El 1 de julio de 1876 fallecía en Berna Mijail Bakunin, uno de los más grandes revolucionarios del s. XIX. Se definió como partidario convencido de la igualdad económica y social, amante fanático de la libertad y buscador apasionado de la verdad.
Federalismo real y federalismo ficticio
El Viejo Topo
1 julio, 2021
¿Es el
autogobierno municipal un contrapeso suficiente frente al poder centralizado
del Estado? El ilustre patriota italiano José Mazzini… sostiene
que la autonomía de las comunas [1] es
suficiente para contrapesar la omnipotencia de una república sólidamente constituida.
Pero está equivocado al respecto: ninguna comuna aislada sería capaz de
resistir tal centralización; sería aplastada por ella. Para no sucumbir en esa
batalla, cada comuna tendría que unirse a las comunas vecinas en una federación
para la defensa común; esto es, tendrían que formar entre ellas una provincia
autónoma. Además, si las provincias no son autónomas, tendrían que ser
gobernadas por funcionarios designados por el Estado. No hay términos medios
entre un federalismo rigurosamente coherente y un régimen burocrático… En 1793,
bajo el terror, la autonomía de las comunas fue reconocida, pero no se previó
que serían aplastadas por el despotismo revolucionario de la Convención, o más
bien por la Comuna de Parías, de la que Napoleón fue el heredero.[2]
Unidad social
orgánica versus unidad estatal. Mazzini y todos
los abogados de la unidad se sitúan ellos mismos en una posición
contradictoria. Por una parte, afirman el profundo e íntimo sentimiento de
hermandad existente entre este grupo de veinticinco millones de italianos
unidos por el lenguaje, las tradiciones, las costumbres, la fe y las
aspiraciones comunes. Por otra parte, quieren mantener — o más bien aumentar —
el poder del Estado que, según dicen, es necesario para la preservación de esa
unidad. Pero si los italianos están tan efectiva e indisolublemente unidos por
lazos de solidaridad, sería un lujo o un puro sinsentido forzarlos a la unión.
Si, por el contrario, se considera necesario forzarlos a la unidad, ello
demuestra simplemente que no se está tan seguro de que estos lazos naturales
sean fuertes; demuestra que se miente al pueblo y que se pretende descarriarlo
hablándole de unión.
Una unión
social, resultado real de una combinación de tradiciones, hábitos, costumbres,
ideas, intereses presentes y comunes aspiraciones, es una unidad viviente,
fértil y real. La unidad política del Estado es una ficción, una abstracción de
unidad; y esto no sólo disimula las discordias, sino que las produce
artificialmente allí donde, sin intervención del estado, una unidad viva no
dejaría de florecer espontáneamente.[3]
El socialismo
debe tener un carácter federalista. Por eso el
socialismo tiene un carácter federalista, y por eso la Internacional saludó
entusiásticamente el programa de la Comuna de París.[4] Por
otra parte, la Comuna proclamó explícitamente en sus manifiestos que no quería
la disolución de la unidad nacional de Francia sino su resurrección, su
consolidación, así como una real y completa libertada para el pueblo. Quería la
unidad de la nación del pueblo, de la sociedad francesa, pero no la unidad del
Estado.
Comunas
medievales y modernas. Mazzini, en su
odio hacia la Comuna de Parías, ha llegado a extremos de puro disparate.
Sostiene que el sistema proclamado por la última revolución en Parías nos haría
volver a la Edad Media, desomponiendo el mundo civilizado en cierto
número de pequeños centros, extraños e ignorados entre sí. No comprender, pobre
hombre, que entre la comuna medieval y la moderna hay una gran diferencia
forjada por la hostoria de los cinco últimos siglos no sólo en los libros sino
en la moral, las aspiraciones, ideas e intereses de la población. Las comunas
italianas eran al comienzo de su historia centros realmente aislados de la vida
política y social, independientes unos de otros, sin solidaridad alguna y
forzados a un cierto tipo de autosuficiencia.
¡Qué diferentes
eran de las que existen en la actualidad! Los intereses materiales,
intelectuales y morales crearon entre todos los miembros de la misma nación — o
incluso de naciones diferentes — un ideal social de naturaleza tan poderosa y
real que todo cuanto hacen hoy los Estados para paralizarlo y destruirlo
resulta vano. Esta unidad resiste cualquier ataque y sobrevivirá a los Estados.[5]
La unidad
viviente del futuro. Cuando los Estados hayan
desaparecido, se desarrollará en toda su majestuosidad, no divina, sino humana,
una unidad viviente, fértil y benéfica de las regiones tanto como de las
naciones — primero la unidad internacional del mundo civilizado, y después la
unidad internacional del mundo civilizado, y después la unidad de todos
los pueblos de la tierra, mediante una libre federación y organización de abajo
a arriba.[6]
El movimiento
patriótico de la juventud italiana dirigido por Garibaldi y Mazzini era
legítimo, útil y glorioso; no porque crease la unidad política, el Estado
italiano unificado (al contrario, este fue su error, porque no pudo crear esa
unidad sin sacrificar la libertad y la prosperidad del pueblo), sino porque
destruyó varios centros políticos de dominación, los diferentes Estados que obstruían
violenta y artificialmente la unificación social del pueblo italiano.
Una vez que
este glorioso trabajo haya sido llevado a cabo, la juventud de Italia está
llamada a ejecutar una tarea aún más gloriosa. Se trata de ayudar al pueblo
italiano a destruir el Estado unitario fundado con sus propias manos. [La
juventud de Italia] opondrá a la bandera unitaria de Mazzini la badera federal
de la nación italiana, del pueblo italiano.
Federalismo
real y federalismo ficticio. Hay que
distinguir entre federalismo y federalismo.
En Italia
existe la tradición de un federalismo regional, que ahora se ha convertido en
una falsedad política e histórica. Digamos de una vez por todas que el pasado
nunca volverá, y que sería una gran desgracia si reviviera. El federalismo
regional sólo podría ser una institución de las nacientes clases aristocráticas
y plutocráticas [consorteria], que en relación con las comunas y
asociaciones de trabajadores — industriales y agrícolas — sería todavía una
oragnización política construida de arriba abajo. Al contrario, una verdadera
organización popular comienza desde abajo, desde la asociación y la comuna. En
consecuencia, comenzando conla organización de los núcleos inferiores y
procediendo hacia arriba, el federalismo se convierte en una institución
política del socialismo, la libre y espontánea organización de la vida popular.[7]
De acuerdo con
el sentimiento expresado unánimamente en el Primer Congreso de la Liga por la
Paz y la Libertad [que se celebró en Ginebra, Suiza, en septiembre de 1867]
declaramos ahora:
El principio
del federalismo. 1. Sólo hay un camino para asegurar
el trinufo de la libertad, la justicia y la paz en las relaciones
internacionales de Europa, y hacer imposible toda guerra civil entre los
pueblos comprendidos en la familia europea, y es construir unos Estados
Unidos de Europa.
- Los Estados Unidos de Europa nunca podrán constituirse a partir de los
actuales Estados europeos, teniendo en cuenta las monstruosas diferencias
existentes entre sus respectivas
- El ejemplo de la extinguida Confederación Germánica prueba de una
manera perentoria que una confederación de monarquías es una burla, que es
impotente para garantizar la paz y la libertad a sus poblaciones.[8]
- Un Estado centralizado, burocrático y militar, aunque se denomine a sí
mismo republicano, no puede seria ni sinceramente entrar en una
confederación internacional. Por su constitución, que será siempre una
negación de la libertad en el interior del Estado, de una forma abierta o
enmascarada, será necesariamente una permanente declaración de guerra, una
latente amenaza a la existencia de los países vecinos. Basado
esencialmente sobre un acto previo de fuerza, sobre la conquista o sobre
lo que en la vida privada se llama robo con alevosía — un acto bendecido
por la Iglesia, consagrado por el tiempo, y por tanto transformado en un
derecho histórico, que se basa en esta configuración divina de la
violencia trinufante como derecho exclusivo y supremo —, todo Estado
centralizado constituye como una negación absoluta de los derechos de
todos los demás Estados, a los que reconoce en los tratados que forma sólo
en vista de algún interés político o debido a su propia
- Los Estados adherentes a la Liga deberán encauzar directamente sus
esfuerzos a reconstruir sus respectivos países, para reemplazar la antigua
organización fundada de arriba abajo sobre la violencia y el principio de
autoridad, por una nueva organización que sólo tenga en cuenta los
intereses, las necesidades y las afinidades naturales de la población, no
admitiendo otro principio que el de la libre federación de los individuos
en comunas, de las comunas en provincias, de las provincias en naciones y,
finalmente, de las naciones en los Estados Unidos de Europa, y después en
los Estados Unidos del
- En consecuencia, el absoluto abandono de todo lo que se llama derechos
históricos de los Estados; todas las cuestiones relativas a fronteras
naturales, políticas, estratégicas y comerciales serán consideradas a
partir de ahora como cosas pertenecientes a la historia antigua y vigorosamente
rechazadas por los adheridos a la [9]
- Reconocimiento del derecho absoluto de cada nación pequeña o grande,
de cada pueblo fuerte o débil, y de cada provincia o cada comuna, a una
completa autonomía, dado que la constitución interna de tales unidades no
es una amenaza para la autonomía y la libertad de sus
- Del hecho de que un determinado territorio forme parte de un Estado —
aunque se haya unido a ese Estado por su propia y libre voluntad — no se
deduce que esté en la oobligación de permanecer para siempre ligado a él.
Ninguna obligación perpetua puede ser admitida por la justicia humana,
única a quien reconocemos autoridad sobre nosotros, y nunca reconoceremos
ninguna obligación que no esté basada en la libertad. El derecho de libre
unión, así como el derecho de secesión, son los primeros y más importantes
de todos los derechos políticos; faltando estos derechos, una
confederación sería simplemente una centralización disfrazada…
- La Liga reconoce la nacionalidad como un hecho
natural, que tiene incontestable derecho a existir y a desarrollarse
libremente; pero no lo reconoce como un principio, porque cada
principio debe poseer el carácter de la universalidad, mientras la
nacionalidad es un ahecho exclusivo y aislado. El llamado principio
de las nacionalidades, tal como ha sido propuesto en nuestros días por
los gobiernos de Francia, Prusia y Rusia, e incluso por muchos patriotas
alemanes, polacos, italianos y húngaros, es sólo un derivado de la
reacción y se opone al espíritu de la revolución. Al ser un principio
altamente aristocrático, que llega al extremo de despreciar los dialectos
locales de la población analfabeta, negando implícitamente la libertad y
la autonomía real de las provincias, y que está desprovisto del apoyo de
las masas, cuyos intereses reales sacrifica en nombre del llamado bien
público, este principio expresa sólo los pretendidos derechos históricos y
ambiciones de los Estados. En consecuencia, el derecho de nacionalidad
sólo puede ser tomado en consideración como un resultado natural del
principio supremo de la libertad, y deja de ser un derecho desde el
momento en que se sitúa contra o fuera de la libertad .[10]
- La unidad es la meta hacia la cual tiende la humanidad
irresistiblemente. Pero se convierte en algo funesto y destructivo para la
inteligencia, la dignidad y la prosperidad de los individuos y los pueblos
cuando se constituye excluyendo la libertad, bien sea por la violencia o
por la autoridad de cualquier idea teológica, metafísica, política o
económica… La Liga sólo puede reconocer una clase de unidad : la constituida
libremente por federación de las partes autónomas en una única totalidad
de forma que esta última, al dejar de ser la negación de los derechos e
intereses particulares y el cementerio donde se entierran todos los bienes
locales, se convertirá, por el contrario, en la fuente y confirmación de
todas esas autonomías y bienes. La Liga atacará entonces vigorosamente a
toda organización religiosa, política, económica y social que no esté
cimentada sobre este gran principio de libertad. Sin este principio no
puede haber ilustración, ni prosperidad, ni justicia ni humanidad (10).[11]
Tales son,
entonces, los desarrollos y las consecuencias necesarias del gran principio del
federalismo. Tales son las condiciones necesarias de la paz y la libertad. Las
condiciones necesarias, sí; pero ¿son las únicas? No lo creemos así.[12]…
La abolición de cada Estado político, la transformación de la federación
política en una federación económica, nacional e internacional. Ese es el
objetivo hacia el que Europa en su conjunto se encamina en la actualidad.[13]
El federalismo
de los Estados sudistas estaba basado sobre una odiosa realidad social. En la gran confederación republicana de Norteamérica los Estados sudistas
eran, desde la proclamación de la independencia de la república americana,
Estados eminentemente democráticos y federalistas, hasta el punto de clamar por
la secesión. Y, sin embargo, al final han atraído sobre ellos la condena de
todos los partidarios de la libertad y la humanidad por su inicua y
sacrílega guerra contra los Estados republicanos del Norte, donde estuvieron a
punto de derrocar y destruir la mejor organización política que el hombre ha
conocido.
¿Cuál es la
causa principal subyacente a este extraño hecho? ¿Es una causa política? No, la
causa tiene un carácter absolutamente social. La organización política interna
de los Estados del Sur era en muchos aspectos más perfecta, más completamente
en armonía con el ideal de libertad que la organización política de los Estados
del Norte. Pero esta magnífica estructura política tenía su lado oscuro,
como las repúblicas de la antigüedad: la libertad de los ciudadanos
estaba fundada sobre el trabajo forzado de los esclavos.[14]
Los brotes de
igualdad producidos por la revolución francesa. Desde que la revolución llevó a las masas su Evangelio — no el místico sino
el racional, no el celestial sino el terreno, no el divino sino el humano, el
evangelio de los derechos del hombre — y tras proclamar que todos los hombres
son iguales, y que todos los hombres tienen derecho a la libertad y a la
igualdad, las masas de… todo el mundo civilizado, despertando gradualmente del
sueño en el que estaban sumidas desde que el cristianismo las drogara con su
opio, empezaron a preguntarse si ellas también tenían derecho a la igualdad, a
la libertad y ala humanidad.
El socialismo:
expresión explícita de las esperanzas nacidas en la Revolución Francesa. Tan pronto como esta cuestión fue planteada, guiado por su admirable
sensatez y por su instinto, el pueblo se dio cuenta de que la primera condición
de su emancipación real, o de su humanización, consistía por fuerza
en un cambio radical de su situación económica. La cuestión del pan de cada día
era justamente la primera cuestión, pues, como Aristóteles señaló, para pensar
y sentirse a sí mismo libre, para hacerse humano, el hombre debe estar liberado
de las preocupaciones de la vida material. Esto lo saben muy bien los
burgueses, tan vociferantes en su clamor contra el materialismo de un pueblo a
quien predican las abstinencias del idealismo, porque predican con la palabra y
no con el ejemplo.
La segunda
cuestión que se le planteaba al pueblo era la del descanso después del trabajo,
condición indispensable de la humanidad; pero el pan y el ocio no pueden
obtenerse nunca sin una transformación radical de la sociedad, y esto explica
por qué la Revolución, impulsada por las consecuencias de sus propios
principios, dió origen al Socialismo.[15]
Notas
[1] Bakunin se refiere a las communes del derecho
administrativo francés, que son las divisiones territoriales más pequeñas, esto
es, el equivalente a nuestros municipios o ayuntamientos. Conservo la
traducción literal por considetaciones de uniformidad, con el fin de traducir
igual «la comuna de París», por ejemplo, y «el poder de las comunas» [N. del
T.]
[2] Federalismo, socialismo y antiteologismo; edición rusa,
volumen III, pág. 128; edición francesa, volumen I, pág. 16-17n.
[3] Carta circular a mis amigos de Italia, R V 191-192; F VI 385.
[4] Bakunin se refiere aquí a la Comuna de 1871, que no hay que confundir
con la Comuna de 1793, mencionada más arriba en este mismo capítulo (Nota de
Maximoff)
[5] Ibid., R V 192. 4. Ibid., 192.
[6] Ibid., R V 193; F VI 387-389.
[7] Federalismo, socialismo y antiteologismo; R III 127. 7.
[8] Ibid., 128.
[9] Ibid., 129.
[10] Ibid., 129-130.
[11] Ibid., 130.
[12] Federalismo, socialismo y antiteologismo; R III 130; F I
15-21.
[13] El oso de Berna y el oso de San Petersburgo; F II 57.
[14] Federalismo, socialismo y antiteologismo; R III 131 et
seq.; F I 21-22. 14.
[15] Ibid., R III 136; F I 33-35.
Fuente: Portal libertario Rebeldealegre.
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