Los riesgos tras la cumbre de
la OTAN
Por Olga
Rodríguez
Rebelion
Eldiario.es
| 02/07/2022 |
El anuncio de Biden del envío de más tropas estadounidenses a Europa y la
definición de China como “desafío” a los “intereses y valores” de la OTAN no
son anuncio de más paz y sí preludio de más tensiones.
Hay que
entender las dinámicas de las relaciones internacionales siempre con un mapa
sobre la mesa. América es una inmensa isla. EEUU está muy lejos de Europa. El
resto del mundo está prácticamente unido por vía terrestre: Europa, Oriente
Próximo, Asia, hasta llegar al Pacífico y África, separada por solo 14
kilómetros de Europa. Las condiciones geográficas, la cercanía, invitan a
establecer y priorizar las relaciones comerciales entre los vecinos. Advirtió
de ello el británico Halford Mackinder, a quien muchos consideran el padre de
la geopolítica moderna, con su teoría de la ‘Isla Mundo’, en la que señala que
desde que los continentes empezaron a interactuar hace unos quinientos años,
Eurasia ha sido “el centro del poder mundial”. Quien controle esa región
controlará el mundo, puesto que alberga buena parte de los recursos
energéticos, el 75% de la población y más del 60% del PIB mundial. El famoso
asesor del presidente Jimmy Carter, Zbigniew Brzezinski, subrayó las tesis de
Mackinder y las desarrolló en su libro El gran tablero mundial, un
clásico para todo estudiante de Relaciones Internacionales que se precie.
La OTAN es una
de las herramientas con la que Estados Unidos intenta acceder al control de
Eurasia y evitar que Rusia se adelante en esa carrera. A través de instrumentos
como la Alianza Atlántica, Washington -que lidera la OTAN- pretende mantener su
hegemonía en un contexto de crecimiento de China y de desarrollo de un
escenario de multipolaridad, donde potencias regionales quieren trazar sus
propios caminos fuera del paraguas del neocolonialismo estadounidense. Con sus
más de ochocientas bases militares, diseminadas por todo el planeta en más de
70 países, EEUU refuerza su influencia, preserva sus intereses políticos y
económicos, asegura sus rutas comerciales y la posibilidad de hacerse con
recursos en territorios lejanos. Cuando las bases no son suficientes, las
estrategias, advertencias y operaciones de la OTAN rematan la estrategia.
Cuenta para ello con las naciones europeas que integran la alianza militar,
aunque a menudo los intereses que Washington persigue son diferentes a los de
Europa; a veces, incluso, opuestos.
En los últimos
años algunos países europeos buscaban una buena vecindad con Rusia,
pretendiendo evitar conflictos, tensiones y al mismo tiempo extrayendo las
ventajas de la cercanía geográfica en busca de beneficios económicos a través
del mercado del gas. Es el caso de Alemania. Hace apenas cuatro años varios
diputados alemanes firmaban una carta en la que mostraban su hartazgo ante la
imposición del gas estadounidense aunque fuera más caro. En ella decían que “el
gas licuado estadounidense es bienvenido en Europa, pero tiene que enfrentarse
a la competencia como los demás”. Las relaciones comerciales entre Alemania y
Rusia iban a fortalecerse con la apertura del gasoducto Nord Stream II,
construido en los últimos años. Washington se resistía ante ese escenario e
hizo lo posible para evitarlo. Incluso amenazó con sanciones económicas a
empresas implicadas, como en 1982, cuando Ronald Reagan emprendió un ataque
comercial contra la Ostpolitik europea (el proceso político
impulsado por Willy Brandt en Alemania para normalizar las relaciones con los
países del Este, incluyendo Alemania Oriental).
La invasión
rusa de Ucrania pudo haberse evitado y así lo advirtieron durante años
numerosos analistas, expertos, diplomáticos. Pero EEUU prescindió de la
diplomacia preventiva y apostó por impulsar la expansión de la OTAN y la
integración de Ucrania en la misma, sin reparar los riesgos que esto implicaba
para los socios europeos. La invasión rusa de Ucrania, de la que solo Rusia es
responsable, lo ha cambiado todo.
Europa es hoy
más débil política y económicamente que antes de la invasión de Ucrania, y está
más subordinada a Washington. Ante ello el presidente estadounidense Joe Biden pide
a Bruselas que resista, que asuma sus directrices, que se convierta en
escenario de la escalada con el envío de más tropas estadounidenses a Europa. Desde su
posición de privilegio y desde su lejanía geográfica es fácil. EEUU está
trazando su estrategia en Ucrania a costa de los intereses de parte de sus
socios europeos. Los riesgos para nuestro continente no son pocos.
Alemania,
Francia e Italia han dado muestras de ser conscientes de los peligros que
enfrentamos, mientras otros países europeos parecen contentos de estar hoy más
sometidos que ayer a intereses ajenos y contrarios a los nuestros. Mientras
tanto, Ucrania, Polonia, los países bálticos y Reino Unido se erigen en un
bloque propio, dispuesto a seguir hasta el final las directrices
estadounidenses, sin matices. El primer ministro británico Boris Johnson
pretende con ello apagar sus fuegos internos, al igual que Joe Biden sueña con
ser percibido como ese comandante en jefe que merece respaldo en su país porque
libra una guerra por la libertad y la democracia. Las encuestas indican que no
termina de lograrlo.
En este marco
se ha celebrado la cumbre de la OTAN en Madrid, en un contexto en el que se
apuesta por la militarización, el aumento del gasto en armas y la carrera por
dominar territorios, recursos y mercados a través de la fuerza. La invasión
rusa de Ucrania ha facilitado el cierre de filas en torno a la voluntad de
Washington, con el compromiso de todos los socios de más gasto militar, algo
que antes de la invasión generaba reticencias.
La agresión
rusa contra el territorio ucraniano no debería borrar la capacidad crítica, el
conocimiento histórico y el sentido de responsabilidad a la hora de tomar
decisiones que marcarán el futuro de toda Europa. No debemos olvidar que las
operaciones militares de la OTAN no solo no han contribuido a estabilizar y dar
seguridad en los países intervenidos, sino que a menudo estos se han convertido
en un polvorín donde las armas circulan sin control, donde la violencia campa a
sus anchas y marca a varias generaciones, creando bolsas de personas
potencialmente refugiadas que intentan llegar a nuestras fronteras.
Estamos en uno
de los momentos más difíciles y delicados las últimas décadas, con el auge del
pensamiento único y la estigmatización de posiciones críticas, lo que tendrá
consecuencias en los valores que se instalen en nuestra sociedad. Frente a
cierta propaganda es fácil creer que la OTAN es una herramienta de paz y
democracia. Pero lo cierto es que decisiones que se han adoptado estos días en
la cumbre de Madrid pueden incrementar los riesgos y la escalada, con el
trazado de la nueva estrategia atlántica ya pactado desde este
miércoles.
El anuncio de
Biden en Madrid de un aumento del despliegue militar estadounidense en Europa y
la designación de Rusia como “amenaza más significativa y directa” no son
anuncios de más paz, sino preludio de más tensión, de más confrontación.
También lo es la definición de China como “desafío” a los “intereses y valores”
de la OTAN. Washington arrastra a las naciones europeas a su pulso con el
gigante asiático para conquistar la hegemonía que ha ido perdiendo en el mundo.
Y el coste económico de todo ello para Europa es ya visible.
Ante la guerra
de Ucrania hay dos opciones: dialogar, pactar, negociar, construir estructuras
de seguridad y de no agresión mutua o apostar por la escalada bélica, por el
refuerzo de la OTAN, por la perpetuación de la guerra y el riesgo de agresión
entre potencias nucleares. Negociar implica lanzar mensajes públicos en ese
sentido -cosa que no se está haciendo- y actuar para que haya resultados
tangibles. Ningún intento será fructífero sin Rusia y Estados Unidos en la mesa
de diálogo.
Fuera de esta
burbuja occidental la OTAN es percibida de otro modo. Genera miedo y
desconfianza. El sur global tiene memoria de las operaciones militares
atlantistas lanzadas en nombre de la democracia y la libertad. En Irak, Libia o
Afganistán hay hombres y mujeres con gran conocimiento de la Historia reciente,
porque esta se ha escrito sobre su piel, condicionando sus vidas. Entienden
mejor que cualquier occidental medio las dinámicas de la geopolítica, porque la
han sufrido en sus propios cuerpos.
Aquí se nos
invita a celebrar el rearme, la escalada bélica, los muros más altos, la
concepción de la migración como ‘amenaza híbrida’. Algunos analistas incluso
plantean proyectos delirantes que contemplan la “occidentalización” del mundo.
Europa deja en sala de espera la posibilidad de desarrollar su autonomía
estratégica. El avance en los caminos de los derechos humanos, del cuidado del
planeta, de la igualdad y de la paz también tendrá que esperar. Es la militarización de las mentes.
Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/riesgos-cumbre-otan_129_9130663.html
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