LOMLOE: una tibia
recuperación de lo perdido
El Viejo Topo
04.12.2020
En este
país, no terminamos nunca de avanzar. En educación, con ocho leyes en 40 años,
vamos dando un paso adelante y dos para atrás y así nunca conseguimos un
sistema educativo que tenga el financiamiento que se merece, la equidad
necesaria y el nivel de calidad que precisamos. La nueva Ley educativa la
podríamos resumir en: una tibia recuperación de lo que perdimos con la antigua
ley del PP, la LOMCE.
Y como sí
que avanza, pero no suficiente, las críticas le llueven por todas partes,
básicamente por la derecha más reaccionaria y las patronales de la concertada.
No tanto porque conculca unos “derechos adquiridos” por los centros privados
concertados, sino porque la educación es un campo de batalla político, y la
oposición tiene que protestar, aunque no tenga ninguna razón.
De hecho, si
no fuera porque la ley anterior era tan reaccionaria en muchos aspectos, quien
tendría que protestar sería el 60 o 70 % de la población que escolariza sus
hijos e hijas en la escuela pública, la de todos y todas.
Decía que se
avanza, tímidamente, en algunos aspectos: elimina los itinerarios segregadores
desde los 13 años; suprime las reválidas, recupera la Educación Infantil como
etapa educativa, desde los 0 a los 6 años; devuelve las competencias sustraídas
a los claustros y consejos escolares; pierde protagonismo la asignatura
de Religión; introduce la coeducación, el medio ambiente y la memoria
democrática en la escuela; refuerza la inmersión lingüística catalana al
devolver a las lenguas co-oficiales la consideración de lenguas vehiculares,
juntamente con el castellano. Proclama la gratuidad en los centros concertados
(difícil de llevar a cabo), así como la pérdida del concierto educativo en los
centros que segregan por sexo (más difícil aún de cumplir, ya que el Tribunal
El TJSC ya ha dejado en suspenso la resolución aprobada por el Departamento de
educación en Cataluña de suspender el concierto a 11 centros del Opus Dei que
segregan por sexo), y prohíbe destinar suelo público para centros privados.
Pero se deja
por el camino una gran cantidad de reivindicaciones que son cada día más
necesarias: No termina con la segregación educativa. No contempla la
desaparición de los conciertos educativos. No pone fin a la precariedad de los
profesionales. No soluciona la discriminación laboral del profesorado del
Cuerpo de PTFP, no dota al sistema de recursos suficientes. No elimina la
religión del horario lectivo. No rebaja las ratios (una de las demandas más
urgentes), no garantiza la gratuidad de las escuelas infantiles ni de la
universidad, ni revierte el modelo de direcciones autoritarias ni opta por la
elección democrática de las mismas. Por citar algunas de las carencias
más importantes.
Desde el
punto de vista más pedagógico hace una opción por el modelo competencial y el
aprendizaje por proyectos, apuesta por la agrupación de asignaturas por ámbitos
y limita las repeticiones de curso. Todo ello para algunos sectores no es más
que el vaciamiento cultural y el desprecio a la memoria, la exigencia y el
esfuerzo, lo que repercute negativamente en el alumnado más desfavorecido,
porque si en la escuela no se les proporciona conocimientos, no podrán
encontrarlos en otro sitio. De hecho, no hay una apuesta clara por
racionalizar, disminuir o mejorar los currículums, que sería lo conveniente y
necesario.
En
definitiva, es un paso tibio hacia adelante, pero con muchos pasos a recorrer.
Y, a pesar de ello, a pesar que no se avanza nada en la reversión de la
privatización de la enseñanza, que se consolida la doble red financiada con
fondos públicos y que, de hecho, se reconoce la permanencia de la educación
privada concertada, la patronal de la escuela concertada ha declarado la guerra
a la nueva ley, ha creado una plataforma y ha convocado numerosas protestas
aduciendo medidas que ni siquiera se corresponden con la realidad de la ley, ya
que “ni se quita el castellano, ni desaparecen los centros de educación
especial, ni se suprimen los conciertos, ni se elimina religión” ¿Por qué
protesta, pues, la patronal concertada y la iglesia si es una ley casi hecha a
su medida?, se preguntan algunos.
Han
aparecido también críticas sobre la necesidad de pactar las leyes educativas,
para no tener que deshacerlas cada cambio de gobierno. Y es verdad que sería
muy conveniente una ley que pudiera ser aceptada y mejorada en los sucesivos
gobiernos, sin tener que cambiarla cada vez, pero el problema es que, con estos
mimbres, con esta oposición, con esta derecha y estas patronales religiosas que
defienden con uñas y dientes sus privilegios, sus negocios y su poder para
transmitir su ideología a los futuros jóvenes, digo, con estos mimbres es
imposible hacer ningún pacto.
La cuestión
de la doble red educativa, de la segregación social que ello conlleva y del
supuesto “derecho a elegir” son temas que, en este país, se han permitido por
demasiado tiempo. Las izquierdas, en general, han sido poco agresivas y han
denunciado poco lo que ello comporta, y ahora es mucho más difícil revertir la
situación ya que hacen valer sus “derechos adquiridos”. No deja de ser
curioso, y terrible a la vez, que una de las protestas que esgrimen las
organizaciones de la concertada es que la nueva ley los considera
“subsidiarios” de los centros públicos, cuando en realidad nacieron justamente
para ser esto: subsidiarios, para poder escolarizar a toda la población en un
momento en que las escuelas públicas no podían atender a todo el alumnado.
Necesitamos,
no solamente avanzar más en los diversos aspectos antes mencionados, sino,
sobre todo, hacer mucha pedagogía y cambiar el discurso. Es necesario dotar a
la educación pública de todos los recursos necesarios y convencer a la mayoría
de la población que la escuela no tiene que ser un reflejo de la familia, sino
un lugar en donde se aprenden conocimientos y valores compartidos con la
sociedad, un lugar donde se abren las mentes y no una continuación de la
ideología de los padres y madres. Es necesario convencer que la socialización
entre diferentes culturas, ideologías, clases sociales, religiones, sexos,
identidades, etc. Es una gran riqueza y es lo que permite una sociedad cohesionada
y una juventud sabia y crítica. Y ello sólo puede hacerlo la educación pública.
Seguiremos insistiendo. Nos jugamos el futuro.
Artículo
publicado originalmente en Viento Sur.
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