martes, 16 de febrero de 2021

Covid-19. Su legado. Y por esto perdemos todos los trabajadores los partidos por goleada, aunque no hubiera estado vendido el árbitro y además hubiera arbitrado muy bien, porque no sabemos el origen de los problemas que nos acontecen. Y como no sabemos el origen tampoco podemos saber la solución. Y si no los sabemos no es porque seamos tontitos, que no lo somos, sino porque no se nos ha enseñado y, lo que es lo más grave: porque se procura por todos los medios (incluidos prensa, radio y televisión) que no lo sepamos, empezando por los partidos que dicen ser de izquierdas y que dicen estar para defender nuestros intereses. Nosotros, como cosa generalizada, no sabemos interpretar la siguiente fórmula, a pesar de su relativa y chiripitiflauticamente sencillez: D – M … P … M´ - D´, que tan solo necesita una elemental, pero elemental explicación, y quien sepa sumar, restar, multiplicar y dividir la podría entender. Y que no se me amilane ningún trabajador por no saberla ahora, que con toda seguridad habrá más de un doctor en la doctorilandia que no tendrá ni puta idea de la misma, y más de uno de estos, incluso cien, cinco mil o más, estarán en el chupeteo teta borrega pública, en el jueguecillo ese de las secretarías generales de los partidos políticos para el jugueteo político de la dirección de políticas que, como ellos están jugueteando con barrida para la propia casa, denominarán políticas de izquierdas. Fíjense lo sencillo que será que hasta el último de la fila, o sea, yo por ejemplo, el más tonto, que por eso soy el último de la fila, podría dar esa explicación (pero ojito no se me vayan a confundir. He dicho que soy el más tonto, pero no he dicho que sea tonto entontecido, que varía mucho la cosa, amigo. Así que ojito con lo que se dice). Esta fórmula, que ni que decir tiene, no es mía, sino de Marx. Marx es el punta hombre gol que acaba de fichar en la temporada primavera otoño verano invierno la Asociativa Real Madrid & Noi Acompañativa Futbol Club Barcelona por Obra y Gracia de la Espiritual Santa, que ya saben ustedes que fue el que cuenta en su golaberage particular con el doblete de la instauración de la ciencia del materialismo histórico y con la apertura de la filosofía del materialismo dialéctico, de lo que no es menester hablar por ser harta y sobradamente conocido y practicado en toda tierra de garbanzos, o sea, en el mundo entero y parte del extranjero. Pues bien, esa fórmula expresa en esencia el funcionamiento del sistema capitalista (que-no-lo-sa-be-mos. Las consecuencias del capitalismo sí las sabemos. Pero su funcionamiento es otra cosa bien distinta), indica su desarrollo y muestra de manera objetiva (si es que las matemáticas son objetivas, si no nada), que a partir de un determinado momento el capitalismo se bloquea y ya no puede seguir funcionado (sin ninguna necesidad de que yo lo empuje y sin que yo que soy muy retozón y para esto soy más chulillo que un ocho le ponga palos en las ruedas para joderlo, trastocarlo y desbaratarlo). Este momento en que el capitalismo empieza a dejar de funcionar comenzó en 2008, pero por ahora vamos a dejar este asunto, que ya tenemos suficiente con lo que venimos tratando. En cuanto entendamos la formula en cuestión se nos empezaran a ir los miedos, las frustraciones, las desesperanzas, las impotencias y los acojonamientos personales. Y entonces serán otros los que empiecen a decir: ¡Coño!, si lo sé no vengo. Pues eso, pidan esa explicación a dirigentes, compañeros, camaradas o santos del santoral de la política y de la asociativa compostelana y ya me irán contando.


Pese a la debacle global que la pandemia ha causado, prácticamente nada se ha tocado de sus causas, lo cual afirma las bases para que sigan preparándose próximas pandemias. El panorama sin duda es sombrío.


EL LEGADO DE LA PANDEMIA



 Silvia Ribeiro

El Viejo Topo

16.02.2021

Nadie olvidará el 2020. Nunca antes tantos saludos de cambio de año fueron a propósito de terminar, dejar atrás, salir de ese año como de la peste, literalmente. Excepto varias de las más grandes empresas farmacéuticas, los titanes tecnológicos y unas cuantas trasnacionales más que aprovecharon el desastre para cosechar ganancias en volúmenes que la mayoría de la gente no podemos ni imaginar. Basadas, además, en enormes subsidios públicos y en no pagar impuestos, especialmente las plataformas digitales.

Según el informe El virus de la desigualdad (Oxfam, 2021), los milmillonarios que vieron afectadas sus fortunas, recuperaron el nivel previo a la pandemia en apenas nueve meses, mientras la pobreza en el mundo aumentó notoriamente y se sigue profundizando. Para los miles de millones de personas de la población mundial en situación de pobreza, recuperar el escaso poder adquisitivo que tenían antes de la pandemia tomará más de una década. Algo además incierto (https://tinyurl.com/23zy6zz9).

Desde el inicio de la pandemia, los 10 hombres más ricos del planeta (siete de ellos dueños de plataformas y empresas digitales) agregaron más de 500 mil millones de dólares a sus abultadas arcas. Oxfam pone el ejemplo de Jeff Bezos, actualmente el segundo individuo más rico del mundo, fundador de la plataforma digital Amazon. Con la fortuna personal que acumuló entre marzo y agosto 2020, podría haber pagado a cada uno de sus 876 mil trabajadores un bono de 105 mil dólares y aún seguiría siendo tan rico como al inicio de la pandemia.

Se hizo patente la destrucción o falta de sistemas de atención de la salud accesibles para las mayorías en muchos países. La educación formal se realizó con grandes limitaciones y en modo virtual en todos los niveles, aumentando en estos sectores también la brecha entre pobres y ricos. La carga de trabajo para las mujeres aumentó mucho más que para los hombres, también la violencia de género.

Al aumento brutal de la desigualdad que ya existía, se sumó el hecho de que las medidas restrictivas para contener los contagios dejaron una importante huella negativa en la interacción social y una ola de contención de las luchas sociales, al no poder participar en forma presencial en protestas, reuniones, etcétera. A tono con lo mismo, se enlentecieron e hicieron más injustas (por idioma, zonas horarias, acceso a internet) las discusiones en Naciones Unidas sobre alimentación, cambio climático, biodiversidad, y se limitaron seriamente las posibilidades de participación de la sociedad civil en esos ámbitos. La tendencia de los gobiernos del G-7 hacia el resto de los países es convertir esas discriminaciones en permanentes.

Para las grandes plataformas digitales y empresas tecnológicas, las ganancias han sido indescriptibles, pero no sólo en dinero, también en poder y control. Ya están presentes en todas las industrias –incluso agricultura y alimentación– en el trabajo, educación, salud, comunicación, sistemas de gobierno, redes sociales, sistemas financieros.

Todas y todos somos sus presas y el comercio de nuestros datos, sus principales fuentes de ganancia. Prácticamente no están reguladas en ninguna parte y apenas se ha comenzado tímidamente a intentar supervisarlas en algunos países, solo en aspectos parciales. No tiene precedente el peso y poder económico y de cabildeo de estas empresas frente a gobiernos nacionales e internacionales, sumado a que tienen control de sus datos e instrumentos.

A las medidas de Twitter de cerrar cuentas de quien considere según su criterio y conveniencia, se suma el reciente anuncio de Facebook e Instagram, de cerrar las cuentas que comenten que las vacunas podrían no ser efectivas o que el virus podría haber sido producto de una manipulación de laboratorio. Más allá de que existe mucha basura en Internet (que las plataformas alientan), de que nos alegre que cancelen los mensajes de Trump o que estemos o no de acuerdo con posiciones críticas sobre las vacunas, el fenómeno de la censura ejercida por los gigantes tecnológicos abre una batería de preocupaciones.

Mientras Facebook – cuyo fundador Mark Zuckerberg es uno de esos 10 hombres más ricos del globo– sostiene que las vacunas son la solución para la pandemia y se arroga determinar qué y quien puede hablar sobre ellas, Oxfam explica en su informe que nueve de cada 10 personas en países pobres no tendrán acceso a las vacunas en este año, aunque varios de los países más ricos han comprado dosis para inocular a toda su población tres veces. El debate de los muchos y diferentes impactos de esta industria es urgente e impostergable.

Pese a la debacle global que la pandemia ha causado, prácticamente nada se ha tocado de sus causas, lo cual afirma las bases para que sigan preparándose próximas pandemias. Por ejemplo, para parar la destrucción de la biodiversidad que aumenta con megaproyectos mineros, de transporte, energía, expansión de la frontera agrícola (https://tinyurl.com/1lydnlmh).

El panorama sin duda es sombrío. Que muchos aspectos del capitalismo hayan quedado al desnudo, también ayuda a combatirlo. Existe un creciente tejido de debates y acciones entre comunidades, organizaciones y movimientos populares que siguen actuando solidariamente, pensando, cuestionando, construyendo.

Artículo publicado originalmente en La Jornada.

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