La
palabra paz ha empezado a sonar en algunos ámbitos, pero todavía en tono muy
bajo. Muy lejos de nosotros los días en que reclamábamos la paz en Yugoslavia.
Ahora contemplamos cómo los grandes poderes del mundo se arañan unos a otros,
mientras crecen los muertos.
Los imperialismos
El Viejo Topo
28 febrero, 2023
Desde el principio condené enérgicamente la invasión de Ucrania por parte de Rusia, pero desde ese momento subrayé que ha habido una fuerte provocación estadounidense para que esto sucediera con el objetivo de debilitar a Rusia y detener a China. En la Guerra de Ucrania, el imperialismo estadounidense, el imperialismo ruso y el imperialismo chino se enfrentan. Estoy en contra de todo imperialismo y admito que en el futuro el imperialismo ruso o el imperialismo chino pueden ser los más peligrosos, pero no tengo ninguna duda de que en este momento el imperialismo más peligroso es el de Estados Unidos. Saca ventaja en dos áreas, la militar y la financiera. Nada de esto garantiza la longevidad de este imperialismo. De hecho, he argumentado que está en declive, pero la decadencia en sí misma puede ser uno de los factores que explica la mayor peligrosidad de hoy.
La dinámica del
imperialismo estadounidense parece imparable, siempre alimentada por la
creencia de que la destrucción que provoca o incita tendrá lugar lejos de sus
fronteras protegidas por dos vastos océanos. Por lo tanto, tienen un desprecio
casi genético por otros pueblos. Estados Unidos siempre dice que interviene por
el bien de la democracia y solo deja destrucción y dictadura o caos tras su
paso.
La última y
quizás más extrema manifestación de esta ideología se puede leer en el último
libro del neoconservador Robert Kagan (casado con la neoconservadora, Victoria
Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos del gobierno del
presidente Joe Biden), The Ghost at the Feast: America and the Collapse
of World Order, 1900-1941 (Nueva York, Alfred Knopf, 2022). La idea
central de este libro es que Estados Unidos es un país único en el mundo en su
deseo de hacer a las personas más felices, más libres y ricas, luchando contra
la corrupción y la tiranía dondequiera que existan. Son tan maravillosamente
poderosos que habrían evitado la Segunda Guerra Mundial si hubieran intervenido
militar y financieramente a tiempo para obligar a Alemania, Italia, Japón,
Francia y Gran Bretaña a seguir el nuevo orden mundial dictado por Estados
Unidos.
Todas las
intervenciones estadounidenses en el extranjero han sido altruistas, por el
bien de los pueblos intervenidos. Según Kagan, desde las primeras
intervenciones militares en el extranjero —la guerra hispanoamericana de 1898
(con el propósito de dominar Cuba desde entonces hasta hoy), y la guerra
filipino-estadounidense de 1899-1902 (contra la autodeterminación de Filipinas
y que resultó en más de 200.000 muertos)— Estados Unidos siempre ha intervenido
con fines altruistas y por el bien de los pueblos.
Este monumento
a la hipocresía y el ocultamiento de verdades incómodas ni siquiera considera
la trágica realidad de los pueblos indígenas y la población negra de Estados
Unidos sometidos al exterminio y la discriminación más violentos en el momento
de estas intervenciones supuestamente liberadoras en el extranjero. El registro
histórico revela la crueldad de esta mistificación. Invariablemente, las
intervenciones han sido dictadas por los intereses geopolíticos y económicos de
Estados Unidos, en los que, además, Estados Unidos no son una excepción. Por el
contrario, este siempre ha sido el caso para todos los imperios (ver la
invasión de Rusia por Napoleón y Hitler).
Los registros
históricos muestran que la prevalencia de los intereses imperiales de Estados
Unidos a menudo ha llevado a borrar las aspiraciones de autodeterminación,
libertad y democracia y a apoyar a los dictadores sedientos de sangre que
resultó en devastación y muerte, la Guerra del Plátano en Nicaragua (1912), el
apoyo al dictador cubano Fulgencio Batista y la operación militar en Bahía
Cochinos de 1961, el apoyo al golpe militar en Brasil en 1964 y la caída de
Salvador Allende en Chile (1973); del golpe contra el presidente Mohammad
Mossaddegh, democráticamente elegido de Irán, (1953) al golpe de Estado contra
Jacobo Árbenz, también democráticamente elegido, de Guatemala (1954); de la
invasión a Vietnam para poner fin a la amenaza comunista (1965) a la invasión
de Afganistán (2001), supuestamente para defenderse de los terroristas (que no
eran afganos) que atacaron las Torres Gemelas de Nueva York, después de
haber apoyado en los veinte años anteriores a los muyahidines contra el
gobierno comunista respaldado por la Unión Soviética; de la invasión de Irak en
2003 para eliminar a Saddam Hussein y sus armas de destrucción masiva (que no
existían), a la intervención en Siria para defender a los rebeldes que eran en
su mayoría (y son) islamistas radicales; de la intervención, a través de la
OTAN, en los Balcanes sin autorización de la ONU (1995), a la destrucción de
Libia (2011).
Siempre hubo
«razones benevolentes» para estas intervenciones, que siempre tuvieron
cómplices y aliados locales. ¿Qué quedará de la mártir Ucrania cuando termine
la guerra (todas las guerras acaban algún día)? ¿En qué situación quedarán los
otros países de Europa, especialmente Alemania y Francia, todavía dominados por
la falsa idea de que el Plan Marshall fue la expresión de la filantropía
desinteresada de Estados Unidos, a la que deben infinita gratitud y solidaridad
incondicional? ¿Cómo quedará Rusia? ¿Qué equilibrio se puede hacer más allá de
la muerte y la destrucción que la guerra siempre causa? ¿Por qué no hay un
fuerte movimiento en Europa por una paz justa y duradera? Aunque la guerra se
está librando en Europa, ¿están los europeos esperando que surja un movimiento
contra la guerra en Estados Unidos para enlistarse en él con buena conciencia y
sin riesgo de ser considerados amigos de Putin o comunistas?
Traducción de
Bryan Vargas Reyes
Fuente: https://www.other-news.info/noticias/los-imperialismos/
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