La izquierda social existe
Por Antonio Antón
Rebelion / España
22/01/2022
Fuentes: Rebelión
El Centro de
Investigaciones Sociológicas (CIS) proporciona los estudios demoscópicos más
amplios para analizar la sociedad española. En particular, en sus sucesivos
Barómetros y estudios electorales, nos proporciona abundantes datos sobre la
percepción de los principales problemas de la población vinculados a sus
perfiles político-ideológicos, con sus preferencias de voto y sus
características sociodemográficas.
Hace un año, en
el libro “Cambios en el
Estado de bienestar” publiqué una amplia investigación sobre
ello, centrándome en el análisis de los electorados progresistas (según su voto
en las elecciones generales de noviembre de 2019) y, específicamente, en la
comparación de las bases sociales de Partido Socialista y Unidas
Podemos y sus confluencias. Así mismo en el libro “Perspectivas
del cambio progresista”, detallo las características
sustantivas del espacio violeta, verde y rojo en el marco de las dinámicas
sociopolíticas transformadoras en España.
Ahora
profundizo esos análisis con los datos del estudio 3344, de su Barómetro de
diciembre de 2021. El CIS diferencia, adecuadamente, dos dimensiones de la
percepción ideológica con la que se ubican las personas. En otro artículo, “Espacios de
la izquierda”, comparo las tres principales fuerzas
políticas estatales, Partido Socialista, Unidas Podemos y
sus confluencias y Más País-Mès Compromís, respecto de su
autoubicación ideológica en el eje izquierda / derecha diferenciando tres
ámbitos: líderes políticos, formaciones políticas y sus bases electorales. Aquí
me centro en la dimensión y características de la izquierda social y su
combinación en una identificación múltiple.
En primer
lugar, la constatación de la dimensión de los tres grandes bloques ideológicos
en el convencional eje Izquierda (1) / Derecha 10), sobre el que se define el
94% de la población (sólo el 6% contesta que No sabe / No contesta);
significa que, a pesar de ciertos cambios en la cultura política, sobre todo,
en la menor densidad dada a esos conceptos, todavía esa referencia es relevante
para definir las identificaciones culturales y sociopolíticas y su influencia
en el comportamiento electoral.
En el primer gráfico expongo la distinta dimensión de los diez segmentos (más el de No sabe / No contesta) según su autoubicación ideológica en el eje Izquierda (1) / Derecha (10).
En el segundo gráfico expongo los tres grandes bloques ideológicos en los que se auto ubica casi la totalidad de la población (93,4%), con una pequeña proporción (6,6%) que responde No sabe / No contesta. Es decir, la gran mayoría ciudadana se define claramente en ese eje como identificación político-ideológica: Izquierda (40%), Centro (25,6%), Derecha (27,9%). Las izquierdas constituyen un conglomerado más amplio que el de derechas. Es el típico centro y su diversidad, ambivalencias e inclinaciones hacia un lado u otro, el que ayuda a conformar las mayorías político-ideológicas, su polarización y transversalidad y su traslación al campo político electoral. O bien, intenta imponer su pretensión de prevalencia y centralidad, a uno u otro campo contrapuestos. La identificación de las derechas como centroderecha es más perentoria para ellas que para las izquierdas llamarse de centro izquierda, así como para el centrismo (y las derechas) es decisivo achicar el espacio de las izquierdas.
Por otra parte,
hay que aludir a otro desglose del CIS en diez corrientes las opciones
políticas, con la conveniente oportunidad de poder elegir, de forma
complementaria, dos de ellas (conservadora, demócrata cristiana, liberal,
progresista, socialdemócrata, socialista, comunista, nacionalista, feminista,
ecologista). Se definen en torno al 85% de las personas y, por tanto, las
que No saben/No contestan, Otras respuestas y Apolíticas suman
en torno al 15% restante.
Podemos asociar
las tres primeras a la actitud política de la gente de derechas, las tres
segundas a la identificación de las izquierdas tradicionales, el nacionalismo
se sobreentiende que es el periférico (el nacionalismo españolista no se
percibe a sí mismo como nacionalismo) y las tres últimas son preferencias
políticas emergentes de las nuevas izquierdas, incluido la utilización del
progresismo como diferenciado de las tradicionales nominaciones de las
izquierdas socialistas o comunistas.
Así en el libro
citado he explicado que la base social de progreso, es decir, de las fuerzas
del cambio es la siguiente: Joven, urbano, de clase trabajadora y estudios
medios, y su cultura política: progresista, feminista, ecologista y de izquierdas.
Choca con la composición del electorado del Partido Socialista, en
el plano sociodemográfico (envejecido y de todos los territorios y niveles
poblacionales) y político (socialdemócrata/socialista), con una composición
similar por estatus socioeconómico o de clase social y de sexo, aunque caben
dos matizaciones.
Sobre lo
primero que, aunque no aparezcan en las estadísticas, en el caso del Partido
Socialista existe la pertenencia de una minoría imbricada en la cúpula
de la burocracia de las administraciones públicas y aparatos estatales así como
de grandes empresas, es decir, con el poder institucional y económico; y sobre
lo segundo, existe una diferenciación clara de mayor identificación feminista y
ecologista del electorado de Unidas Podemos, asociado también a la
edad más joven con su nueva socialización cultural y sociopolítica.
En ese sentido,
son inadecuadas las interpretaciones que asimilan las bases sociales de Unidas
Podemos y sus confluencias al espacio que ha ocupado
tradicionalmente Izquierda Unida, y que tienen la función de su
deslegitimación como fuerza de futuro al no reconocer sus componentes
renovadores. Es un campo cualitativamente diferente al de la tradicional
socialdemocracia en sus identificaciones sociopolíticas e ideológicas, al
reflejar en las llamadas fuerzas del cambio de progreso la amplia y profunda
renovación de sus bases sociales que ha supuesto el proceso progresivo de la
protesta social del lustro 2010/2014 y el impulso renovador consecuente
(también en el caso de la nueva Izquierda Unida).
Esa actitud
renovadora y de firmeza transformadora no tiene que ver con una izquierda
radical o extremista, como pretenden algunos dirigentes socialistas y muchos
portavoces mediáticos, sino con una reformulación de la democratización
(institucional y territorial) y la justicia social, adecuada ante las nuevas
desigualdades, con esos cuatro ejes identificadores combinados: feminista,
ecologista, progresista y de izquierdas, y cabría añadir democratizador y
plurinacional.
Por tanto, es
unilateral la identificación exclusiva de este espacio alternativo del cambio
de progreso con la izquierda (economicista) y menos con una izquierda extrema o
radical; pero también lo es la pretensión de que no tiene nada que ver con las
izquierdas, que nace y se forma de cero, a la espera de su relleno por una
élite discursiva, cuando es un componente relevante de su identificación
múltiple y su experiencia relacional y sociohistórica.
La cuestión es
que no hay una palabra que agrupe el sentido político-ideológico y cultural de
esa nueva experiencia sociopolítica en este nuevo contexto de la última década,
con elementos comunes pero diferenciada de la de otras épocas. Y su
identificación no se resuelve bien añadiendo ‘nueva’ a izquierda o a
socialdemocracia, así como es una solución falsa renunciar a su calificación
ideológico-política y sustituirla con palabras ambiguas y genéricas, o con solo
un significado sociodemográfico (como pueblo, gente o ciudadanía).
En definitiva,
en términos de autoubicación ideológica o pertenencia colectiva tenemos una
identificación múltiple a partir de tres características como se define,
prácticamente, toda la población y que están interrelacionadas: una, en el eje
ideológico izquierda / derecha; otra, a través de la pertenencia a dos
corrientes sociopolíticas, ya que una sería excesivamente rígida y unilateral.
Así, como mínimo habría que aludir a esos seis grandes rasgos
político-ideológicos antedichos, con combinaciones variadas. Esa multiplicidad
y combinación nos expresa un muestrario más acorde y multilateral con la
realidad sociológica, particularmente de las bases sociales de progreso,
aunque, por supuesto, más complejo e interactivo, lo que exige un pensamiento
realista, abierto y crítico.
Antonio Antón. Departamento de Sociología – Universidad Autónoma de Madrid.
Autor del libro “Perspectivas del cambio progresista”
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