Un discurso simple, pero contundente, que encuentra sus argumentos en el campo de las emociones, los sentimientos y el miedo. El “fascismo libertario” potencia movimientos negacionistas y crece al margen del bien común y el interés general.
La derecha europea y el “fascismo libertario”
El Viejo
Topo
12 noviembre, 2021
Sin embargo,
tampoco hace falta crear nuevas organizaciones, el fascismo
libertario anida en la derecha conservadora y los partidos liberales. Sus
puntos de unión, hacen que se difumine por completo la diferencia entre derecha
y fascismo libertario. Para comprobarlo, tomemos el ejemplo de la
presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Isabel Díaz Ayuso. Entre sus
frases para no olvidar su reivindicación libertaria podemos citar: ni
estados de alarma, ni confinamientos. Hay que aprender a convivir con el
virus; si apretáis demasiado a los restaurantes y bares, al final el
contagio se va a las casas. Los ciudadanos al no poder fumar, al no entender
las normas, acaban yéndose a las viviendas; es un delito, en Cataluña, con
el clima que tenéis, tenerlo todo cerrado, tener a la gente en sus
casas; libertad o comunismo.
El fascismo
libertario no requiere ser mayoritario, ni siquiera convertirse en un
partido a la vieja usanza hitleriana o fascista, su función es otra, inclinar
la balanza y ser la llave para que las fuerzas conservadoras gobiernen sin
contrapeso, prestando su apoyo a gobiernos en minoría. Los casos más
llamativos: Estonia, Finlandia, Eslovaquia, Eslovenia, Austria, Rumania,
Moldavia o Lituania. En España, Vox ha facilitado la gobernanza al Partido
Popular en dos comunidades autónomas: Madrid y Andalucía. El llamado cordón
sanitario es un eufemismo. Sólo en Alemania se mantiene y las razones son
obvias.
En 2021, año de
pandemia, 15 partidos neofascistas de 14 países firmaron un pacto en el cual
subrayan su preocupación por el retroceso en la defensa de los valores
familiares, la identidad nacional, la adopción de leyes LGTV y lo más
destacado, el recorte de las libertades individuales bajo el decálogo sanitario
del Covid-19. Entre sus firmantes Viktor Orban, Santiago Abascal, Giorgia
Meloni, de la fascista Hermanos de Italia, Mateo Salvini, el polaco Jaroslav
Kaczynski o Marine Le Penn. Su fuerza radica en un llamado espurio a proteger
los derechos políticos supuestamente vulnerados tras la aplicación de los
protocolos Covid. El ejemplo más destacado, el asalto, el pasado 9 de octubre,
a la sede central de la Confederación General Italiana del Trabajo, protestando
por exigir el certificado de vacunación para todas las actividades públicas.
Así,
el fascismo libertario potencia, crea o se enquista en movimientos
negacionistas, antivacunas, anticubrebocas, contra el pasaporte Covid, el 5G,
provida, antiaborto, antifeministas, etcétera. Es decir, todo aquello que se
considera, atenta y compete al individuo y no al Estado. La libertad se torna
un campo de batalla de la cual emerge un discurso que cala en el imaginario
colectivo, más allá de la distinción de clases. Las consignas son simples: ¡A
mí no me dicen qué debo o no debo hacer! ¡Soy libre de ir a cualquier sitio!
¡No necesito que nadie controle mi vida! ¡Mis derechos no pueden ser pisoteados
en nombre del Estado! ¡Con mi libertad no se negocia! ¡Los inmigrantes me
quitan el trabajo! En este ambiente, se convocan manifestaciones y organizan
actos donde se manifiesta el deseo de vivir sin ataduras. Los llamados
botellones, concentraciones de cientos y miles de personas para beber en
parques públicos, plazas o playas, bajo el lema: ¡Viva la libertad! se
generalizan los fines de semana. Y las protestas de negacionistas en Italia,
Francia, España, Gran Bretaña o Alemania aumentan bajo el mismo enunciado.
Un discurso,
simple, pero contundente. El fascismo libertario se expande y eleva a
la cima de las apetencias de satisfacción personal, al margen del bien común y
el interés general. El nacimiento y auge del fascismo libertario en
momentos de crisis pandémica y de un capitalismo que se retuerce para
reinventarse en su forma digital, encuentra sus argumentos en el campo de las
emociones, los sentimientos y el miedo. La mezcla explosiva de estos factores
indica el peligro que nos acecha. Luchar contra el fascismo
libertario se antoja unir fuerzas para combatir el capitalismo y sus
máscaras.
Artículo publicado originalmente en La Jornada.
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