Dotada de una
inteligencia deslumbrante, incansable luchadora en defensa de los trabajadores,
Luxemburg se arriesgó, física e intelectualmente. Criticada y alabada, aunque
hoy poco leída, su obra se sitúa entre las más importantes en la historia del
marxismo.
Rosa Luxemburg, una economista muy política
El Viejo Topo
26 marzo, 2023
Rosa Luxemburg es hoy un icono del socialismo. Durante su vida fue vivamente criticada: fue celebrada y admirada, pero también atacada y calumniada. Las opiniones discurrían y siguen discurriendo divididas en torno a ella. Su muerte prematura, asesinada en enero de 1919, con solo 47 años, contribuyó a labrar la leyenda que la rodea. Inicialmente canonizada como mártir del socialismo, se convirtió en persona non grata para el comunismo en cuanto se hicieron públicas sus críticas a la política de Lenin y los bolcheviques, escritas en notas fragmentarias y publicadas póstumamente[1]. Durante mucho tiempo no se le perdonó que no fuera leninista, que criticara la política de los bolcheviques tan duramente como lo hizo el viejo profesor Karl Kautsky. Durante todo un periodo, el término “luxemburguismo” sirvió de insulto en el seno de los partidos comunistas, permitiendo definir y excomulgar a todos aquellos que se aferraban a la concepción original del socialismo como forma de autogobierno democrático de la clase obrera.
Aún hoy, Rosa
Luxemburg es mal comprendida tanto por sus enemigos como por sus admiradores.
Según una leyenda muy extendida, fue a la vez una polemista ardiente, una
conciencia moral, una precursora política y una estratega brillante, una
enemiga acérrima de todos los reformistas y revisionistas de todo tipo, una
especie de Gramsci en femenino, la encarnación de lo que es un marxista
revolucionario. Lo que logró como teórica marxista a menudo se olvida o se pasa
por alto en esta leyenda. A veces incluso se intenta hacer de ella una
feminista. Pero ella se opuso a tal idea en vida y siempre se negó a desempeñar
el papel de la especialista en cuestiones femeninas. No hizo mucho caso al
feminismo de su época, en tanto que defendía el movimiento de mujeres como
parte integral del movimiento obrero[2].
Era consciente
de su valía y no le faltaba ambición. Se veía a sí misma de forma muy distinta
a como la veían los aduladores de su época (y, de hecho, la mayoría de sus
biógrafos). Quería que se la tomara en serio, es decir, que se la viera bajo
una luz completamente distinta de la que se tiene hoy en día, sin excepción, como
también pasó en 2021, con motivo de su 150 aniversario. Quería ser considerada
como una científica social con sus ideas propias, como una economista,
ciertamente muy política. Como discípula de Marx, a quien podía criticar —y, de
hecho, tomó el riesgo de hacerlo— y mejorar su teoría a través de la crítica.
Ella quería nada menos que corregir las ideas centrales de Marx, rectificar sus
construcciones teóricas, y así poner en marcha la continuación de la obra
marxista, una tarea de apremiante necesidad. Y así emprender las adiciones y
ampliaciones, las correcciones de la teoría y de la crítica marxista del
capitalismo, que serían las únicas que permitirían defender eficazmente esta
teoría contra sus críticos, los revisionistas de su propio campo. Este era, según
ella, su propio mérito, y este era este punto de vista bajo el cual quería ser
juzgada. Desgraciadamente, la mayoría de sus biógrafos han considerado su
pensamiento económico como algo accesorio y lo han tratado con negligencia[3].
Rosa Luxemburg estudiante
Solo en Zúrich,
Suiza, las mujeres tenían acceso a todos los estudios universitarios. Rosa
Luxemburg ingresó en el semestre de invierno de 1889 y empezó estudiando
filosofía, matemáticas, botánica y zoología. No fue hasta dos años más tarde
que cambió a Derecho, y un año más tarde a Ciencias Políticas, donde se volcó
literalmente a la Economía[4].
El más importante de sus profesores fue Julius Wolf, un decidido opositor a
Marx, que más tarde atestiguó que su famosa alumna había sido una alumna muy
dotada. Completó sus estudios de economía con una tesis doctoral sobre el
desarrollo industrial de Polonia. Este trabajo, muy apreciado, se imprimió
inmediatamente, lo cual constituía una rara distinción y un gran honor en la
época[5].
Hoy en día,
esta tesis doctoral de la joven Rosa Luxemburg permanece completamente
olvidada. Cuando apareció en 1898, bajo el título El desarrollo
industrial de Polonia (publicada por la conocida editorial Duncker
& Humboldt), constituyó toda una provocación, sobre todo para sus camaradas
en Polonia. Rosa Luxemburg se interesó por las consecuencias de la
industrialización de Polonia en el siglo XIX bajo el dominio ruso. El punto
central de su exposición concernía la transición, promovida por el estado ruso,
hacia una verdadera industria a gran escala en los veinte años comprendidos
entre 1850 y 1870. Con la ayuda de numerosas estadísticas, estableció que las
“salidas rusas” fueron “el verdadero motor” del desarrollo de la gran industria
polaca. Y este desarrollo se había visto favorecido por la supresión de las
barreras aduaneras entre Rusia y Polonia, por la construcción de varias líneas
ferroviarias que unían Rusia y Polonia, y también por la abolición de la
servidumbre en Rusia en 1861 y tres años más tarde en Polonia. En pocos años,
la producción industrial polaca se transformó en una gran industria,
íntegramente orientada hacia el mercado interior ruso[6].
Por lo tanto, una Polonia independiente era difícilmente viable desde el punto
de vista económico, ya que su economía estaba demasiado integrada con el
Imperio ruso y dependía demasiado de su mercado como para transformarse
rápidamente en una “economía nacional” puramente polaca. La “fusión capitalista
de Polonia y Rusia” obligó al movimiento obrero polaco a marchar junto a su
homólogo ruso contra “el dominio del capital polaco-ruso”, en lugar de
concentrarse en la lucha por la independencia nacional[7].
Estas ideas sonaban un poco extremas y le llevaban lejos de ganar amigos dentro
del movimiento socialista polaco.
La nueva lectura de Marx por Rosa Luxemburg
A principios
del verano de 1898, recién licenciada, Rosa Luxemburg se marchó a Berlín.
Quería estar en el centro del movimiento socialista europeo. Escribía con
maestría, dominaba la economía moderna y tenía don de palabra; su talento,
energía y ambición eran notables. Rápidamente hizo carrera en la
socialdemocracia, ayudada por algunos miembros más veteranos y acaso más
célebres del SPD. Karl Kautsky y August Bebel la tenían en gran estima[8].
Rosa Luxemburg
encontró en la socialdemocracia alemana un campo de acción a la altura de su
energía y ambición. Aunque no le gustaban los alemanes y nunca se sintió
verdaderamente en casa en Alemania, allí se entregó de lleno a su trabajo.
Empezó como agitadora en las campañas electorales del SPD, escribió para los
periódicos del partido y pronto encontró el entusiasmo de muchos lectores. Ya
en septiembre de 1898 le ofrecieron el puesto de redactora jefe del Sächsische
Arbeiterzeitung, uno de los principales periódicos regionales del SPD.
Aceptó e inmediatamente empezó a transformar el periódico según sus propios
puntos de vista. El SAZ recibió una nueva sección, “Panorama
económico y sociopolítico”, para la que ella misma escribía los artículos bajo
el seudónimo de “ego”[9].
Desgraciadamente, dejó la redacción del SAZ solo tres meses
después.
Ese mismo año
polemizó con Eduard Bernstein en una serie de cinco artículos que aparecieron
en el Leipziger Volkszeitung a finales de septiembre. Esta
serie de artículos, publicada poco después como libro, Reforma o
revolución, la hizo repentinamente famosa. Además, apareció por primera vez
como teórica del socialismo[10].
Su texto causó sensación, y no solo por el descaro con el que atacaba a
Bernstein, uno de los venerables veteranos del movimiento socialista —un hombre
de grandes méritos, que había sido amigo personal de Karl Kautsky, así como de
Friedrich Engels—. No fue solo por la polémica directa con la que endureció la
disputa en torno al programa del SPD y en la que trató a Bernstein, junto a sus
partidarios, como renegados y opositores al socialismo. También causó sensación
porque en este texto Rosa Luxemburg puso de manifiesto algo que contradecía la
las lecturas dominantes: argumentó sobre la base de hechos económicos, polemizó
con Bernstein sobre cómo debían evaluarse los fenómenos en parte nuevos del
desarrollo capitalista que habían acompañado y seguido a la primera gran
depresión. Este era el verdadero quid del debate: ¿cuáles eran las
transformaciones visibles del capitalismo, pasadas y presentes, desde el final
de la Gran Depresión? Dejó para Parvus y Kautsky, quienes se ocuparon de ello
mucho más profundamente, la disputa sobre las pruebas estadísticas y su
interpretación[11].
En esta
polémica contra Bernstein, formuló uno de los leitmotiv de su
obra ulterior: para ofrecer al socialismo una base científica sólida, es
necesario estar en condiciones de justificar y explicar que el modo de
producción capitalista está llegando históricamente a su fin, y describir cómo.
Debe poderse demostrar que el orden capitalista en su desarrollo,
“espontáneamente, como resultado de sus propias contradicciones”, según sus
propias leyes, llegará al momento “en que se dislocará, en que simplemente
dejará de ser posible”. Esta es la “idea fundamental” sobre la que insiste. Que
este momento tome la forma de un “colapso”, de una crisis general que se
apodere de todo el mundo capitalista, es algo bastante “accesorio”. No es lo
mismo afirmar, como hizo ella, con una mentalidad marxista, el necesario
“declive” histórico del capitalismo, y asignar a este declive una “forma determinada”[12].
Bernstein confundió repetidamente las dos ideas. Con esta diferencia entre la
“idea fundamental” del fin del capitalismo y la cuestión de la forma histórica
de este fin, Luxemburg había encontrado su tema: ¿cómo iba a terminar el
capitalismo? ¿Cuándo y cómo chocaría este modo de producción con sus límites
históricos?
La tesis del
“carácter efímero de la economía capitalista” era para ella el verdadero
“secreto de la doctrina marxiana del valor, de su análisis del dinero, de su
teoría del capital y, por tanto, de todo su sistema económico”[13].
El lector contemporáneo puede sorprenderse al ver a Rosa Luxemburg anticipar
las tesis centrales de la pretendida “nueva lectura de Marx”. En respuesta a la
idea, muy extendida en la época e incluso hoy, de que el economista Marx era
partidario de Ricardo, insistió en la “diferencia fundamental” entre la teoría
del valor de Marx y la de Ricardo. Marx fue el primero en considerar la
producción de mercancías y el trabajo generador de valor como formas
históricamente específicas de producción social, el primero en “reconocer en el
valor una abstracción, una abstracción realizada por la sociedad en
determinadas condiciones”, el primero en dejar atrás las deducciones
metafísicas de la economía clásica, en descifrar los “jeroglíficos de la
economía capitalista”, en reconocer sus categorías centrales como
históricamente determinadas y en establecer que sus relaciones, como la que
existe entre el valor y el dinero, se deben a las condiciones históricas y están
determinadas por ellas[14].
La economía tenía que elegir: aceptar el progreso gnoseológico que ella debía a
Marx, “avanzar por la vía abierta por Marx o declararse en bancarrota como
ciencia”[15].
Pero Marx había
dejado inacabada su obra maestra, y desde la publicación del Libro 3 de El
Capital, en 1894, desde la muerte de Engels en 1895, no había habido
más progresos en el marxismo; este parecía estancado. El legado de Marx y
Engels estaba en barbecho, la concepción materialista de la historia, un “método
de investigación” del que sus inventores “solo habían dejado algunas
ideas centrales geniales”, había permanecido hasta entonces tan poco “elaborada
y esquematizada como había salido de las manos de su creador”[16].
El libro 3 de El Capital, que ofrecía la solución al “problema
fundamental del edificio económico marxiano”, estaba muy atrasado y tuvimos que
contentarnos con la exposición, bastante inacabada, de la teoría del valor que
ofrecía el Libro 1”[17].
¿Por qué no hubo debate, por qué no hubo investigación, por qué no hubo
progreso? No porque la teoría de Marx estuviera anticuada y hubiera sido
superada por el desarrollo del capitalismo. Al contrario, porque estaba
demasiado adelantada a las necesidades inmediatas del movimiento obrero[18].
El tiempo de la “teoría del desarrollo capitalista” estaba aún por
llegar[19].
Karl Kautsky
había invitado a la joven Rosa Luxemburg a ayudarle a editar manuscritos
inéditos de Marx. Se negó porque quería escribir sus propios libros. En 1905
apareció el primer libro de Teorías de la plusvalía, una parte de
un voluminoso manuscrito preparatorio de Marx de 1861-1863. Rosa Luxemburg
estaba entusiasmada con él, porque podía estudiar “no los resultados finales,
sino el progreso mismo de la investigación de Marx…”[20].
Sus lecturas la convencieron del carácter totalmente inacabado del proceso de
investigación marxiano, un proceso del que Engels había abstraído y reunido, a
partir de los manuscritos de Marx, los resultados parciales en los libros 2 y 3
de El Capital.
Rosa Luxemburg enseña y aprende
El movimiento
obrero alemán era un movimiento de formación, y el trabajo de formación
desempeñaba un papel importante en él. “El saber es el poder”, creían los
socialdemócratas. Para formar a sus cuadros, el SPD fundó su propia escuela del
partido en Berlín en 1906. Los profesores eran destacados intelectuales del
partido. Rudolf Hilferding fue llamado desde Viena para enseñar economía
política. Cuando las autoridades al cargo de los extranjeros se lo prohibieron,
porque consideraban —acertadamente— la enseñanza en la escuela del Partido como
una actividad de orden político, se llamó a Luxemburg, a sugerencia de August
Bebel. Ya había dado una serie de conferencias de introducción a la economía
nacional, por invitación de la organización del partido en Berlín, y había
alcanzado un gran éxito. Como profesora de la escuela del partido, estaba bien
pagada y por primera vez tenía un puesto estable que le permitía disponer de
tiempo suficiente para sus propios trabajos. De 1907 a 1914 impartió la
asignatura “Historia económica y economía nacional” en la escuela del partido
desde principios de octubre hasta finales de marzo, a razón de cuatro horas a
la semana. Era la mejor y más apreciada entre los enseñantes, “la cabeza
espiritual de toda la escuela”[21].
De su actividad
docente surgieron sus tres obras maestras económicas, La acumulación
del capital, publicada en 1913, la Anticrítica (su
respuesta a las numerosas críticas del libro), que no se publicó hasta 1921, y
su Introducción a la economía política, que Paul Levi compuso en
1925 a partir de los manuscritos que ella había dejado. Rosa Luxemburg empezó a
trabajar muy pronto en un libro de texto basado en sus cursos en la escuela del
partido. Interrumpió este trabajo porque, según su propio testimonio, se
encontró con un fallo a la hora de escribir su capítulo final, el cual deseaba
consagrar a las “tendencias de la economía capitalista”. Se encontró con una
“dificultad inesperada” y no consiguió exponer con la claridad requerida “el
proceso global de la producción capitalista” ni a determinar los “límites
históricos objetivos” del capitalismo. Lo que quería explicar era el
crecimiento y la expansión capitalistas, la compulsión inmanente a una
acumulación incesante y en perpetua aceleración, el impulso hacia la creación
de un mercado mundial y de una economía capitalista mundial. ¿Cómo se
relacionaban estas tendencias con el fenómeno del “imperialismo”? ¿Por qué
todos los grandes países capitalistas se esforzaban por repartirse el mundo,
por crear y expandir sus propios imperios coloniales? No podía explicarlo, así
que interrumpió su trabajo sobre la Introducción y comenzó en
octubre de 1911 a reexaminar la cuestión[22].
Para resolverla, para ofrecer una “comprensión nueva, estrictamente científica,
del imperialismo y de sus contradicciones”, escribió en apenas diez meses una
obra de 400 páginas, La acumulación del capital. Su contribución a
la explicación económica del imperialismo apareció en enero de 1913 en la
editorial Vorwärts, que pertenecía al partido.
A Rosa
Luxemburg le gustaba mucho su trabajo en la escuela del partido. Le apasionaba
la economía política. Esta era su fuerza. Su ambición era la de contribuir a
volver a poner en buena dirección la economía marxista, y la tarea le costó
arduo trabajo. La economía política, que ella veía como una “economía mundial”,
en oposición a la entonces dominante “economía nacional”, era el elixir de la
vida para los socialistas, una necesidad para comprender el presente y para
fundar la idea de un orden económico socialista. Nada podía ser más importante
para el joven movimiento obrero que adquirir conocimientos económicos
fundamentales. Para los socialistas, la economía política era “la ciencia de
todas las ciencias; prepara el terreno sobre el que caminaremos en el futuro…”[23].
Las conferencias de Rosa Luxemburg en la escuela del partido y su Introducción
a la economía política
Solo se ha
conservado una parte de su Introducción a la economía política, hay
mucho que sigue todavía desaparecido. Algunos trabajos
preparatorios fueron hallados y publicados. A partir de su correspondencia,
podemos reconstruir los distintos planes de la obra, que debía constar de ocho
capítulos y aparecer en una serie de ocho opúsculos: 1. ¿Qué es la economía
nacional?; 2. El trabajo social; 3. Historia económica (comunismo primitivo,
economía esclavista, economía de corvée, economía de las
corporaciones); 4. El intercambio; 5. El trabajo asalariado; 6. La dominación
del capital (plusvalía y tasa de beneficio); 7. Las crisis; 8. Tendencias de la
economía capitalista[24].
En el manuscrito que se ha podido conservar faltan las partes centrales: la
exposición sobre el trabajo social, de la que solo se han conservado algunas
notas, el capítulo sobre el capital, la plusvalía y la ganancia, y el capítulo
sobre las crisis.
Hemos
recuperado dos cuadernos de apuntes de estudiantes a sus conferencias, uno de
Jakob Walcher para el año 1910-1911 y otro, incompleto, de Rosi Wolfstein para
el año 1912-1913[25].
Muestran que Rosa Luxemburg dedicó gran parte de sus conferencias a la
prehistoria y génesis del capitalismo. En lugar de desarrollar los temas de la
mercancía y el dinero, la circulación de mercancías y la producción como
categorías, Rosa Luxemburg ofreció a los estudiantes del partido un resumen de
la historia económica europea, en el que situó en el centro el desarrollo de
las ciudades, el comercio, la producción de mercancías, el sistema gremial, el
sistema monetario y la producción de oro. Luego les presentaba los libros 2 y 3
de El Capital de Marx. Pero no totalmente: centrándose en los
temas que ella consideraba centrales. Les presentó el libro 2 como la vía más
importante para la explicación de las crisis del capitalismo. Sin embargo,
comunicó a sus alumnos sus crecientes dudas sobre el análisis de Marx acerca
del proceso de acumulación al final del Libro 2, mientras que trabajaba en 1911
y 1912 en su crítica a Marx y en su propia versión de la teoría de la acumulación.
Tenía buenas razones para mantener en secreto su crítica a Marx. Porque si ella
tenía razón, significaba que el propio gran Marx no podía dar una respuesta
satisfactoria a la pregunta crucial de la economía política: “¿Cómo es posible
el capitalismo?”. Solo bajo condiciones muy específicas, que distan mucho de
ser universales y que solo confluyen en una constelación histórica muy
particular. Pero ésta era solo la primera parte de la respuesta, ya que la
economía política tenía que mostrar “cómo esta economía producía por sí misma…
más y más contradicciones”. La respuesta completa a la cuestión de las
condiciones de posibilidad del capitalismo debía formularse de la siguiente
manera: “se vuelve imposible a un cierto nivel de su
desarrollo”[26].
Por lo tanto, era necesario estudiar los límites de la expansión y el
desarrollo del capitalismo, los límites inmanentes y externos de la acumulación
capitalista, y poder demostrar que era cada vez más difícil, costoso, largo y
arriesgado hacer retroceder estos límites. A la larga, “la imposibilidad del
capitalismo se hace evidente”, como escribió Rosa Luxemburg en la conclusión de
su Introducción[27].
La crítica de Luxemburg a Marx
Rosa Luxemburg
se tomó en serio lo que Marx sabía y lo que Engels había dejado claro: la obra
maestra de Marx, El Capital, había quedado inconclusa. Tras la
muerte de Marx, Engels había compuesto los libros 2 y 3 a partir de
indicaciones y manuscritos, y los había publicado en 1885 y 1894
respectivamente. Para la biografía de Marx escrita por Franz Mehring y aparecida
en 1918, Rosa Luxemburg escribió una breve reseña de los libros 2 y 3 de El
Capital. Insistió en que se trataba de análisis inacabados, incompletos.
Había que considerar los dos últimos libros de El Capital no
como “una resolución definitiva y completa de todos los problemas importantes
de la economía nacional”, ya que no contenían “en parte más que el
planteamiento de estos problemas”, así como indicaciones sobre “la dirección en
la que debía buscarse una solución…”[28].
En el capítulo final de su Introducción, Luxemburg quería
explicar por qué el desarrollo capitalista debe conducir necesariamente al
imperialismo. Quería ofrecer una “prueba estrictamente económica” y tropezó con
las fórmulas marxianas al final del Libro 2 de El Capital, lo que
hoy conocemos como los “esquemas de reproducción”. Durante mucho tiempo le
resultaron “poco familiares” y, al releerlas, encontró “un error tras otro”.
Tenía que enfrentarse seriamente a estos errores de Marx, de lo contrario no
podría exponer correctamente su concepción[29].
Quería hacer más en su libro sobre “la acumulación de capital”, quería poner el
viejo debate acerca del imperialismo sobre una nueva base.
La obra de
Luxemburg se divide en tres secciones: en la primera, intenta retomar el
problema, no resuelto de Marx, de la reproducción ampliada (acumulación); en la
segunda, expone la historia de los debates en torno a este problema, desde los
economistas clásicos hasta sus contemporáneos marxistas rusos. Y en la tercera
y última sección, primero presenta su solución al problema (en dos capítulos) y
luego expone, en los seis capítulos siguientes, cómo la solución a este
problema se impone, históricamente, en el proceso de colonización y expansión
imperialista de los principales países capitalistas.
Su obra adolece
de varias confusiones. Aunque señala, como ya habían hecho Marx y Engels, su
editor, algunas lagunas y análisis parcialmente inacabados (por ejemplo, sobre
el papel mediador de la circulación monetaria o la producción de oro), es
manifiesto que no entiende la modelización marxiana, en particular la
diferencia analítica entre reproducción “simple” y “ampliada”, que ella trata
como un relato de un proceso histórico. Pero para Luxemburg está claro que Marx
construyó modelos sujetos a una serie de hipótesis que enuncia explícitamente,
en particular la de una economía capitalista cerrada, sin comercio exterior,
sin relaciones con economías no capitalistas. En esta hipótesis, el capital
mundial puede crecer indefinidamente dentro de una economía puramente
capitalista, sin perturbaciones ni crisis. Rosa Luxemburg no podía aceptarlo.
Aunque sabía
que se trataba de un texto inacabado, un manuscrito de investigación escrito en
parte como “aclaración para sí misma”, se dejó llevar por las reflexiones
tentativas de Marx sobre las pistas de un falso problema. Si la masa de capital
social crece, entonces también lo hace (para una productividad del trabajo y
una composición del capital constantes, el caso más simple postulado por Marx)
la masa de mercancías que entran en circulación. Marx se equivocaría al afirmar
que la masa de dinero en circulación también debe crecer. Luxemburg le corrige:
no, no se trata de la cantidad de dinero en circulación, sino de la demanda
efectiva. ¿De dónde procede esta demanda adicional, quién compra la masa
adicional de mercancías en las que se encarna la plusvalía que ha crecido como
resultado de la acumulación? Es en este punto donde Luxemburg se ve envuelta en
errores, arrastrada por los complicadísimos ejemplos numéricos con los que Marx
va remendando sus manuscritos. El crecimiento de la masa de plusvalía se
traduce en el crecimiento de la masa de mercancías en ambas secciones. Esta es
adquirida en parte por los capitalistas (en la medida en que adopta la forma de
medios de producción adicionales), en parte por los asalariados y los
capitalistas (en la medida en que adopta la forma de medios de consumo
adicionales). El esquema marxiano, formulado en términos algebraicos, es
correcto. Pero Luxemburg queda atrapada en un problema aparente que parece
insoluble, al menos en el marco de las hipótesis de Marx.
En la segunda
sección, dedicada a la historia de las teorías, Luxemburg pretende mostrar que
este problema se tomó en serio antes y después de Marx. No se interesa
principalmente por los debates clásicos. Se ocupa sobre todo de sus
contemporáneos, especialmente de Tugan-Baranovski y otros marxistas rusos, que
habían sostenido que el capitalismo podía crecer sin límites o que podía
desarrollarse sin un verdadero mercado exterior. Ella sabe que Marx había
refutado la tesis clásica de las “terceras personas”, que asegurarían el
crecimiento a través de su demanda. Pero se queda corta en la forma en que Marx
había planteado el problema, lo rebate y presenta su solución como una variante
de la teoría de las “terceras personas”. Una variante particular, ya que busca
el origen de la demanda efectiva adicional fuera del espacio capitalista y cree
encontrarlo en espacios o entornos no capitalistas. Marx había hecho
abstracción de este mundo exterior y, según ella, esta abstracción había ido
demasiado lejos.
En la tercera
parte del libro, presenta su propia solución al problema: si la continuación de
la acumulación capitalista es imposible en un mundo capitalista cerrado,
requiere el mundo exterior de los espacios no capitalistas, como fuente, al
menos potencial, de demanda adicional. Las masas de valor que no pueden
venderse en el capitalismo puro no pueden ser compradas, la plusvalía adicional
incorporada en ellas solo puede realizarse mediante una demanda adicional
procedente del exterior. Para que esta fuente sea fructífera, los actores
capitalistas deben promover la “anexión territorial”, deben apropiarse de
aquellas partes del mundo que producen y viven de forma no capitalista. Esta es
la verdadera causa económica de la expansión del capitalismo, que toma la forma
de conquista colonial, de formación y expansión de imperios.
El debate sobre Luxemburg
Luxemburg fue
reconocida, incluso célebre, pero su libro no tuvo mucho éxito. Fue criticado
por todas las personas competentes con las que la socialdemocracia alemana y
austriaca contaba. La mayor parte de veces con cortesía, pero con dureza. La
opinión unánime de la crítica, desde Otto Bauer hasta Lenin y Anton Pannekoek,
fue la siguiente: Luxemburg se había equivocado radicalmente sobre un punto en
su obra. Su problema no era insoluble, sino simplemente mal planteado, y la
argumentación de Marx podía de hecho llevarse hasta el final con sus
hipótesis. La Acumulación de Luxemburg fue pronto unánimemente
rechazada. Solo una persona elogió su libro, Franz Mehring, cuya opinión no
tenía ningún peso en el debate económico. Luxemburg se sintió muy decepcionada
y ofendida. Incluso con la Anticrítica, escrita dos años más
tarde en la cárcel, en la que intentó responder a las objeciones de sus
críticos, no logró convencer[30].
Pero Luxemburg había iniciado, con su obra maestra económica, un debate que
continuaría mucho después de su muerte. Sin querer y sin saberlo, había llevado
a los economistas marxistas, desde Otto Bauer hasta Michał Kalecki, a tener en
cuenta de manera cada vez más precisa y a estudiar cada vez más profundamente
los problemas de la dinámica del crecimiento capitalista. Y ello a pesar de
que, con excepción de Fritz Sternberg, rechazaron su crítica de Marx y su
explicación económica del imperialismo[31].
¿Qué ofrece el análisis luxemburguiano del imperialismo?
En la tercera
parte de su libro, Rosa Luxemburg trata de mostrar, en seis capítulos, cómo se
puede llevar a cabo el proceso de expansión del capitalismo en espacios no
capitalistas. Esta parte es considerada por la mayoría de sus partidarios,
hasta el día de hoy, como la más exitosa, porque argumenta histórica y
empíricamente. Incluso aquellos que consideran errónea su crítica a Marx en la
primera parte del libro pueden estar convencidos sobre algunas de sus críticas
a las prácticas coloniales de las potencias imperialistas.
Sin embargo, en
esta parte contradice muy claramente la afirmación central de su libro: que la
insuficiente demanda efectiva para “el resto de las mercancías invendibles” que
supuestamente debe frenar, o incluso imposibilitar por completo, la acumulación
en los países capitalistas, no puede provenir de los espacios o países no
capitalistas. Estos últimos no pueden absorber las mercancías excedentes de los
países capitalistas, precisamente porque no son capitalistas. En los países o
espacios no capitalistas no puede generarse una demanda adicional
suficientemente grande para este excedente de mercancías de los países
industriales capitalistas. Rosa Luxemburg simplemente lo constata[32].
Pues en estos países, en estos espacios, encontramos formas de economía natural
o de subsistencia, sin mercados y sin dinero. Carecen de la estructura
económica y social susceptible de absorber grandes cantidades de mercancías del
mundo capitalista desarrollado. Y esto es así independientemente de que estos
países o zonas estén colonizados o no. Hay varias otras razones para ello. En
primer lugar, los habitantes de estos países o espacios no capitalistas no
necesitan las mercancías producidas por los países capitalistas, pues estas no
tienen (o tienen muy poco) valor de uso para ellos. Salvo contadas excepciones,
pueden producir ellos mismos las cosas que realmente necesitan, en cantidades
suficientes para sus necesidades y con una calidad superior. Es el caso de las
economías de subsistencia, en las que las comunidades se ocupan de sí mismas.
En segundo lugar, aunque los habitantes de estos espacios o países sintieran la
necesidad o el deseo de obtener bienes del mundo capitalista y los prefirieran
a los bienes de uso de los que ya disponen, sencillamente no tendrían dinero
para comprarlos. El trueque —es decir, el intercambio en especie de productos
locales, como pieles o materias primas, por mercancías del mundo capitalista—
sería una salida, pero sería del todo insuficiente y accesoria. En tercer
lugar, los habitantes de los países y espacios no capitalistas ya están
familiarizados con la producción de mercancías, el dinero y el comercio. En
viejos países altamente civilizados como China, Japón o Corea, las mercancías
que ofrecía el mundo capitalista se encuentraban sencillamente rechazadas. Lo
que ofrece el mundo capitalista no atrae a los compradores potenciales de estos
países y espacios. Tienen algo mejor, están acostumbrados a algo mejor, y no
quieren gastar el dinero que tienen en algo que consideran cualitativamente no
tan bueno.
Para Rosa
Luxemburg este no es el fin sino el principio del análisis del imperialismo.
Con economías naturales y de subsistencia, el capitalismo desarrollado no puede
emprender nada, aun cuando en estos espacios o sociedades no capitalistas
exista, marginalmente, una pequeña producción de mercancías, comercio ocasional
y de negocios entre comunidades locales. Estos países y sociedades solo pueden
constituir salidas comerciales para las mercancías excedentes, fuentes de
compra de materias primas y una reserva de fuerza de trabajo si se transforman
radicalmente. Este es el verdadero sentido de la anexión de tierras: las
economías naturales, las economías campesinas de subsistencia, los pequeños
productores con su comercio marginal, deben transformarse en economías de
mercado monetario, produciendo permanente y exclusivamente mercancías. Esto es
lo que debía traer la colonización por parte de las potencias capitalista, por
todos los medios, y que históricamente ha traído: la destrucción de las
economías naturales, de las economías de subsistencia y de las formas existentes
de producción de mercancías a pequeña escala, no capitalistas. Luxemburg dedica
tres capítulos a la forma en que las potencias coloniales llevan a cabo esta
violenta transformación en diferentes partes del mundo: uno dedicado a “la
lucha contra la economía natural”, otro a “la introducción de la economía
mercantil” por todos los medios posibles, y uno final a “la lucha contra la
economía campesina”[33].
El relato
histórico de Luxemburg, por breve y selectivo que sea, va al meollo de la
cuestión: el colonialismo europeo ha desencadenado un largo proceso de
transformación con una violencia de notables consecuencias. Pero esto no salva
el argumento central de su libro, la necesidad del colonialismo o del
imperialismo para la acumulación de capital en los grandes países capitalistas.
Incluso en los casos más favorables para los países capitalistas, incluso
cuando los países o espacios no capitalistas ocupados eran ricos en recursos de
oro y plata (que todavía eran las mercancías monetarias en el mundo
capitalista) u otras materias primas, incluso si los habitantes de estos países
o espacios tenían los medios para comprar las mercancías excedentes del mundo
capitalista (con su oro o plata) o para cambiarlas por él (por materias
primas), el argumento no es convincente. Pues antes de poder transportar oro,
plata o materias primas al mundo capitalista tras la anexión, es necesario
construir minas, carreteras y puertos y establecer una red internacional de
transporte y comercio. El bandolerismo y el saqueo, como aparecen con cada
anexión violenta, solo llegan hasta cierto punto. Para obtener oro, plata y
materias primas de los países colonizados de manera regular y en la forma
adecuada, las potencias coloniales tienen que invertir en las colonias.
Este es
precisamente el punto de partida que nos ofrece Rosa Luxemburg para el análisis
de la anexión capitalista. La colonización y penetración de países y espacios no
capitalistas es un proceso completamente contradictorio y sobre todo muy
costoso. Para crear salidas en las colonias, para hacer posible la explotación
de la fuerza de trabajo y la apropiación de los recursos (tierra y recursos del
suelo), las potencias coloniales, ya sean Estados o empresas privadas, tienen
que invertir mucho capital en sus colonias, a gran escala y a largo plazo. Las
colonias cuestan dinero y reportan pocos beneficios; fundar o mantener un
imperio es aún más caro y puede arruinar a los estados más poderosos. Este
argumento era bien conocido por los economistas de los siglos XVIII y XIX. El
propio Marx lo sabía y comentó el debate sobre si las colonias cuestan más de
lo que reportan. La mayoría de los historiadores económicos consideran actualmente
que las colonias y los imperios coloniales han sido, para la mayoría de las
potencias coloniales modernas, una empresa más deficitaria que rentable. Muchos
capitalistas individuales, muchas empresas capitalistas obtuvieron ganancias
considerables, pero para la mayoría de los estados fue una historia diferente.
En la época de Luxemburg, por tanto, hubo serias controversias en torno a la
política colonial. El canciller del Reich, Otto von Bismarck, no quería
colonias alemanas, ya que serían demasiado caras y no servirían al Estado ni a
la economía en su conjunto; Alemania no era lo suficientemente rica como para
permitirse colonias[34].
Luxemburg se
percató muy bien de la violencia, el coste y la dimensión destructiva de los
métodos de colonización. La destrucción de las economías campesinas de
subsistencia, la destrucción de la artesanía campesina y de la pequeña
industria nacional (como la muy desarrollada industria del tejido en la India)
condujeron a la pauperización y a la esclerosis masiva de regiones enteras,
pero sin ninguna salida floreciente para las mercancías de los grandes países
capitalistas. Para poder producir algo parecido a una economía de mercado
generalizada en sus colonias, las potencias coloniales tuvieron que invertir
cada vez más: en carreteras, en la construcción y establecimiento de
ferrocarriles y líneas de telégrafo, en una administración y un ejército
coloniales. Dado que los modernos impuestos monetarios podían acelerar la
transformación de las economías campesinas en plantaciones que produjeran para
el mercado mundial, pero no bastaban para cubrir los costes de la colonia, y
mucho menos la necesaria inversión en infraestructuras, los préstamos
internacionales resultaron inevitables. Luxemburg dedicó cierta atención a
estos préstamos. Sin embargo, las finanzas internacionales no entraron en juego
hasta bastante tarde, cuando la transformación de países y zonas anteriormente
no capitalistas en economías de mercado productoras de mercancías ya estaba muy
avanzada y eran posibles nuevas transformaciones. En cuanto las ramas de
producción y las regiones se encontraban (proto)industrializadas en las
colonias, los bancos y los empresarios pueden hacer buenos negocios en los
grandes países capitalistas desarrollados.
¿Qué queda de Rosa Luxemburg?
Aunque la
explicación de Luxemburg sobre la necesidad del colonialismo y del imperialismo
no fuera errónea, seguiría siendo del todo insuficiente. Identificó bien el
problema de los costes y riesgos de la empresa colonial, así como el carácter
de la colonización como proceso de transformación violenta. Sin embargo, pasó
por alto la enorme importancia de la rivalidad entre las grandes potencias
capitalistas de Europa y América, es decir, la lucha secular entre Estados por
la soberanía, la dominación y la hegemonía. Menciona acertadamente la rivalidad
entre las grandes potencias, pero no desempeña ningún papel en su intento de
explicar el imperialismo. Sin embargo, “la acumulación de capital es un proceso
no sólo económico, sino político”, como ella bien sabía[35].
Mucho de lo que
hoy interesa a los partidarios (y adversarios) de Marx le parecía completamente
indiferente. No habló de la dialéctica más que ocasionalmente, sin dejar
ninguna explicación detallada de su método[36].
Prestó poca atención al famoso modo de exposición de Marx en El Capital,
consideró que el Libro 1 estaba cargado de un decoro barroco que no le gustaba,
y encontró los Libros 2 y 3 con lagunas y deficiencias (y con razón). Seguía
siendo insensible a la famosa “ley” de la tendencia decreciente de la tasa de
beneficio, que se ha convertido para muchos en la “ley” más importante del
capitalismo. Aunque esta ley aparece una vez, muy directamente, en su trabajo
sobre la acumulación, no tiene ninguna relación con el curso de su
argumentación[37].
“Queda aún tiempo para que sobrevenga”, observa lacónicamente, “por este camino
[la caída de la tasa de ganancia], la rendición del capitalista…”[38].
La teoría marxiana del fetichismo de la mercancía no se le había escapado ni a
ella ni a sus contemporáneos ligeramente despiertos, pero no mostraba ninguna
tendencia a dedicarle un culto esotérico, como les gusta hacer a muchos de los
actuales adoradores de Marx.
Estaba
convencida de que vivía en un periodo de transición, pero dentro de un
capitalismo muy desarrollado y no senil. El momento de la imposibilidad del
capitalismo aún tardaría en llegar. La decadencia de un capitalismo que se
había vuelto incapaz de hacer frente a sus contradicciones económicas
inmanentes, era para ella una “ficción teórica” que solo debía utilizarse con
fines analíticos. Al final de su inacabada Introducción a la economía
política, vuelve sobre el problema de los límites del capitalismo. Es
cierto que la expansión y el desarrollo del capitalismo como sistema mundial
son procesos cada vez más lentos y difíciles, pero continúan. Incluso en los
viejos países industriales de Europa, sigue habiendo grandes regiones y
sectores que no han sido “explotados de forma capitalista”. Si consideramos el
mundo entero, el capitalismo está lejos de ser dominante, solo domina una
“pequeña fracción”, islas capitalistas, aunque su influencia se extienda mucho
más allá de su extensión espacial[39].
La cuestión decisiva para Luxemburg era, por lo tanto, cómo tendría lugar la
extensión violenta del capitalismo, que siempre era posible, y la expulsión y
transformación de todas las formas de producción atrasadas por la producción
capitalista desarrollada. Y cómo podría desarrollarse y transformarse de nuevo
el capitalismo una vez convertido en el modo de producción dominante a escala
mundial. Esta cuestión es aún más apremiante para nosotros hoy que en la época
de Rosa Luxemburg.
Fuente: Sinpermiso.
Notas
[1] Véase Luxemburg, R. “La Revolución Rusa”, Gesammelte Werke,
Volumen 4, Berlín, Dietz, 1990, pp.332-364. [En adelante nos referiremos a las
Gesammelte Werke como GW seguidas del número de volumen]. Este manuscrito
inacabado fue escrito en la primavera de 1918, en la cárcel, y solo fue
publicado bajo este título en 1922 por Paul Levi.
[2] A pesar de su amistad con Clara Zetkin, y a pesar de su simpatía por
el movimiento proletario femenino, se mantuvo alejada del “mundo de las
mujeres” durante su vida, como solía decir burlonamente [Nota del traductor: el
término feminista hace aquí referencia al movimiento sufragista
de la época, del que el movimiento socialista de mujeres se encontraba
marcadamente distanciado].
[3] Es el caso, por ejemplo, de John Peter Nettl, que no sabía qué hacer
con Rosa Luxemburg la economista y que solamente dedica un breve apéndice al
final de su extensa biografía a todo su pensamiento económico [edición
castellana: Nettl, J.P. Rosa Luxemburgo. México: Ediciones Era, 1974]. Lo mismo
ocurre con el autor de la última biografía de Luxemburg, Ernst Piper, que solo
dedica 7 páginas de 832 a su obra maestra económica y a los debates que la
siguieron (véase Piper, Ernst. Rosa Luxemburg. Ein Leben, Munich:
Pantheon, 2019, pp.412-419).
[4] Conservó su afición por la botánica y la zoología durante el resto de
su vida.
[5] Luxemburg, R. Die industrielle Entwicklung Polens, GW 1/1,
Berlín, Dietz, 1970, pp.113-216. [Edición en castellano: Luxemburg, R. El
desarrollo industrial de Polonia y otros escritos sobre el problema nacional.
Buenos Aires: Pasado y Presente, 1979].
[6] Ibid, p.147.
[7] Ibid., p.211.
[8] “Rosa […] es una mujer buena y muy inteligente y hará sudar a tu
hombre”, escribió August Bebel, el benévolo patriarca del partido, sobre la
joven talento a su amigo Victor Adler, a quien no le gustaba nada (carta del 29
de septiembre de 1898, en Adler ,Victor. Briefwechsel
mit August Bebel und Karl Kautsky, Viena, Verlag der Wiener
Volksbuchhandlung, 1954, p.250).
[9] Rosa Luxemburg escribió en total cuatro panoramas económicos y
sociopolíticos, en los que se ocupó de los acontecimientos en diversos países y
de los desarrollos y cambios en el mercado mundial y en la política mundial.
Fueron reimpresos en GW 1/1, op. cit.
[10] Luxemburg, R. Sozialreform oder Revolution, GW 1/1, op.
cit, pp.367-445 [ed. cast.: Luxemburg, R. Reforma o revolución, Madrid:
Akal, 2015].
[11] Luxemburg, R. “Kautskys Buch wider Bernstein”, GW 1/1, op.
cit, pp.537-554.
[12] Luxemburg, R. Sozialreform oder Revolution, GW 1/1, op.
cit, p.375.
[13] Ibid., p.415.
[14] Luxemburg, R. “Zurück zu Adam Smith!”, GW 1/1, op.
cit, p.735.
[15] Ibid., p.737.
[16] Luxemburg, R. “Stillstand und Fortschritt im Marxismus”, GW 1/2,
Berlín, Dietz, 1970, p.364.
[17] Ibid., p.365.
[18] Ibid., p.368.
[19] Luxemburg, R. “Karl Marx”, GW 1/2, op. cit,
p.370.
[20] Luxemburg, R. “Aus dem literarischen Nachlass von Karl Marx”, GW 1/2, op.
cit, p.468.
[21] Kautsky, Luise. Rosa Luxemburg. Ein Gedenkbuch, Berlín,
Laub’sche Verlagsbuchhandlung, 1929, p.37.
[22] Véase el breve prefacio de diciembre de 1912, en el que Rosa
Luxemburg explica que se encontró con un problema no resuelto en Marx. Ella ve
su obra como un intento de “formular con toda exactitud científica este
problema” (Luxemburg, R. Die Akkumulation des Kapitals, GW 5,
Berlín 1990, p.7 [edición en castellano: Luxemburgo, R. La acumulación
del capital, México, Grijalbo, 1967/1978, p. 9]). Y este intento, aunque
fallido, la convierte en una de las grandes economistas marxistas. La mayoría
de los marxistas actuales se niegan a pensar, o son incapaces de hacerlo, que
pueda haber algo así como un problema sin resolver en El Capital de
Marx.
[23] Así describe el Vorwärts del 20 de octubre de 1907
la posición de Luxemburg. El informe se refería a la serie de conferencias
introductorias sobre economía política que Luxemburg dio en el restaurante
Deutscher Hof, en el barrio de Kreuzberg, en octubre y noviembre de 1907. Según
los informes policiales, asistieron a las conferencias 4.500 personas, una
quinta parte de las cuales eran mujeres (véase “Vortragszyklus zur Einführung
in die Nationalökonomie im Oktober / November 1907 in sechs öffentlichen
Versammlungen der deutschen Sozialdemokratie in Berlin”, GW 7/1,
Berlín, Dietz, 2017, pp.105-115). Las citas se encuentran en las páginas 107 y
108.
[24] Véase la carta de Rosa Luxemburg a Leo Jogiches del 7 de febrero de
1910, así como su carta de finales de febrero/principios de marzo de 1910
(Luxemburg, R. Gesammelte Briefe, Vol. 3, Berlín, Dietz, 1984,
págs. 115 y 117). El borrador final del libro que envió en 1916 a su editor,
Heinrich Dietz, contenía diez capítulos con títulos ligeramente modificados, tres
de los cuales estaban dedicados a la historia económica (capítulos 3 a 5),
seguidos de un capítulo sobre la producción de mercancías (carta a Heinrich
Dietz, 28 de julio de 1916, en Luxemburg, R. Gesammelte Briefe,
Vol. 5, Berlín, Dietz, 1987, p.130).
[25] Estos dos folletos se publicaron en GW 7/1.
[26] Luxemburg, R. “Fragmente über Widersprüche und Tendenzen des
Kapitalismus”, GW 7/1, Berlín, Dietz, 2017, pp.208 y 209.
[27] Luxemburg, R. Einführung in die Nationalökonomie, GW 5, op.
cit. p.778 [edición en castellano: Luxemburgo, R. Introducción
a la economía política, Madrid: Siglo XXI, 1974, 2015].
[28] Luxemburg, R. “Der zweite und der dritte Band [des
“Kapitals”]”, GW 4, Berlín, Dietz, 1990, p.291.
[29] Carta a Kostia Zetkin del 11 de noviembre de 1911, en Luxemburg,
R. Gesammelte Briefe, Volumen 4, Berlín, Dietz, 1987, p.124.
[30] Luxemburg, R. Die Akkumulation des Kapitals oder Was die
Epigonen aus der Marxschen Theorie gemacht haben. Eine Antikritik, GW 5,
op. cit. pp.413-523. [ed. cast. pp.365]
[31] Sobre este punto, véase Krätke Michael R., “On the Beginnings of
Marxian Macroeconomics”, en Dellheim Judith y Wolf Frieder Otto
(eds.), Rosa Luxemburg. A permanent Challenge for Political Economy,
Londres, Palgrave Macmillan, 2016, pp.123-155.
[32] Véase por ejemplo Luxemburg, R. Die Akkumulation des Kapitals,
en GW 5, op. cit. p.316 y ss [ed.
cast. pp.305 y ss].
[33] Luxemburg, R. GW 5, op. cit. pp.316-364 [ed.
cast. pp.283, 323].
[34] Véase Baumgart Winfried, “Bismarcks Kolonialpolitik”, en Kunisch
Johannes (ed.), Bismarck und seine Zeit, Berlín, Duncker &
Humboldt, 1992, pp.141-153.
[35] Luxemburg, R. Die Akkumulation des Kapitals, GW 5,
op. cit. p.519 [ed. cast. p.451].
[36] Las observaciones más detalladas sobre la dialéctica se encuentran en
su libro Reforma o revolución, como respuesta al abandono de la
dialéctica por Bernstein.
[37] Luxemburg, R. Die Akkumulation des Kapitals, GW 5,
op. cit, p.316 [ed. cast. p. 282].
[38] Luxemburg, R. Die Akkumulation des Kapitals oder Was die
Epigonen aus der Marxschen Theorie gemacht haben, GW 5, op.
cit, p.446 [ed. cast. p. 393: “…algo así como lo que queda hasta la
extinción del Sol” N. del T.].
[39] Luxemburg, R. Einführung in die Nationalökonomie, GW 5,
op. cit. p.778 [ed. cast. Luxemburg, R. Introducción a
la economía política, op. cit. p.301].
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