La indolencia de los gobiernos centrales
57 años de radiactividad en
Palomares
Rebelion / España
| 17/01/2023 |
Fuentes: Rebelión
Hoy se cumplen 57 años del accidente nuclear de Palomares.
El aforismo del
Eclesiastés: “Lo que fue, eso será”, aquí nos suena como una maldición
determinista sin solución ni esperanza, en un horizonte político marcado por la
indolencia y el olvido. La descontaminación pendiente de las 40 hectáreas ha
sido y es utilizada por los políticos del bipartidismo central y centralista
como un mero instrumento, pero solo cuando están en la oposición. Ni las
demandas en tribunales ni las reiteradas llamadas del Parlamento Europeo han
servido para que se inicie la limpieza. Palomares, Villaricos y Vera llevan más
de medio siglo como un segundo Gibraltar, una zona franca, donde se incumple de
manera sistemática la normativa nuclear nacional e internacional.
Hasta el
momento, los únicos que han mostrado empatía, generosidad y solidaridad han
sido Greenpeace en 1985 y Ecologistas en Acción, que lleva años en vano
luchando en los tribunales, con esa maltrecha y dependiente Justicia que
padecemos los españoles. Sin embargo, todavía algunos vecinos ‒que no todos‒ se quejan que: “siempre están señalando lo negativo”. Al Tribunal Supremo
lo que se denuncia es eso, lo peor de allí: la injusticia mantenida por el
Ejecutivo, las zonas radiactivas valladas sin solución, los puntos radiactivos
fuera del vallado, los 3.098 kg de residuos nucleares con 223 millones de
Bequereles de radiactividad, que fueron traídos de forma subrepticia entre
2011-2016, alojados en dos contenedores y en un almacén de la zona urbana, o el
estigma y daño a la economía local que están ocasionando. Mientras, el Gobierno
lo único que ha hecho este año son otras expropiaciones (34 ha.) a precio de
saldo, perjudicando a los de siempre.
Tal como
calificaba el periodista Manuel León, se está ejerciendo terrorismo de Estado
con las 2-3 generaciones del lugar. Al principio puede parecer exagerada tal
aseveración, pero repasemos los detalles: al estafar a los vecinos afirmando
Fraga en 1966 que todo había quedado igual o mejor que antes del accidente y
ser abandonados como zona de sacrificio, se ha ejercido con los vecinos una
violencia medioambiental. Además, fueron utilizados como cobayas humanas
durante 30 años de los 46 que duró el “Proyecto Indalo”, sin ninguna garantía
bioética, al dejarles adrede para experimentar “varios kilos de plutonio sin
recoger”, como reconoció el presidente de la Junta de Energía Nuclear al
ministro de Industria. Algo sin parangón en la historia de la Ciencia de
España, que no solo es inmoral, ilegal, sino además penalizable. Por si fuera
poco, los vecinos pagaron la desigualdad distributiva de los costes
medioambientales heredados de la dictadura y padecieron unos evidentes riesgos
a la salud, con más de 120 personas que han evidenciado contaminación interna
por plutonio, más los que no conocemos.
Ni la
Transición, ni la democracia han supuesto cambio, incluso seguimos con el
oscurantismo de la dictadura. La excusa para no hacer nada siempre ha sido que
hay que esperar al país causante, cuando contamos con sobrados medios
económicos y técnicos para la limpieza, o que en España no existen lugares para
albergar el plutonio, cuando es factible la creación de un almacén temporal
individualizado (ATI) en el Cabril, mientras se les devuelve a sus legítimos
propietarios.
Algunas
personas sí se han pronunciado para decir ¡basta!. Hace un par de meses un
palomareño, Pascual Soler, ex presidente de ASAJA, quiere que al menos parte de
la pedanía afectada, junto con Vera y Villaricos, se movilice a pesar de la
posible repercusión negativa. Aunque no existiese consenso en la población,
ayudaría mucho. Parece que una parte de los jóvenes del lugar se sienten ahora
más comprometidos con la descontaminación. Es evidente que si aspiran a un
entorno libre de radiactividad y son generosos con sus hijos, con los nietos de
sus nietos y los que vengan en los 24.000 años que quedan de plutonio, tendrán
que mojarse el culo.
En ocasiones,
se ha puesto en solfa la salubridad de los productos agrarios. En la foto del
20 de febrero de 1966, unos chicos muestran su inocuidad comiendo tomates, pues
el plutonio, al ser insoluble en agua, no pasa a los cultivos. Para despejar
cualquier duda, lo ideal no es callarse, sino vindicar lo que en justicia
merecen. La rehabilitación radiológica y su demanda tendría un coste económico
innegable, pero solo durante el proceso de limpieza, mientras que los
beneficios serían a perpetuidad.
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