El
sentimiento antifrancés sigue creciendo en el Sahel. Al fin y al cabo, la
presencia francesa no ha servido para desembarazarse del yihadismo y sí en
cambio para favorecer algunos golpes de estado. En el norte, Marruecos marca
distancias con París.
Sentimiento antifrancés en el norte de África
El Viejo Topo
7 noviembre, 2022
En noviembre de
2021, un convoy militar francés se dirigía a Mali pasando por Burkina Faso y Níger.
No llegó muy lejos. Fue detenido en
Téra, Níger, y antes de eso, en varios puntos de Burkina Faso (en
Bobo-Dioulasso y Kaya, así como en Ouagadougou, la capital del país). Dos
civiles murieron como consecuencia de los enfrentamientos entre el convoy
francés y los manifestantes “enfadados
por la incapacidad de las fuerzas francesas para reprimir el terrorismo en la
región”. Cuando el convoy entró en Malí, fue atacado cerca de la ciudad de Gao.
El coronel
Pascal Ianni, portavoz del Estado Mayor de la Defensa francés, declaró a Julien
Fanciulli, de France 24, que había mucha “información falsa
circulando” sobre el convoy francés. La culpa de los atentados se atribuyó a
los “terroristas”, es decir, a los grupos islámicos que siguen controlando
amplias zonas de Malí y Burkina Faso. Estos grupos se han visto envalentonados
y endurecidos por la guerra de 2011 contra Libia, llevada a cabo por la
Organización del Tratado del Atlántico Norte y alentada por Francia. Lo que el
coronel Ianni no quiso admitir es que las protestas que siguieron al convoy
revelaron la profundidad del sentimiento antifrancés en todo el norte de África
y la región del Sahel.
Desde hace más
de dos años se producen golpes de Estado en la región: entre el Golpe en Malí
(agosto de 2020) y el de Burkina Faso (septiembre
de 2022), se dió el Golpe de Guinea
(septiembre de 2021), otros dos en Malí (agosto de 2020 y mayo de 2021), y otro
más en Burkina Faso (enero de 2022). Todos
fueron impulsados en gran parte por el sentimiento antifrancés en el Sahel. En
mayo de 2022, los líderes militares de Malí expulsaron las
bases militares francesas establecidas allí en 2014, mientras que el proyecto
político de Francia –G5 Sahel– se tambalea en
esta atmósfera de hostilidad. Las protestas contra los franceses en Marruecos y Argelia no han
hecho más que aumentar el sentimiento antifrancés que se extiende por el
continente africano, y el presidente francés Emmanuel Macron recibió una lluvia de insultos cuando intentaba
recorrer las calles de Orán, en Argelia, en agosto de 2022.
Hostilidad
“La situación
en las antiguas colonias francesas (Burkina Faso, Chad, Costa de Marfil, Níger
y Malí) es diferente de la situación en el norte de África”, me dijo Abdallah
El Harif, del partido Camino Democrático de los Trabajadores, de Marruecos.
“Las malas relaciones entre el régimen de Marruecos y Francia se deben a que el
régimen marroquí ha desarrollado importantes relaciones económicas, políticas y
de seguridad con los regímenes de África Occidental a costa de los franceses”,
dijo. Sobre las antiguas colonias francesas a lo largo del Sahel en particular,
El Harif mencionó que se habían producido “muchas insurrecciones populares”
contra la continua presencia colonial francesa en estos países. Con el
distanciamiento de Marruecos de Francia, París está enfadado por sus crecientes
lazos con los Estados Unidos, mientras que en la región del Sahel la gente
quiere expulsar a Francia de sus vidas.
La monarquía
marroquí ha reaccionado en
silencio a los golpes de Estado en el Sahel, sin querer asociarse con la suerte
de “sentimiento antifrancés” en la región. Tal asociación llamaría la atención
sobre la estrecha relación de Marruecos con los Estados Unidos. Esta relación
ha proporcionado dividendos a la
monarquía: equipamiento militar de los Estados Unidos y permiso para que
Marruecos continúe con su ocupación del Sáhara Occidental, incluida la
extracción de los preciosos fosfatos de la región (a cambio de que Marruecos
estreche relaciones con Israel). Cada año, desde 2004, Marruecos ha acogido un
ejercicio militar estadounidense, el León Africano. En junio de 2022, 10 países
africanos participaron en
el León Africano 2022, con observadores de
Israel (por primera vez) y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Marruecos, me dijo El Harif, “ha desarrollado enormemente sus relaciones
militares con los Estados Unidos”. Francia ha quedado al margen de estas
maniobras, lo que ha molestado a
París. Al dejar atrás a las multitudes abucheadas en Orán, Argelia, el
presidente Macron dijo que
visitaría Marruecos a finales de octubre.
En la región
del Sahel, a diferencia de Marruecos, existe un creciente sentimiento popular
contra la injerencia colonial francesa (llamada Françafrique). El ex presidente de Chad,
Idriss Déby Itno, fallecido en 2021, declaró a Jeune
Afrique en 2019 que “la Françafrique se ha acabado.
La soberanía es indiscutible, debemos dejar de pegar esta etiqueta de patio
trasero francés a nuestros países”. “Los franceses controlan la moneda de estos
Estados”, me dijo El Harif. “Tienen muchas bases militares [en la región del
Sahel], y sus empresas saquean los recursos naturales de estos países, mientras
fingen combatir el terrorismo”. Cuando surgen desafíos políticos, los franceses
se han confabulado para asesinar a los líderes que desafían su autoridad (como
el burkinés Thomas Sankara en
1987) o los han hecho detener y encarcelar (como el marfileño Laurent Gbagbo en
2011).
¿Por qué se acabó Françafrique?
En una entrevista reciente
con Atalayar, el ex embajador de Francia en Malí, Nicolas Normand,
achacó el aumento del sentimiento antifrancés a “las reiteradas acusaciones
antifrancesas del primer ministro de Malí y a la virulenta campaña mediática
llevada a cabo por Rusia en las redes sociales, en la que se acusa a Francia de
saquear Malí y de apoyar en realidad a los yihadistas fingiendo que los
combate, con vídeos falsos”. De hecho, el primer ministro de Malí antes del 22 de
agosto de 2022, Choguel Maïga, hizo fuertes declaraciones contra la
intervención militar francesa en su país. En febrero de 2022, Maïga declaró a France
24 que el Gobierno francés “ha intentado dividir su país alimentando
las reivindicaciones de autonomía en el norte”. El cantante maliense Salif
Keïta publicó un vídeo en el que
decía: “¿No sois conscientes de que Francia financia a nuestros enemigos contra
nuestros hijos?”, acusando a Francia de colaborar con los yihadistas.
Mientras tanto,
sobre la acusación de que el grupo ruso Wagner estaba operando en Malí, Maïga
respondió en una entrevista con France 24, diciendo que “La
palabra Wagner… son los franceses los que dicen eso. Nosotros no conocemos a
ningún Wagner”. Sin embargo, en febrero dijo que Malí estaba trabajando “con
cooperadores de Rusia”. A raíz de una investigación realizada
por Facebook en 2020, la compañía eliminó varias cuentas falsas que rastreadas
conducían a Francia y Rusia y que “estaban compitiendo reñidamente
en la República Centroafricana”.
En un
importante artículo publicado
en Le Monde en diciembre de 2021, el investigador principal
del Centro de Estudios Africanos de la Universidad de Leiden, Rahmane Idrissa,
señaló tres razones para el aumento del sentimiento antifrancés en el Sahel. En
primer lugar, Francia, dijo, “está pagando la factura en el Sahel por medio
siglo de intervenciones militares en el África subsahariana”, incluyendo la
protección de Francia a regímenes “generalmente odiosos para la población”. En
segundo lugar, el fracaso de la guerra contra los yihadistas ha desilusionado a
la opinión pública respecto a la utilidad del proyecto francés. En tercer
lugar, y esto es clave, Idrissa argumentó que la
incapacidad de los gobernantes militares de la región “para movilizar a la
población contra un enemigo (los yihadistas)”, contra el que no tienen ninguna
estrategia real, ha hecho que esta ira se dirija hacia los franceses. La salida
de los franceses, por muy bienvenida que sea, “no resolverá ciertamente la
crisis yihadista”, señaló Idrissa.
El pueblo se sentirá “soberano”, escribió, “aunque una parte del territorio
siga en manos de las bandas terroristas”.
Fuente: Globetrotter.
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