La
batalla por apropiarse de la realidad es lo que da sentido al relato histórico
de los hechos. Y es lo que está en disputa. Lo que define a la verdad factual
es que su opuesto es la falsedad deliberada y la mentira.
La derecha y su relato: vivir del olvido y la mentira
El Viejo Topo
28 diciembre, 2021
El pasado nos
interroga, nos asalta. Forma parte de nuestra vida cotidiana. Pero a la
pregunta ¿qué es el pasado?, la respuesta no es tan clara. Sólo podemos decir
que son hechos, una verdad de facto. Cosa diferente es su
interpretación, orden y explicación. Cuando recordamos, la memoria trae a la
mano hechos. Tomar el autobús para ir al trabajo, por ejemplo, es un hecho, su
realización conlleva activarla para recordar hechos. ¿Dónde está la parada?,
¿Cuáles son los horarios? ¿Cuál es el precio del ticket?, etcétera.
También, se puede ir en Metro, taxi, caminando o en bicicleta. Todas las
opciones se entrecruzan. Le damos sentido de acuerdo con el fin de la acción:
ir al trabajo, pero no aclara quién lo hace: ¿una trabajadora?, ¿un empresario?
El hecho, es el mismo, pero según quien lo lleve a cabo, su interpretación
difiere. Llegar tarde, para un trabajador puede provocar el despido, si es el
empresario, su retraso constituye una anécdota.
La historia la
escriben los vencedores. Howard Zinn enfrentó tal afirmación al cuestionar la
interpretación que ha dado lugar a la historia oficial de EU. Escribió La
otra historia de Estados Unidos. En ella, desenmascara la versión oficial,
recupera hechos del olvido y rescata la memoria colectiva de los oprimidos. Sin
embargo, para el establishment, Zinn cometió una herejía.
Cuestionó el poder y sus fuentes de legitimación. En esta dirección, Hannah
Arendt, se enfrentó al mismo problema. Su obra Eichmann en
Jerusalén cuestionó la explicación del sionismo al papel jugado por
Eichmann en el Holocausto. Por ello, fue acusada de traicionar al pueblo judío.
Su pecado, señalar que los hechos imputados a Eichmann, tras escuchar sus
alegaciones, no respondían a un antisemita; concluyó que eran el resultado de
una lógica perversa, sus crímenes se fundaban en lo que denominó la banalidad
del mal. Posteriormente, Arendt, con motivo de la guerra de Vietnam, propuso
diferenciar la verdad de facto de la opinión. “Lo que parece
más inquietante –dirá– es que las verdades factuales incómodas (…) son a menudo
transformadas, de forma consciente o inconsciente, en opiniones –como si el
apoyo de Alemania a Hitler, la caída de Francia ante el ejército alemán en 1940
o la política del Vaticano durante la Segunda Guerra Mundial no fueran hechos
históricos sino un asunto de opinión”. Los hechos pueden suscitar repulsa, pero
no pueden ser cuestionados, son historia. Lo que define a la verdad
factual es que su opuesto no es el error, la ilusión ni la opinión. Sino la
falsedad deliberada o la mentira.
En América
Latina hay hechos que marcan la historia de los últimos 500 años: I) la
conquista y colonización, II) la independencia política, III) la revolución
mexicana, IV) la revolución cubana, V) los golpes de Estado, VI) la resistencia
de los pueblos originarios y las luchas feministas. Hay más, pero esta
propuesta es ya una construcción histórica. Sin embargo, son los juicios
políticos sobre tales hechos los que han de ser analizados. La conquista y
colonización es una verdad fáctica. Pero su interpretación se construye a
posteriori. De esta manera el pasado se modela. No es unidireccional. La
única verdad es que se produjo la conquista y se colonizó, pero la explicación
propuesta por los vencedores manipuló los hechos de acuerdo con sus valores y
creencias. Es la batalla por apropiarse de la realidad lo que da sentido al
relato histórico de los hechos y lo que está en disputa.
En tiempos de
la guerra fría, la derecha y las fuerzas armadas recurrieron a una
supuesta invasión de la URSS, para justificar los golpes de Estado. En su
relato, los hijos serían arrancados de sus madres y llevados a Cuba. La
libertad religiosa sería eliminada y las iglesias quemadas. Los opositores
eliminados, el himno nacional pasaría a ser la internacional comunista, y los
niños sufrirían un adoctrinamiento ideológico para separarlos de sus padres.
Ninguna de tales afirmaciones han tenido lugar, no son hechos ni verdades
factuales.
Pero la derecha
sí ha producido hechos. Ahí están los golpes de Estado de la doctrina de la
seguridad nacional, los detenidos desaparecidos, la tortura y la represión. En
América Latina, ningún gobierno de izquierda o progresista envió a los niños a
Cuba, quemó iglesias, asesinó, o torturó opositores. Sin embargo, el discurso
de la mentira, se mantiene. Los hechos, van en sentido contrario, demuestran
que las plutocracias reprimen, criminalizan, torturan, cierran universidades e
imponen regímenes de muerte. Eliminan la democracia, limitan la libertad de
expresión, reunión, prensa y asociación. Esa es la verdad fáctica. Han
construido un castillo de mentiras. Pero su tiempo se agota, sus mentiras serán
desenmascaradas, transformando a sus falsos héroes en lo que son: criminales de
lesa humanidad, llámense Hernán Cortés, Pizarro, Francisco Franco, Porfirio
Díaz, Stroessner, Videla, Pinochet, Uribe, Iván Duque o Sebastián Piñera. La
derecha lo sabe, por ello se refugian en la mentira para seguir asesinando a
sus pueblos.
Artículo publicado originalmente en La Jornada.
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