Organizaciones
sociales comunitarias como la brasileña Tela de los Pueblos o la ecuatoriana
Mujeres de Frente, inspiradas en la educación popular y en la investigación y
acción participativa, aportan valiosas experiencias de resistencia y dignidad.
Mujeres de Frente: resistencia y dignidad
América Latina, Feminismo, Movimientos sociales
El Viejo Topo
10 diciembre, 2021
Una de las
alegrías profundas que me ha deparado la pandemia, pese a todos los dolores, es
haber conocido a nuevas organizaciones, siempre abajo y a la izquierda, en
diversos países de nuestra América. Teia dos Povos (Red de Pueblos) es una de
ellas, que reúne comunidades indígenas, negras y campesinos sin tierra. Realiza
la séptima jornada de agroecología en Bahía (Brasil) a fines de enero (https://teiadospovos.org/).
Al calor de la
revuelta colombiana descubrimos Canal 2 de Cali (canal2.co),
televisora comprometida con la calle, y Radio Contagio de Bogotá (contagioradio.com),
con las que emprendimos el camino de coordinar medios independientes, alianza
que esperamos ampliar a todo el continente.
Otra
organización que desconocía es el colectivo Mujeres de Frente, que nació en la
cárcel de Quito en 2004, conformado por mujeres presas y no presas,
embarcadas en un proceso de investigación-acción feminista antipenitenciaria.
En su página se
definen como una comunidad de cooperación y cuidado entre comerciantes
autónomas de las calles, recicladoras, trabajadoras del hogar, estudiantes
universitarias, profesoras, artistas, mujeres excarceladas, familiares de
personas en prisión, niños, niñas y adolescentes (https://mujeresdefrente.org/).
Las decenas de
compañeras de abajo que integran Mujeres de Frente (como comprobamos en un
taller sobre autonomías) se dicen sexualmente diversas y casi todas
son del color de la tierra: indígenas, afrodescendientes, mestizas
y cholas blanquedas, como se nombran, lo que las diferencia de los feminismos
de clases medias, blancas y académicas.
Eligieron
trabajar en los espacios donde conviven, a partes iguales, los dolores y las
resistencias. Nacieron en la cárcel, pero arraigaron donde el tejido
social es cotidianamente desgarrado por las dinámicas de acumulación de capital
y del Estado penal, que las condena a la exclusión.
Como son
mujeres de abajo, trabajan la autonomía material para no depender ni de
políticos ni de patrones. En el centro de Quito crearon la Casa de las Mujeres,
espacio de encuentros donde circulan personas y saberes, abierto a diversos
colectivos y donde funcionan la Escuela de Formación Política Feminista y
Popular, el Espacio de Wawas (para niños y niñas), la cocina y el comedor
popular, un ambiente para talleres y reuniones, el Taller de Costura y La
Canasta Comunitaria de Alimentos.
Con otros
colectivos han creado la Alianza contra las Prisiones, porque consideran que la
inmensa mayoría de las mujeres y varones presos en América Latina están en la
cárcel por delitos de pobreza, o sea robos de celulares, animales de
crianza y el narcomenudeo. Denuncian la creciente criminalización de la
migración, delito que afecta siempre a las personas más pobres.
El Taller de
Costura es un espacio productivo y de aprendizaje, donde las máquinas y los
saberes se comparten, así como el producto de las ventas. La Canasta
Comunitaria de Alimentos, que también funciona en la casa, es una solución
colectiva al problema del hambre y un emprendimiento productivo de un
grupo de mujeres. Hacen compras colectivas al por mayor abaratando precios al
negociar directamente con los pequeños campesinos que producen alimentos
orgánicos.
Casi todas las
integrantes de Mujeres de Frente son jefas y cabezas de hogar que no pudieron
trabajar durante los primeros meses de la pandemia, ya que sufren persecución
policial y estatal si salen a las calles a reciclar, a vender o a desarrollar
cualquier otra actividad. Crearon una red de 70 mujeres para acompañarse y
enfrentar juntas los momentos críticos.
Se inspiran en
la educación popular y en la investigación-acción participativa, publican un
periódico al que titularon Sitiadas, que es como se sienten las
mujeres de abajo, con un lema que reza: Reflexiones sobre el Estado
punitivo y el sostenimiento de la vida sin Estado.
El tercer
número, que puede encontrarse en su página, refleja testimonios de vendedoras
ambulantes, trabajadoras domésticas y mujeres que, no teniendo empleo fijo,
deben hacer de la calle su espacio primordial para sostener la vida. Todas
denuncian el racismo imperante, la represión policial y lo que definen
como la guerra de los ricos contra nosotras, en la que la estrategia es
despojarnos, herirnos, confundirnos, matar nuestra confianza, debilitar nuestra
capacidad de lucha.
Tienen claro
que es el Estado el que hace la guerra, que aprovechó la pandemia para
intentar una limpieza de nosotras comerciantes, destruyendo sus carpas y
productos para erradicarlas de la calle, llevándolas al borde de la
sobrevivencia porque comen de lo que venden cada día.
Hasta hoy se
mantienen firmes, porque no tienen otra vía que luchar para que coman sus
hijos. Pero, sobre todo, porque todas sus vidas han sido dolor y resistencia,
porque no conocen otra vida que no sea tejerse con otras como ellas; ese modo
de vida de los de abajo que llamamos dignidad.
Artículo publicado originalmente en La Jornada.
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