Hoy se
cumplen tres años de la muerte de Erik Olin Wright, científico social marxista
de reputación académica internacional por, entre otras cosas, sus relevantes
trabajos empíricos sobre las relaciones de clase en el capitalismo
contemporáneo.
La clase importa
El Viejo Topo
23 enero, 2022
Cuando Erik Olin Wright «se convirtió en marxista«, en la década de 1970, esta era «la
única alternativa» para un académico radical serio.
En la década de
1990 esto ya no era así, el marxismo iba retrocediendo y siendo marginalizado
dentro y fuera del mundo académico. Wright decidió mantenerse. Se dedicó a
reconstruir un marxismo sociológico tratándolo no como un conjunto de ideas
fijas o como un método idiosincrático, sino como un conjunto distintivo de
preguntas y un marco conceptual para responderlas.
El marxismo de
Wright es la ciencia social ordinaria, pero guiada por la búsqueda del
socialismo.
Su trabajo
durante más de cuarenta años se ha centrado en repensar dos partes
fundamentales de la tradición marxista: la clase y las estrategias para la
transformación social. El nuevo libro de Wright, Understanding Class,
eleva su propio enfoque de clase respecto a los del tipo de Thomas Piketty y
Guy Standing. Y el libro electrónico Alternatives to Capitalism,
que recoge un debate con Robin Hahnel, muestra su reflexión reciente sobre las
posibilidades socialistas.
En una reciente
visita a Australia, Wright conversó con el editor de Jacobin, Mike
Beggs, en una amplia entrevista, en la que discutieron de todo, desde Weber y
Marx a los mercados y sus puntos de vista sobre la estrategia de la izquierda.
Empecemos con la pregunta de por qué es importante la clase. David Grusky
lo pregunta sin rodeos, con el argumento de que la clase en el sentido macro no
es más que una construcción académica. ¿Cuál es su respuesta?
No estoy de
acuerdo con la afirmación de que no es una categoría real. Creo que la
respuesta a la pregunta: «¿Es una categoría real?» es, «¿Identifica los
mecanismos reales que tienen una fuerza causal en la vida de las personas, con
independencia de que los propios actores reconozcan dicha fuerza causal o las
categorías jurídicas establezcan fronteras en torno a esos mecanismos ?».
La afirmación
marxista es que las relaciones sociales dentro de un sistema de producción
identifican mecanismos reales que conforman la vida de las personas y definen
un terreno de conflicto y que el corazón de esos mecanismos es una combinación
de explotación y dominación. Estas son las dos palabras que se utilizan para
caracterizar los mecanismos específicos que las clases marxistas identifican
como causalmente relevantes.
Por lo tanto, la
afirmación de Grusky de que no son reales equivale a la afirmación de que la
explotación y la dominación no son reales, que son tan solo el producto de la
imaginación del analista. Creo que eso es un diagnóstico palpablemente
incorrecto de la naturaleza de las sociedades capitalistas.
Una cosa es
afirmar que la explotación y la dominación son mecanismos y otra que expliquen
toda la gama de fenómenos concretos y observables que son de interés para los
analistas de las clases.
Consideremos la
percepción de la gente. ¿Cómo ve la gente el mundo? ¿Cómo entienden los actores
su condición? La dominación y la explotación y la situación de las personas
respecto a estos mecanismos ¿explican realmente la percepción de la gente?
Pues no. Nunca
ha sido cierto que la clase, por sí sola, explique la percepción. La percepción
está formada por todo tipo de otras cosas además de los mecanismos particulares
subsumidos bajo el concepto de clase.
Si lo único que
importa es el poder explicativo de las cosas particulares que explican la
percepción, entonces hay que decir: «No, la clase por sí sola no es lo más
importante.» Pero, desde luego, eso es una forma muy estrecha y limitada de
entender la relevancia de estos conceptos y su poder explicativo.
La idea de que la cuestión de las clases importa – o al menos, que la
cuestión de la desigualdad importa- parece ser de nuevo una posición dominante
desde la crisis, desde Occupy, desde Piketty. Usted es crítico con algunos de
los enfoques «de sentido común» respecto a la desigualdad, en que ésta se
discute en términos de cómo las personas se clasifican en relación con la
posición social que ocupan. ¿Qué crees que le falta a ese punto de vista?
Lo que falta es
un relato de por qué existen ese tipo de posiciones posibles para la clasificación
y por qué las posiciones disponibles tienen las propiedades que tienen.
Una cosa es
decir que el capital cultural, el capital social y el capital educativo te
permiten convertirte en gerente de una empresa multinacional y otra, ser
promovido a puestos superiores y hasta quizás a Director Ejecutivo. Pero ¿por
qué existen puestos de Director Ejecutivo a los que poder acceder ? Y ¿por
qué, si existen, tienen ganancias anuales que son cuatrocientas veces las de
los trabajadores, en lugar de veinte veces las de los trabajadores, o en lugar
de seis veces las de los trabajadores?
¿Cómo se
explica la naturaleza de las posiciones en las que se clasifica a las personas?
Hubo un tiempo
en que se usaba un término especial para describir este hecho. Se hablaba de «espacios
vacíos» para referirse a las posiciones de clase en las que situar a las
personas. A diferencia de la opinión según la cual la gente carga con su
pertenencia a una clase, se trata de un atributo de las propias personas.
Ahora bien, en
una estructura de clases estable y bien ordenada hay por supuesto, un entramado
de atributos de las personas y de atributos de posiciones, pero los atributos
de las personas y los atributos de las posiciones son distintos. En la
tradición marxista, de lo que se trata es del relato de las propias posiciones.
Usted sugiere que tanto el enfoque marxista como el weberiano de las clases
tienen algo que decir sobre la estructura de las posiciones. Pero los enfoques
marxista y weberiano a menudo se han enfrentado entre sí.
Hay una cosa
interesante que puede hacer cualquiera que no esté familiarizado con Weber:
leer el apéndice de su libro de finales de la década de 1890, La sociología agraria de las civilizaciones antiguas.
El apéndice contiene un largo ensayo sobre el colapso del Imperio Romano y de
por qué la economía esclavista finalmente involucionó y socavó la reproducción
de la sociedad romana.
Si doy a leer
este ensayo a mis inteligentes estudiantes de doctorado y no saben quién lo
escribió y les digo: «denme un diagnóstico de la adscripción teórica de este
capítulo,» dirán, «es claramente marxista.» El punto de vista de Weber sobre
las clases tiene un carácter muy marxista.
Weber considera
que las clases dentro del capitalismo están principalmente estructuradas
sistemáticamente por los derechos de propiedad. Esto es lo que ve como eje
central de las relaciones de clase: capitalistas y obreros. Estas dos categorías
son el meollo de su análisis de clase.
La diferencia
entre Marx y Weber es que Weber considera que los sistemas de dominación y
desigualdad antes del capitalismo estaban basados en el status más bien que en
la clase, por lo que ve el análisis de clase como algo apropiado sólo para el
capitalismo, en lugar de verlo como una forma de entender las amplias
variaciones, a través de los distintos períodos históricos, de la
estructuración de la dominación y la explotación.
En el análisis
dentro del capitalismo también hay algunas diferencias importantes entre Marx y
Weber, particularmente en la forma en que Weber ignora el problema de la
explotación. Sin embargo, la distinción crucial entre estas tradiciones es que
el análisis de clase marxista del capitalismo está anclado en una propuesta muy
audaz: que hay una alternativa al capitalismo.
El propósito
central del análisis de clase en el marxismo es aclarar las condiciones para la
superación del capitalismo y la creación de una alternativa socialista. Si se
deja de lado el socialismo como alternativa al capitalismo, no queda casi nada
para ser marxista. Todavía habría algunas ideas marxistas que podrían ser
útiles; pero el objetivo central del análisis de clase marxista es el
anticapitalismo. Desde luego este no es el caso de Weber.
El objetivo del
análisis de clase de Weber es entender las variaciones dentro del capitalismo.
El análisis de Weber trata de cómo se constituyen las clases en la sociedad
capitalista y cómo varios tipos de derechos de propiedad contribuyen a
estructurar las relaciones de clase en términos de las oportunidades y estilos
de vida que se abren o se bloquean.
Para entender
las variedades del capitalismo y cómo las estructuras de clase varían dentro
del mismo, las categorías de Weber son bastante flexibles. Tienen un montón de
posibilidades de subdivisiones en función de la naturaleza de los contratos de
trabajo, la naturaleza de la formación técnica de los trabajadores; todos ellos
crean diferentes capacidades de mercado y diferentes tipos de capitalismo o
bien validan o socavan dichas capacidades.
Así pues, el
análisis de clase marxista nos ayuda a entender los grandes contrastes entre
distintas épocas y el desafío al capitalismo desde la posibilidad de una
alternativa. El análisis de clase weberiano nos ayuda a comprender las
variaciones dentro del capitalismo.
La razón por la
que creo que son compatibles es que los marxistas también están interesados en
las variaciones dentro del capitalismo y cuando las estudian suenan
terriblemente weberianos. Invocan los mismos tipos de problemas: capitalismo
organizado contra capitalismo desorganizado, capitalismo con un fuerte
movimiento obrero que se preocupa de asegurar los derechos laborales frente a
capitalismo con un movimiento obrero desorganizado, y así sucesivamente.
A menudo ha argumentado que el marxismo no debería distinguirse por una
metodología especial. ¿Podría desarrollarlo?
No es
impensable que los marxistas hayan descubierto una nueva metodología que
precisamente ayuda a identificar los mecanismos causales reales de los que
nadie más ha hablado. Es posible. Por lo tanto no quiero decir que el marxismo
no pueda tener una metodología distintiva. Pero si ha descubierto una nueva
metodología, se trataría de una nueva metodología científica que todo el mundo
debería adoptar.
No hay razón
alguna para que se necesite alguna metodología esotérica peculiar para el
análisis de estos problemas, pero entonces tampoco es necesaria para todo lo
demás.
Así pues, si
«dialéctica» significa algo coherente, si es útil para entender las
transformaciones de los sistemas, entonces es útil para entender todo lo
relativo a los sistemas. Cuando trato de entender ideas como «dialéctica» o
«contradicciones» y trato de precisarlas, no puede ser algo del tipo, «Por cada
tesis, hay una antítesis de la que resulta una síntesis.»
¿Por qué
debería ser así? ¿Por qué hay una ley natural subyacente que dice que
dondequiera que haya una tesis tiene que haber una antítesis de la que resulta
una síntesis? No. Cuando se dan ciertos tipos de procesos causales, éstos
pueden originar, por razones que tienen que explicarse, formas de resistencia y
oposición. Y de este conflicto sale algún tipo de nuevo resultado. Si eso es un
buen argumento, es un argumento sobre mecanismos. Esto no se aclara sirviéndose
de una expresión como dialéctica.
Creo que todas
las tesis sustantivas del marxismo que tienen credibilidad se puede formular
como explicaciones científicas realistas y normales – procesos causales. Hay
mecanismos subyacentes que generan efectos y estos mecanismos interactúan.
Los mecanismos
no están aislados; no están sellados herméticamente; interactúan. Y esta
interacción entre procesos causales genera los fenómenos que observamos en el
mundo. La complejidad es que todo esto ocurre en el contexto de la percepción y
la acción humana en que la gente observa el mundo mismo y lo interpreta – eso
es parte del proceso. Entonces, ¿qué significa «la dialéctica»?
Una formulación
sociológica es la llamada « problema de la estructura-acción ». El
problema de la estructura-acción no es un problema esotérico oscuro;
simplemente significa que los seres humanos nacen en mundos sociales ya
existentes que limitan sus acciones.
Eso parece
obvio – ¿cómo puede alguien refutarlo? No ha existido jamás un sociólogo que no
se de cuenta de que los bebés nacen en mundos en los que existen ya relaciones
sociales independientes de él.
Pero las
personas crecen y se convierten en agentes conscientes y participan en acciones
que generan esas mismas relaciones. Las personas son actores limitados por las
relaciones, pero sus acciones afectan a dichas relaciones. ¿No es precisamente
eso el problema estructura-acción?
Esto no es nada
del otro mundo. Es sociología corriente de sentido común. Pero también es una
gran cosa, porque esa es la relación que hace posible el cambio social
consciente y deliberado, que es el objetivo de un análisis marxista.
Para citar a
Marx, se trata no sólo de interpretar el mundo, sino de cambiarlo. Eso sería
una declaración sin sentido si la estrategia fuera imposible. Tiene que haber
acción, pero tampoco tendría sentido si la acción no se enfrenta a estructuras
que necesitan transformación. La idea de que tenemos que cambiar el mundo
significa que hay un mundo a cambiar, independientemente de nuestra voluntad de
cambiarlo. Este es el significado del problema de la estructura-acción y creo
que es lo que «dialéctica» debe significar – de lo contrario no sé lo que
significa.
¿Puede explicar lo que significa para Ud. «marxismo analítico» y si sirve
todavía para describir una tendencia existente?
El término fue
acuñado en la década de 1980 como una manera de describir lo que tenían en
común un grupo de académicos marxistas o filo-marxista o cripto-marxistas que
se reunían anualmente para discutir ideas marxistas esenciales.
El elenco de
personajes creo que es bastante bien conocido. Creo que la figura más crucial
fue GA Cohen, el filósofo canadiense-británico. Las otras personas más próximas
a él serían Robert Brenner, Adam Przeworski, John Roemer, yo mismo, Jon Elster
por aquel entonces y algunas otras personas. Sam Bowles pasó a formar parte de
este grupo.
Era un grupo de
personas que se dedicaban a interrogarse continuamente, clara y
sistemáticamente, sobre los grandes conceptos marxistas. Tomemos el concepto de
explotación. Había sido formulado originalmente por Marx en términos de la
teoría del valor-trabajo. Luego se dieron una serie de debates que se alargan
durante muchos años sobre la mejor manera de pensar el concepto de explotación.
Desarrollé lo que llamé un relato sociológico de la explotación que es bastante
independiente de la teoría del valor-trabajo.
Todo ello,
esforzándome para precisar los mecanismos subyacentes que estos conceptos
identificaban. La rúbrica analítica se derivaba de la filosofía analítica, que
precisamente creo que es una manera de hablar sobre el uso preciso y claro de
los términos, para poder definir cualquier cosa de manera que quede claro de
que se está hablando exactamente.
«Analítica» no
implica ninguna referencia sustantiva al contenido de las ideas, sólo a cómo
debemos evaluarlas. Tampoco es que el marxismo analítico tenga algún tipo de
compromiso con la teoría de la elección racional; ésta es tan solo una de las
corrientes que los marxistas analíticos toman en serio.
Por lo tanto,
de lo que se trata en el marxismo analítico es de la claridad conceptual y la
precisión en torno a los mecanismos en juego. Ahora bien, la teoría de la
elección racional es elegante precisamente porque es tan precisa y clara
respecto a los mecanismos en juego y, para cierto tipo de problemas,
proporciona una forma muy buena de establecer un conjunto de argumentos.
Además, para
algunas de las personas del grupo – John Roemer especialmente – esta manera
particular de enmarcar los problemas y buscar soluciones domina su pensamiento.
Pero ni siquiera John Roemer insistiría en absoluto en que los modelos de
elección racional lo explican todo.
El nombre
interno que el grupo se dió a sí mismo, tal vez de forma un poco arrogante, fue
el «Grupo marxismo sin tonterías.» Esa fue nuestra broma interna sobre lo que
nos definía. Y creo que, en cierto modo, es lo que mejor caracteriza su misión:
deshacerse del oscurantismo del marxismo e identificar el núcleo más sólido y
defendible.
En mi caso,
esto me ayudó a consolidar mi compromiso con el marxismo como el terreno sobre
el que quería seguir haciendo mi trabajo. A algunas otras personas del grupo,
los convenció de que, bueno, el marxismo era una pequeña área de buena
especialidad, pero que en realidad ya no va con ellos.
Ambos, Adam
Przeworski y Jon Elster dejaron el grupo. Sentían que habían agotado esta
particular tarea de interrogar a los conceptos de Marx. Ya no había mucho más
que obtener de ella y que las cuestiones en las que estaban más interesados
podían perseguirse más fructíferamente en un terreno diferente.
En ¿Tiene el marxismo futuro?, Andrew Levine escribe que
su propia trayectoria – que él la ve como una trayectoria natural – va del
althusserianismo al marxismo analítico. Esto parece inusual porque la teoría
francesa y la filosofía analítica a menudo se ven como polos opuestos. ¿Fue
éste su camino, o viene de otro sitio?
La primera obra
que escribí que estaba firmemente comprometida con estos temas era sobre
Poulantzas. Leí a Althusser como estudiante de postgrado en la década de los
setenta, y a Poulantzas incluso más que a Althusser; encontré en Poulantzas un
conjunto mucho más rico de argumentos. Creo que, por así decirlo, el cociente
de sandeces en Althusser era todavía bastante alto: alzaba las manos al cielo e
invocaba conceptos sin especificar con bastante frecuencia. Había que atravesar
todo ello para realmente llegar al núcleo analítico.
Sigue siendo
cierto, sin embargo, que tanto Poulantzas como Althusser se interesaban en
especificar conceptos, no sólo en sacarlos de la estantería y luego forzar un
argumento con estos conceptos reformulados y aclarados.
Aprendí mucho
de rebote de los argumentos de Poulantzas. Mi primer trabajo sobre la clase era
una crítica de Poulantzas. Poulantzas propuso que lo que comúnmente se llama la
clase media era una nueva pequeña burguesía. Elaboré un argumento respecto a
por qué creo que ello no identifica correctamente los mecanismos implicados –
por qué la categoría de «trabajo improductivo» no sirve para entender las
relaciones de clase.
Luego propuse
una prueba empírica del debate, para que no fuera solamente un debate sobre las
definiciones: podemos desarrollar pruebas de si la concepción de nueva
burguesía mezquina identifica realmente los límites de clase mejor que mi
concepción alternativa en términos de lugares contradictorios dentro de las
relaciones de clase .
Por lo tanto,
en mi caso personal, es sin duda cierto que la lectura de Althusser y
Poulantzas fue anterior a mi compromiso con lo que se llamó marxismo analítico,
pero creo que mi postura respecto a Althusser y Poulantzas era todavía marxismo
analítico frente al althusserianismo.
Aunque yo no lo
hubiera llamado así, creo que la forma en que yo les interrogaba era decir:
«Estos conceptos no son lo suficientemente claros. Tratemos de precisar los
mecanismos. Veamos si hay ramificaciones empíricas que luego podamos usar para nutrir
nuestro pensamiento teórico «.
Luego leí el
libro de Jerry Cohen y fue, por supuesto, al igual que para mucha gente, una
experiencia iluminadora. Cuando lo leí me dije: «¡Ajá, ahora veo que este es el
camino a seguir. Así es como llegas a la raíz de las explicaciones y les das
sentido, dando coherencia a ideas que fueron formuladas con menor
claridad ». Entonces escribí una crítica del libro de Jerry Cohen que le
gustó mucho a Jerry, por lo que me invitó a unirme a este grupo de marxismo
analítico en su segundo año.
La persona que
empezó en la posición althusseriana y ha escrito las mejores obras – que yo
consideraría como una reconstrucción marxista analítica de Althusser y
Poulantzas – es Göran Therborn. « La ideología del poder y el poder de la
ideología » y « ¿Qué hace la clase dirigente cuando
dirige ? » – Creo que estos son los dos mejores libros escritos en la
tradición althusseriana. Son althusserianos en el sentido de que se toman
absolutamente en serio las ideas de Poulantzas y Althusser, pero les dan la
forma racional y coherente que ni Poulantzas ni Althusser pudieron darles. Creo
que son asombrosos buenos libros.
Esos libros
salieron al final de la cola del gran florecimiento del marxismo en la década
de 1970 que terminó en los primeros años de la década de 1980, y ninguno de
ellos se ha tomado como cuerpos centrales de ideas en el pensamiento marxista
posterior. Creo que hay una posibilidad razonable de que en algún momento sean
redescubiertos y se les de la importancia que merecen.
Ud. siempre ha estado inclinado a comprometerse seriamente en el debate
acerca de su trabajo académico y se sabe que ha cambiado de opinión, a veces
respecto a conceptos fundamentales. ¿Qué es lo que, en su trabajo, ha sido
consistente desde el principio y lo que ha cambiado?
La idea más
consistente es básicamente el núcleo marxista: el objetivo de comprender la
estructura de clases del capitalismo es entender las condiciones para
transformarlo. Las razones para centrarse en la naturaleza de la explotación
capitalista comprenden tanto el compromiso normativo de eliminar la explotación
capitalista como el compromiso sociológico de entender las condiciones para la
transformación del capitalismo o la trascendencia del capitalismo a tavés de
una alternativa.
Yo diría que el
análisis anticapitalista del capitalismo transcurre a lo largo de mi trabajo:
la idea de que las entrañas de lo que hace del capitalismo una estructura
social perjudicial es su estructura de clases. Hay marxistas que piensan que
realmente los culpables son los mercados – que las clases son malas, pero en
realidad el culpable es el mercado. Michael Albert y Robin Hahnel abogan por
una crítica anti-mercado del capitalismo. No estoy de acuerdo con eso. Lo que
es objetable respecto a los mercados sólo es objetable si siempre que haya
mercados deba haber, eventualmente, explotación y dominación capitalista.
Estaría de
acuerdo con la crítica a los mercados si fuera cierto que los mercados generan
necesariamente relaciones de clase capitalistas. Esa es esencialmente la visión
de Michael Albert. Él sostiene que un poco de mercado es como un poco de
esclavitud, o un poco de cáncer. Un poco de mercado finalmente te va a matar.
Creo que eso es
un error. Pueden haber mercados muy robustos en los que las concentraciones de
capital están bloqueadas y se mantiene el control democrático sobre la
asignación de recursos. Robin Hahnel y yo mismo hemos participado en un amplio
debate sobre estos temas en nuestro próximo libro de Verso, Alternativas
al capitalismo: propuestas para una economía democrática.
¿Cómo es una economía socialista? ¿Qué mecanismos debería haber para evitar
concentraciones de capital?
En primer
lugar, creo que la idea de una economía socialista totalmente de mercado es
incoherente. Al igual que la noción de una economía plenamente capitalista es
incoherente. Toda economía va a ser un ecosistema de mecanismos de producción y
distribución heterogéneos, cualitativamente distintos. La pregunta es, «¿Qué
mecanismos dominan?» No «¿Qué mecanismos son responsables de todo?».
En cualquier
economía socialista habrá un amplio sector público de servicios prestados
directamente por asignación estatal. Si la educación y la sanidad y un montón
de espacios de recreación pública y toda una serie de otras cosas se facilitan
como bienes públicos desmercantilizados, todo ello podría constituir fácilmente
el 60 por ciento de la economía. Eso no es socialismo de mercado, es
simplemente socialismo. A lo sumo, el mercado será parte de la economía.
En cualquier
economía socialista con mercados, parte de los mismos tampoco será socialista.
No veo ninguna razón por la que no puedan haber pequeños restaurantes que
simplemente están organizados por gente que quiere tener un pequeño
restaurante.
Y tal vez no
todo tienen que ser cooperativas. Mi predilección es argumentar que las
pequeñas empresas deben ser cooperativas – que además deben ser llevadas
democráticamente- pero pueden no serlo. Existe quizás un espacio para ciertos
tipos de propiedad individual de empresas no cooperativas en una economía
dominada por relaciones socialistas. No sé cual debería ser la combinación
óptima de diferentes formas.
Los empleados del hipotético restaurante privado ¿tendrían otras opciones?
Absolutamente.
Se puede dar a todos una renta básica para que todo el mundo puede decir «no».
Hay un conjunto amplio de bienes públicos, por lo que una parte importante del
consumo de la gente no está basada en el mercado. El estándar de vida de la
gente no depende sólo de los ingresos; depende de los servicios que están a
disposición del público, más sus ganancias. La combinación de la renta básica
más los servicios públicos significa que se puede vivir una vida digna sin
involucrarse en relaciones capitalistas de producción.
Una economía
socialista de mercado tendría todo tipo de otras facilidades para las
diferentes formas de producción cooperativa. Yo esperaría que una economía
socialista de mercado tendería a la financiación pública de las cooperativas
más bien que a la iniciativa empresarial individual. Hay todo tipo de maneras
de hacerlo – por ejemplo, en cuanto a la forma de organizar los mercados de
crédito y la forma de organizar el espacio público: espacios de creadores para
la producción de tecnología avanzada modular a pequeña escala y similares.
¿Cómo se previene
la concentración de la riqueza? Disponemos ya de reglamentos que supuestamente,
aunque no de manera efectiva, evitan el monopolio. Para evitar concentraciones
de riqueza se necesitan reglas que pongan límites claros a la acumulación
privada. Empresas por encima de un cierto número de empleados tienen que
cooperativizarse y si no quieren, está bien – simplemente pueden permanecer
pequeñas. Después de todo, no es obligatorio convertirse en grande.
La competencia
no obliga a las empresas a hacerse más grandes a menos que existan mayores
economías de escala, ¿verdad? Si no hay economías de escala, no hay ninguna
razón en absoluto por la que las empresas tengan que crecer para poder
competir. Su ventaja competitiva no aumenta por ser más grandes.
Creo que las
economías de escala están disminuyendo rápidamente en muchas áreas de
producción, lo que permite la reproducción de pequeñas empresas de alta
productividad. Esa es la receta para una economía de mercado cooperativa.
Este tipo de visión es muy controvertida en la extrema izquierda ¿verdad?
La presencia de los mercados ofende a algunos socialistas y algunos se oponen a
la idea misma de elaborar «recetas para las cocinas del del futuro.»
Permítanme
hacer sólo una rápida intervención terminológica. Es la expresión «extrema
izquierda». Yo diría que los mercados son cuestionados por la izquierda rígida.
«Extrema» implica que está, de alguna manera, más a la
izquierda; pero más a la izquierda no significa más ingenuos.
Significa más profundamente comprometido con una alternativa emancipadora
sostenible, democrática e igualitaria. Me considero muy de izquierdas. Es
precisamente por eso que quiero heterogeneidad institucional en el objetivo –
Creo que esa es nuestra mejor apuesta. No creo que sea apropiado decir que te
hace menos izquierdista.
Creo que el
principio fundamental del socialismo es la democracia a fondo, pero no se puede
decidir de antemano el resultado de la deliberación democrática. Son las
personas dedicadas a la lucha democrática las que deben resolver, porque
nosotros no sabemos cuáles son las contingencias.
Mi predicción
es que una sociedad profunda y firmemente democrática creará espacio para los
mercados porque la gente lo verá como una solución barata para un problema
complejo. Teniendo en cuenta todas las inevitables soluciones de compromiso, es
mejor tener un espacio razonable para los mercados que tratar de planificarlo
todo.
Pero eso es una
predicción de a donde van a llegar los deliberadores democráticos, no una
receta para lo que deben hacer. A no ser que se crea que no hay soluciones de
compromiso, entonces sí que , de forma inherente, habrán ambigüedades en
resolver de forma precisa cual debe ser el papel de los mercados en una
economía post-capitalista.
El reto que
presenté a Hahnel (que cree que la economía debe ser planificada
democráticamente, sin ningún papel para los mercados), que creo que no
respondió, es: «Sí, si Ud. cree que no hay soluciones de compromiso, que no
existe el problema de «demasiadas reuniones», que no va a haber otras
consecuencias no previstas al tratar de que la gente resuelva su paquete de
consumo para el próximo año con antelación – que es parte de su plan – tal vez
los mercados podrían eliminarse. » Yo soy escéptico. Pero a menos que
usted crea que no hay soluciones de compromiso, no puede decidir de antemano la
combinación.
Su nuevo libro reúne las dos corrientes principales de su trabajo – la comprensión
de la clase en la sociedad capitalista y la exploración de las «utopías reales»
como una forma de estrategia socialista.
El título
original era Desafiar y tal vez trascender el capitalismo a través de
utopías reales. Pero el nuevo título, aquello de lo que en realidad estoy
hablando, es Cómo ser un anticapitalista para el siglo 21.
Díganos, pues, cómo.
He aquí la
versión concisa. Hay cuatro maneras de ser anticapitalista: rompiendo el
capitalismo, domándolo, escapando de él, o erosionándolo.
Romper el
capitalismo era la visión del comunismo revolucionario de los siglos XIX y XX.
El escenario es familiar para la mayoría de la gente: se organiza un movimiento
político, siendo un partido político la forma estándar. En circunstancias
históricamente contingentes, ese movimiento político es capaz de tomar el poder
del Estado. Ello podría ser a través de un proceso electoral – eso no se
descarta inherentemente- o por medio de una insurrección violenta.
Independientemente
de cómo se tome el poder estatal, la primera tarea consiste en remodelar el
propio Estado para que sea un instrumento adecuado de transformación y la
segunda tarea es destruir los centros de poder de la estructura social
existente.
Eso permite
poner en marcha el largo proceso de construcción de la alternativa. Se puede
pensar la estrategia de romper el capitalismo como « primero romper,
después construir.» Ese era el ideal revolucionario del siglo XX.
Creo que la
evidencia de esos experimentos es bastante fuerte con respecto a que el capitalismo
no es el tipo de orden social – por lo menos en sus formas complejas – que
pueda romperse. La última línea del himno de los Wobblies, «Solidaridad para
siempre», es: «Podemos hacer nacer un mundo nuevo de las cenizas del viejo.» Lo
que los movimientos revolucionarios del siglo XX mostraron es que es posible
construir un nuevo mundo en las cenizas del viejo – simplemente, no es el mundo
que todo el mundo quería.
Hubo logros en
las revoluciones rusa y china, por supuesto, pero no crearon un mundo de empoderamiento
igualitario y democrático de la gente común, capaces de modelar su propio
destino. Eso no es lo que salió de esas revoluciones.
Si eso es sólo
debido a las circunstancias históricamente adversas en las que esas
revoluciones tuvieron lugar o porque se trata de una consecuencia intrínseca de
la estrategia de romper, de quemar, de tratar de construir sobre las cenizas –
eso es discutible.
Mi apuesta es
que las fuerzas caóticas que se desatan en la estrategia de aplastamiento son
tan difíciles de manejar y tan peligrosas que conducen a respuestas represivas
para recrear las condiciones de integración social. El orden social y la
seguridad son una necesidad tan apremiante que crea formas de dominación en la
nueva sociedad post-revolucionaria muy difíciles de desalojar, tal vez
imposible.
Ciertamente no
tenemos ninguna evidencia de que si se rompe la antigua estructura se puede
construir un entorno emancipador, igualitario, democrático y participativo para
el florecimiento humano. Creo que el aplastamiento está fuera de la agenda
histórica en las sociedades complejas.
Una transición
democrática, creo que es posible. Eso es lo que voy a argumentar. El problema
es que el momento de la ruptura desencadenará procesos tremendamente caóticos,
incluso en condiciones democráticas. Ese es el problema de Syriza. Abandonar el
euro era hundirse en un caos económico. Entonces, la pregunta es, ¿podrían, en
ese momento, lanzarse a una ruptura con el capitalismo en condiciones
democráticas?
¿Qué va a pasar
en las próximas elecciones? Las cosas van a ser penosas. En las próximas
elecciones, algunos partidos dicen, «Ven, vótanos y vamos a devolver a Grecia
al euro.» Y ¿qué va a pasar? Los banqueros europeos van a decir: «Sí, sí, votad
a favor de estos chicos y os vamos a ayudar.» Entonces van a obtener las
subvenciones. No hay ninguna manera de poder sobrevivir al número de elecciones
necesarias, bajo condiciones democráticas, para atravesar la transición con un
declive de los estándares y de las condiciones materiales de vida.
En una sociedad
compleja, en la que hay tanta interdependencia, la cantidad de sufrimiento que
se desata por un esfuerzo de ruptura se hace insostenible bajo condiciones
democráticas. Con condiciones no democráticas, el problema es que las
transiciones autoritarias no llevan a destinos democráticos y participativos.
No estoy dispuesto a proclamar formalmente un teorema de imposibilidad. Es
demasiado fuerte. Hay demasiadas contingencias, pero mi intuición es que una
transformación rupturista del capitalismo a nivel de sistema es imposible. Las
otra opciones son domesticar, escapar o erosionar. Domesticar es la solución
social-demócrata. Todavía puedes capturar al Estado. Tienes el poder del Estado
en el sentido formal. No tienes poder societal porque el capitalismo
todavía es muy fuerte. El capital controla los medios de inversión.
Tienes poder de
Estado en el sentido gubernamental. Tienes poder político. Tienes suficiente
mobilización detrás de este poder político para negociar un acuerdo con el
capital por medio del cual creas restricciones al capital que benefician a los
trabajadores, pero debe haber un quid pro quo – la colaboración de los
trabajadores en el proyecto de desarrollo capitalista. Es un compromiso de
clase.
La
domesticación del capitalismo significa reducir y neutralizar los peores daños
generados por el capitalismo – riesgos para los individuos, déficit de bienes
públicos, externalidades negativas. Se mitigan estos daños pero se deja intacto
el capitalismo y solo se tratan los síntomas. La domesticación del capitalismo
funciona bastante bien. Al menos funcionó durante algún tiempo. Después se
volvió algo precario.
La ideología
neoliberal dice que las soluciones social-demócratas están descartadas para
siempre. Esto no es más que auto-justificación o privilegio de élite. Ni
siquiera en un mundo relativamente abierto, globalizado, financiarizado, no hay
ninguna razón para creer (aparte del poder político de las fuerzas del
neoliberalismo) que los mecanismos de domesticación no puedan reestablecerse.
Simplemente, todavía no se han reestablecido. Hay un pensamiento de que las
crisis global del cambio climático va a matar al neoliberalismo porque no hay
manera de que el mercado pueda resolver el problema de adaptación, no digamos
ya el de mitigación. Los trabajos públicos gigantescos que se necesitan para
tratar tan solo las disrupciones del cambio climático van a abrir un nuevo
espacio para una nueva ronda del Estado afirmativo, que provee de bienes
públicos y justicia social mitigando los efectos adversos del calentamiento
global.
En todo caso,
esto es domesticación del capitalismo. Ciertamente es anticuado comparado con
hace treinta, cuarenta años, pero todavía forma parte del menú del capitalismo.
Escapar del
capitalismo es la solución más individualista. Los hippies lo hicieron en los
años 60 y 70. Los pioneros del movimiento Western de los Estados Unidos
escapaban del capitalismo. Su impulso central era ir hacia el oeste, para
escapar de manos de los bancos y de los terratenientes. Los movimientos
voluntarios en pro de la sencillez o anticonsumistas son un tipo de escape del
capitalismo – gente que quiere reducir para vivir vidas más equilibradas.
Escapar del
capitalismo es una forma interesante de anticapitalismo. Por sí misma tiene muy
poco potencial para ser transformador. En ciertas situaciones puede
proporcionar experimentos útiles, modelos útiles para cosas que pueden
generalizarse en condiciones distintas.
La ersosión del
capitalismo es lo menos familiar. Está más en la línea, creo, de ciertas
tendencias anarquistas. Proudhon podría ser considerado como un erosionador
anticipado. Su punto de vista era : « creemos cooperativas de
trabajadores. Serán formas de vida atractivas. Los trabajadores van a volcarse
en ellas. El capitalismo se colapsará porque no podrá encontrar a nadie para
trabajar » Es un punto de vista simple de como las cooperativas de
trabajadores sobrevivirían y competirían con el capitalismo. Marx, en su
célebre debate con Proudhon lo encontró ridículo y lo rechazó, junto a los
proyectos socialistas utópicos, como pequeños experimentos sin sentido. Peor
que sin sentido –eran diversionistas.
Más tarde, Marx
fue bastante favorable a las cooperativas obreras y otras formas de
cooperativismo y pensaba que eran demostraciones palpables de como los
trabajadores podrían realmente dirigir la producción y de que el problema que
tenían como estrategia era que no serían toleradas. Si alguna vez fueran una
amenaza para el capital, sencillamente serían destruídas. Actualmente hay
cantidad de ejemplos de iniciativas económicas que entran en la rúbrica de
erosión del capitalismo. El proyecto brasileño de reforma agraria del
Movimiento de trabajadores sin tierra, las ocupaciones de tierras, otras nuevas
formas de producción agrícola y comunitaria, las cooperativas obreras y otro
tipo de cooperativas. Wikipedia destruye en una década el mercado capitalista
de enciclopedias, de trescientos años de antigüedad . Es una manera más
productiva que cualquier modelo capitalista, al igual que Linux y otros software
libres. Esto es erosión del capitalismo.
Por lo tanto,
sostengo que la erosión del capitalismo es algo muy atractivo y de un alcance
tremendo como estrategia para trascender al capitalismo. Es atractivo porque
incluso con un entorno realmente hostil se puede hacer algo. Y creo que los
activistas siempre andan desesperados para encontrar « ¿Qué puedo
hacer ? » Mis estudiantes me preguntan constantemente « ¿Qué
puedo hacer ? Quiero hacer algo constructivo. »
La erosión del
capitalismo construye estas alternativas y todas ellas hacen la vida mejor. Son
definitivamente ilustraciones de mejores formas de vida. Pueden ser efectivas
pero ¿hay alguna probabilidad de que el efecto acumulativo de los huertos
comunitarios, las cooperativas de trabajadores, Wikipedia y similares vaya a
socavar la posibilidad del capitalismo y trascenderlo como una
alternativa ? Parece algo exagerado.
No me parece
plausible que la estrategia anarquista de simplemente perseverar en la tarea de
ir construyendo el mundo que uno quiere en el mundo existente vaya a tener
éxito para transformar el mundo entero. Pero creo que si la erosión se combina
con nuevas maneras de pensar en como domesticar el capitalismo, puede ser
posible crear una estrategia apolítica a largo plazo que combine lo mejor del
lado progresista de la social democracia con las versiones más constructivas
del activismo de la comunidad anarquista y la creatividad ascendente.
Esto significa
combinar anarquismo y social democracia en un doblete en el que erosionas al
capitalsimo para hacerlo más domesticable y domesticas el capitalismo para
hacerlo más erosionable. Amplías esta división política, rechazando el punto de
vista de aplastar el capitalismo debido a su imposibilidad y de escapar del
capitalismo debido a su narcisimo.
Creo que este
doblete no es fácil. No es lineal. No es como si una vez encontrada la fórmula
la dejas hacer y va a arreglárselas sola. No, va a estar lleno de
contradicciones. Es intrínseco al proceso : la manera de domesticar al
capitalismo es hacieno tratos con él. Estos tratos son inherentemente
inestables. Dependen del equilibrio de fuerzas. Pero ¿cual es la
alternativa ? No es que esté haciendo una predicción, « Si haces
esto, ganaremos ». Lo que digo es que no veo otra alternativa que tenga
alguna plausibilidad de poder trascender al capitalismo.
Alguien podría decir, «Esto es el socialismo evolutivo de Berstein, menos
la evolución, menos la certidumbre de que va a suceder ».
Bien, no es
eso, porque Berstein no hizo énfasis en la mobilización abajo-arriba para
construir alternativas en los espacios de la sociedad. Su estrategia era el
socialismo parlamentario.
¿Cual es entonces el papel de la política parlamentaria – o
electoral ? Seguramente es una parte esencial del lado domesticante de la
estrategia.
Una de las
trampas de la democracia parlamentaria es la creencia de que tiene que estar en
las alturas del mando. Creo que un campo muy importante son los municipios –
poítica a nivel local- y la construcción de movimientos nacionales fundados en
las movilizaciones locales.
En los Estados Unidos, los gobiernos municipales son particularmente
fuertes y tienen responsabilidades particularmente amplias, mientras que la
política nacional es inaccesible, muy bien defendida contra cualquier tipo de
estrategia izquierdista. O sea que puede ser distinto en distintas situaciones
En algunos
sistemas políticos no hay espacio a nivel local. Por ejemplo, en las
democracias capitalistas más centralizadas, las ciudades son más bien unidades
administrativas de los gobiernos nacionales que lugares autónomos de lucha
política. Puede ser que en ciertos contextos la lucha por una mayor autonomía
municipal sea parte del proyecto político necesario para crear más espacio.
Creo que el
Estado va a jugar un papel muy importante y la idea de poder influir sobre él
principalmente como actores externos, provocando disturbios para forzar al
Estado a hacer cosas, es absurda. Nunca ha funcionado en ninguna parte como una
estrategia a largo plazo.
Ciertamente, si
causas suficientes problemas y disrupción puedas forzar al Estado a hacer
cosas, pero tan pronto como tu mobilización decaiga, las ganacias revertirán.
Una estrategia centrada exclusivamente en la presión exterior y la disrupción
no es robusta. La única manera de lograr un cambio potente es cambiar las
reglas del juego y esto requiere partidos políticos capaces de contestar el
poder y cambiar las reglas de juego.
Sin embargo, en Estados Unidos, comprometerse con los Demócratas o hacer
despegar un tercer partido es una propuesta estratégica muy difícil.
Esta es una de
las razones por las que los niveles más bajos de gobierno son más efectivos. Un
gran Estado continental como los Estados Unidos es un ejemplo difícil de
manejar. Desde luego no ocurre en todo el mundo que los partidos convencionales
sean prácticamente inaccesibles a los movimientos sociales.
Pero incluso en
el partido Demócrata de los Estados Unidos, el ala izquierda tiene propuestas
reales que están genuinamente abiertas a este tipo de cosas. No es cierto que
sea homogéneamente neoliberal. Una gran parte del electorado demócrata y un número
no trivial de políticos electos están a favor de impuestos más elevados, más
bienes públicos, más regulación, más iniciativas medioambientales y de una
reconstrucción del movimiento obrero para aumentar el poder popular.
Todo esto está
en el programa del debate público, aunque no en la acción inmediata. Por varias
razones este programa ha sido marginalizado en el sentido de poder trasladar
esto a la política, pero esto no tiene por que ser permanente. En el contexto
norteamericano creo que hay que luchar por ello dentro del partido Demócrata.
No creo que la idea de un tercer partido sea viable. Creo que el trabajo que
hay que hacer es conseguir que el ala progresista del partido Demócrta sea más
resisliente y encontrar formas de mobilización del electorado para que ello
tenga credibilidad electoral.
Eso es difícil
de hacer. El sistema está duramente amañado en contra de nosotros. No veo cual
es la alternativa. Si decimos, « Okay, como es tan innaccesible,
sencillamente abandonamos el Estado », ello significa retirarse al rincón
erosivo de mi cuádruple estrategia sin intentar el componente domesticante.
Cambiar el mundo sin tomar el poder o incluso contestándolo, como propone
Holloway. Bueno, quizás sea posible. No digo que esté completamente seguro de que
no se pueda erosionar el capitalismo simplemente construyendo alternativas de
abajo-arriba. Simplemente soy escéptico respecto a que el espacio para estas
alternativas sea suficientemente seguro.
Sin embargo, Ud. es bastante positivo respecto a muchos de estros proyectos
¿no es cierto ?
Absolutamente.
Soy positivo respecto a todos ellos porque son ejemplos que prefiguran una
alternativa emancipatoria. El trabajo consiste en generalizar estos ejemplos
prefigurativos.
Hay también
otra pieza de esta ecuación que es una especie de comodín. Es una idea marxista
muy clásica : las nuevas fuerzas de producción que están empezando a
entrar en el siglo veintiuno van a ser, según mi predicción, enormemente
disruptivas para las formas existentes del capitalismo. Ya lo hemos visto en
algunos sectores.Y ello podría abrir nuevas posibilidades de forma radical.
El ejemplo que
doy a veces – simplemente porque es gracioso – es la destrucción por Wikipedia
del mercado de enciclopedias, de trescienntos años de antigüedad. No se puede
producir una enciclopedia general, comercialmente viable, que nadie va a
comprar. Wikipedia se produce de forma completamente no-capitalista con unos
pocos cientos de miles de editores libres y no remunerados de todo el mundo,
contribuyendo a la producción de un bien común global y haciéndolo accesible a
todo el mundo de forma gratuita. Además tiene una especie de economía de regalo
para proporcionar los recursos infraestructurales necesarios.
Wikipedia tiene
muchos problemas, pero es un ejemplo extraordinario de cooperación y
colaboración a muy gran escala que es altamente productiva. Creo que es la
vanguardia de lo que va a ser una fase muy disruptiva del capitalismo.
El asunto aquí
está relacionado con el problema de las economías de escala. Si tienes
tecnologías con economías de escala muy limitadas, de manera que los costes
unitarios de producir pequeños lotes de productos no son muy distintos que la
producción de grandes unidades, es mucho más difícil para los capitalistas
monopolizar los medios de producción. El monopolio depende, de forma
significativa, del hecho de que se necesitan grandes cantidades de capital para
producir algo de forma competitiva.
Las impresoras
3-D son un ejemplo. No creo que ya estemos en ello, así que imaginemos tan solo
diez, quince, veinte años a partir de ahora. Imaginemos que las impresoras 3-D
pueden imprimir impresoras 3-D. Tenemos entonces una máquina auto-reproducible.
Una máquina auto-reproducible que fuera una máquina para todo, capaz de hacer
una gran variedad de bienes socavaría completamente la posibilidad de
monopolizar los medios de producción, a menos que se introdujera algún tipo de
mecanismo muy nuevo de monopolización capitalista.
Naturalmente
hay cosas que no van a producirse con una impresora 3-D. La tierra no se
producirá con impresoras 3-D, como tampoco el espacio en el que situas tu
impresora 3-D. Muchos de los inputs utilizados en una impresora 3-D –resinas y
otro tipo de alimentación- tampoco podrán fabricarse con impresoras 3-D.
Algunos de estos inputs deben ser extraídos del suelo y procesados. Por lo
tanto es posible que el monopolio capitalista de los medios de producción
vuelva de nuevo al espacio de producción de los recursos naturales .
Por lo tanto esto no es un argumento post-escasez. Es la transformación de
las relaciones por las fuerzas de producción.
Absolutamente.
Esto es lo que digo – es marxismo clásico que implica la intensificación de la
contradicción entre las relaciones y las fuerzas de producción.
La cuestion es
la siguiente: la irracionalidad, que se acelera, de un sistema de producción
basado en la propiedad privada, cuando los medios de producción ya no pueden
monopolizarse. Todo el mundo puede tener sus medios de producción, pero no
pueden utilizarlos adecuadamente debido a la monopolización de los recursos
naturales por la propiedad privada.
El carácter
evidente, en este contexto, de la contradicción entre las fuerzas y las
relaciones de producción hace que sea muy fácil argumentar a favor de la
necesidad de transformar las relaciones de producción que impiden el uso
apropiado de las fuerzas de producción.
Si son tan solo
la tierra y los recursos naturales los que son monopolizados de esta manera
egoista y de auto-engrandecimiento,el problema es más sencillo que si se trata
de cadenas complejas de bienes y de grandes complejos de producción intensivos
en capital.
Estas nuevas
fuerzas productivas –si estas anticipaciones son correctas- sentarán las bases
de un entorno diferente en la lucha política.
Y también la propiedad intelectual.
También la
propiedad intelectual, cierto. Todos estos desarrollos significan, creo, que el
capitalismo será mucho más erosionable en el futuro de lo que lo ha sido en el
pasado porque será más facil llenar los espacios con formas de producción
alternativas. Pero solamente será más erosionable si también puede ser más
domesticable, debido a la necesidad de domesticar la escalada rampante de los
derechos de producción intelectual y de los derechos de propiedad sobre el
suelo y así sucesivamente.
La crisis medioambiental
también puede proporcionar una apertura en este sentido. Claramente, la
cuestión de quien regula y controla el acceso a los recursos naturales también
va a estar en la agenda en el contexto de los problemas medioambientales
globales. Solo para reiterar mi cuestión principal : las utopías reales se
convierten en viables cuando abarcan estas dos estrategias, domesticar y
erosionar el capitalismo. Por ello es distinto del anticuado socialismo
evolutivo de Bernstein. El rol del Estado en este tipo de proyecto
transformativo es la defensa y la expansión de espacios en los que las
alternativas se construyen desde abajo, más bien que el Estado proveedor, actor
central en la provisión de bienes.
Fuente: Entrevista publicada originalmente en diciembre de 2015 en Jacobin. Traducción
de Anna Maria Garriga Tarré en Sin Permiso.
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