La viuda
de Solano, tan guerrera como dulce
GASTROHISTORIAS
Café, azúcar,
traición y espionaje fueron los ingredientes sobre los que Antolina Ruiz-Olalde
construyó en Logroño un imperio
Larioja.com
Madrid Sábado,
16 octubre 2021
La semana pasada ya vimos aquí que la
leche de burra lo mismo servía para un roto que para un descosido.
Supuestamente curaba –o al menos ayudaba– a paliar los síntomas de diversas
afecciones, especialmente las relacionadas con el aparato respiratorio. La
leche de borriquilla se consideró mano de santo para la tos, la bronquitis, el
asma e incluso la tuberculosis, y a partir de la segunda mitad del siglo XIX se
popularizó su consumo como ingrediente estrella de múltiples productos.
Pastillas, bombones, caramelos y toffees de leche de asno se comercializaron
con gran éxito tanto en farmacias como en confiterías usando el reclamo de sus
grandes y requeteprobadísimos efectos medicinales.
El problema era que la auténtica leche de
burra escaseaba, de modo que no era raro ver en la prensa de la época anuncios
en los que particulares desesperados piden suministros de tan precioso líquido
o se ofrecen a comprar una burra recién parida. Los fabricantes que usaban tan
peculiar género en sus elaboraciones también pasaban apuros y prueba de ello es
que entre 1900 y 1902 el periódico LA RIOJA incluyó habitualmente un aviso que
decía: «En la calle de Albornoz número 10, piso 2º, la señora viuda de
Celestino Solano compra toda la leche de burra que deseen venderle». Toda la
que hubiera, toda la que pudiera conseguir. Porque aquella sustancia láctea y
medicamentosa llevaba décadas siendo parte esencial de su negocio, la materia
prima con la que elaboraba cada día cientos de pastillas de café y leche (de
burra).
Aquella señora se llamaba Antolina
Ruiz-Olalde y Otero y su marido, del que había enviudado en 1880, dio apellido
a una de las marcas de caramelos más famosas y longevas de España: Solano.
Según en dónde busquemos la información leeremos que Solano lleva endulzando
paladares desde 1827 o 1830, casi doscientos años de tradición confitera que
actualmente está en manos de la multinacional Mars Wrigley. Ahora hay 'solanos'
de varios sabores, con y sin azúcar, pero permítanme decirles que en mi
opinión, los de antes eran mejores.
No sé si el cambio se produjo al trasladar
la fábrica de Logroño a Tarazona, en 1988, o cuando Wrigley entró en el
escenario, pero nada tienen que ver los caramelos Solano actuales (ovalados,
duros) con aquellos rectángulos pegajosos de antaño, prueba definitiva de solidez
para las dentaduras postizas. A más de uno se le saltó un empaste intentando
masticarlos, y su textura chiclosa era tan característica de la marca como su
envoltorio dorado y rojo.
Cambios
radicales
La leyenda mítica de Solano cuenta que
allá por 1827 una joven recién casada convenció a su esposo, confitero de
profesión, para que cambiara el malvavisco (otro remedio tradicional para la
tos) que utilizaba en sus caramelos por leche de burra. Para agregarle un poco
de sabrosura el marido añadió café a la ecuación, refinó el proceso y...
¡Eureka! Pastillas de café y leche inventadas. Lamentablemente la joven de la
historia no pudo ser Antolina, que murió el 14 de mayo de 1913 a los 91 años y
que, en consecuencia, tuvo que haber nacido en 1822 o en 1821.
Malamente iba a ser testigo del supuesto
nacimiento de los 'solanos' en 1827, menos aún como muchacha casadera. Su
esposo, Celestino Solano Alfaro, falleció en 1880 con edad desconocida, así que
quizá fuera él el creador, o su padre u otro pariente, ya que la de confitero
solía ser una profesión familiar. Lo que sí está claro es que después de
enviudar Antolina Olalde (o Ruiz-Olalde, ya que con los dos apellidos aparece
citada en varios documentos) se quedó al frente del negocio y alcanzó un gran
éxito con sus pastillas de café y leche de burra. Tanto, que enseguida le
salieron competidores. En 1929 había en Logroño más de 30 fabricantes de este
tipo de dulce y en Madrid se vendían por las calles al grito de «¡legítimas
riojanas!».
Antolina no lo tuvo fácil. La escasez de
leche de burra le obligó a cambiar este ingrediente, fundamental en los inicios
de la empresa, por leche de cabra y finalmente por la de vaca. Para entonces
sus caramelos eran suficientemente conocidos en toda España y ya no necesitaba
promocionarlos como curativos, sino pura y deliciosamente recreativos. Nuestra
heroína triunfó y, como en toda buena historia, en la suya hubo alegrías y
disgustos, buenos y malos. Sorprendentemente el villano del cuento no fue
ninguno de aquellos vecinos que imitaban sus dulces, sino su propio sobrino.
Aquilino Alonso Ruiz-Olalde, criado por la
misma Antolina y su marido, la traicionó registrando en 1898 la marca 'Sobrinos
de la Viuda de Solano'. Con la palabra 'sobrinos' en letra minúscula y las
medallas ganadas por sus tíos, bien grandes. Antolina sacó un insólito
comunicado en el diario LA RIOJA (19 de julio de 1898) denunciando la maniobra
y poniendo verde al pérfido sobrino. Para escándalo del público logroñés, el
asunto llegó a los tribunales y se dirimió, años después, dando a Antolina los
derechos sobre la marca Solano. Y todo para que ahora sus caramelos sean sin
azúcar, ay.
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