El veto realizado
a El Viejo Topo, excluyéndolo de 'Literal', Feria del Libro Radical, ha dado
lugar a diversos artículos y a mucha actividad en las redes sociales. Aquí
reproducimos un artículo sobre el asunto aparecido en la revista catalana El
Triangle.
Excomulgar con hisopo antifascista
El Viejo Topo
9 mayo, 2023
El 3 de mayo,
Día Mundial de la Libertad de Prensa, el británico The Guardian recordaba
que en el 70 % de los países la libertad de prensa se encuentra en una
situación precaria debido a las diferentes prácticas del autoritarismo. Ese
mismo día sabíamos que en un país que figura en buena posición en el ranking de
las democracias, una editorial, El Viejo Topo, con un legado singular en la
órbita cultural de la izquierda, había sido vetada por los organizadores de
Literal, la feria del libro político que se celebra anualmente en
Barcelona. Las razones invocadas para esa
decisión se resumen en el desacuerdo con ciertas líneas ideológicas de su
catálogo.
Una de las
dificultades para situarse en las coordenadas de nuestro ecosistema
sociocultural estriba en que parte de los conceptos movilizadores del
repertorio de la izquierda (rebeldía, libertad, inconformismo…) son ahora
blandidos por la derecha, mientras que ciertas prácticas de tintes
inquisitoriales como la censura, la cancelación o el ostracismo se han
instalado en el repertorio de cierta izquierda. La excomunión de El
Viejo Topo es un caso particular, apenas un síntoma de los derroteros
que ha tomado cierta izquierda en la estela de las vicisitudes del
posmodernismo, por eso es importante desvelar las entretelas de la deriva desde
el radicalismo crítico al fundamentalismo dogmático. Un inconveniente para ello
es que la argumentación a la contra requiere grano fino mientras que las tesis
de los inquisidores trabajan con brocha gorda: amordazamos por el bien de la
colectividad, para protegeros de las asechanzas de Satanás. La
imprimación religiosa es parte de la autoridad argumentativa: quienes cancelan
se consideran titulares de las esencias y guardianes de la ortodoxia.
Resume Alan
Sokal, un físico teórico e intelectual situado a la izquierda, en su
prólogo a Cynical Theories, que el posmodernismo ha
experimentado un giro completo desde un relativismo radical a un absolutismo
dogmático. Si en un primer momento desafiaba la existencia misma de la verdad y
sostenía la tesis de la construcción social de la realidad, lo que finalmente
desemboca en los aledaños de la posverdad y los “hechos alternativos”, el
posmodernismo reificado de hoy sostiene que los conceptos identitarios que
arbolan los defensores del woke son datos objetivos y quienes
los discuten merecen ser amordazados. La izquierda woke se
codea con la derecha de las guerras culturales y, como ella, condena a las
tinieblas exteriores a quienes no comulgan con su catecismo. Lo que cambia es
la divinidad acreditadora: para unos, los valores eternos; para otros, los
referentes nobles herederos de las Luces, pero como se dijera de la libertad,
usados de manera perversa. Los autoproclamados defensores de los grupos
oprimidos y las causas de los débiles han creado una suerte de religión
secular, de modo que, como escribe Eszter Kovátz,
algunas de sus prácticas, como los rituales de estigmatización, la
sacralización de conceptos como la identidad de género o la exclusión de los
herejes, son comparables a las del fanatismo reaccionario en que se
justificaba la violencia contra los impuros y heterodoxos. La magia de ciertos
términos y usos tiene valor performativo: basta con pronunciarlos para situarse
en el lado virtuoso.
El componente
religioso da cuenta de una serie de rasgos: iliberalismo, relativismo,
autoritarismo, dogmatismo, sectarismo, antihumanismo y antiuniversalismo. Buena
parte de ellos se resumen en dos que precisamente caracterizan a ambos extremos
del espectro ideológico.
Uno es de
carácter epistémico, el irracionalismo, acaso el problema político
fundamental porque impide el abordaje cabal de todos los demás, como observa en
un detallado análisis John Bellamy Foster.
Otro es de
carácter ético-religioso y se resume en la convicción de la rectitud moral que
justifica todos los atropellos en cuanto precio necesario para el apostolado
del bien. Un ejemplo de ello es la posición de la demócrata Alexandria
Ocasio-Cortez en la cámara de representantes
norteamericana, según la cual lo “moralmente
correcto” debe imponerse a lo “semánticamente correcto”; y “en cualquier caso
[a diferencia de Trump, si yo cometo errores] es por el bien”.
En nuestro
patio particular lo que es llamativo es la colusión de este marco mental con
los nacionalismos subestatales. Si el veto a El Viejo Topo hubiera
venido de Vox las voces de la izquierda habrían sido unánimes; pero la izquierda woke y
el nacionalismo secesionista constituyen una alianza de facto de
modo que si se critica la ideología trans o el independentismo se incurre en
delito de leso fascismo. La vena identitaria informa ambos constructos
ideológicos; en palabras de Norbert Trenkle, es un
“avance hacia la regresión”. Así cabe leer la decisión iliberal de
Literal.
Fuente: El Triangle.
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