En la sede de la ONU en Nueva York el mundo ha dicho no, por enésima vez, al bloqueo de Estados Unidos a Cuba. 184 países votaron a favor de la resolución cubana, dos en contra (Estados Unidos e Israel) y tres abstenciones (Colombia, Brasil y Ucrania).
El mundo dice no al bloqueo
El Viejo Topo
30 junio, 2021
El veredicto de
la abrumadora mayoría de los países que integran Naciones Unidas en favor
del levantamiento del bloqueo a Cuba, emitido el miércoles contra el gobierno
de Estados Unidos, es más que una victoria diplomática de la isla que llega
puntualmente cada año desde 1992, salvo en 2020, cuando la resolución del
gobierno de La Habana no se presentó por el auge de la pandemia. Constituye un
recordatorio de la larga espera del pueblo cubano por un acto de justicia que
revierta la preocupante situación donde se mezclan el abuso de autoridad, el
empleo desproporcionado de la violencia y la intención muy específica
de destruir, totalmente o en parte, un grupo nacional, étnico o racial, en
su totalidad, que es lo que describe como genocidio la Convención de 1948.
Sólo muy pocos
casos de matanzas masivas son considerados genocidio de manera inequívoca por
la comunidad internacional. Pero no hay otra manera de llamar a este horror de
más de 60 años que ha obligado a varias generaciones de cubanos a enfrentar su
vida cotidiana bajo una espesa niebla y a ahondar en las nada sobrenaturales
formas de monstruosidad que es capaz de desarrollar una élite poderosa, contra
millones de personas por el delito de existir. Si no es genocidio que en medio
de una pandemia se le niegue a un pueblo medicinas y alimentos, acceso a la
mayoría de los servicios de Internet, a las finanzas y al comercio entre
iguales, habrá que inventar como Raphael Lemkin una palabra para llamar a un
crimen sin nombre.
Es difícil de
contabilizar en Cuba cuántos han muerto porque no tenían la medicina que
necesitaban o porque no les llegó a tiempo. El informe presentado por el
canciller cubano, Bruno Rodríguez, que corresponde sólo a los daños del bloqueo
de 2020, tiene 60 páginas sin un solo adjetivo: es la enumeración de hechos,
gastos excesivos, cosas que no llegaron porque tenían algún componente
estadunidense –desde un avión hasta un respirador destinado a una sala de
terapia intensiva–, nombres de empresas que se han negado a suministrarle al país
tecnologías, materias primas, reactivos, medios de diagnóstico, medicamentos,
dispositivos, equipos y piezas de repuesto necesarios en el sistema de salud
pública. Y todo eso en medio de una pandemia mundial.
Me dijo un
amigo que si hay una imagen que impactó en Cuba es la de George Floyd
asfixiándose en el suelo mientras el policía no levantaba la rodilla de su
cuello, a pesar de los gritos de la víctima diciendo que no podía respirar. El
video dio la vuelta al mundo y desencadenó la mayor protesta antirracista en
Estados Unidos desde los tiempos de la lucha por los derechos civiles en los
años sesenta.
Conocemos esa
sensación de impotencia de muchos estadunidenses ante lo que consideran, con
razón, una sistemática actuación abusiva del poder. En el caso de los ocho
minutos y 46 segundos de agonía de Floyd, ha sido clave la existencia de un
video que grabó toda la escena, pero la pregunta que sigue en el aire, incluso
después de la condena al policía asesino, es cuántas personas han muerto o han
sufrido en silencio simplemente porque no hay cámara cuando el sistema no las
deja respirar.
Sabemos que la
rodilla que asfixia está siempre ahí, invisible, sobre el cuello de alguien.
Pasa con el bloqueo, esa palabreja que puede parecer para algunos una
abstracción, pero no para el que se encuentra en una sala de terapia intensiva
en Cuba, tiene a un hijo enfermo o se ha pasado seis horas en una cola para
comprar un alimento que antes de las 242 sanciones adicionales de Donald Trump
y antes de la pinche pandemia, podía alcanzar con menos esfuerzo.
Rodney Hunter,
representante de Joe Biden en la ONU, llevó el cinismo hasta el extremo de
sostener que el bloqueo favorece y empodera al pueblo cubano y que las
sanciones son una forma legítima de lograr objetivos de política exterior. De
milagro no añadió que el bloqueo es un pretexto del gobierno cubano, como
repiten como loros otros empleados de Washington. Es como si el policía que
mató a George Floyd dijera que su rodilla en el cuello ajeno era un pretexto de
la víctima para asfixiarse.
Por tanto, resultan más que justificadas las escenas de alegría en Cuba cuando en la sede la ONU en Nueva York el mundo dijo no, por enésima vez, al bloqueo de Estados Unidos. El número apabullante de 184 países en favor de la resolución cubana –con sólo dos en contra (Estados Unidos e Israel) y tres abstenciones (Colombia, Brasil y Ucrania)– coincidió con otra noticia, quizás más esperanzadora: científicos cubanos han logrado llevar a término las dos primeras vacunas latinoamericanas. Una de ellas, Abdala, tiene una tasa de eficacia de 92.28 por ciento. Es la felicidad en casa del pobre, que a veces sí da para más.
Artículo publicado originalmente en La Jornada.
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