Reseña de El blocao, de José Díaz
Fernández (Dyskolo, 2023)
Retratos de la guerra de África
Por Jesús Aller
REBELION / ESPAÑA
| 21/02/2023 |
Fuentes: Rebelión
El verano de 1921 resultó fatídico para la guerra colonial de España en el
Rif marroquí, con una derrota en las proximidades de Annual, al oeste de
Melilla, saldada con más de diez mil bajas. Después de aquello, muchos jóvenes
fueron llamados a filas, entre ellos José Díaz Fernández, que permaneció en
África hasta su licenciamiento el año siguiente.
Sus experiencias allí quedaron plasmadas en El blocao, una colección de relatos publicada en 1928 y que Dyskolo acaba de incluir en su catálogo como libro electrónico para suscriptores.
José Díaz
Fernández había nacido en un pequeño pueblo de la provincia de Salamanca en
1898, pero pasó su infancia en Castropol (Asturias), localidad de la que era
natural su madre, y se estableció luego en Oviedo, donde se ocupó en estudios
de derecho y colaboraciones periodísticas hasta su forzada incorporación al
ejército. A su regreso, prosiguió con sus trabajos en la prensa y comenzó una
militancia política en la izquierda moderada que lo llevó a ser elegido
diputado en 1931 y 1936 por el Partido Republicano Radical Socialista, de
Marcelino Domingo, e Izquierda Republicana, de Manuel Azaña, respectivamente.
Durante la Guerra Civil, Díaz ejerció de jefe de prensa en Barcelona y después
se exilió en Francia con su mujer y su hija. Falleció en 1941 en Toulouse,
mientras esperaba un visado para viajar a Cuba.
Aparte de su
labor periodística y sus recuerdos africanos, José Díaz Fernández es autor
también de La Venus
mecánica, novela de 1929 en la que describe la sociedad
madrileña de aquel tiempo, así como de diversos relatos y novelas cortas.
En El nuevo
romanticismo, un ensayo de 1930, se rebela contra los excesos
vanguardistas y los experimentos formales y aboga por un arte más a la medida
del ser humano. En 1935 publicó, con el pseudónimo de José Canel, Octubre rojo en Asturias, un reportaje documentado y ecuánime, especialmente recomendable entre la
extensa bibliografía sobre los hechos del año anterior.
Vivencias de la guerra africana
La versión de
Dyskolo recoge la nota para la segunda edición, sólo tres meses después de la
primera, en la que el autor agradece la buena acogida de público y crítica, al
tiempo que aprovecha para exponer su visión de la literatura. En una época de
veleidades estilística, Díaz se muestra partidario de cuidar la estética, pero su
objetivo son sobre todo las vivencias y emociones de sus protagonistas. Así
declara: “Cultiven ellos
sus pulidos jardines metafóricos, que yo me lanzo al intrincado bosque humano”.
El Marruecos
que el autor conoció es retratado como un mundo opaco y trágico, sin héroes ni
grandes individualidades. Respecto al sentido político de la obra, la nota
concluye con una confesión reveladora: “Lo que sucede es que mi libro llega a las letras castellanas cuando la
juventud que escribe no siente otra preocupación fundamental que la de la
forma. El blocao tiene que parecer un libro huraño, anarquizante y rebelde, porque
bordea un tema político y afirma una preocupación humana. Me siento tan unido a
los destinos de mi país, me afectan de tal modo los conflictos de mi tiempo,
que será difícil que en mi labor literaria pueda dejar de oírse nunca su
latido.”
Los siete
relatos que componen el volumen pueden leerse como capítulos de una novela en
la que, según se explica en la nota introductoria: “El argumento clásico está sustituido por la dramática
trayectoria de la guerra, así como el personaje, por su misma impersonalidad,
quiere ser el soldado español.” Los
fragmentos convierten en literatura las experiencias del autor, que aparece con
el nombre de “sargento Arnedo”, y sabemos así de su llegada con tropas bisoñas
a una de aquellas fortificaciones que se conocían como blocaos. Acuden para
relevar a unos veteranos que son recordados luego “feroces y barbudos, con sus uniformes desgarrados,
mirando de reojo, con cierto rencor, nuestros rostros limpios y
sonrientes.” La sorpresa será ver, según van pasando los meses,
cómo los novatos van transformándose progresivamente en una copia de aquellos
“robinsones”.
La campaña está
por entonces atascada en una guerra de posiciones, con lo que los días traen
sobre todo aburrimiento y naipes, y atisbar los movimientos en el aduar vecino.
Las escenas bélicas son escasas, y Díaz llega a afirmar: “De mis tiempos de Marruecos, durante las difíciles
campañas del 21, no logro destacar ningún episodio heroico.” Cuando el puesto es atacado una vez, usando como anzuelo a una morita
que solía acercarse a vender higos chumbos y huevos, después de la refriega la
muchacha es salvada por Arnedo de la venganza de sus soldados.
Los personajes
que pueblan El blocao los adivinamos extraídos de la realidad y sus recelos e inquietudes
nos descubren las de aquellos jóvenes españoles arrastrados a la locura
colonial. Son gentes como Villabona, el de Arroes, un ser “elemental y de franciscanismo campesino”, propietario de un enorme reloj que le salvó la vida. Ojeda, el extremeño,
encontró en un perrucho flaco que adoptó la ternura que le negaba la guerra y
hubo de sufrir en exceso por ello. Riaño, recién ascendido a segundo teniente,
era un muchacho “rico, alegre y
voluntarioso (…). Para él todo era una juerga.” Tenía una mora de querida que era su mayor orgullo, pero un día ella le
atravesó el corazón con una gumía de empuñadura de plata. Pereda, abogado, sin
espíritu militar y displicente, se ofreció sin embargo voluntario para una
misión suicida: “— ¿Qué
más da? Un día u otro…“
El retablo fiel
y sugestivo de los militares se completa con una galería de figuras femeninas,
pues un autor veinteañero no podía ser insensible a las beldades que
vislumbraba en zocos y cabilas. Ellas hacen de contrapunto a la acritud de la
guerra, aunque el romanticismo no acaba de cuajar en idilio y la mujer resulta
más que nada inalcanzable objeto de deseo y fuente de conflictos. Uno de los
fragmentos nos presenta a Angustias López, que en la vida civil del
protagonista era una compañera muy radicalizada de militancia comunista. Ella
reaparece en Marruecos, traficando armas para los moros y agudizándole las
contradicciones al sargento Arnedo.
El blocao saca
provecho de las experiencias de su autor y logra acercarnos al tenso ambiente
de la guerra colonial con un realismo ajustado y pulcro, no exento de lirismo.
En revuelta contra el exquisitismo formal que se estilaba por entonces, la obra
marca camino hacia la novela con inquietud social que va a irrumpir en los años
30 y concretamente, en el escenario rifeño, puede considerarse precursora
de Imán (1930), de Ramón J. Sender, y La ruta (1943), segunda entrega de La forja de un rebelde, de Arturo
Barea. Estos dos libros, nacidos también de vivencias sobre el terreno, heredan
el espíritu del de José Díaz Fernández y completan una trilogía desengañada y
crítica sobre las penurias de los que eran llamados para dejar su sangre en
África.
Blog del
autor: http://www.jesusaller.com/.
En él puede descargarse ya su último poemario: Los libros muertos.
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