El
pasado día 12 de abril se cumplieron 34 años del fallecimiento de Abbie
Hoffman, emblema de la «contracultura» de los años 60 y uno de los líderes
–aunque con toda seguridad él no aceptaría ese título– del gran movimiento
contra la guerra y el imperio.
El payaso rebelde
El Viejo Topo
22 abril, 2023
Abbie Hoffman, emblema de la llamada contracultura de los años 60, artista de la burla como arma política, instigador de la esperanza y el optimismo, inaguantable contrincante de las autoridades y los conservadores, los defensores de lo convencional y los fresas, feroz luchador contra la hipocresía oficial, uno de los líderes –aunque seguro no aceptaría ese título– del gran movimiento contra la guerra y el imperio, antes participante en el movimiento de derechos civiles, después ecologista radical, fue un gran payaso rebelde.
De esos que
generan risas de reconocimiento entre conspiradores que buscan voltear a este
mundo al revés, esa risa, ese humor sabio, que es esencia de la esperanza a
pesar del pesimismo empírico.
Cuando fue
enjuiciado a finales de 1969 y principios de 1970 con sus compañeros, acusados
de haber conspirado para provocar una revuelta durante la Convención Nacional
Demócrata de 1968 –bautizados como «los siete de Chicago» (vale ver la
película The Trail of the Chicago 7), Hoffman ofreció una clase
magistral de cómo volver locas a las autoridades. Al ser interrogado ante el
jurado y el juez, ofrecía respuestas irreverentes: ¿Entre cuando nació el 30 de
noviembre de 1936 y mayo de 1960, que, si hubo algo, ocurrió en su vida?
Respuesta: «Nada, creo que eso se llama una educación estadounidense». ¿Dónde
vive? «En la nación de Woodstock». ¿En qué estado está ese pueblo?: «Es un
estado mental para la gente joven.» ¿A qué se dedica?: «Mi ocupación actual es
revolucionario cultural, pero realmente soy un acusado a tiempo completo».
Una y otra vez
revirtió el interrogatorio para hacer una feroz crítica al supuesto orden
democrático.
«Tenía un
impulso de confesar durante este juicio porque escuché a los fiscales decir que
soy enemigo del Estado y lo soy. Soy un delincuente. Siempre sabía que la libre
expresión no se permitía en el Estados Unidos actual. Se te permite creer en la
libertad de expresión pero no la puedes practicar.»
Uno de sus
grandes logros, junto con sus compañeros incluidos Jerry Rubin, el poeta Allen
Ginsberg y otros activistas y artistas fue la primera manifestación masiva en
Washington contra la Guerra en Vietnam en 1967. Declaró que harían levitar al
Pentágono unos 100 metros en el aire, y aunque todos sabían que a él y sus
colegas les encantaba exagerar y hacer teatro político, cientos de periodistas
y decenas de miles de manifestantes decidieron acudir para ver si, bueno, se
hacía realidad el truco anunciado. Hasta hubo un altar para la ceremonia, ante
un enorme despliegue de policías nerviosos. Hoffman colocó a parejas abrazadas
en un acto de amor comunitario, mientras curanderos mayas colocaban harina de
maíz en círculos, y Ginsberg declamaba poemas. Cuando la policía militar
confrontó a los manifestantes, éstos metieron flores en los cañones de los
rifles.
El Pentágono
fue simbólicamente levitado en la mente de la gente, en el sentido que perdió
su autoridad, la cual nunca había sido cuestionada o desafiada hasta entonces,
explicó Ginsberg.
Hoffman, autor
de tres libros –el primero famosamente se llama Róbate este libro–,
fundó entre otras cosas, el Partido de la Juventud Internacional, YIP, y sus
adherentes eran conocidos como los yippies. Los yippies creen en la violación
de todas las leyes, incluyendo la ley de la gravedad, afirmó durante un mitin
en 1970.
En una entrevista
en 1987, Hoffman contó al New York Times: “Estás hablando con un
izquierdista. Creo en la redistribución de la riqueza y el poder en el mundo,
en hospitales para todos… en que no debemos tener a una sola persona sin techo
en el país más rico del mundo. Y creo que no debemos tener a una CIA que va por
todas partes derrocando gobiernos y asesinando a líderes políticos, trabajando
para oligarquías alrededor del mundo para proteger a la oligarquía aquí en
casa”.
El pasado 12 de
abril marcó el aniversario del fallecimiento de Hoffman en 1989. Su risa
esencial se extraña más que nunca en estos tiempos tan serios.
Fuente: LaJornada.
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