¿Qué distingue a los estallidos de los levantamientos?
Estallidos o levantamientos
El Viejo Topo
03.03.2021
Un reciente
informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) revela que las clases
dominantes, a las que el organismo sirve, esperan estallidos sociales en todo
el mundo como consecuencia de la pandemia.
El
trabajo Repercusiones sociales de la pandemia, publicado en enero,
considera que la historia es una guía que le permite esperar estallidos que
ponen de manifiesto fracturas ya existentes en la sociedad: la falta de
protección social, la desconfianza en las instituciones, la percepción de
incompetencia o corrupción de los gobiernos (https://bit.ly/3qVVhAV).
Gracias a sus
amplios recursos, el FMI elaboró un índice de malestar social con
base en un análisis de millones de artículos de prensa publicados desde 1985 en
130 países, que reflejan 11 mil acontecimientos susceptibles de causar
estallidos sociales. Lo que le permite adelantar que sobre mediados de 2022
comenzará una oleada de protestas que se busca prevenir y controlar.
Lo importante
es que el organismo dice a los gobiernos y al gran capital que el periodo que
se abre en los 14 meses posteriores al inicio de la pandemia, puede ser
peligroso para sus intereses y que deben estar preparados, pero agrega que
cinco años después los efectos de los estallidos serán residuales y ya no
afectarán a la economía.
La ecuación
parece clara: las clases dominantes esperan estallidos, se preparan para
encararlos y neutralizarlos, porque por un tiempo pueden desestabilizar la
dominación.
Un detalle: el
estudio ni siquiera menciona los resultados de eventuales elecciones como
riesgos para el capital, quizá porque más allá de quien gane, saben que los
gobiernos surgidos de las urnas nunca han conseguido mellar el poder del
capital.
Los movimientos
anticapitalistas debemos tomar buena nota de las previsiones del sistema, para
no repetir errores y prevenirnos de acciones que, a la larga, nos desgastan sin
producir cambios. Propongo diferenciar estallidos de levantamientos, para
mostrar que aquéllos no son convenientes, pero éstos pueden serlo si son fruto
de una sólida organización colectiva.
Los estallidos
son reacciones casi inmediatas a los agravios, como los crímenes policiales;
generan una enorme y furiosa energía social que se desvanece en pocos días.
Entre los estallidos, está el sucedido durante tres días de septiembre en
Bogotá, ante el asesinato por la policía de un joven abogado con nueve
fracturas de cráneo.
La represión
causó la muerte de más de 10 manifestantes y 500 heridos, alrededor de 70 por
bala. La justa rabia se ubicó en los Centros de Atención Inmediata, sedes
policiales en las periferias, 50 de las cuales fueron destruidas o incendiadas.
Luego de tres días, la protesta se desvaneció y no quedaron colectivos
organizados en los barrios más afectados por la violencia estatal.
Ejemplos de
éstos hay muchos, pero me interesa destacar que los estados aprendieron a
lidiar con ellos. Sobrexponen la violencia en los medios, crean grupos de
estudio sobre las injusticias sociales, mesas de negociación para simular
interés y hasta pueden separar a algunos uniformados de sus tareas, enviándolos
a otros sitios.
Lo más común es
que los gobiernos acepten que hay injusticias, en general, y que atribuyan la
violencia de los estallidos a la precariedad del empleo juvenil y otras
consecuencias del sistema, sin abordar las causas de fondo.
Levantamiento
es algo diferente. Un cuerpo organizado decide su comienzo, traza los objetivos
y los modos, los puntos de concentración y de repliegue, y en diálogo colectivo
decide el momento en que el levantamiento finaliza. El mejor ejemplo es el
levantamiento indígena y popular de octubre de 2019 en Ecuador. Duró 11 días,
fue decidido por las bases de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de
Ecuador y se plegaron sindicatos y jóvenes de las periferias urbanas.
La violencia
fue acotada por las guardias de las organizaciones, que impidieron saqueos
inducidos por policías infiltrados. Se decidió finalizarlo en enormes asambleas
en Quito, luego de que el gobierno de Lenín Moreno anuló el paquete de medidas
neoliberales que generó la movilización. El parlamento indígena y de los
movimientos sociales creado días después, fue el encargado de darle continuidad
al movimiento.
Un
levantamiento puede reforzar la organización popular. En Chile, donde prefieren
decir revuelta y no estallido, se crearon más de 200 asambleas territoriales
durante las protestas en casi todos los barrios populares.
La acción colectiva masiva y contundente debe reforzar la organización, porque es lo único que puede darle continuidad en el tiempo largo. Las clases dominantes aprendieron hace ya tiempo a capear los estallidos, porque saben que son efímeros. Si nos organizamos, las cosas pueden cambiar, pero nada lograremos si creemos que el sistema caerá con una sola trompada.
Artículo
publicado originalmente en La Jornada.
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