Este año se
celebra el centenario del nacimiento del insigne escritor, poeta y director de
cine Pier Paolo Pasolini. Comunista crítico, fue una de las figuras más
controvertidas e inquietantes del mundo cultural de la segunda mitad del pasado
siglo.
100 años de Pier Paolo Pasolini
El Viejo Topo
10 abril, 2022
Imagínese una
reunión entre Pier Paolo Pasolini y algún directivo de Netflix. La
multinacional le explica que para hacer un guión llamativo, este ha de ser, por
fuerza, inclusivo. La fuerza del guión se basaría en esto y no al contrario ¿Se
acerca esto a la realidad actual tanto en Occidente como en Asia? Probablemente
Pasolini se levantase de un portazo dando la respuesta. En 2022 se cumplen
100 años del director Pier Paolo Pasolini: homosexual, comunista, y contrario a
la mediocridad que el capitalismo ha dirigido durante el siglo XX.
Además, fue, y
es elogiado por ciertos sectores de la Iglesia Católica. La acepción por parte
de la potestad eclesiástica le fue concedida por ‘El evangelio según
San Mateo’ (1964). Se decía que tuvo que venir un ateo a rodar la mejor
película sobre la vida de Jesucristo. Probablemente la clave de que
gustara tanto es que el director viera la historia de Jesucristo como un
ejemplo -de modernización social- opuesto a la modernidad. Algo así como una
versión antropológica fuera de los estigmas de poder narrados en el cine de
Hollywood. Jesucristo ríe, se enoja y duda. Es humano, a fin de cuentas. En
definitiva, Pasolini recreaba entornos emocionales inclusivos sin ser este su
foco de mira principal. Este modo de librepensamiento le hizo granjearse
enemigos en todos los entornos que él consideraba dogmáticos en la sociedad
italiana. Por encima de ello, caracterizó a la sociedad de consumo –entendida
como entidad unificadora universal– como la más represiva de los
totalitarismos.
Los primeros
recuerdos de la vida son visuales […] un signo lingüístico.
(Pasolini – Gennariello)
Para el cine de
corte social y realista, las condiciones materiales son cruciales para que la
cinta funcione, es decir: retratar el momento preciso de la manera más
concreta. Como en el ejemplo anterior, Pasolini viajó durante un año por los
alrededores de Palestina e Israel para grabar El evangelio según San
Mateo, y hasta contrató a un actor <virgen> -cinematográficamente
hablando- (Enrique Irazoqui) delante de las cámaras para que la pureza
del personaje fuera más real y evidente. Hasta cinco instituciones bancarias
denegaron la financiación del proyecto por miedo a la censura.
El neorrealismo italiano
supo retratar mejor que nadie la diferencia de clases y la crudeza de la
pobreza que vivió Italia -especialmente en el sur- después de la segunda gran
guerra. El cine italiano era impactante y demoledor, y también uno de los
géneros más puros y cercanos a la realidad, donde todavía a día de hoy, no nos
hemos acercado tanto a la realidad en términos de <reflejo
social>. Pasolini quiso retratar especialmente la maniobra
social y destructora que la sociedad de consumo -es decir, la producción de
bienes en masa-, habría llevado a cabo transformando la sociedad con una
envoltura de falso progresismo y tolerancia. Idea que, entre otros,
desarrollaría Zizek en su obra En defensa de la intolerancia (1998).
A lo largo de la historia, el concepto de tolerancia no ha actuado como idea
positiva, donde Pasolini la cita exclusivamente con carácter nominal: es decir,
como papel mojado. Sí lo ha hecho sin embargo la intolerancia (por ejemplo,
podemos decir que los romanos no toleraban a los cristianos). Este carácter
destructor de la sociedad lo sufren primeramente los jóvenes. ‘El poder
[…] ha destruido toda cultura anterior para crear una cultura propia, hecha de
pura producción y consumo y, por consiguiente, de falsa felicidad.’ Continúa
después: Vuestras pocas élites cultas -socialistas, o radicales, o
católicas avanzadas- quedan ahogadas por una parte por el conformismo y de otra
por la desesperación. Los únicos que todavía se baten por una cultura y en
nombre de la cultura son los jóvenes comunistas.
Pasolini
apuesta por una ruptura frontal y sin diálogo de convivencia con la sociedad de
consumo. Sobre esta interpretación de la realidad, tanto el PSI como el PCI
habrían caído en las mismas garras que la socialdemocracia cristiana: la
aceptación de este desarrollo consumista con total identificación tanto en lo
teórico como en lo práctico, y erráticos a la hora de interpretar la realidad.
Quedarían siendo sin más sendos partidos en meros sustitutos de la
socialdemocracia cristiana, donde no se podría hacer política, sino moral.
Dentro de esta situación, la auto identificación con la etiqueta de
<antifascista> estaría vacía, anulada de contenido.
Por otro lado,
a Iglesia no sería más que una institución financiera y una potencia
extranjera, ya que queda anulada -al disminuir drásticamente el activismo
católico- a la hora de proporcionar los principios y valores cristianos entre
un número mínimo de feligreses.
Utilizando
términos como <conformidad> o <desesperación>, Pasolini circula
entre la corriente existencialista característica de finales del XIX y
principios del XX. Estas dos características citadas serían consecuencia de un
cambio generacional más profundo que el que dio mundo en las épocas paleo
industrial y preindustrial. Los valores preconsumistas: el honor, la confianza,
la amistad, el homoerotismo, la virilidad o la dignidad, han sido sustituidos,
las relaciones interpersonales completamente debilitadas, y la mujer, humillada.
La indistinción
entre los conceptos de diversidad e igualdad que vemos hoy en día en las
apelaciones a las políticas identitarias están presentes en el autor a
través de la crítica de ambos: la diversidad, como culpa de ser diferente, y la
igualdad, de por sí sola retratada en Italia. De nuevo cito al autor: lo
que ha cambiado […] no es el lenguaje de las cosas: lo que ha cambiado son las
cosas mismas. Y han cambiado de un modo radical. Es pues,
conclusivamente, la sociedad de consumo donde ha de hacerse la crítica política
para una transformación radical de la realidad.
‘La burguesía
no es una clase social, es una enfermedad contagiosa’.
Pier Paolo Pasolini
En una sociedad
donde impera la elección del consumidor a modo de elige-tu-propia-aventura,
sobran las ideas y faltan ideólogos. El espectador elige cómo (además de
cuánto) va a ser el impacto de su elección. Realmente esta libertad de
elección debería ser magnificadora, pero lo cierto es que nos mueve lentamente
a una realidad artificial y adulterada, más cerca de la ficción que de la
propia realidad. Curioso que ya lo defendiera Oscar Wilde hablando en este caso
de la literatura: Decir a las gentes lo que deben leer es generalmente
inútil o perjudicial […] pero decir a las gentes lo que no deben leer es cosa
muy distinta y me atrevo a recomendar este tema a la comisión del proyecto de
extensión universitaria’.
A medida que se
discute sobre la lucha de clases, el broche final en la industria audiovisual
lo aporta de manera muy inteligente lo que anteriormente definía Pasolini
como la sociedad de consumo. Pasolini pensaba que la sociedad
de consumo llegaría al más extremo de los totalitarismos, pues lo tiene fácil:
A diferencia de lo que ambas clases sociales aspiran a alcanzar, ésta lo tiene
todo a su mano. Tanto el dinero como el tiempo. La sociedad de consumo:
testifica a los espectadores (por ejemplo, cancelando series a destiempo),
modifica la estética visual en aras de producir mayor ingresos en cuanto a
merchandising (Star Wars vs Lego), alarga obras literarias cerradas
añadiendo fantasía y excesiva duración a las adaptaciones (The Hobbit),
hace que las plataformas digitales sean accesibles 24 horas, y pasados los años
y las décadas, reanuda remakes y continuaciones sin sentido alguno.
Como el ángel
seductor que recorre Teorema, tanto la burguesía como el
proletariado serán perjudicadas por la sociedad de consumo, y las únicas
entidades ganadoras dentro del posmodernismo audiovisual, serán las
multinacionales y las grandes compañías.
‘Cada progreso
es al mismo tiempo un regreso relativo y el bienestar y el desarrollo de unos
verifícanse a expensas del dolor y de la represión de otros’.
(Friedrich Engels – El origen de la familia, la propiedad privada, y el Estado)
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