Brasil.
La victoria de Lula y el golpe de Estado continuado
Por Boaventura de
Sousa Santos
KAOSENLARED
31 de octubre
de 2022 / Por Otros
medios
El domingo pasado
quedó claro que en Brasil se está produciendo un Golpe de Estado. Se trata de
un nuevo tipo de golpe cuyo curso talvez no sea afectado sustancialmente por el
resultado de las elecciones. Por cierto, con la difícil victoria de Lula da Silva
su ritmo será ciertamente afectado. Se trata de un golpe que comenzó a ponerse
en marcha en 2014 con la impugnación de los resultados de las elecciones
presidenciales ganadas por la presidenta Dilma Rousseff; continuó con el
impeachment de la presidenta Rousseff en 2016; y con el encarcelamiento ilegal
del ex presidente Lula da Silva en 2018 para impedirle presentarse a las
elecciones que ganó el presidente Bolsonaro, principal beneficiario del golpe
en su fase actual. Con la elección de Bolsonaro terminó la primera fase del
golpe y comenzó una segunda. Al igual que Adolf Hitler en 1932, Bolsonaro dejó
claro desde el primer momento que había utilizado la democracia exclusivamente
para llegar al poder y que, una vez conseguido este objetivo, ejercería el poder
con el objetivo exclusivo de destruirla. En esta segunda fase, el golpe tomó la
forma de un lento vaciamiento de la institucionalidad democrática y de la
cultura política, cuyos principales componentes fueron los siguientes.
En el ámbito de la
institucionalidad: la explotación de todas las debilidades del sistema político
brasileño, en particular del poder legislativo, profundizando la
mercantilización de la política, la compra y venta de votos de los
representantes del pueblo en el período entre elecciones y la compra y venta de
votos de los electores durante los períodos electorales; la complicidad del
poder judicial conservador, incapaz de imaginar la igualdad de los ciudadanos
ante la ley y acostumbrado a convivir tanto con el imperio de la ley como con
el imperio de la ilegalidad, según los intereses en juego; la captura de las
fuerzas armadas a través de la distribución masiva de cargos ministeriales y
administrativos.
En el ámbito de la
cultura política democrática: la apología de la dictadura y sus métodos
represivos, incluida la tortura; el uso masivo de las redes sociales para
difundir fake news y promover la cultura del odio y una ideología del bienestar
vaciada de cualquier contenido que no sea el del malestar o el sufrimiento
infligido al «otro» construido como enemigo; la capilarización en el seno del
tejido social del imperialismo religioso conservador estadounidense
(evangelismo neopentecostal) vigente desde 1969 como política contrainsurgente
preferente.
Esta fase concluyó al
final de la primera vuelta de las elecciones presidenciales el pasado 2 de
octubre. A partir de entonces, entró en una nueva fase basada en un ataque
frontal al núcleo duro de la democracia liberal, al proceso electoral y a las
instituciones encargadas de garantizar su normal desarrollo. Esta fase es
cualitativamente nueva debido a dos factores.
En primer lugar, se ha
puesto de manifiesto la internacionalización del ataque a la democracia
brasileña a través de organizaciones globales de extrema derecha originadas y
financiadas por la plutocracia estadounidense. Brasil se ha convertido en el
laboratorio de la extrema derecha mundial donde se pone a prueba la vitalidad
del proyecto fascista global en el que el neoliberalismo se juega un nuevo
(¿último?) aliento. El objetivo principal es la elección de Donald Trump en
2024. Informaciones fiables nos dicen que las empresas de desinformación y
manipulación electoral vinculadas al notorio fascista Steve Bannon se
instalaron en dos pisos de una de las principales calles de Sao Paulo desde
donde dirigían las operaciones.
En esta fase
electoral, las dos estrategias principales fueron las siguientes. La primera
fue la intimidación para evitar el «voto equivocado» y los beneficios a cambio
del «voto correcto» ofrecidos por la clase empresarial baja y los políticos
locales. La segunda, utilizada durante mucho tiempo por las fuerzas
conservadoras de EE.UU. bajo el nombre de vote supression. La supresión del
voto consiste en un conjunto de medidas excepcionales, siempre bajo el barniz de
la normalidad legal, destinadas a impedir que los grupos sociales más proclives
a votar al candidato opuesto a los golpistas ejercieran su derecho al voto:
bloqueos de carreteras, exceso de celo en el control de los vehículos que
transportaban a los potenciales votantes, intimidación para provocar el
abandono, suspensión del transporte gratuito decretado por la ley electoral
para promover el ejercicio del derecho al voto de los más pobres.
¿Y ahora qué, Brasil?
La democracia brasileña ha sobrevivido a esta nueva fase del golpe de Estado en
curso. A ello contribuyó la notable e intrépida implicación de los demócratas
brasileños, que vieron en su voto la prueba de una vida mínimamente digna, la
afirmación de su autoestima en términos de civilización y el principio activo
de la energía democrática para los difíciles tiempos que se avecinan. También
contribuyó la firmeza de las instituciones de justicia electoral, en medio de
presiones, desautorizaciones e intimidaciones de todo tipo. Pero sería una
locura irresponsable pensar que el proceso golpista ha terminado. No ha
terminado y entrará en una nueva fase porque las condiciones y las fuerzas
nacionales e internacionales que lo reclaman desde 2014 siguen vigentes y no
han hecho más que reforzarse en estos últimos años.
El golpe de Estado
continuado entrará en una nueva fase. En lo inmediato, será probablemente la
impugnación de los resultados electorales para compensar el fracaso de los
golpistas en conseguir los resultados que querían con sus múltiples fraudes. Después,
el golpe adoptará otras formas, a veces más subterráneas, con la utilización
del crimen organizado para intimidar a las fuerzas democráticas, y a veces más
institucionales, con la movilización artera del poder legislativo para crear
una situación de ingobernabilidad permanente, es decir, con la amenaza de
destitución del gobierno elegido y de las altas esferas del sistema judicial.
Aunque el objetivo de
los golpistas a medio plazo es impedir que el presidente Lula da Silva complete
su mandato, el proceso golpista continuará y sólo será verdaderamente
neutralizado cuando los demócratas brasileños se den cuenta de que la
vulnerabilidad de la democracia es en gran medida autoinfligida, por la
arrogancia en pretender ser la única condición para la legitimidad del poder en
lugar de asumir que su legitimidad estará siempre al borde del colapso en una
sociedad socioeconómica, histórica, racial y sexualmente muy injusta.
Traducción de Bryan
Vargas Reyes
Fuente:
https://m.publico.es/columnas/110720522784/espejos-extranos-brasil-la-victoria-de-lula-y-el-golpe-de-estado-continuado/amp
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