ABRIR LAS ESCUELAS ES
MÁS URGENTE Y NECESARIO PARA LA RECUPERACIÓN ECONÓMICA QUE LOS AVIONES O LOS
TRENES DE ALTA VELOCIDAD
Viçen Navarro
Artículo publicado en el
diario Público
16 de julio de 2020
Como he indicado en
artículos anteriores, existe casi un consenso entre los gobernantes de los
países a los dos lados del Atlántico Norte (América del Norte y Europa
Occidental) de que hay que aumentar el gasto público en cantidades nunca vistas
antes para, por ejemplo, ayudar a empresas privadas que se consideran clave con
el objetivo de asegurar la movilidad de bienes y servicios necesarios para la
recuperación económica. De ahí que se estén proveyendo gran cantidad de fondos
públicos a las aerolíneas y a las empresas de comunicación digital,
consideradas clave para tal recuperación económica. Ahora bien, hay algunas
áreas que apenas han tenido visibilidad en los mayores medios de información y
que, sin embargo, son mucho más importantes para agilizar tal recuperación que
aquellas empresas. Me estoy refiriendo a los servicios de atención y educación
a las criaturas, niños y niñas, y adolescentes, cuyos déficits de recursos y de
financiación están retrasando tal recuperación. Estamos viendo ya cómo el cierre
de las escuelas durante los meses de confinamiento ha tenido un impacto
paralizante sobre la economía española, al mantener a los padres y madres -la
mayoría, trabajadores y trabajadoras- en su casa, atendiéndoles.
Qué pasa cuando las
escuelas se cierran en un país Durante varios meses, grandes sectores de la
población han estado confinados en casa y, por lo tanto, la educación de
criaturas, niños y niñas y jóvenes ha sido a distancia, es decir, por medios
digitales. Pero esta situación ha tenido consecuencias enormemente negativas
que explican la resistencia de la ciudadanía a continuar tales confinamientos.
111 Entre ellas está el gran retraso escolar que ha causado la interrupción de
la docencia presencial. El cambio obligado en el modelo de educación debido a
la pandemia, de presencial a virtual, ha implicado, para grandes sectores del
alumnado, un impacto negativo muy significativo para su desempeño escolar. En
EEUU se ha cuantificado este retraso y supone, aproximadamente, el equivalente
al contenido de todo un curso académico. Esta situación ha dañado
primordialmente a aquellas criaturas, niños y niñas y adolescentes de familias
con pocos recursos, que no disponen de ordenadores y/o conexiones estables y/o
seguras a internet, a lo que se añade la tendencia a una menor capacidad de los
padres y madres de esas familias para ayudarles en sus estudios, ya sea debido
a un menor nivel adquirido de estudios o a una falta de tiempo causada por las
largas jornadas de trabajo a las que están sometidos. Todo ello acentúa las
enormes desigualdades de oportunidades que existen en España (acrecentadas por
la dicotomía escuela pública versus privada-concertada que caracteriza el
sistema escolar español), dañando así especialmente a las clases populares con
menos recursos. Esta situación de desventaja educativa marca a esos estudiantes
para el resto de sus vidas, violando el principio democrático de que todo
ciudadano debería tener las mismas oportunidades para avanzar en nuestra
sociedad.
Otras dimensiones del
sistema escolar que han desaparecido con el cierre de las escuelas Pero el daño
no es solo educacional. El sistema educativo también incluye toda una gama de
servicios, desde la alimentación a los servicios sanitarios (en muchos países,
el proceso vacunal se realiza a través del sistema educativo), que quedan muy
limitados en el contexto de la educación virtual, al diluirse la relación
interpersonal intrínseca a la docencia presencial. La ausencia o limitación de
estos servicios crea problemas gravísimos para las familias. Y en España, decir
“familias” equivale a decir “mujeres”. De ahí que la ausencia de estos
servicios (desde la función de guardería a la alimentaria, además de la
educativa) cree una problemática enorme para las mujeres (ya enormemente
sobrecargadas) y para el resto de los miembros de las familias, forzándolos (y
muy en especial a las mujeres) a hacer cambios en sus horarios de trabajo, que
afectan enormemente a la dinámica de su vida laboral y, por lo tanto, a la vida
económica del país. Sin lugar a duda, la retención de la mujer en 112 las
tareas familiares es una de las mayores causas de su escasa participación en el
mercado de trabajo (62%) y, por lo tanto, del escaso desarrollo del país. Si su
presencia en el mercado laboral fuera del 80%, como en Suecia, habría 2,5
millones más de trabajadores en España, creando riqueza, pagando impuestos y
cotizando a la Seguridad Social, aumentando el nivel de vida de las familias y
la demanda doméstica, que es el motor de la economía.
De ahí la urgencia de que las escuelas se reabran en
septiembre
Hay un deseo enorme y
comprensible de que se abran las escuelas y volver a la normalidad cuanto
antes. Este deseo está generalizado. Pero existe un gran problema. Y es que hay
una pandemia. Volver a la normalidad es imposible, si por normalidad se
entiende hacer las cosas como se hacían antes de la pandemia. De ahí que,
excepto en casos extremos (como ocurre con el gobierno Trump de EEUU, que exige
la reapertura completa e inmediata de las escuelas, ignorando la gravedad de la
pandemia), en la mayoría de los países del Atlántico Norte se ha generado una
profunda reflexión sobre cómo hacer esta apertura de las escuelas, a fin de
minimizar los riesgos de la propagación de la pandemia.
Para realizar bien esta
reflexión, es importante conocer la naturaleza del riesgo para evitar la
indiferencia, por un lado, o la excesiva alarma, por el otro. Y parece ser que
el conocimiento epidemiológico más creíble indica que las posibilidades de que
las escuelas se conviertan en grandes fuentes de contagio son limitadas. Según
la American Academy of Pediatrics, el porcentaje de los casos conocidos de la
enfermedad generada por el coronavirus que se dan en niños o niñas está muy por
debajo del peso que la población de estas edades tiene en EEUU. Otra nota
positiva es que su tasa de hospitalización es de 0,1 por cada 100.000
habitantes, comparada con la de 7,4 por cada 100.000 habitantes en la franja de
edad de 50 a 64 años (ver el artículo “We Have to Focus on Opening Schools,
Not Bars”, de Jennifer B. Nuzzo y Joshua M. Sharfstein, New York Times,
01.07.2020). Y la tasa de mortalidad es muy, muy baja. En resumen, la evidencia
científica parece confirmar que el coronavirus 113 afecta a la infancia y a la
niñez, pero en menor intensidad que al resto de la población. Es más, su rol
como transmisora del virus es menor que el que tienen propagando la gripe. Es
cierto que pueden contagiar, pero menos que en el caso de la gripe.
El profesor Joshua
Sharfstein, de la John Hopkins University y miembro del JHU[1]UPF
Public Policy Center (experto en el análisis de la expansión de la pandemia y
sus consecuencias), tras un estudio exhaustivo de la incidencia y prevalencia
de la enfermedad de la COVID-19 entre las criaturas y los niños y niñas,
concluyó que el riesgo de propagación y contagio de la pandemia a través de la
apertura de las escuelas es muy limitado. Pero (y es un pero importante)
existe. Y ahí está el punto a resolver: cómo minimizar este riesgo para los
niños y niñas y para otras personas que pudieran ser contagiadas por tales
criaturas, lo cual nos lleva a analizar el significado de la “nueva
normalidad”, así como la importancia que este riesgo tiene para facilitar u
obstaculizar la integración de la mujer en el mundo laboral. Y es ahí donde el
Estado (ya sea a nivel central, autonómico o local) debe invertir recursos para
minimizar tales riesgos.
Medidas que han mostrado ser eficaces en el establecimiento
de una nueva normalidad
La experiencia internacional muestra
claramente las intervenciones requeridas para alcanzar esta “nueva normalidad”,
y que han permitido abrir las escuelas en otros países. Austria, Dinamarca,
Alemania y Noruega son casos exitosos en la limitación del riesgo de contagio.
Y una medida importante ha sido limitar el tamaño de las aulas, adoptando
medidas muy activas de prevención y control de las infecciones, tales como la
distancia entre estudiantes y docentes, el uso obligatorio de mascarillas (con
controles diarios de los síntomas de enfermedad y contagio entre los
estudiantes, empleados y docentes) y la implementación de normas de
comportamiento higiénico. También han mostrado la importancia de espaciar las
aulas, impartiendo docencia en espacios al aire libre y/o habilitar espacios
extra mediante módulos de montaje rápido (cuando sea necesario) para mantener
la 114 distancia requerida. Y siempre se hace imprescindible la planificación
del año académico, para resolver los brotes que pudieran surgir y que puedan
exigir medidas complementarias en casos excepcionales, como recurrir a la
docencia online. Ni que decir tiene que todo ello implica un gran aumento de
recursos, incluyendo de personal, que debe ser objeto de una ayuda
extraordinaria por parte del Estado.
Y es esto lo que me
devuelve al punto de partida del artículo: las prioridades en las ayudas de
gasto público. Un elemento clave de la recuperación económica es corregir los
enormes déficits que existen en el Estado del Bienestar español, déficits que,
como he mostrado y señalado en otro artículo, están obstaculizando el
desarrollo económico y social de España. ¡Repito lo que dije anteriormente!
Existen amplios acuerdos entre las fuerzas democráticas de todos los colores
que hay que reindustrializar el país para llevar a cabo una reconversión muy
notable de su esfera productiva, yendo en la dirección, por ejemplo, de
sustituir la dependencia de energías contaminantes por fuentes de energía
renovables. Y en los centros progresistas, la expresión New Deal Verde está
haciendo fortuna. Pero no hay igual sensibilidad en cuanto al New Deal Social,
sin el cual no podrá garantizarse un desarrollo más justo, equitativo y
liberalizador del que tenemos en la actualidad, y que nos lleva a un desastre
humano, social y económico.
Se ha hablado mucho del
impacto del confinamiento en la economía, pero se ha hablado muy poco del
impacto que este confinamiento ha generado directamente en las criaturas, niños
y niñas y adolescentes, e indirectamente en las familias, de las cuales la
mayoría son personas normales y corrientes que adquieren sus ingresos a través
de los salarios, y que antepondrán por encima de todo la salud de sus miembros,
y muy en particular de los más vulnerables, particularmente sus mayores y sus
criaturas, niños y niñas. De ahí que, si esto no se garantiza, la recuperación
económica no se dará ni con la rapidez que se requiere ni en la dirección hacia
una sociedad más justa que se necesita. Así de claro.
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