EL LINCE. El pensamiento
muerto que está vivo
China cuando conmemoró el 200 aniversario del natalicio de Karl Marx
De
unos años a esta parte los «progres» occidentales (y, por supuesto la
burguesía) vienen insistiendo en que el marxismo no existe y que, cuando
alguien lo recoge, no es más que un pensamiento muerto sin influencia en la
realidad. Esta es una forma como cualquier otra de regar el
«jardín» occidental, lo riegue Agamenón (Borrell) o sus porqueros
«progres». Si no fuesen patéticos, que lo son, nadie debería sorprenderse por
lo que están diciendo del XX Congreso del Partido Comunista de China y que no
es otra cosa que su versión edulcorada para papanatas de lo que dicen los
medios de propaganda occidentales: que si el tercer mandato de Xi, que si
control del poder, que si las amenazas contra Taiwán, que si… El primitivismo
«analítico» es una muestra de su primitivismo general.
Quieran
o no, que quieren, su visión no es otra cosa que la del mundo occidental.
Porque ni siquiera tienen en cuenta que cuando Occidente critica algo, ese algo
debe entenderse como un cumplido involuntario de lo que se critica. Y así
llegamos a este crucial congreso, el evento más importante no ya de este año
sino de los próximos porque es lo que va a definir el mundo en este tiempo.
Pero resulta que las conclusiones, que conoceremos en toda su amplitud en los
próximos meses, tienen unos precedentes que se han venido desarrollando estos
cinco años transcurridos desde el XIX Congreso y que tienen como eje el indudable peso que tiene la influencia del pensamiento marxista
(incluso los chinos se atreven a hablar de marxismo-leninismo) en las
decisiones que se están tomando.
Como todo lo que se
refiere a China, hay que huir de la dicotomía clásica occidental de o yo o
contra mí o del blanco y del negro, al igual que no se puede aceptar
acríticamente todo lo que llega de China. Es decir, no se puede, ni se debe,
considerar a China como el faro revolucionario mundial al mismo tiempo que no
se puede sostener que es un país capitalista más. Y hay mucha gente
supuestamente «progre» que se sitúa, sobre todo, en la segunda posición porque
sus análisis están trufados de otros previos realizados por occidentales,
siguiendo los parámetros occidentales.
Si en
Occidente el marxismo se considera muerto, no digamos uno de sus conceptos
clásicos, la lucha de clases. Sin embargo, la lucha de clases en China nunca ha
desaparecido y ahora se está viendo de forma mucho más clara. Para Occidente,
la «desaceleración económica» de China es presentada como el principio del fin
del intento chino de ser alguien en el mundo. Acostumbrados a que el «jardín»
se regaba con «la fábrica del mundo» se encuentran, de repente, con que ya no
es así. No es solo la crisis de Ucrania, que también; no son solo las
agresiones «democráticas» occidentales en forma de sanciones, que también. Son
las decisiones políticas adoptadas por China y puestas en el papel en 2020
cuando se aprobó el XIV Plan Quinquenal y que se sancionan en las resoluciones
de este congreso crucial. Y entonces se llega a la conclusión de que la tan
traída y llevada «desaceleración», como sostiene Occidente, tiene mucho que ver
con el aumento de la intervención estatal en la economía.
Justo la antítesis del capitalismo occidental.
En este
XX Congreso se está reforzando el control de lo público sobre lo privado y se
está enfatizando la redistribución de la riqueza.
Occidente lo ve, los «progres» no. Los analistas occidentales ya están diciendo
que esto va a provocar una «caída de la confianza empresarial que reducirá la
inversión privada», que «decae el atractivo para los inversores extranjeros» y
que «las élites empresariales están asustadas por la campaña anticorrupción por
la naturaleza arbitraria de un sistema judicial controlado por el partido
comunista». Los occidentales nunca hacen lo más mínimo por comprender otro
pensamiento que no sea el suyo, otra cultura que no sea la suya, y la china es
milenaria: hay un dicho que dice que «es mejor ofender a unos pocos que no
defraudar a miles». Occidente estará ofendido, los casi 1.500 millones de
chinos seguro que no.
Porque este tema
también ha sido abordado al reconocer sin tapujos que «existían graves amenazas
ocultas al interior del partido, del país y de las fuerzas armadas» de carácter
corrupto. Eliminar estos elementos dañinos dentro del PCCh está siendo
determinante para la renovada confianza en el PCCh a nivel social. La
corrupción fue una de las lacras del PCUS y una de las razones de la
descomposición moral y social que llevó a la desaparición de la URSS.
Y lo
ven también otros fuera de Occidente. Ven que lo que Occidente considera
«obstáculos para la prosperidad», es decir el libre mercado como la única
herramienta -a pesar de los desastres que ha generado y está generando-, es lo
que realmente funciona, que el secreto del crecimiento chino está siendo el
sólido control de las fuerzas del mercado por parte del Estado (de nuevo hay
que remitirse al XIV Plan
Quinquenal«). Este XX Congreso sanciona la
visión marxista de un mayor control del Partido sobre el sector privado, la
expansión del papel de las empresas estatales y la búsqueda de la «propiedad
común» ya esbozada en el XIV Plan Quinquenal a través de la redistribución de
la riqueza. Y aquí Xi Jinping ha jugado un importante papel.
El
objetivo es «la transformación de China en un gran y moderno país socialista en
todos los aspectos», y ese objetivo tiene dos etapas: la primera ya se
está recorriendo y terminará en 2035 y la segunda comenzará entonces y
terminará en 2049. Por lo que se lee en los documentos, esta «modernización con
características chinas» aprovecha la globalización, sí, pero desecha los
«subproductos perversos asociados con los modos occidentales de modernización:
la hegemonía y la colonización».
Para
ello, se pone el énfasis no en el crecimiento económico al estilo occidental, a
cualquier costo, sobre todo el social, sino en el «crecimiento cualitativo»,
«igualando los ingresos de los diferentes grupos de la población y elevando las
áreas rurales a los estándares del estilo de vida urbano teniendo en cuenta la
preservación del medio ambiente».
De este congreso salen
muchas cosas relevantes, una de ellas es la importancia de la geopolítica y el
compromiso de China de contribuir a la creación de «un sistema internacional
más equitativo y justo», con lo que da por hecho que ahora no lo hay -y que es
a lo que se aferra con desesperación un Occidente moribundo-. China defiende el
derecho internacional, y no eso de «orden basado en reglas» occidental, y por
ello es el principal país en defender el multilateralismo lo que, a su vez, le
ha granjeado un mayor carisma e influencia internacional.
Una
de esas cosas relevantes es que en este congreso se ha vuelto a resaltar la «asociación estratégica integral de coordinación
entre China y Rusia en la nueva era», lo que en estos momentos clave
para el mundo como consecuencia de la guerra de EEUU-OTAN contra Rusia adquiere
una importancia añadida a pesar de las consabidas referencias a que «las
relaciones entre China y EEUU se adhieran a la dirección correcta de los tres
principios de respeto mutuo, coexistencia pacífica y cooperación de beneficio
mutuo» y a algo parecido respecto a la UE.
La conclusión es
lógica: «Frente a la contención externa, las sanciones, la supresión y la
interferencia irrazonable hemos lanzado una lucha de ojo por ojo firme y
poderosa». Es decir, que soberanía nacional, desarrollo y seguridad van unidos
de manera inexorable. China ya no se calla.
China tiene claro que
vienen tiempos turbulentos porque Occidente se resiste a perder su hegemonía
matando, pero también que las fuerzas del cambio histórico están impulsando a
muchos países, y no solo a China, a ir hacia adelante abandonando el camino
occidental. El reciente caso de Arabia Saudita queriendo unirse a los BRICS es
la penúltima prueba de ello. O el que países como Egipto, Pakistán, Siria,
Guyana, Malasia o la Organización para la Unidad Africana no se hayan dirigido
al «jardín occidental» sino a China para aplicar su método de erradicación de
la pobreza extrema dice bastante de por dónde van las cosas.
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