Haití
sale a la calle contra una nueva ocupación militar
Tercerainformacion /
19.10.2022
“Henry fuera. No a la ocupación”. La protesta en
las calles de Haití señala así a los responsables de la devastadora crisis que
atraviesa el país: crisis económica, sanitaria, institucional, humanitaria. El
cólera que, entre 2010 y 2019, afectó a más de 820.000 personas y causó 10.000
muertes, también ha regresado.
Ya hay una veintena de muertos y la epidemia
corre el riesgo de extenderse entre la población pobre que no puede comprar
alimentos ni jabón. La desnutrición severa, que afecta a un niño o niña de cada
cinco, las malas condiciones higiénicas y la ausencia de agua potable,
favorecen la propagación del cólera (y el enfado de la población). De un total
de 11,5 millones de habitantes, 4,7 millones padecen hambre.
El 70% de los centros de salud están cerrados o
no funcionan, incluso por falta de combustible: a mediados de septiembre, el
costo volvió a duplicarse, como ya había sucedido el año pasado, a pesar de la
pandemia. Las bandas que responden a las distintas facciones de la oligarquía
local siembran el caos con fines políticos, cuyos hilos se dibujan desde
afuera. Una importante pandilla ahora controla los depósitos de combustible en
el puerto de la capital, paralizando las actividades.
Según la ONU, 2020 fue el año de la
gangsterización acelerada del país. Como en tiempos del dictador Duvalier que,
en 1959, creó la milicia tonton macoute y la convirtió en su policía secreta,
también el ex presidente Jovenel Moïse había creado la Agencia Nacional de
Inteligencia (ANI), una fuerza parapolicial, para reprimir la protesta social.
El mayor número de muertes por la violencia de
las bandas armadas se registra no por casualidad en los barrios populares,
donde es más frecuente el estallido de la ira social contra un sistema
represivo y subordinado a los poderes neocoloniales. Pandillas financiadas por
la Casa Blanca para desestabilizar el país y propiciar una nueva ocupación,
denuncian las organizaciones populares que animan la protesta.
El 7 de julio de 2021, el presidente
Jovenel Moïse fue asesinado por un grupo de mercenarios colombianos de marca
estadounidense que gozaban de una evidente complicidad interna. Una
«prejubilación» sangrienta que indicaba un cambio de caballo de los titiriteros
para una nueva fase de reorganización de poderes, seis meses después de la
elección de Biden.
Moïse gobernó por decreto sin legitimidad
real, con casi todos los cargos electivos caducados debido al continuo
aplazamiento de las elecciones parlamentarias y regionales. Un gobierno de
facto es también el que preside el primer ministro Ariel Henry, instalado
arbitrariamente, tras la muerte de Moïse, por representantes del Core Group,
que desde hace años «protegen» a Haití.
El Core Group es un sector designado por
Naciones Unidas e integrado por los embajadores de Alemania, Brasil, Canadá,
España, Estados Unidos, Francia, la Unión Europea, por el Representante
Especial de la Organización de Estados Americanos y la Representante Especial
del Secretario General de la ONU.
Solo diez senadores y Joseph Lambért, el
presidente de la cámara alta, que se renueva por un tercio cada dos años,
permanecen en el cargo como autoridades elegidas por las urnas. En este
contexto, el 7 de octubre, Ariel Henry se dirigió a sus padrinos, solicitando
el envío urgente de una fuerza de intervención externa: una
nueva prevaricación para un pueblo que no olvida los abusos sufridos
por la Minustah, la «misión de estabilización de las Naciones Unidas»,
estacionada entre 2004 y 2017, y considerada responsable de la introducción del
cólera.
El secretario general de la ONU, Antonio
Guterres, que calificó la situación de «catastrófica», propuso enviar una
«fuerza de acción rápida» compuesta por soldados de uno o más países: para
ayudar al gobierno de facto a recuperar el control de la capital Puerto
Príncipe y liberarla de bandas armadas. Aviones militares estadounidenses y
canadienses ya llegaron a Haití, en medio de protestas populares, que son
fuertemente reprimidas.
Una intervención militar disfrazada de ayuda
humanitaria para continuar con la dominación de la perla negra del Caribe y
robar sus recursos, manteniéndola en el abismo. Un patrón que se repite desde
hace treinta años, durante los cuales Haití ha sufrido 10 intervenciones
militares, y que perpetúa la venganza colonial contra la primera república de
esclavos libres. Entre 1791 y 1804, la revuelta de los esclavos y una larga
guerra de guerrillas contra el ejército colonial francés y los proprietarios de
seres humanos con la piel negra llevaron a la independencia de Haití, la
segunda nación de América en obtenerla, después de Estados Unidos.
Un símbolo de libertad para las Américas. Tras
la victoria sobre los ejércitos coloniales británico, español y francés, el
presidente haitiano Alexandre Pétion convierte a su país en una base de apoyo
fundamental para todas las luchas de liberación del continente latinoamericano.
Como recuerda el escritor Johari Gautier Carmona, en primer lugar, Pétion
ofrece a Francisco de Miranda la «Espada Libertadora de Haití» que simboliza la
expulsión de los franceses.
También allí, en Haití, se confecciona la
bandera amarilla, azul y roja que representará el despertar de la Gran
Colombia. El 12 de marzo de 1806, los colores de tres naciones latinoamericanas
ondearon por primera vez en la bahía de Jacmel (Haití). En ese momento,
Francisco de Miranda hace su famoso juramento: «Juro ser leal a los pueblos
libres de la América del Sur, independiente de España, y servirles honesta y
lealmente contra sus enemigos y adversarios y observar y obedecer las órdenes
del supremo gobierno de este país legalmente constituido y bajo las órdenes del
general y de los oficiales superiores a mí”.
Casi diez años después, en 1815, Pétion culmina
su estrategia geopolítica al dar asilo al político argentino Manuel Dorrego –
quien pronto se destacó como uno de los principales referentes del federalismo
rioplatense (y en 1820 y 1828 se convirtió en gobernador de la provincia de
Buenos Aires) -, e invitando a Simón Bolívar a retomar la lucha por la
independencia americana. Bolívar recibirá de Pétion refugio, armas, vehículos y
soldados a cambio de la promesa de decretar la abolición de la esclavitud en
América, firmada por ambos.
Las palabras del Libertador confirman su eterna
admiración y gratitud por Alexandre Pétion: «Habiendo perdido Venezuela y la
isla de Nueva Granada, la isla de Haití me recibió con hospitalidad: el
magnánimo presidente Pétion me prestó su protección y bajo sus auspicios formé
una expedición de trescientos hombres comparables en valor, patriotismo y
virtud a los compañeros de Leónidas. ¡Gracias al pueblo de Haití, mis
compatriotas volverán a ser libres!”. Un agradecimiento que el pueblo
venezolano nunca ha dejado de sentir: primero con el Comandante Chávez y luego
con Nicolás Maduro.
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