Palabras inaugurales en la XVI Feria Internacional del Libro de
Venezuela
¿Para qué sirve un
escritor?
Rebelión
17/11/2020
Siempre me
he preguntado, al igual que todo el mundo, para qué sirve un escritor. La
primera respuesta que se nos ocurre es obvia: para nada. En otros
sitios los literatos motorizan industrias editoriales que ensucian mucho papel
y mueven mucho dinero. En un país donde los índices de lectores subieron abruptamente
y posiblemente se desplomaron tras el bloqueo, vuelve el escritor a ser
fantasma sin aplicación, salvo el arribismo político o el malabarismo
burocrático. Esta respuesta es falsa, pero me siento cómodo con ella. Sostener
que un ser humano debe servir para algo es mercantilismo ajeno a la
Utopía, donde el Ser se justificará por el prodigio de su propia existencia y
sus creaciones. Instalarse en un oficio sin escalafón ni tabla de
remuneraciones es conquistar de manera soberbia una parcela del
Reino de la Libertad: del vivir sin deberle a nadie excusas ni plusvalía. Vale
decir, la aristocracia sin siervos ni esclavos a la que acceden sólo creadores
e indigentes.
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Me corrijo:
el escritor sí sirve para algo, o más bien para todo. Los seres
vivientes acceden a la condición de animales sociales al desarrollar el
lenguaje. Abejas, hormigas y delfines disponen de complejos medios de
comunicación. El de los seres humanos es el que más depende de la capacidad de
invención. De creerle a Noam Chomsky, las estructuras profundas de nuestro
lenguaje serían fijas e innatas, pero a partir de ellas hemos desarrollado
millares de idiomas y culturas distintas. El escritor organiza,
fija, potencia y preserva las palabras, primero en el mecanismo mudable de la
memoria, luego en la trama de los signos preservados en piedra, arcilla, nudos,
papel o pulsos electromagnéticos. La palabra dicha es local y fugaz, sin más
alcance que la voz y el recuerdo. La reducida a signos en la
escritura aspira a perdurable. Gracias a ella disfrutamos de
inagotable acceso a todo lo dicho desde el comienzo de los tiempos y
el confín de las distancias.
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Sin lenguaje
sería imposible coordinar conductas humanas; sin
escritura, hacer esta coordinación perdurable. Las palabras no son
la realidad, pero erigen modelos modificables de ella. Las más
poderosas nombran objetos intangibles. Tribu, Aldea, Ciudad, Nación,
Religión, República, Estado, son palabras. El escritor incesantemente construye
y destruye la concepción del mundo. Alrededor de textos como
la Biblia, las Analectas, la Odisea,
el Popol Vuh, el Corán, El Príncipe o El
Quijote terminan de decantarse los idiomas que a su vez definirán
naciones. La escritura fija la realidad fluyente del idioma y
mediante él estabiliza el sistema compartido de valores que llamamos
Nación. Cada escritor desarrolla un estilo y cada comunidad una civilización,
especie de intangible frontera del cuerpo político. Hay Naciones cuya cultura
perdura milenios después de destruido su Estado, y Estados aniquilados porque
dejaron morir su cultura.
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La
naturaleza se nos hace inteligible a través del lenguaje.
Organizamos vocablos mediante gramáticas cuyas construcciones
llamamos filosofías, con las cuales explicamos el mundo. El universo
es sólo caos de sensaciones hasta que lo ordenamos con el mito, la
Historia y las matemáticas. No hay escritor más preciso que
quien traza números, a pesar de que su cosmos está poblado de
criaturas insensatas: el cero, el infinito, los números irracionales. No
olvidemos al que apunta sonidos y nos interna en orbes musicales al
parecer desprovistos de otro sentido que el de cautivarnos. Pintores y
escultores articulan imágenes y formas, ingenieros y arquitectos
palabras sólidas. Todo lo real fue escritura; pasado su tiempo
devendrá Historia.
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Cuenta
Maquiavelo que luego de pasar el día discutiendo con jornaleros y pastores, se
encerraba en su biblioteca para conversar con los grandes hombres del pasado.
La filosofía no ha encontrado mejor manera de definir el Ser que considerarlo
una hilación de ideas, vale decir, de palabras. Seguir el monólogo interior de
James Joyce es temporariamente convertirse en él. Mediante la lectura
disponemos de mil vidas; mediante la escritura, de la ilusión de ubicuidad e
inmortalidad. Sólo muere el escritor cuando ya no es leído; sólo deja de serlo
cuando evade su Verdad. Nace muerta la palabra que expresa adulación
o moda. La venalidad no expresa más que el precio que la compra.
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Toda
opresión es legitimada por cadenas verbales. Su fin llega cuando son
resignificadas las palabras de sus murallas
conceptuales. Toda Revolución es disparada por la prédica de una
Vanguardia Ilustrada. La Revolución Francesa, la Independencia, la Bolchevique,
la China, la Descolonización, la Cubana, la Sandinista, la
Boliviana, fueron movimientos explosivos detonados
por mechas de conceptos. El bolivarianismo es intento de
plasmar lo mejor del nacionalismo, el antiimperialismo, el integracionismo, el
socialismo del proyecto de la izquierda de los años sesenta. En vano
desdijeron de este último algunos de sus autores. Lo dicho en vida sobrevive a
quien muere en espíritu.
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Sobre la
tierra se baten a muerte el discurso de la Alienación y el del Reino
de la Libertad. Algoritmos de dividendos deciden hecatombes. Mentes
artificiales enuncian palabras digitales que asfixian la esperanza y proscriben
el futuro. Cada vocablo que tecleamos es registrado por mecanismos espías y
cribado por análisis de contenido. La información se concentra en un
número cada vez menor de softwares. Todo lo que digamos puede ser digitalizado
en contra nuestra. Más de un millar de idiomas hablamos los humanos:
las máquinas los han traducido a uno solo. Mientras construimos el
mundo con conceptos los ordenadores lo reducen a data. Debemos aprender idiomas
inhumanos que sólo conocen el uno y el cero para defender nuestra patria, que
es el infinito. Una vez más, es preciso inventar el lenguaje que nombre la
vida. La palabra es nuestra memoria y nuestro consuelo. Nuestro anhelo de
arribar al mundo donde, como anticiparon Carlos Gardel y Alfredo Lepera, no
habrá más penas, ni olvido.
Fuente: http://luisbrittogarcia.blogspot.com/2020/11/para-que-sirve-un-escritor.html