La raquítica subida del salario mínimo, muy lejos de compensar el alza de
los precios
A pesar de que
la patronal se quedó fuera del acuerdo del nuevo aumento del salario mínimo, la
subida negociada entre el Gobierno y las cúpulas de CCOO y UGT ni siquiera
alcanza para mantener el poder adquisitivo de millones de trabajadores que
tienen que malvivir con salarios de miseria.
Kaos enlared
30 Sep, 2021
La subida de 15 euros aprobada
formalmente tras el Consejo de Ministros del pasado 28 de septiembre, ha hecho
crecer el salario mínimo apenas un 1,58% en 2021, pasando de 950 € mensuales a
965 €. Pero el aumento ha sido solo entre septiembre y diciembre, dado que no
es una subida retroactiva anual. Por lo tanto, si llevamos el incremento a todo
el año, supone una subida de tan solo 70 euros anuales -4 meses del año que
restan, más la parte proporcional de la paga extra de diciembre-. Es decir que
los 70 euros anuales de aumento entre las 14 pagas, suponen una subida real de
5 euros al mes. O lo que es lo mismo un crecimiento mensual del 0,53% sobre el
salario mínimo de 2020. Esa es la subida real en porcentaje que ha tenido el
salario mínimo aprobado, y, sin embargo, se ha difundido como si de un gran
logro social se tratara. ¡Se puede ser más miserable!
Cuando el gobierno neoliberal
de Rajoy subió un 0,25% las pensiones de jubilación en 2018, poco más de 2
euros en la práctica, hubo una ola de indignación social y se levantaron
protestas impulsadas, entre otros, por CCOO y UGT. Ahora, con una subida casi
igual de raquítica para el salario mínimo, es decir, para las y los más
desfavorecidos de los trabajadores que no están cubiertos por convenio, las
cúpulas de los sindicatos burocratizados las firman y las aceptan como un gran
paso y no se plantean movilizaciones de ningún tipo. Esto constata que la
degeneración burocrática de los sindicatos de CCOO y UGT con sus políticas de
firmar cualquier acuerdo con la patronal o con el Gobierno está alcanzando
cotas inimaginables. Y plantea la necesidad cada día más apremiante de derribar
a las direcciones sindicales dominantes y corrompidas, para recuperar la
actividad sindical como herramienta de la lucha de clases y elevación de la
conciencia de la clase trabajadora.
Alza de los precios
La subida miserable del
salario mínimo se realiza en un contexto de alza general de los precios: la
inflación ya está en el 3,3%. Pero la situación es aún más grave si atendemos
al crecimiento de los precios en muchos de los productos o servicios más
esenciales. Así, teniendo en cuenta un bien tan esencial para todos como la
luz, vemos que ha multiplicado su precio exponencialmente respecto de 2020, lo
que supone un fuerte incremento en el recibo de la luz durante 2021. Solo en el
mes de agosto fue un 35% más cara que el mismo mes del año pasado. ¿Cómo van a
afrontar los hogares con ingresos de salario mínimo, estas subidas descomunales
de precios? ¿Cómo van a poder utilizar los electrodomésticos más elementales, o
cómo van a iluminar sus casas o calentarlas? Pues no podrán.
Todas las previsiones de los
expertos van en el sentido de que los aumentos del precio de la luz se
consoliden en los niveles estratosféricos actuales, o incluso crezcan más, de
aquí al menos hasta la primavera. Y todo ello pese a las medidas del Gobierno
de recuperar 2.600 millones de euros de las eléctricas de los beneficios caídos
del cielo, que está por ver si finalmente es así. Y, lo que es más importante,
cómo va a repercutir realmente en los precios de la luz en los sectores de
población más golpeados por la crisis pandémica. Pero es que, a estos precios
en crecimiento exponencial, le acompañan los del gas que se esperan estén por
las nubes para este invierno, sobre todo ante la especulación y la falta de
suministros por el incremento de la demanda del gas con la vuelta a la
actividad económica, y el acaparamiento de la producción en las disputas
geopolíticas que se vienen desplegando y profundizando.
Lo mismo está sucediendo con
los precios de los alimentos y los productos perecederos- la fruta ha subido un
2%, mientras el pescado un 5%- y, en general, es muy probable que no tarden en
generalizarse las subidas de precios, puesto que los empresarios más pronto que
tarde, tratarán de repercutir las alzas de los costes en favor de sus cuentas
de resultados. Por no hablar del precio de los alquileres en ascenso, pese a
los miles de pisos en manos de la SAREB y las promesas del Gobierno incumplidas
de limitar el precio de los alquileres, y las dificultades para afrontar el
pago de las hipotecas, que pese al denominado “escudo social” del Gobierno no
ha impedido el incremento muy grave socialmente, especialmente durante los
últimos meses, de los desahucios.
El salario mínimo: hambre para
hoy y hambre para mañana
Los impulsores del acuerdo,
Unidas Podemos -como miembro “super-crítico” del Gobierno- y las cúpulas
sindicales de CCOO y UGT se defienden, frente a las críticas de los sectores
sociales a su izquierda -incluida la izquierda sindical- por lo firmado,
basándose en la famosa reflexión conformista que viene a decir que: “la
situación actual es deplorable pero el futuro es esplendoroso”. Aunque, sea
como en este caso, yendo en dirección contraria a la que en teoría debería ser,
para alcanzar ese favorable futuro.
Así, apoyándose por un lado en
la miseria de partida, con la sucesión de años en que el salario mínimo estuvo
congelado o que apenas subió, entre las dos legislaturas de Rajoy (2011-2018)
solo creció en 79 euros. Mientras que desde 2018 ha subido, es cierto, bastante
más hasta alcanzar los 218 euros de incremento. Y, sobre todo, ante la promesa
esperada de alcanzar el 60% del salario medio, tal y como recomienda la Carta
Social Europea, al menos al final de la legislatura, para lo que habría que
alcanzar un salario mínimo de 1.060 euros, 95 euros más que ahora. Aún más si
crece el salario medio de aquí a entonces. Algo que se antoja difícil al ritmo
de paralización e incluso retroceso que se está emprendiendo.
Por todo ello, los sindicatos
institucionalizados maniobran ofreciendo un discurso desmovilizador y
pasivizador, intentando desmantelar las críticas por la infamia de un acuerdo
que al no compensar ni las subidas de los precios totalmente desorbitados que
estamos padeciendo actualmente, es incapaz de asegurar algo tan elemental como
el poder adquisitivo del salario mínimo, y por lo tanto les ha empobrecido más.
Sin embargo, el discurso que realizan desde los sindicatos y Unidas Podemos, va
en el sentido de vender la idea de que se viene mejorando el salario mínimo en
una senda ya iniciada con el Gobierno “progresista” y que ahora continuaría,
aunque a menor ritmo, cuando en realidad, se vista como se vista lo firmado, no
ha producido más que un retroceso en ese proceso de mejora, un buen traspiés.
Quizás por eso ahora centran
su rol burocrático, como siempre hacen por otra parte, no en nuestras propias
fuerzas y en la movilización en la calle, sino en que confiemos en la bondad
del “Gobierno progresista”. Con grandes dosis de cinismo, el director del
Gabinete Económico de CCOO ha afirmado que “por lo menos el proceso no se
detiene. Lo esperable es que haya una subida significativa en cuatro meses”.
Pero, ¿por qué sería esperable que lo que no se ha conseguido ahora lo sea en
los próximos cuatro meses? Cómo si para entonces los grandes escollos para
lograrlo, el PSOE social liberal representado firmemente por Nadia Calviño, y
la fuerte resistencia de la patronal, fueran a doblar su brazo porque sí. Todo
ello, sin plantearse movilizaciones y acciones decididas en favor de un salario
capaz de soportar los costes de la cesta de la compra familiar.
Lo cierto es que en el acuerdo
no hay ningún compromiso concreto sobre las cuantías específicas y las fechas
en las que se iría subiendo el salario mínimo a lo largo de todo el proceso de
la legislatura que queda. Por lo tanto, las cúpulas sindicales de CCOO y UGT y
Unidas Podemos están vendiendo humo al decir que “en cuatro meses el salario
mínimo se sitúa en torno a 1.000 euros”.
Es por eso que el sindicato
CGT incide en su oposición al acuerdo que no está garantizado, ni mucho menos,
el objetivo de los 1.060 euros, basándose en que el Gobierno ni siquiera ha
fijado en el acuerdo, con el consentimiento de la burocracia sindical, cuando
se alcanzará esa cuantía mínima.
Ofensiva patronal sobre los
salarios
La realidad es que la patronal
está en plena ofensiva sobre los derechos laborales de las y los trabajadores,
con la complicidad y estimable colaboración de la burocracia de CCOO y UGT.
Algo que se percibe claramente en la enorme precariedad laboral existente -más
del 90% de los contratos son temporales y la media de duración de los contratos
ha sido de 53,19 días-, por los miles de trabajadores que continúan en
situación de ERTE y por los miles de despidos, -35.000 solo en las grandes
empresas- en que han desembocado muchos, pese a la promesa del “Gobierno
progresista” de que no iba a haber despidos por la crisis de la pandemia. Y
todo ello con la utilización sin límites por la patronal de la dura reforma
laboral de Rajoy, cuya derogación en sus aspectos más lesivos es una promesa
todavía incumplida cuando ha transcurrido más de la mitad de la legislatura.
Así y aunque la economía ya
crece a velocidad de crucero, en el mes de julio, por ejemplo, hubo 58
descuelgues de convenios colectivos, nada menos que un 48,7% más que el mismo
mes del año pasado. Mientras CCOO y UGT firman convenio tras convenio con
crecimientos salariales por debajo del IPC y hasta por debajo del Acuerdo
Estatal de Negociación Colectiva. Así, la subida salarial media pactada en los
convenios está siendo del 1,5% y, por lo tanto, al menos 1,8% puntos menos que
la inflación anual registrada, 3.3%.
En este contexto continúa el
paro juvenil en porcentajes inasumibles en el entorno del 40% para millones de
jóvenes que se ven abocados a un futuro de precariedad y miseria. Mientras el
“Gobierno progresista” pretende aumentar la edad de jubilación y atacar las
pensiones.
Por todo ello, se hace cada vez más acuciante levantar un programa de emergencia social con movilizaciones en la calle de carácter unitario, sin ninguna confianza en el Gobierno del PSOE y Unidas Podemos. Y sobre la base de la discusión en asambleas en los centros de trabajo y estudio, que a través de la lucha coordinada de todos los sectores sociales golpeados por la crisis: jóvenes, mujeres, la clase obrera y sus sectores más precarizados y las clases populares empobrecidas, levanten un programa de acción anticapitalista para que la crisis la paguen los capitalistas.
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