Transición 1974-1982: la
CIA toma el control del PSOE
Alfredo Grimaldos,
extractos del libro ‘La CIA en España’.
Transición
1974-1982: la CIA toma el control del PSOE (lahaine.org)
06/12/2020
Sólo seis meses después
de la Revolución de los Claveles, el 14 de octubre de 1974, se celebra en la
ciudad de Suresnes, cercana a París, el XIII Congreso del PSOE, que va a llevar
a un tal “Isidor”. hasta la cúpula de la organización. Desde el 14 de julio
pasado, Franco sufre una complicada flebitis y se ha llegado a temer por su
vida. La situación que se está creando en la península Ibérica resulta muy
preocupante para los norteamericanos, se les ha ido de las manos el asunto
portugués y van a impedir, a toda costa, que la historia se repita en
España.Felipe González es el joven abogado sevillano, casi desconocido incluso
para algunos de sus compañeros, que se enmascara tras el nombre de guerra de
“Isidor”.. Consigue suceder como secretario general del partido al veterano
militante socialista Rodolfo Llopis, que no reconoce las resoluciones adoptadas
en Suresnes. El congreso ha sido convocado por un grupo de jóvenes militantes
desgajados de lo que, en adelante, se conocerá como PSOE (Histórico). En
realidad, Nicolás Redondo era la figura menos discutida para acceder a la
Secretaría General, pero el sindicalista vasco se niega a presentarse a la
elección, a pesar de ser propuesto mayoritariamente para ocupar el cargo que
está en liza.
González y otros
miembros de la nueva dirección del partido han conseguido llegar a Francia
gracias al apoyo prestado por el propio Servicio Central de Presidencia de
Gobierno. Los oficiales del organismo de inteligencia creado por el
almirante Carrero Blanco son los encargados de proporcionarles los pasaportes.
“En un restaurante de la
calle madrileña de Santa Engracia, hablamos con González, en presencia de
Enrique Múgica, para garantizarle su viaje a Suresne”., señala el entonces
capitán del SECED Manuel Fernández Monzón. “Otros compañeros se entrevistaron
con Nicolás Redondo, y él entendió enseguida que debía ceder el puesto a un
secretario general más joven y con otras características. Cuando Felipe
González volvió de Francia, después de haber sido elegido, un comisario de
Sevilla le detuvo, creyendo que había dado un pelotazo. Se llevó una bronca tremenda
y tuvo que soltarle enseguida, claro”.
Otros dos miembros
relevantes del SECED, Andrés Cassinello y José Faura, mantienen una larga
entrevista con Felipe González y con Alfonso Guerra, inmediatamente después de
que el clan sevillano se haga con los mandos del PSOE.
“Entre 1964 y 1975
estuve precisamente en la información del mundo universitario, muy
estrechamente relacionado con la política entonces clandestina. Y lo que viví
fue que, a partir de cierto momento, la dictadura propició el resurgir del PSOE,
para ahogar al PCE”, declara el comisario Manuel Ballesteros a la periodista
Pilar Urbano.
“A los socialistas no se
les detenía, a los comunistas, sí. Estando yo en la Brigada Social, esa era una
indicación de los mandos. Más aún: la policía no sólo miraba para otro lado,
haciendo la vista gorda, sino que a veces ayudaba a pasar la valija con la
propaganda y los documentos internos del partido que los de Rodolfo Llopis (el
PSOE del exterior) enviaban de allá para acá”.
A finales de los
setenta, con Adolfo Suárez como primer ministro, Ballesteros aparece detrás de
algunas acciones criminales de guerra sucia contra ETA protagonizadas por el
Batallón Vasco Español. Posteriormente, el Gobierno de Felipe González le
recupera para nombrarle nada menos que jefe del MULC (Mando Unificado de Lucha
Contraterrorista), durante la época de actuación de los GAL.
Meses antes de la
celebración del Congreso de Suresnes —que se financia con fondos provenientes
del Partido Socialdemócrata de Willy Brandt—, el comandante Miguel Paredes, del
SECED, y el inspector Emi Mateos, destinado en la Jefatura Superior de Policía
de Bilbao, ya han empezado a trabajar en lo que llaman Operación Primavera: una
serie de contactos con algunos miembros del PSOE del interior, para ver cuáles son
sus planteamientos políticos. Especialmente con Nicolás Redondo y Enrique
Múgica.
“En el SECED nos
propusimos empezar a reunimos con ellos —recuerda el entonces comandante
Paredes—, para ver hasta dónde llegaba su izquierdismo, su ímpetu
revolucionario, su afán izquierdista… y tratar de acercarlos hacia posiciones
más templadas, menos radicales, más en la línea de la moderación pragmática que
les recomendaba Willy Brandt”.
Los encuentros entre los
agentes del SECED y los socialistas continúan, y a ellos se incorporan algunos
militantes más.
“Después de cada
encuentro redactábamos un informe para el Servicio”, continúa Paredes su
relato. “Nuestra impresión entonces era que el líder ideológico, el que pensaba
más largo, más rápido y con más calado era Pablo Castellano. El mayor peso
moral lo tenía Nicolás Redondo. Felipe González nos pareció un conversador
ágil, brillante, con “charme”… Pero, de pronto, sacó un largo cohiba, lo
encendió con parsimonia y se lo fumó como un sibarita. A mí ese pequeño detalle
me chocó, me extrañó. Era un trazo burgués que no encajaba con sus calzones
vaqueros, ni con su camisa barata de cuadros, ni con su izquierdismo… En mi
informe oficial no mencioné esa bobada del habano ni lo que me sugirió. Pero en
mi agenda privada de notas sí que escribí: “Felipe González, el sevillano,
parece apasionado pero es frío. Hay en él algo falso, engañador. No me ha
parecido un hombre de ideales, sino de ambiciones”.
Y prosigue el antiguo
agente del SECED: “El Ministerio de la Gobernación tenía entonces la facultad
de conceder o denegar el pasaporte a un ciudadano. Ellos lo habían pedido
muchas veces y siempre les habían dicho que no. Me dieron una lista en la que
figuraban los nombres de Enrique Múgica, Eduardo López Albizu, Nicolás Redondo,
Ramón Rubial, Alfonso Guerra, Pablo Castellano, Felipe González y otros dos
militantes asturianos. El Gobierno lo dudó mucho, le dieron mil vueltas, que
sí, que no… Al final se aceptó bajo la condición de que, al volver a España,
devolvieran enseguida esos pasaportes.Y lo hicieron. Tardaron mucho pero los
devolvieron. Aunque no todos: Felipe González se lo quedó. A Mugica, por el
retraso, le hicimos pagar una “multa” especial: invitarnos a comer a base de
bien. Y lo hizo. En la Panière Fleurie de Rentería”.
Los delegados que
asisten al Congreso de Suresnes representan, oficialmente, a tres mil
militantes del interior, pero, en realidad, esa cifra hay que rebajarla a menos
de la mitad. Durante los últimos años del franquismo, el PSOE es poco más que
una sigla. El mayor peso de la resistencia contra el régimen lo han llevado los
comunistas. En definitiva, lo que se produce en 1974 es una refundación del
partido creado por Pablo Iglesias, con el modelo portugués como telón de fondo.
En el país vecino no existía ni siquiera un partido socialista histórico y hubo
que inventar uno. Su primer secretario general, Mário Soares, tenía contacto
con la CIA desde los años sesenta. “Exiliado, en 1973 recibiría ayuda para
fundar bajo el patrocinio del Gobierno de Bonn un “partido socialista
portugués”, escribe Joan Garcés en su excelente libro Soberanos e intervenidos.
“Derrocada la dictadura en 1974 por el MFA (Movimento das Forças Armadas),
Soares regresaba a Portugal, donde pronto pediría y recibiría ayuda clandestina
directa del Gobierno de Estados Unidos y sus aliados europeos (RFA, Reino Unido
y Francia), e indirecta a través de empresas y fundaciones alemanas y de otros
países”.
La escasa incidencia del
PSOE en la realidad política española de los primeros años setenta la reconoce
el propio Francisco Bustelo, uno de los militantes elegidos como miembros de la
Comisión Ejecutiva del partido en Suresnes. Sin embargo, todo cambia a partir
de ese congreso:
Las embajadas en Madrid
empezaron a recibir entonces instrucciones de que se pusieran en contacto con
nosotros. Acompañé a González a visitar a algunos embajadores, entre ellos el
estadounidense, y tuve que entrevistarme con otros funcionarios norteamericanos
de menor categoría. A los norteamericanos les causé buena impresión. Durante
los años siguientes me solía llamar el consejero político de esa embajada,
persona muy enterada de lo que sucedía en España, para que comiésemos juntos.
En la dirección surgida
de Suresnes hay tres grupos fundamentales: los vascos, con Redondo, López
Albizu, Múgica y Benegas; los andaluces, con González, Guerra y Galeote, y los
madrileños, con Castellano y Bustelo. “Los vascos, o mejor dicho, Redondo, que
era su peso pesado, decidían, por tanto”, señala Francisco Bustelo. “Si
apoyaban a los andaluces, como hicieron en Suresnes, González tenía el poder
asegurado. Redondo sabrá por qué lo hizo”. Felipe González controla el partido
a partir de ese momento e, inmediatamente, pasa a convertirse en un personaje
público de primer orden, con un papel estelar en la gran maniobra de
actualización controlada del régimen franquista. Joan Garcés escribe:
“Una campaña
subsiguiente introduciría ante la opinión pública nombres hasta entonces
desconocidos que, a poco andar (1975-1976), aislaron y marginaron a los militares
de la Unión Militar Democrática y, en general, a quienes eran reacios a que en
España entraran la CEE y la OTAN sin condiciones”.
Los servicios secretos
norteamericanos y la socialdemocracia alemana se turnan celosamente en la
dirección de la Transición española, con dos objetivos: impedir una revolución
tras la muerte de Franco y aniquilar a la izquierda comunista. Este fino
trabajo de construir un partido “de izquierda”, para impedir precisamente que
la izquierda se haga con el poder en España, es obra de la CIA, en colaboración
con la Internacional Socialista. El primer diseño de esta larga operación se
remonta hasta la década de los sesenta, cuando el régimen empezaba ya a ceder,
inevitablemente, bajo la presión de las luchas obreras y las reivindicaciones
populares. El crecimiento espectacular del PCE y la desaparición de los
sindicatos y partidos anteriores a la Guerra Civil, especialmente la UGT y el
PSOE, hacen temer una supremacía comunista en la salida del franquismo. Los
cerebros de la Transición comienzan a marcarse objetivos muy concretos.
En 1962 el PSOE y la UGT
sólo cuentan con unos centenares de militantes en toda España, mientras que en
el extranjero, un grupo de viejos socialistas, con Rodolfo Llopis al frente,
intentan aparentar una presencia en escena que no va mucho más allá de la
asistencia a “contubernios” como el de Munich. Convencidos de que este PSOE no
logrará tener la suficiente implantación para competir con ventaja, frente a
los comunistas españoles, al final del franquismo, los servicios de información
norteamericanos y alemanes se ponen manos a la obra para construir un nuevo
partido, más vistoso en lo externo y manejable en lo interno.
Algunos socialistas no
esperan a que la CIA llame a su puerta y son ellos mismos los que ofrecen
espontáneamente sus servicios a los norteamericanos. Es el caso de Carlos Zayas
Mariátegui, desde la ASU (Agrupación Socialista Universitaria), quien, según
documenta Joan Garcés, “aparece informando asiduamente a la Embajada sobre
personas de sensibilidad socialista susceptibles de sumarse a combatir al
Partido Comunista si recibieran los apoyos materiales que buscaban. Zayas
señalaba, entre otros, a Joan Raventós Carner en Barcelona, a José Federico de
Carvajal y a Mariano Rubio, al tiempo que desvelaba como principal agente del
Partido Comunista en Madrid a Federico Sánchez”.
Zayas será diputado del
PSOE por Huesca en 1977; Raventós, embajador en Francia, después de haber
participado en la famosa comida de Lérida en la que el general Armada les cuenta
a Enrique Múgica y a él sus planes golpistas; José Federico de Carvajal llegará
a presidente del Senado y Mariano Rubio, a gobernador del Banco de España,
cargo del que dimite tras ser condenado por sus prácticas delictivas. Federico
Sánchez (alias de Jorge Semprún), convertido al anticomunismo, será
ministro de Cultura con Felipe González entre 1988 y 1991.
Una de las claves de las
operaciones secretas de la CIA para controlar los medios socialistas españoles
en el exilio es la introducción en estos círculos de un antiguo dirigente del
POUM, Julián Gorkin. A principios de los sesenta, Gorkin es uno de los
personajes que impulsa el llamado “Congreso por la Libertad Cultura”. y aparece
al frente de distintas publicaciones financiadas por la CIA, como las revistas
Cuadernos, editada en París; Examen, en México, y Encounter, en Gran Bretaña,
dentro de un amplio esquema propagandístico de matiz netamente anticomunista
diseñado desde Langley. Más tarde, dirige también la revista Visión, en la que
defiende los puntos de vista de las sucesivas Administraciones norteamericanas
en relación con Latinoamérica. El 13 de mayo de 1967,1a propia Asamblea General
del “Congreso por la Libertad Cultura”. reconoce los estrechos vínculos
financieros y políticos de este organismo con la CIA. Según Francés Stonor
Saunders, el principal impulsor del congreso es el agente de la CIA Michael
Josselson.
Julián Gorkin aparece,
además, al frente del llamado “Centro de Documentación y Estudio”., que tiene
su sede en París. Ocupa el cargo de vicepresidente, mientras Salvador de
Madariaga ostenta, a título honorario, la presidencia. Las líneas generales del
Boletín Informativo del centro están caracterizadas por las directrices de
acción política clandestina de la CIA en ese momento: se intenta potenciar a la
inexistente ASO (Alianza Sindical Obrera) y a la oposición monárquica y
socialdemócrata. Gorkin entra pomposamente en el PSOE en el año 1973, en plena
campaña interna de renovación del partido, que terminará con la sustitución de
Llopis por Felipe González. Incluso ofrece una conferencia, el 22 de diciembre
de ese año, en los locales de la UGT en París, bajo el título “Motivos de mi
afiliación al Partido Socialista Obrero Españo”.. En varios artículos del
Boletín Informativo de Gorkin ya pueden verse los argumentos esenciales que
serán utilizados por Felipe González y Alfonso Guerra en Suresnes. El primer número
de ese boletín explica “la necesidad de una izquierda radical que compita, en
el campo de la clase obrera, con el Partido Comunista de España, para
restarle base y movilidad social”.
Hablamos después de las
actividades de la CIA en el mundo occidental y, en especial, en relación con
España. La prensa internacional, digo al Caudillo, comenta las actividades de
ese organismo. Su obsesión es conseguir que nuestro Estado tolere primero y
legalice después la acción de dos partidos, uno de carácter socialista y otro
democrático, que deberán tener su expresión en dualidad similar en el campo
universitario y sindical. Para conseguirlo no vacilarán en financiar
sistemáticamente a grupos de activistas (que han creado la ASO y la FUDE). Por
ahora no se proponen como objetivo derribar el Estado, sino importunarlo,
preocuparlo, no dejarlo en paz para que se arranque al Partido el compromiso de
una coexistencia entre lo legal y lo ilegal, con aspiraciones de suceder al
Régimen una vez desaparezcan. Estas objeciones, según la información que doy al
Caudillo, las expone la CIA con toda tranquilidad, a la luz del día,
financiando las huelgas de Asturias o los.tumultos de Madrid y Barcelona. La
CIA cree que con esas actividades cumple el deber de prever el futuro, pues, de
lo contrario, al régimen débil sucedería el caos y a éste, el comunismo.
En el intento de
creación de la ASO participa un personaje extraño: Josefina Arillaga, vinculada
ya en ese momento a la Fundación Friedrich Ebert, del Partido Socialdemócrata
alemán, y considerada, en los propios medios socialistas, como “buena amiga”.
del entonces jefe del Sindicato Vertical franquista, el falangista José Solís
Ruiz. Arillaga, representante oficiosa en Madrid de Rodolfo Llopis durante
varios años, hasta 1973, mantiene estrecho contacto con José Federico de
Carvajal, un personaje muy bien relacionado con los norteamericanos, que
llegará a presidente del Senado con el PSOE.
La fase final del asalto
al viejo y poco implantado Partido Socialista Obrero Español tiene lugar a
partir de 1970, en una batalla en la que se combinan nombres como el de Willy
Brandt, en ese momento secretario general del SPD; Max Diamant, asesor del
Sindicato del Metal alemán; Enrique Múgica, y Hans Mattholfer, destacado
sindicalista alemán que edita la revista Express Español en Alemania. El hombre
de Hans Mattholfer en la UGT, Carlos Pardo, tiene también un interesante
historial: en 1970 es detenido en Madrid por la Brigada Criminal, acusado de
diversos delitos comunes, y se descubre que antes ya ha sido expulsado de
Paraguay por estafa. Mattholfer tiene entonces que viajar personalmente a
España y entrevistarse con el entonces director general de Seguridad, Carlos
Arias Navarro, que pone en libertad a Pardo sin que se le incoe ningún
procedimiento judicial. En una carta dirigida a un militante socialista
madrileño, Rodolfo Llopis escribe: “Por si no lo sabes, Mattholfer protege y
ayuda económicamente a los escisionistas del PSOE. Y ha encontrado en Pardo un
lacayo a su medid”. Otro personaje turbio que actúa en ese entorno es Manuel
Simón, dirigente de las Juventudes Socialistas de Toulouse, que más adelante
será nombrado responsable de Relaciones Internacionales de UGT. Simón, que
tendrá un papel clave en el defenestramiento de Llopis, es expulsado de
Portugal tras la revolución del 25 de abril, acusado de ser agente de la CIA.
Dólares ‘fundacionales’
Una mujer clave en el
complejo entramado financiero del renovado PSOE es Carmen García Bloise, que
mantiene estrechos vínculos con los socialdemócratas germanos. Parte de los
fondos que van llegando al partido se comienzan a canalizar a través de la
recién creada Fundación Pablo Iglesias, sucursal de la alemana Friedrich Ebert,
Pero los cauces de financiación son diversos. Por ejemplo, en 1979 se desvelará
que la UGT ha recibido 200 millones de pesetas de los sindicatos amarillos de
Estados Unidos para intentar ganar las elecciones sindicales.
El ex agente de la CIA
Philip Agee declara a la revista Zona Cero, en marzo de 1987: “Dentro del
“Programa Democracia”, elaborado por la Agencia, se cuida con especial atención
a las fundaciones de los partidos políticos alemanes, principalmente a la
Friedrich Ebert Stiftung, del Partido Socialdemócrata, y la Konrad Adenauer
Stiftung, de los democristianos. Estas fundaciones habían sido establecidas por
los partidos alemanes en los años cincuenta y se utilizaron para canalizar el
dinero de la CIA hacia esas organizaciones, como parte de las operaciones de
“construcción de la democracia”, tras la Segunda Guerra Mundial. Después, en
los sesenta, las fundaciones alemanas empezaron a apoyar a los partidos
hermanos y a otras organizaciones en el exterior y crearon nuevos canales para
el dinero de la CIA. Hacia 1980, las fundaciones alemanas tienen programas en
funcionamiento en unos sesenta países y están gastando cerca de 150 millones de
dólares. Operan en un secreto casi tota”.. “Las operaciones de la Friedrich
Ebert Stiftung (Fundación), del SPD, fascinan a los norteamericanos,
especialmente sus programas de formación y las subvenciones que hicieron llegar
a los socialdemócratas de Grecia, España y Portugal, poco antes de que cayeran
las dictaduras en esos países e inmediatamente despué”, continúa Agee. “En
Portugal, por ejemplo, cuando el régimen de Salazar, que había durado cincuenta
años, fue derrocado en 1974, el Partido Socialista completo apenas habría
bastado para una partida de poker y se localizaba en París, sin seguidores en
Portugal. Pero con más de 10 millones de dólares de la Ebert Stiftung, y
algunas otras remesas de la CIA, el Partido Socialista Portugués creció
rápidamente y en poco tiempo se convirtió en el partido gobernante”.
Las fundaciones
políticas germanooccidentales proporcionan el modelo que el “Programa
Democracia” acaba adoptando para resolver uno de los principales dilemas de la
política exterior norteamericana: cómo “ayuda” a los partidos e instituciones
“democráticos y pluralistas” en países gobernados por dictadores que son
aliados y clientes de Estados Unidos. “Resultaba a menudo muy obvio que la
única oposición real a las dictaduras la representaban los comunistas y otros
revolucionarios, las únicas fuerzas políticas organizadas, capaces y dispuestas
a tomar el poder en un eventual colapso de las dictadura”, señala Agee. “La
experiencia de la intervención germanooccidental en Portugal y en otros países
resultaba llamativa para los norteamericanos e intentaron repetirla,
estableciendo un sistema de instituciones privadas de apoyo a los “amigos en el
exterior”. El apoyo de Estados Unidos a las dictaduras podría continuar
mientras los “amigo”. se preparaban para la “transición del autoritarismo a la
democracia”. Así, los norteamericanos podrían buscar de antemano el control de
todas las fuerzas políticas y neutralizar todo lo que se sitúa a la izquierda
de los socialdemócratas”.
El presidente Ronald
Reagan es uno de los más entusiastas defensores del “Programa Democraci”.. En
junio de 1982, ante el Parlamento británico, describe sus objetivos: “Este
nuevo programa construirá una infraestructura de libertad y democracia que
dejará al marxismo-leninismo en el estercolero de la Histori”..También alaba
los “abierto”. programas germanooccidentales, que, en realidad, están envueltos
en el mayor de los secretos y se les ocultan incluso a los propios miembros del
SPD.
¿Cómo se utiliza el
dinero de la CIA en estos programas? Cada uno de los principales destinatarios
ha descrito previamente sus necesidades y tiene que actuar de acuerdo con las
líneas centrales diseñadas en el programa correspondiente, que se resume en una
consigna: “Contribuir al desarrollo de acciones políticas en el extranjero para
enfrentar el ”desafío ideológico global soviético”. Las actividades proyectadas
cubren todo el espectro de objetivos de las organizaciones “democráticas” en el
exterior: gobiernos, partidos políticos, sociedades profesionales, medios de
información, universidades, cooperativas, sindicatos, asociaciones de
empleados, cámaras de comercio e industria, iglesias, organizaciones de mujeres
y estudiantes… En suma, todos los blancos tradicionales de la CIA. Otro
propósito establecido es el de promover la “disidencia”. en los países
socialistas, siguiendo el ejemplo del apoyo de la CIA a Solidaridad, en
Polonia.
El ejemplo de la
Friedrich Ebert Stiftung también es seguido como modelo en Centroamérica y el
Caribe durante los años setenta y ochenta. Constantine Menges, “oficial
nacional de la CIA para Améric”., es quien teoriza la receta de Estados Unidos
para esta región. Menges señala dos niveles de actividades gubernamentales y
privadas “provechosa”., mediante las cuales Estados Unidos “puede socorrer a
las fuerzas democráticas y debilitar aquellas que quieren polarizar el
hemisferio en regímenes comunistas y regímenes autoritario”.
Dentro del primer nivel
se entra en juego mediante medios “discreto”., como información, comunicación y
programas de intercambio cultural, para formar sistemáticamente “grupos
democrático”.. El segundo nivel de acción está previsto para concentrar la
atención en países “de especial interé”., con los que hay que intentar
“colabora”. a través de organismos semiautónomos, siguiendo el ejemplo de la
Friedrich Ebert Stiftung y la Konrad Adenauer Stiftung germanoocidentales,
manteniendo “una relación de total independencia con nuestra representación
diplomática oficial”.
‘Goodby’ marxismo
El 17 de mayo de 1979,
durante la celebración del XXVIII Congreso del PSOE, Felipe González impone que
desaparezca el término “marxismo”. de los estatutos del partido. Los militares
norteamericanos que tanto preguntaban por este asunto a los oficiales
españoles, durante los cursos de formación realizados en Estados Unidos, ya
pueden quedarse completamente tranquilos. Justo de la Cueva, miembro de la
comisión mixta de reunificación del PSOE madrileño (proviene del sector histórico),
desalentado, deja la militancia en ese momento y declara: “El PSOE va donde
diga la CIA a través de Willy Brandt. Hasta en el propio Bundestag alemán se
acaba de denunciar que la Fundación Friedrich Ebert del SPD recibe dinero
directamente de la CIA”. Los jóvenes que dieron el golpe de Estado dentro del
PSOE en Suresnes, comandados por González, van cumpliendo al pie de la letra el
guión que les han preparado. El poder está cada vez más cerca.
El papel que el PSOE
tiene que interpretar en la Transición está escrito desde bastante antes de la
muerte de Franco, pero se termina de pulir en 1974. El giro a la izquierda de
la Revolución de los Claveles coincide con los primeros pasos en público de la
Junta Democrática, constituida por iniciativa de Antonio García Trevijano y
auspiciada por el PCE. Desde el principio, Felipe González hace todo lo posible
para hundir este organismo unitario que reclama amnistía total, la formación de
un Gobierno provisional y la celebración de una consulta para elegir la forma
de Estado: Monarquía o República. “Cuando se produce la hegemonía del Partido
Comunista Portugués en el proceso político que se vive en el país vecino, el
secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, se alarma aún más y viaja
a Alemania para entrevistarse primero con el canciller Helmut Schmidt, y
después con Willy Brandt, que continúa teniendo una enorme influencia en la
Internacional Socialista. Les insiste en que apoyen decididamente al PSOE”,
señala García Trevijano.
Por eso Felipe González no
entra en la Junta, porque se siente respaldado por una potencia superior, por
los alemanes y los norteamericanos. Una vez que está seguro de ese apoyo, se
traslada a Madrid, donde tiene una entrevista con el Rey y con altos mandos del
Ejército, y ahí establecen la estrategia de que hay que ir gradualmente hacia
las libertades en España para evitar una radicalización de la situación. Felipe
González es el más interesado en mantener a los comunistas en la ilegalidad. A
mí me advierte de esta operación nada menos que Claude Chaisson, que luego
sería ministro de Exteriores con Mitterrand y entonces era comisario en
Bruselas del Mercado Común. Teníamos mucha amistad. El era miembro del Partido
Socialista Francés y estaba bien informado de todo esto. Ahí fue cuando cedimos
y constituimos la Platajunta, a sabiendas de que se estaba haciendo para que
entrara en ella el PSOE, que sería el traidor.
Pero más traidor sería
si estaba fuera. Y me di cuenta de que Santiago Carrillo, que era muy listo
para olfatear por dónde venían los aires políticos, quería seguir completamente
la política del PSOE.
En octubre de 1982,
Felipe González consigue su objetivo y gana las elecciones por mayoría
absoluta. Un año después,José Mario Armero le dedica un elogioso artículo en el
que repasa, de forma muy elocuente, los logros del Gobierno del PSOE. Armero
era abogado en España de las más importantes multinacionales norteamericanas y
un hombre con muchos contactos en el Departamento de Estado. También intervino,
como mediador, en las conversaciones que condujeron a la legalización del PCE,
después de negociar con Santiago Carrillo la aceptación de la Monarquía. El 20
de octubre de 1983 escribe:
La realidad demuestra
que hoy en España gobierna un partido socialdemócrata, europeo, occidentalista,
pronorteamericano y decididamente atlantista. En un año de gobierno, los
hombres del PSOE han cumplido un papel realmente singular: la casi destrucción
de la izquierda tradicional española, en buena parte marxista y revolucionaria,
que seguía una tradición muy distinta a los nuevos derroteros que han tomado
los jóvenes dirigentes socialistas. Realmente nada tienen que ver con Pablo
Iglesias, ni con Francisco Largo Caballero, ni siquiera con Rodolfo Llopis.Y
han conseguido sustituir lo que siempre se ha considerado como izquierda por
una socialdemocracia, que es un amplio fenómeno donde cabe la libre empresa, la
propiedad privada, los europeos, los norteamericanos y la OTAN.
Y efectivamente, del
“OTAN, de entrada, no” se pasa al “Así, sí”, y enseguida, al ingreso en la
Alianza “en interés de España”.
OTAN, de cabeza, sí
El programa aprobado en
el XXVII Congreso del PSOE, celebrado en diciembre de 1976, cuando la “reforma
polític”. está ya en marcha, propugna “la liquidación de todas las bases
extranjeras en nuestro suelo”, y añade que “no cabe aceptar ningún tratado de
alianza o relación militar que no cuente con la aprobación expresa del pueblo
españo”. El programa preconiza, igualmente, la “independencia frente a los
bloques militare”. y la adopción progresiva de “una política de neutralidad
activa”. Durante algún tiempo, los representantes del PSOE han llegado incluso
a postular un tipo de defensa neutralista, análoga a la de Suecia, Suiza o
Yugoslavia. En la declaración de diciembre de 1976 se subraya que “el ingreso
en la OTAN conllevaría el riesgo de vernos implicados en una guerra de efectos
destructivos incalculables si uno de los países miembros entra en guerra”.
También se llama la atención sobre el aumento de los gastos militares que se
derivaría de la presencia española en la Alianza Atlántica.
Pero con el paso de los
años, y en la medida que el PSOE se va configurando como una “alternativa
gubernamenta”., los dirigentes del partido van puliendo las aristas más
cortantes de su política. Hay que alejarse rápidamente del “OTAN, de entrada,
no” y olvidar que votaron en contra del ingreso en la Alianza, enfrentados con
el Gobierno de Calvo Sotelo, quien consiguió sacar adelante su propuesta en las
Cortes. La radicalidad inicial del discurso de Felipe González resulta
delirante si se observa el desarrollo posterior de su política internacional.
Comienzan a aparecer frecuentemente a su lado mentores como Bettino Craxi,
Carlos Andrés Pérez, e incluso el portugués Mário Soares.Los dos políticos
europeos son atlantistas practicantes y el venezolano mantiene muy estrechos
vínculos con Estados Unidos. La ruptura con el marxismo de 1979 es un guiño a
Washington y Bruselas para que le permitan, de momento, mantener el rechazo a
la OTAN como algo aún necesario para ganar las elecciones. Cuando González
llega al Gobierno, sus propósitos reales se conocen enseguida.
Pero sólo un mes antes
de las elecciones generales de octubre de 1982, González todavía declara a
Interviú: “Yo creo que nosotros tendríamos que plantearnos seriamente el tema
de la OTAN, sobre todo porque para España no hay ningún interés defensivo real
e inmediato en la integración en el Pacto Atlántico, y lo veo desde el punto
estrictamente nacional. Uno puede comprender que Alemania esté en la OTAN y le
cuesta creer que un país que no tiene problemas de defensa en la misma
dirección que Alemania esté en la OTAN y esté, además, integrado sin ninguna
contrapartida, como han hecho los protagonistas españoles”.
Durante la dictadura
franquista, el Gobierno de Estados Unidos presiona para que España se incorpore
a la OTAN, pero tropieza con la oposición de los socios europeos, como
consecuencia de la naturaleza autocrática del régímen. Y también cuando Calvo
Sotelo hace aprobar la entrada de España en la OTAN, varios gobiernos
socialistas europeos ofrecen a Felipe González, con especial interés, el veto a
la adhesión, lo que habría producido el rechazo de España, al ser precisa la
unanimidad de los socios. El secretario general del PSOE declina estos ofrecimientos,
que habrían trascendido, lógicamente, de forma que se le consideraría el
inspirador de esa maniobra. Se niega, pues, consciente de que ello le
ocasionaría el rechazo de la mayoría del Ejército. Y del rey. “Cuando González
nombra ministro de Asuntos Exteriores a Morán, y a Narcís Serra para la cartera
de Defensa, tiene ya comprometido con la Corona la permanencia en la estructura
de la OTAN”, señala Pablo Castellano.
La actitud de González
en relación con la Alianza se hace explícita durante su primer viaje a
Alemania, el 3 de mayo de 1983. El presidente de Gobierno socialista, sin
contar con su ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán, que no está
informado del viraje derechista que se ha dado, y rompiendo incluso con sus
benefactores socíaldemócratas alemanes, presentes en el acto, afirma
públicamente en Bonn su “consideración y solidaridad”. con la estrategia de
Reagan, Margaret Thatcher y la derecha cristianodemócrata alemana de instalar
en el teatro bélico europeo 572 misiles Pershing y Cruise.
Por fin, en 1986,
González convoca y celebra un referéndum sobre la permanencia de España en la
OTAN, después de innumerables manifestaciones populares contra la Alianza. Pero
no apoya la salida de esa estructura militar: reclama el voto a favor de la
permanencia en ella. Ha mentido en la campaña electoral que le llevó al
Gobierno, incumple el programa del PSOE, trampea las resoluciones del congreso
de su partido y engaña a los ciudadanos. “Cuando Felipe González se lanza a la
aventura del referéndum de la OTAN, y ante los sondeos que arrojaban un
resultado favorable al “No”, el consejero político de la embajada
estadounidense en Madrid me llamó para hablar de lo que ocurriría en el PSOE si
González perdía la consulta”, relata Francisco Bustelo. “Me preguntó que, en el
caso de que pasaran a dirigir otras personas el PSOE y, por lo tanto, a ocupar,
aunque fuera provisionalmente el Gobierno, cuál sería la política exterior, en
particular respecto a Estados Unidos”.
González y los suyos
movilizan a los medios de comunicación, a intelectuales orgánicos y a adjuntos
al poder de las más variadas especies para apoyar la permanencia en la OTAN.
Con la idea de conseguir una atractiva imagen pública de la campaña, intenta
atraer a su terreno también a personajes del mundo de la cultura y el
espectáculo. Fernando Fernán Gómez relataba en cierta ocasión su visita a La
Bodeguilla de La Moncloa, invitado por González, junto con otros profesionales
del cine y la cultura, durante las fechas previas a la celebración de la consulta.
En un determinado momento de la reunión, González les dijo: “He cambiado de
opinión porque, cuando llegué a la Moncloa, Suárez me enseñó la “caja de los
truenos” y había muchos misiles soviéticos apuntando a España”. Manuel
Gutiérrez Aragón le llamó cínico.
Los servicios de
inteligencia norteamericanos siguen muy de cerca toda la campaña a favor del
“S”. y despliegan, en apoyo del Gobierno socialista, su compleja red de
influencias. El propio Julio Feo, en ese momento secretario del presidente González,
ilustra muy gráficamente la preocupación de la CIA, en 1986, con motivo de la
consulta en las urnas: “En la embajada americana en Madrid cundía el
nerviosismo. Enders se apresuró a solicitar una entrevista con el presidente,
que lo recibió el 7 de febrero. Por su parte, “Sam”, el jefe de estación de la
CIA, que había sustituido a “Walter”, incrementó sus llamadas y visitas, en las
que me solicitaba información sobre la marcha del referéndu”.
“El referéndum fue un
modelo antológico de pucherazo, pero a muy pocos políticos les interesaba
cuestionar el resultado, conscientes de que la victoria del “No” habría
repercutido no sólo en la adhesión europea, sino hasta en nuestro propio
devenir político”, escribe Pablo Castellano, veterano militante socialista que
hizo campaña contra la OTAN. “González echaba un pulso a la ciudadanía tras
haber ganado todos los pulsos a su partido y salía otra vez vencedor y
exultante de las urnas. Sin embargo, a partir de ese momento sería rehén de las
políticas más derechistas que le exigían los que, ayudándole descaradamente a
ganar el referéndum, le permitían gobernar en el estricto marco de actuación
pactado para la ordenada alternancia de los partidos del sistema, no para abrir
la puerta a imprevisibles sorpresas de un auténtico e incondicionado sistema de
partidos. El Pentágono tomó nota de quiénes eran de verdad sus amigos. A buenas
horas se le iba a escapar a la privilegiada mente conocedora de todos los
entresijos del 23-F, del GAL y de Filesa un referéndum así”.
Pablo Castellano
continúa: “El Estado español, de la mano de un Gobierno socialista, revalidó y
reforzó su condición de socio del Imperio. El esfuerzo del PSOE en este terreno
ha sido tan valorado que uno de los más destacados paladines en la defensa del
“OTAN, de entrada no”, Javier Solana, en premio a su ejemplar rectificación, ha
acabado siendo secretario general de la Alianza y, más tarde, encargado de las
cuestiones de defensa europea. Siempre, en todo caso, embajador de los
intereses castrenses estadounidenses… Más que caerse del caballo camino de
Damasco, se subió tranquilamente al carro de combate o a la superfortaleza
volante, medios más seguros y rápidos en la carrer”.
Después de ser uno de
los dirigentes del PSOE que participa en mayor número de actos públicos en
contra de la integración de España en la OTAN Javier Solana se convierte en
1995 en secretario general de la Alianza. Un buen ejemplo individual que
sintetiza la trayectoria de su partido. Permanece en el cargo cuatro años y
durante su mandato se producen los bombardeos norteamericanos sobre Yugoslavia,
en marzo de 1999. A finales de ese año cesa en su cargo de máximo dirigente de
la OTAN y toma posesión de un puesto recién creado: alto responsable de la
Política Exterior y de Seguridad Común. Ya tenemos Mister PESC.
Alfredo Grimaldos,
extractos del libro ‘La CIA en España
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