmutación ideológica que ha sufrido la antiguamente
denominada «Izquierda verde»; hoy, tras situarse en el poder, adopta las
posturas más neoconservadoras del gobierno alemán respecto a la guerra de
Ucrania y el conflicto en Siria y Yemen. Los verdes alemanes, como algunos
“verdes” europeos, apuestan por la guerra y promueven la carbonización para
librarse de la “dependencia” del gas ruso; al mismo tiempo no dudan en comprar
petróleo y el gas de ese país utilizando a terceros (en este caso India).
Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que esas formaciones, como otras en la UE,
no son ya ni de izquierdas ni verdes.
Estados Unidos
ha entrado en un profundo declive en Oriente Medio tras tres décadas de falsas
promesas. Los fallidos Acuerdos de Oslo, las invasiones de Irak y Libia, la
guerra en Siria y Yemen han sido un conjunto de decisiones cuyo objetivo era
imponer el denominado “caos creativo” en la zona dividiendo, rompiendo y
enfrentando a unas comunidades contra otras. Norteamérica hace tiempo que
abandonó las tesis de Joseph S. Nye Jr. quien escribía en su “Paradoja
del poder norteamericano” que este país utilizaba los golpes “blandos” o
los ”duros” en función de su conveniencia. Vemos ahora como la política
norteamericana sólo utiliza los segundos y ha obviado los primeros.
Otro gran
derrotado es el régimen de Israel. A sus problemas internos se le suma ahora el
problema político que representa el reconocimiento de Al-Assad como un actor
importante en Oriente Medio. Fue en 2020 cuando Israel, que se sentía fuerte y
estaba firmemente respaldado por Estados Unidos, firmó los “Acuerdos de
Abraham” con Emiratos Árabes y algunos otros estados de Oriente
Medio. Tel Aviv pretendía expandir la influencia israelí en el mundo
árabe aislando a Irán. Los “Acuerdos de Abraham” finalmente no
se han implementado. Arabia Saudita no está dispuesta en este momento a
promocionar este acercamiento con el régimen de Israel. Es un gran revés para
la política de ese país. Lo aísla del proceso de paz que se está desarrollando
en Oriente Medio y donde Tel Aviv tiene cada vez menos capacidad de influencia.
Para complicar aún más la situación de Estados Unidos en la zona China ha
ofrecido sus servicios a Israel y Palestina para desarrollar un plan de
paz realista. Es una opción necesaria aunque no sea viable en este momento. El
problema de Israel, como ya hemos enunciado en otras ocasiones, es la
división de la sociedad por la mitad en una confrontación en términos de una
batalla de suma cero, con un sistema político en parálisis permanente y sin que
ninguno de los dos lados de la ecuación consiga una mayoría estable en el
Parlamento. Israel está sumido en un enfrentamiento civil de bajo nivel. Lo que
fue en su momento una limpieza étnica apoyada por las potencias occidentales
sobre la población palestina ahora se ha convertido en un proceso de
segregación interna entre los propios judíos. Una chispa puede incendiar el
polvorín social.
Asistimos a
cambios políticos impensables. Riad, en otro giro que provoca enormes recelos
en Washington, se está moviendo para normalizar sus vínculos con Hamás y
Hezbolah. Estas milicias resisten a Israel y están consideradas por los Estados
Unidos como “grupos terroristas”. Riad contrarresta a Washington en todo
Oriente Medio, y la intervención china cambia la lógica subyacente en la zona.
Irán deja de ser vista como el enemigo común de todos los ”estados árabes
sunitas”. La agresividad y la torpeza política de Tel Aviv están echando más
sal a la herida. El mes pasado, cuando las fuerzas militares asaltaron la
mezquita de Al-Aqsa, los Emiratos Árabes Unidos (signatario de los acuerdos de
Abraham) pospusieron los acuerdos de defensa con Israel que estaban a
punto de firmar. Por otra parte el ataque a la ciudad palestina de
Huwara por parte de los colonos Israelíes y las declaraciones del ministro
de Finanzas Bezalel Smotrich (que pedían que se limpiara la ciudad de
palestinos para “borrarla de la faz de la tierra”) aísla a Israel de sus
vecinos. Israel se está quedando sin opciones: o continúa en esta situación,
que conduce a una guerra fratricida, o bien gira hacia el “nuevo” proceso
de paz liderado por China. Es una opción que socavaría, aún más, la posición de
Estados Unidos en todo Oriente Medio.
El gran
beneficiario de la situación es Irán. Su política (durante décadas) de apoyo a
Siria, Irak, Yemen y a la causa palestina les ha granjeado una sólida
reputación en la zona. Las buenas relaciones con Turquía, la otra gran potencia
regional, permite al país persa ayudar en el proceso de normalización entre
Siria y Turquía. Siria es enormemente reacia en este momento a ir más allá. Al
-Assad se siente fuerte y será Erdogan, si vuelve a ganar, quien tendrá que
ceder posiciones en la negociación para mantener el apoyo ruso. La intervención
de Irán se demostró muy valiosa y ayudó a limar los graves roces que tuvo
Erdogan en 2015 con Moscú.
En este momento
el triunfo de Erdogan en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales
turcas afianzaría la posibilidad de una mayor implicación entre Ankara,
Teherán, Moscú y Pekín. El contencioso de Siria (que se libra entre las
tropas de ocupación turcas y el ejército sirio en el norte del país) se
solventará aislando aún más a las tropas norteamericanas de ocupación en suelo
sirio. Los acuerdos económicos con Moscú sumados al maltrato al que los
Estados Unidos obsequian a sus socios (en este caso Turquía) apuntan a que la
política a medio plazo del nuevo gobierno Erdogan se oriente aún más hacia
el eje Rusia-China. Su integración como socio en el grupo de países de los
BRICS está muy avanzada. Las tensiones con Washington se acentuarán; la ley
para contrarrestar a los adversarios de Estados Unidos a través de sanciones
(Ley CAATS por sus siglas en inglés) conducirá casi ineludiblemente a que
Estados Unidos sancione a Ankara, puesto que ha comprado armas a los
enemigos de Washington (en este caso, los sistemas antimisiles S-400 rusos).
Oriente Medio
vive un proceso de reconfiguración acelerado. Ninguna de las
coaliciones anteriores es intocable. Y los nuevos lazos entre naciones que se
están gestando podrán llegar a parecernos absolutamente sorprendentes según las
consideraciones actuales.
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