¿Qué hace un
multimillonario judío apoyando un régimen que tiene actitudes pro-nazis? El
apetitoso pastel económico que está a la vista en Ucrania –además de un
exacerbado odio a Rusia– quizás explica la implicación de George Soros en la
guerra.
Soros y el régimen de Kiev… La apuesta por el diablo
El Viejo Topo
20 octubre, 2022
El régimen de
Kiev, respaldado por la OTAN, está promulgando nuevas leyes draconianas que
desterrarán toda disidencia. Cualquier opinión que no esté alineada con el
régimen se considerará traición y se prohibirá, e incluso será objeto de
persecución y represión violenta.
Las nuevas
leyes consagran una campaña despiadada contra los medios de comunicación
independientes en Ucrania, que ha hecho estragos durante los últimos cuatro
años bajo la presidencia de Vladimir Zelensky. Los partidos políticos de la
oposición y las asociaciones de prensa han sido clausurados, y los periodistas
disidentes han sido objeto de violencia o se han visto obligados a exiliarse.
La tendencia tóxica contra la libertad de expresión se remonta al golpe de
Estado del Maidán, patrocinado por la CIA, que derrocó al gobierno surgido de
las elecciones en febrero de 2014.
Ese golpe llevó
al poder a un régimen de extrema derecha en Kiev que se enorgullece de quienes
colaboraron en el pasado con la Alemania nazi. Más de un millón de judíos
fueron exterminados por los fascistas ucranianos en nombre del Tercer Reich.
Las contradicciones en
el seno del régimen de Kiev dan que pensar. El presidente, Zelensky, es
supuestamente de origen judío. Sin embargo, su régimen está apuntalado por
paramilitares de corte nazi, como los batallones Azov y Aidar, que forman la
columna vertebral de las fuerzas armadas ucranianas. El patrón financiero de
Zelensky era el oligarca ucraniano Igor Kolomoisky, que también es judío, y sin
embargo Kolomoisky financia a paramilitares neonazis.
Los gobiernos
occidentales que dicen ser custodios de la «democracia» y la «libertad» han
estado bombeando miles de millones de dólares en armamento al régimen fascista
de Kiev encabezado por un presidente judío. Los gobiernos y medios de
comunicación occidentales tratan de cuadrar esa contradicción afirmando que el
régimen de Zelensky es una «democracia» y encubriendo su conducta pro nazi. El
armamento de Ucrania enviado desde 2014 por Estados Unidos y otros miembros de
la OTAN está impulsando de forma temeraria una guerra mundial con Rusia. Las
llamadas democracias occidentales están alineadas con el fascismo en una guerra
incipiente contra Rusia que podría terminar en una catástrofe nuclear. Para
quienes prestan atención histórica a las verdaderas causas y a la geopolítica
de la Segunda Guerra Mundial –la interacción de las potencias occidentales y la
Alemania nazi– y la posterior Guerra Fría, el actual enfrentamiento puede no
resultar sorprendente.
Las relaciones
de una figura pública occidental con Ucrania son particularmente sorprendentes
por su incongruencia. George Soros, el multimillonario filántropo
estadounidense, fue uno de los primeros partidarios del cambio político en
Ucrania tras su independencia de la Unión Soviética en 1991.
A través de su
Open Society Foundation, Soros canalizó millones de dólares para promover la
«revolución» del Maidán en Kiev. Soros trabajó mano a mano con el gobierno de
Estados Unidos y sus agencias – la CIA, la National Endowment for Democracy y
la USAID–, para crear «grupos de la sociedad civil» y una letanía de
organizaciones de medios de comunicación que impulsaron puntos de vista
antirrusos.
La Open Society
Foundation de Soros sigue proclamando hasta hoy que «está con Ucrania» y acusa
a Rusia de estar llevando a cabo un «asalto a la democracia». La OSF tiene el
objetivo de recaudar fondos hasta 45 millones de dólares que, según dice, se
utilizarán para «proteger a la sociedad civil ucraniana».
La realidad que
se esconde tras la retórica de Soros es que el régimen de Kiev está dominado
por fuerzas nazis que pretenden aplastar cualquier disidencia y libertad de
expresión, como demuestran las nuevas leyes represivas sobre los medios de
comunicación.
Incluso las
organizaciones no gubernamentales occidentales financiadas por Soros, como
Reporteros sin Fronteras y el Comité para la Protección de los Periodistas, con
sede en Estados Unidos, han condenado el escandaloso ataque a la libertad de
expresión por parte del régimen de Zelensky.
No se trata
sólo de una desafortunada cuestión de malas compañías. Soros y el Departamento
de Estado de Estados Unidos, junto con el entonces vicepresidente Joe Biden,
fueron fundamentales para llevar al régimen de Kiev al poder en 2014. Fueron
fundamentales para construirlo como una agresiva punta de lanza antirrusa que
repudió los acuerdos de paz de Minsk de 2014-2015 y fomentó la actual guerra
con Rusia.
Soros, que
durante muchos años ha expresado públicamente una profunda antipatía personal
hacia el presidente ruso Vladimir Putin, parece haber utilizado hábilmente a
Ucrania como un campo de juego geopolítico para promover sus intereses
personales y empresariales. El multimillonario capitalista tiene sus ojos
puestos en la privatización de las industrias ucranianas de energía y
agricultura. Por supuesto, los intereses imperialistas de Washington y la OTAN
encajan perfectamente con su aparente filantropía.
Desde hace
tiempo se acusa a Soros de promover «revoluciones de colores» en nombre de
Washington para desestabilizar a los adversarios geopolíticos, Rusia y China en
particular.
El caso de
Ucrania es especialmente significativo. La temprana participación de Soros en
la promoción del violento golpe de Estado de Kiev condujo directamente a la
creación de un régimen extremo y reaccionario que sirvió obedientemente a los
intereses imperialistas de Washington contra Rusia, al tiempo que causaba la
miseria de la mayoría de los ucranianos. La cábala gobernante de Kiev está
plagada de corrupción, de anarquía pro-fascista y de estrangulamiento de una
sociedad cívica en vías de extinción bajo un presidente judío autocrático amado
por Hollywood y las agencias de inteligencia estatales occidentales.
Las grandiosas
afirmaciones de Soros de apoyar el «periodismo independiente» y la «sociedad
cívica» han demostrado ser falsas ante la actual represión de la libertad de
expresión en Ucrania.
Esto nos lleva
a la última y quizás más inquietante contradicción: George Soros (92), nacido
en 1930 en el seno de una familia judía, creció en Hungría durante la ocupación
nazi, siendo un adolescente que intentaba evitar ser enviado a una cámara de
gas. Ha admitido haber ocultado su identidad judía como cristiano. Se insinúa
que colaboró siendo adolescente con el régimen nazi en Budapest informando
sobre las propiedades judías para su confiscación. Él niega haber participado
en ninguna fechoría y dice que sólo era un joven desventurado que acompañaba a
un agente inmobiliario pro-nazi.
Hay que
reconocer que algunos miembros de la derecha antisemita estadounidense han
tratado de hacer pasar a Soros por un «globalista nazi» de forma ridícula.
Años después de
la guerra, Soros emigró a Occidente y más tarde obtuvo su enorme riqueza como
capitalista buitre apostando contra los perdedores. Es conocido por ser el
«hombre que quebró la libra esterlina» y por haber obtenido un beneficio de mil
millones de dólares en un solo día durante un colapso del mercado en 1992.
Digamos que
George Soros tiene un sentido preternaturalmente agudo del oportunismo
depredador. Un multimillonario de origen judío que financia un régimen pro-nazi
en Ucrania para que haga su voluntad no está más allá del cálculo cínico. En
eso consiste el capitalismo.
Fuente: Social Strategic Foundation.
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