RENTA BÁSICA UNIVERSAL
El desastre del Ingreso Mínimo Vital y la estupidez: Cipolla tenía razón
- "El
apoyo sin fisuras del Gobierno actual a los subsidios condicionados y la
aversión de este mismo gobierno a una renta básica incondicional y
universal"
- "Se
acompañaba con la propaganda gloriosa, la de que el IMV era algo así como
un avance histórico del Estado de Bienestar"
- "Han
pasado ya casi tres meses desde que el IMV está vigente. Nadie llegó a
imaginar un escenario tan desastroso"
Cuartopoder.es
El lunes,
24 de agosto de 2020
Pablo Iglesias y José Luis Escrivá en una reunión. / EFE
Jordi Arcarons, Paco Ramos, Daniel
Raventós, Sergi Raventós, Lluís Torrens
“Cualquier cuento de horror debería tener un origen
o un secreto”, escribía Stephen King en 1983 en su breve narración El
camión del tío Otto. El Ingreso Mínimo Vital (IMV) no es un cuento,
pero es un horror. No tiene uno sino los dos requisitos de King: un origen y un
secreto. El origen es conocido por todo el mundo: las peores condiciones de
existencia de gran parte de la población no rica producidas por las políticas
económicas puestas en funcionamiento desde 2010 (con un gobierno del PSOE y
extremadas poco después por los gobiernos del PP) y las medidas decretadas por
el confinamiento del covid-19. Cada nuevo dato es peor que el anterior.
El secreto debería ser también conocido, aunque no
es fácil dada la desproporción de los medios que amplifican lo que hace el
Gobierno español y los mismos medios en lo que se refiere a la difusión y
conocimiento de la renta básica incondicional y universal (RB). Muchos medios,
es verdad, expusieron al principio del estado de emergencia algunas noticias
sobre la RB, si bien introduciendo confusiones increíbles como identificar el
IMV con la RB. Pero el secreto es este: el apoyo sin fisuras del Gobierno
actual, tanto la parte del PSOE como la de Unidas Podemos, a los
subsidios condicionados y la aversión de este mismo Gobierno a una RB
incondicional y universal.
En cualquier caso, el IMV despertó esperanzas entre
mucha gente necesitada. Muy normal. También dispuso de muchos defensores
provenientes del mundo de los “expertos” (este conjunto tan poco claro como el
de los tertulianos). Y, además, algunos de los “expertos” se convirtieron en
poco más que palmeros entusiastas sin el menor atisbo de vergüenza. Eso no es o
no debería ser tan normal. Como la derecha extrema y la extrema derecha
atacaban con la cantinela de la “paguita”, los defensores del IMV tenían un
buen pretexto para redirigir las atenciones y desviar las críticas que no
provenían de la derecha con la consabida música de que “hacen el juego a la
derecha”.
La cosa sonaba ya entonces muy débil, muy débil.
Extremadamente autojustificativa. Parecía que se veían venir el chaparrón, el
fracaso, el horror. La táctica utilizada con los críticos: la más agresiva. Los
críticos del IMV que defendíamos la RB éramos calificados con no mucha
amabilidad de pretender “saltos revolucionarios” (sic) hacia la RB; de no
entender que el “gradualismo” es la quintaesencia del funcionamiento del mundo
(aunque en realidad es su pobre concepción del funcionamiento del mundo lo que
ellos mismos defendían, pero no se trata ahora de ponernos quisquillosos); de
ser terribles esencialistas que no ven más que la RB y cualquier cosa que se
aparte de ella es vista como malvada; que calificar de subsidio para pobres al
IMV era pura aporofobia (aunque el propio ministro Escrivá hubiera dicho que
era un subsidio para extremadamente pobres qué más da). Como argucias
retóricas podían tener su efectividad, para mantener a los fieles firmes por un
tiempo, quizás también. Que esta argumentación se atuviera a la verdad, a
la voluntad sincera de discutir razones, era lo de menos.
Todo ello se acompañaba con la propaganda
gloriosa (la hemeroteca no perdona). La de que el IMV era algo así como un
avance histórico del Estado de Bienestar, un hito sin parangón, un rien
va plus de la innovación del bienestar. Y que era de ciegos no ver un
paso de gigante como el que representaba el IMV en la lucha contra la pobreza.
Expresiones que a fuer de ampulosas pretendían esconder su ridiculez y
banalidad. Solo faltaban majorettes.
Hasta algunos amigos llegaron a decir con la mejor
de las voluntades: no hay que enfrentarse al IMV. Ha despertado muchas
ilusiones y no hay que descargar la artillería de entrada.
Han pasado ya casi tres meses desde que el IMV está
vigente. Nadie, nadie, ni el más ferviente enemigo del IMV y partidario
de la RB llegó a imaginar un escenario tan desastroso, que dejaría en lugar
modesto a algunos de los cuentos de horror de Stephen King. Pero los del
prolífico autor son al fin y al cabo cuentos, el IMV es una cruda realidad.
Ahora los defensores del IMV piden tiempo. Con tiempo el IMV funcionará. ¿De
verdad se puede defender esta posición ante la situación de necesidad de gran
parte de la población? ¿Cuánto tiempo? ¿Un año, dos? Pocas esperanzas se ofrece
para las personas que tienen escasos ingresos, si alguno, que son muchas y cada
vez son más. Recordemos además que el IMV está dirigido, según el ministro del
ramo, a los extremadamente pobres, con lo que los pobres que no lo sean
extremadamente ya están por diseño excluidos, el 80%. De entrada.
Vayamos a los hechos. Son conocidos porque han sido
denunciados por asociaciones profesionales y sindicatos entre otros. Muy
brevemente, para refrescarlos. Datos que ofrece la UGT. 714.000 solicitudes
presentadas. Solo se han resuelto 32.629, el 4,57%. Menos de un 5% de
resoluciones: a eso se le llama urgencia social. Y de las resoluciones
solamente el 12,7% han sido favorables. Es fácil el cálculo: el 0,58% del total
presentadas. Poco más de 4.000, ¡de 4.000! De ahí que el secretario
general de la UGT declare que el IMV “no lo cobra nadie”. La alternativa de
este sindicalista es que se requiere un “sistema más automático” y no con
tantos requisitos. Que no concluya con la defensa de la universalidad e
incondicionalidad de la RB es pedirle demasiado.
Hay que añadir a esta cifra las 74.000 altas de
oficio, antiguas familias perceptoras de la ayuda por hijo o menor a cargo, a
las que se les ha otorgado directamente el IMV de manera temporal, pero que
deberán presentar igualmente en los próximos meses la solicitud como el resto,
si es que quieren seguir cobrándolo, lo que causa pavor por lo que les puede
esperar.1 Si se mantiene el ritmo de
resoluciones positivas, las 714.000 se quedarán en 91.000 concesiones, que
sumadas a las 74.000 altas de oficio (no sabemos cuántas decaerán) harían
un total de 165.000 hogares, menos del 20% de los previstos, lo que
implicaría alcanzar a uno de cada diez hogares en pobreza extrema o uno de cada
veinte en pobreza relativa (con datos de la ECV del 2018). No obstante, faltan
datos esenciales para acabar de valorar el desastre: cuántos hogares no han
tramitado el IMV porque están intentando tramitarlo presencialmente ante las
dificultades de hacerlo digitalmente (no hay ninguna información del tapón y
las listas de espera en las oficinas del INSS); y cuántos hogares a los que se
le concederá el IMV ya percibían un subsidio autonómico, por lo que su mejora
en ingresos será marginal (únicamente la diferencia entre el importe autonómico
y el IMV).
Junto a los problemas de diseño de la medida, hay
otros de carácter operativo que han resultado demoledores. Así, el decreto del
IMV dejaba poco definido el rol de otros operadores necesarios para que el IMV
llegara a buen puerto: los servicios de las CCAA (en particular, la relación
del IMV con las rentas mínimas existentes en cada comunidad), el papel de los
servicios de empleo o de los servicios sociales locales. En estos momentos,
todo está por desarrollar. Solamente hay convenios con una comunidad autónoma y
con 150 ayuntamientos (en el reino hay más de 8.000). Mientras, el tiempo va
pasando y las necesidades de las personas se agravan.
Costes administrativos y de gestión. No sabemos,
nadie lo puede saber todavía, pero por su concepción de
ultracondicionado, el IMV es un candidato a batir récords de costos
administrativos y de gestión. Algún día se sabrán.
¿Qué dicen, cuando lo dicen, los defensores
permanentes del IMV y del “avance histórico del Estado de Bienestar” que
suponía? Que ya habían “alertado de algunos defectos”, que ya
habían asesorado sobre determinadas ineficiencias (o cualquier palabra que se
les ocurra al efecto), que ya, que ya, que ya… ¡Qué genios! Si se sabían con
antelación algunos de los errores del IMV y aún así se lo calificaba con la
memez de “avance histórico del Estado de Bienestar”, parece que algo no
funciona de forma decente. Pongamos que el IMV hubiera funcionado (“ya lo había
dicho”). Pongamos que no funciona como hasta el más fanático defensor del mismo
ya está convencido que ocurre (“yo ya había advertido de algunos defectos”).
Una táctica 100% ganadora. Poco interesante intelectual y políticamente, además
de completamente vacía de información.
Esta táctica de los defensores del IMV podemos
resumirla de forma más general de la siguiente manera. El modelo (es decir, el
de subsidios condicionados) es bueno, si falla es por errores que pueden
rectificarse. Que vuelve a fallar, rectifiquemos los nuevos errores. Que vuelve
a fallar… lo mismo. Sin descanso. En Europa, hay experiencias muy veteranas que
están a disposición de cualquiera, y los “errores” son muy parecidos, ¿no
debería hacer pensar que el problema es del mismo modelo? Preguntar
eso es producto, para alguno de estos fieles del IMV, de lo antigradualistas
dogmáticos o ultraizquierdistas (sic) que algunos podemos llegar a ser. Para
otras personas más abiertas a entender el mundo, se trata de pura racionalidad.
Uno de nosotros fue invitado a exponer su opinión
sobre el IMV y la RB en la llamada “Comisión para la reconstrucción económica y
social” el pasado 22 de junio en las Cortes.2 En esta exposición se dijo:
"Siempre que trazamos una línea para dividir a
las personas “merecedoras” y “no merecedoras” de los subsidios condicionados
como es el caso del Ingreso Mínimo Vital, se pueden cometer dos tipos de
errores. El primer tipo de error es el falso positivo que se comete cuando
alguien pasa la prueba y no debería haberlo hecho. El segundo tipo de error es
el falso negativo que se realiza cuando alguien falla la prueba y debería
haberla pasado. Y los dos errores son muy frecuentes. Una persona recibe lo que
no merece, según el criterio establecido entre merecedores y no merecedores,
mientras que otra persona no recibe lo que merece. El primero no es importante,
pero el segundo error tiene muy malas consecuencias para las personas que han
quedado excluidas del subsidio condicionado. Dos estudios ofrecen unos datos
muy desconsoladores para los subsidios condicionados. El primero, que agrupaba
las ayudas condicionadas en 30 países encontró un promedio de error
sorprendentemente alto: 50% quedaban excluidos de las ayudas. Otro estudio con
38 programas de ayudas focalizados a la pobreza en 23 países encontró que se
excluye entre el 44 y el 97% de las personas a las que supuestamente dichos
programas iban destinados a llegar. Así pues, las medidas que no son
universales continuamente presentan este tipo de problemas: no cumplen los
objetivos que buscan cumplir en un margen de error inusitadamente alto. Algo se
está haciendo mal".
Por supuesto que la preocupación de muchos gestores
y burócratas políticos es evitar a cualquier precio el primer error: seguro que
no ha pasado ni uno. Podemos estar seguros. Costes administrativos y de gestión
empleados en buena parte para filtrar posibles “defraudadores”. Aquí se pueden
apuntar un gran éxito (sic). Pero el segundo error, el falso negativo, bueno,
no queremos encarnizarnos demasiado, pero más que error en el caso del
IMV es un desastre por el que deberán (o deberían si todo fuera perfecto) pagar
sus responsables. Por justicia e higiene públicas deberían irse. No es, en
absoluto, creíble que no supieran ni anticiparan el desastre que iba a suponer
la puesta en funcionamiento del IMV. Y, claro está, si lo anticiparon es que
son unos impostores. Si no, unos incompetentes.
Debe exigirse responsabilidades, porque hay
millones de personas en situación desesperada y porque este desastre ya lo
hemos visto en las recientes implantaciones de otras rentas condicionadas
mínimas autonómicas. Y un gobierno que no es capaz de remediar una
situación socialmente tan crítica para millones de personas, es sencillamente
un gobierno inútil para las necesidades urgentes y esenciales de la
ciudadanía más vulnerable, un gobierno que no merece el menor crédito. O son
unos inútiles soberbios o son un claro ejemplo de estupidez à la Cipolla,3 en ambos casos deberían irse
cuanto antes. Aunque es posible que sean las dos cosas: soberbios y estúpidos.
Y consolarse con que la derecha lo hubiera hecho
peor, es tremendamente suicida. Mientras, la derecha está contenta, “la
paguita” ha cumplido sus expectativas: no generará más vagos a cuenta del
Estado, por incomparecencia de este último. Quizás ahora se entiende
porqué votaron a favor de la ley o se abstuvieron en su convalidación en el
Congreso.
¿La derecha lo hubiera hecho peor? O más
tenebrosamente: ¿lo hará peor? Porque el Gobierno actual, si no amplía su base
social defendiendo de forma decidida a la inmensa mayoría de la población no
rica y se deja encandilar por las “grandes razones técnicas” de la política
económica que le pide la patronal y la gran derecha económica, y por las
razones de estado que le lleva literalmente a babear con la monarquía corrupta
borbónica, con alguna tímida protesta de la parte minoritaria del Gobierno,
estará abriendo paso a que el próximo sea de la derecha extrema y la extrema
derecha. Si opta por razones del erróneamente llamado “realismo” y/o del “mal
menor” por las razones de la patronal y de los grandes poderes del
Estado plagado de nostálgicos del franquismo, este gobierno tiene los meses
contados. Poco consuelo será entonces decir que la derecha lo hace aún
peor.
“Que nadie se quede atrás”, “rescatar a la gente”,
¿en qué está quedando todo eso?4. En fin, las malas noticias no
acaban aquí. Aún suponiendo que el IMV se acabara en meses o años implementándose
exitosamente (y que llegase a su objetivo, al 20% de los pobres), y creer tal
cosa es más propio de la fe que de la razón, son tantos los fallos
estructurales y las insuficiencias que tiene como subsidio condicionado en sí,
que la esperanza de que acabe con una parte importante de la pobreza (con toda
la pobreza el IMV ya ha renunciado y esto hay que reconocérselo) del Reino de
España es cero. Necesitamos un reset total o esto se
va de las manos, y, ante los que piden tiempo, no, no hay tiempo.
Notas:
1 Aquí, el lector o lectora encontrará un buen
resumen de la situación en que actualmente se encuentra la administración del
IMV, con el reconocimiento expreso por parte del ministro Escrivá, responsable
último de su gestión, que desde su puesta en funcionamiento tan solo han sido
revisadas el 20% de las solicitudes. Suena desconsolador, por no usar algún
adjetivo más grueso, dada la situación de alarma en que se encuentran un
porcentaje elevado de los hogares que deberían recibirlo.
2 La intervención inicial, las preguntas y las
opiniones de los grupos parlamentarios y la respuesta posterior están en este
video del Congreso: https://www.youtube.com/watch?time_continue=1&v=ibzvfRdCv90&feature=emb_logo
3 Para los que no conozcan la definición de
estupidez de Carlo M. Cipolla: son estúpidas aquellas personas que intentan
hacer el mal en beneficio propio y acaban perjudicándose a ellas mismas
también. Que nadie se rasgue las vestiduras: Nuestra tesis es que los
diseñadores del IMV intentando ahorrar el máximo del coste de este subsidio
condicionado (y ponerse una medalla de gestores excelsos) decidieron definir
“pobre” en función del (escaso) dinero que querían gastarse en los pobres (los
pobres no merecen la urgencia de la banca) y diseñaron un sistema kafkiano de
solicitudes que, combinado con la escasez de medios y el desconocimiento de la
realidad social de la población vulnerable, se les ha ido completamente de las
manos. Estupidez extrema à la Cipolla para quien,
recordémoslo, el estúpido también es peor que el malvado.
4 En una fecha muy temprana del estado de
emergencia, 22 de marzo, los mismos autores de este artículo decíamos: “El
gobierno tiene los recursos para una intervención fiscal. Esta pandemia global
requiere de una respuesta contundente por las repercusiones que va a tener y
con la tecnología actual sería posible inyectar liquidez a la mayoría de
domicilios. ¡No perdamos esta oportunidad! No es oportunismo, es cambio de
objetivos. ‘Rescatar a la gente’ quiere decir precisamente eso: apostar por la
mayoría de la población. Algo que resulta ajeno a aquellos que consideran que
la política es solo el arte de lo ‘posible’, entendiendo por lo ‘posible’
aquello que no molesta, ni perturba el normal funcionamiento de los grandes
poderes privados”.
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