¿Hasta cuándo?
DIARIO OCTUBRE
/ enero 1, 2023
El mundo está involucionando. La barbarie se impone.
Una serie de valores, principios y comportamientos que la humanidad había
aceptado como válidos -a pesar que los mismos son expresión de las sociedades
de clases antagónicas- y que buena parte de esa misma humanidad los considere
“normales”, están siendo avasallados, maltratados y excluidos de la
cotidianidad de la vida.
Sergio Rodríguez Gelfenstein.— Las noticias
en este sentido son apabullantes. Ya va siendo natural que las fuerzas armadas
de Ucrania con el apoyo de la OTAN, bombardeen hospitales, jardines infantiles
y parques de diversiones. Las informaciones de la prensa libre traen la noticia
de que uno de los proyectiles lanzados por el ejército neonazi, impactó en la
sala de pediatría del centro hospitalario causando muertos y heridos. Todo ello
con las armas de la “ayuda humanitaria” de Europa y Estados Unidos. Otro tanto
ocurre en Palestina donde el ejército sionista asesina niños con total
impunidad.
Todos los
argumentos que se utilizan para enviar armas a Ucrania y para apoyar a la
entidad sionista, son los mismos que justifican las medidas coercitivas
unilaterales contra Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros países. Se ha llegado al
colmo de la indecencia y la ausencia de escrúpulos. La carencia de cualquier
tipo de ética los lleva a evidenciar, sin ninguna impudicia, crímenes de lesa
humanidad que afectan la vida y conducen a la muerte de decenas de miles de
ciudadanos. No les importa inyectar dinero y armamento al gobierno nazi de
Ucrania y al sionista de Israel que vienen a ser lo mismo.
Durante el
pasado mes de noviembre, un proyecto de resolución presentado en la ONU para
rechazar la glorificación del nazismo, el neonazismo y otras prácticas, fue
aprobado por la inmensa mayoría de los países del planeta pero rechazado por
Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Gran Bretaña y la
Unión Europea. En otras palabras, estos países consideran que el nazismo
debería ser exaltado como valor universal. Tal vez sea esta la explicación de
su apoyo irrestricto al régimen nazi de Ucrania.
Creo que el
debate sobre estos temas supera la coyuntura, se debe ir a los fundamentos, a
lo estructural, a lo que tiene carácter estratégico para los intereses de la
humanidad. En este sentido, se puede decir que la crisis de valores tiene que
ver con la implosión de una serie de procesos que el mundo está viviendo y que
guardan relación con la ineficacia de ciertos constructos teóricos que ya no
sirven para analizar la situación del momento, me refiero a definiciones como
democracia, izquierda y derecha, separación de poderes, alternabilidad en el
gobierno, libertad de prensa y de expresión, Estado de derecho y otros que hoy
son solo instrumentos para la dominación, y que incluso hasta algunos sectores
de la izquierda han asumido…y hasta defendido por su incapacidad de construir
puntos de vista alternos, creer en ellos y usarlos como herramientas de
construcción de la sociedad nueva.
En esa medida,
ante nuestra incapacidad de creación teórica y de hacer práctica
revolucionaria, hemos sido empujados a la defensa y salvaguarda de la
conceptualización que emana de las sociedades de clases antagónicas. Todos
sabemos que esos enunciados transformados en paradigmas de los que han
ostentado el poder fueron emitidos hace muchos siglos y hasta milenios atrás
cuando el mundo era totalmente diferente al actual. Seguir sustentándolos, es una
entelequia e incluso un absurdo. Es los que quieren los que nos dominan. Uno de
esos paradigmas es el de democracia tal como se conceptúa en Occidente. Como
prueba de su total falsedad basta ver lo que está ocurriendo en Perú o en
Estados Unidos, el propio corazón del mundo occidental capitalista que
reverencia la democracia representativa.
Cuando un
connotado líder occidental como lo es Josep Borrell establece una diferencia
para el mundo en el que Europa es un jardín y el resto, una selva, se puede
entender a la perfección el intríngulis que se nos pretende obligar a asumir.
Con ello se justifica la expansión de la OTAN como expansión del hermoso jardín
capitalista que debe construirse en todo el planeta para salvar a la humanidad
de la barbarie de la selva. Ello es necesario incluso a costa de la guerra, el
genocidio y hasta de la destrucción de la vida en el Tierra.
En esto de las
definiciones, siglos de eurocentrismo nos han hecho creer que Europa es la
madre de la civilización mundial y el ejemplo para seguir. Vale recordar que
las grandes civilizaciones de la antigüedad: China, India, Persia, Mesopotamia,
Egipto, la maya, la azteca y la inca, ninguna estuvo en Europa.
En realidad,
Europa es expresión de lo peor de la historia de la humanidad, allí nació el
capitalismo y el imperialismo, el esclavismo y el colonialismo, allí se
desarrollaron las dos guerras más brutales que el mundo pueda recordar. Europa
expone en sus museos, sin impudicia, toda la barbarie que le es propia y que
manifiesta lo más execrable de la condición humana.
En la
actualidad, sus sistemas monárquicos que se venden entre oropeles como ejemplo
de estabilidad política, su parlamento corrupto al servicio de repudiables
realezas de otros continentes y su estructura militar organizada bajo la figura
de la OTAN que no es más que manifestación edulcorada de su transformación en
colonia de Estados Unidos que la compró a través del Plan Marshall, son clara
manifestación de una putrefacción que el mundo no soportará por mucho tiempo
más.
Mientras
existan, hay que mantener relaciones con ellos, como con todos, pero sobre la
base del respeto mutuo. La defensa de la soberanía y la capacidad de tomar
decisiones sin interferencias externas debería ser piedra angular de la
política exterior de cualquier país que se respete. Otro tipo de vínculo no
debe ni puede ser aceptado bajo ninguna condición.
En el caso de
América Latina, Europa solo desea tener una buena relación para alimentar los
sucios intereses de sus bancos y sus empresas expoliadoras. Los gobiernos son
meros servidores para garantizar el robo de nuestras riquezas.
En este
sentido, me parece absolutamente indigno que todavía en el siglo XXI sigamos
considerando a los países de Europa como avales o garantes de algo. ¿Hasta
cuándo? No puedo concebir que para entenderse entre venezolanos o entre
colombianos se tenga que recurrir a Noruega o a Francia para que den fe de
nuestra buena voluntad para solucionar los problemas internos. Noruega finge
apoyar la paz en América Latina y al mismo tiempo, como país de la OTAN, le da
soporte al gobierno nazi de Kiev. De hecho es el sexto mayor contribuyente con
armamento y recursos financieros con más de 550 millones de dólares para que
Zelenski continúe su labor genocida. Es decir, “trabaja” por la paz en América
Latina y trabaja por la guerra en Europa ¿cuánta inmoralidad? … y nosotros lo
aceptamos.
¿Hasta cuándo?
¿Acaso no
tenemos CELAC?. ¿Para que creamos nuestras instituciones si pensamos que no
pueden ser avales o garantes? La CELAC debe ser mucho más que reuniones de
discursos y aplausos. ¿Hasta cuándo vamos a seguir creyendo en la salvaje
Europa como sinónimo de paz?
Qué puede ser
un continente como Europa cuando permanece en silencio mientras Estados Unidos
hunde su moneda. No son nada, dependen del comercio con China, de la energía de
Rusia y de la “seguridad” que le proporciona su condición de vasallos de
Estados Unidos. Viven del pasado y de la historia que ellos mismos se
construyeron a partir del dinero que les proporcionó el robo, el ultraje y el
genocidio de cientos de millones de seres humanos. Han edulcorado la historia
para venderse como civilizadores y cultos.
Ellos no pueden
ser aval para la solución de nuestros problemas como no lo puede ser la OEA. A
la vista está lo que le sucedió a Bolivia y más recientemente a Perú. Necesitar
a la OEA es necesitar a Estados Unidos. En nuestro, caso como república
bolivariana que somos, no es aceptable bajo ningún concepto invitar a Estados
Unidos o a Europa para resolver nuestros negocios como lo dijo el Libertador.
Por algo no los invitó al Congreso de Panamá en 1826. Debemos estar a la altura
de nuestros pueblos, construyendo nuestras instituciones, dándoles credibilidad
y concediéndole el poder que otorga la soberanía popular para resolver nuestros
asuntos y salir adelante.
FUENTE: prensa-latina.cu
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