Sobre los orígenes del
revisionismo en la tradición marxista
Fuentes: La
Tizza
15/07/2020
En la
actualidad vemos como determinados intelectuales de «izquierda» apelan recurrentemente
a una lectura «crítica» del marxismo donde, muchas veces, este acaba despojado
de todo lo que tiene de valioso y revolucionario.
Por lo
general los argumentos expuestos en estos artículos no tienen nada de nuevo,
sino que son repeticiones o redescubrimientos de viejos argumentos
anti-marxistas, que tienen su antecedente en los movimientos antagónicos del
siglo XIX y, particularmente, en el revisionismo marxista.
El marxismo
ortodoxo soviético, dogmatizador en su esencia, usó muchas veces el término «revisionismo» como
ariete en contra de ideologías y movimientos que eran percibidos, por alguna
razón, como hostiles o lejanos a la cosmovisión del mundo que desde la URSS se
sostenía. Esta visión reduccionista contribuyó a confundir la esencia del revisionismo
marxista y convirtió el propio término en un epíteto fácil contra todo aquello
que no nos gusta o no entendemos.
Por eso,
volver sobre los pasos del desarrollo histórico de un movimiento tan rico y
diverso como el marxismo resulta siempre importante. En las circunstancias
actuales, donde una pandemia pone una vez más en crisis las estructuras del
capital y activa toda una serie de procesos ideológicos, conviene más que nunca
remontarnos en esta tradición, como forma de evitar vernos arrastrados en
procesos seudomarxistas o que falsean, de alguna forma, la esencia
revolucionaria de la obra de Marx. Este artículo es un pequeño aporte a la
necesaria y permanente sistematización de la historia y desarrollo del
pensamiento marxista. Es un aporte también al necesario debate y adecuada
comprensión de un fenómeno importante dentro de la evolución y desarrollo del
marxismo: el revisionismo.
La II Internacional
La II
Internacional surgió en 1889 como un órgano de concertación de los diversos
partidos y movimientos socialistas que existían en la Europa de la época. A
diferencia de la I Internacional, que disponía de un Consejo General que
orientaba su política, la II Internacional fue un órgano más diverso
ideológicamente y carecerá de una dirección central, lo cual será a la larga
uno de los factores que determinará su fracaso.
En los años
comprendidos entre 1889 y 1914 el marxismo como doctrina teórica y política va
a alcanzar un auge sin precedentes, llegando a constituir la ideología
dominante en el seno de la Internacional, desplazando a otras doctrinas
socialistas. Sin embargo, muchas de estas doctrinas mantuvieron una relativa
vitalidad e influyeron en las diversas posturas y alineamientos del socialismo
en los diferentes países. Es el caso del proudhonismo y el blanquismo en
Francia y del lassallismo en Alemania. También es el caso del anarquismo, cuya
vitalidad planteó uno de los primeros retos significativos que hubo de
enfrentar la II Internacional como movimiento.
Según
Kolakowski, desde el punto de vista doctrinal las principales etapas del
desarrollo teórico de la II Internacional pueden dividirse en tres:
«(…) la
lucha contra el anarquismo y el revisionismo en la primera y segunda etapa,
respectivamente, y el conflicto entre la ortodoxia y el ala izquierda tras la
revolución rusa de 1905»[1].
En los años
que van desde el surgimiento de la II Internacional en 1889 al inicio de la I
Guerra Mundial se dan una serie de transformaciones en la situación europea. En
primer lugar está el creciente desarrollo del militarismo asociado a los
proyectos coloniales de finales del siglo XIX. Esto promoverá importantes
debates al interior de las sociedades europeas de la época y planteará
significativos dilemas teóricos y morales al movimiento socialista. La
concresión de Italia y Alemania como Estados nación y el interés alemán, sobre
todo, por hacerse con parte del botín colonial llevarán a la agudización de las
contradicciones interimperialistas en las primeras décadas del siglo XX.
También
convendría hablar de las transformaciones que se dan en el seno del capitalismo
europeo. El proceso mismo de desarrollo de las estructuras coloniales y
neocoloniales determinan un desplazamiento de los costos de sociales y
ambientales del desarrollo hacia las regiones del mundo dominadas por el
capital europeo. Este proceso de tercerización de los costos del desarrollo
viene aparejado, en Europa, con el surgimiento de una política de inversión
estatal que pretendía dar respuesta a la controvertida «cuestión
social» [2], que había provocado numerosas explosiones
revolucionarias (1830, 1848, 1871) y que sostenía un vigoroso movimiento
huelguístico que periódicamente se revitalizaba. Con esta política el Estado
contenía la oleada revolucionaria y frenaba el auge de la socialdemocracia [3].
Más adelante veremos la política social para el caso específico del Imperio
Alemán.
Kolakowski
resume los factores que incidieron sobre el desarrollo del pensamiento
socialista en este período como «(…) abandono del liberalismo como
ideología y como práctica económica: la democratización de las instituciones
políticas, y en especial la introducción del sufragio igual y universal [4] en
muchos estados europeos; la expansión económica de la Europa occidental y, por
último, el desarrollo de las tendencias imperialistas» [5].
El sufragio
igual y universal, particularmente, abrió un frente de batalla para los
partidos socialdemócratas que, en apariencia, ofrecía la posibilidad de
construir progresivamente el socialismo mediante reformas aprobadas en el
parlamento. Esta es una de las bases del revisionismo posterior. Desde luego,
las actitudes de los diversos partidos y grupos de la II Internacional en torno
al parlamentarismo fueron diversas y en algunos casos, la oposición fue total.
El SPD y la política social de Bismarck
Dentro de la
II Internacional el partido más importante, tanto por sus dimensiones como por
la significación de sus miembros era el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD por
sus siglas en alemán). Este era también el partido socialdemócrata más antiguo,
heredero del que fundara Lassalle en 1863 y del partido marxista que fundaran
Bebel y Liebknecth en 1869. El SPD era hijo del Congreso de unidad de Gotha en
1875, cuyo programa criticara tan duramente Carlos Marx.
El auge del
SPD entre los años 1875 y 1878, sumado a la crisis económica que golpeó a
Prusia a partir de 1873, posibilitó a Bismarck construir las alianzas
suficientes para aprobar en el Reichstag en 1878 un decreto ley que prohibía
las reuniones y publicaciones socialistas y disolvía las organizaciones locales
del partido. De hecho, lo único que quedó en pie del aparato partidista y donde
se concentró la principal actividad y autoridad desde ese momento, fue la
fracción parlamentaria [6].
Paralelamente
a los decretos anti-socialistas, Bismarck llevó a cabo una política de
inversión social que es el antecedente de los modernas políticas sociales
europeas. Para entender este proceso conviene repasar rapidamente el desarrollo
industrial de Alemania.
Entre los años
1859–1873 la industria alemana había vivido una etapa de auge, donde se
sentaron las bases de la futura industria básica nacional: siderurgias, minería
y maquinaria ferroviaria. A partir de 1873 y hasta 1896 se da un declive en el
crecimiento económico, a causa de la crisis que estalla ese año 1873 y que
muchos contemporáneos denominaron como Gran Depresión [7].
Como es de
suponer, tanto el auge industrial como la crisis económica de 1873 descansaron
sobre la clase trabajadora alemana. Como cualquier otro moderno país
capitalista, el desarrollo alemán fue pagado con la sangre de la clase obrera.
A partir de
1871, resueltos con la fundación del Reich alemán los principales problemas
políticos, la «cuestión social» pasó a ser el principal elemento de inestabilidad
al interior del imperio. Según refiere Monserrat Galcerán, la «cuestión social»
en sí misma «(…) es un problema general de la Europa industrializada
del siglo XIX; lo que es peculiar de Alemania es el intento de resolverla desde
el Estado, con medidas de política social, es decir con medidas legales para
combatirla»[8].
En 1883 se
da la sanción del seguro de enfermedad por la Dieta Imperial alemana, que
contemplaba una retribución salarial de hasta el 50% para los trabajadores
industriales. Posteriormente se incluyó en la cobertura del Seguro Social los
accidentes de trabajo (1884) y jubilaciones por vejez e invalidez (1889).[9]
Bismarck
también apostó por paliar la crisis y la recesión con medidas tales como la
creación de empleo público, o la multiplicación de las oficinas de empleo,
permisos de trabajo y toda una serie de medidas de intervención estatal que
sirvieran como barrera de contención al descontento social.[10]
La
socialdemocracia alemana se vio atrapada entonces en una política de tenaza.
Por un lado las leyes antisocialistas redujeron la actividad del partido y le
plantearon el dilema de afrontar una lucha revolucionaria e ilegal, para la
cual no se sentía con fuerzas, o una lucha legal cuyo único frente, casi, era
el parlamento. Por el otro lado la demagógica política social del estado
bismarckiano atenuaba muchas de las contradicciones derivadas del desarrollo
capitalista en Alemania.
En 1890 se
derogan las leyes anti-socialistas y la socialdemocracia alemana vuelve por
fin, plenamente, a la legalidad. En 1891 realizan el Congreso de Erfurt, donde
se reafirma la fuerza del partido y su creciente apoyo popular. Sin embargo,
los años de persecución habían dejado su huella. Por un lado el parlamentarismo
había devenido acción política fundamental de la socialdemocracia, convirtiendo
esta vía y los socialdemócratas electos al parlamento en figuras claves dentro
de la vida del partido. Subsistía el temor a una reedición de las leyes
anti-socialistas, lo que llevaba al partido a ser sumamente cauto. La acción
revolucionaria práctica había sido sustituída por una política de consignas y
pactos, que se sustentaba en la concepción determinista del marxismo
kautskyano.
Peter Nettl
en su biografía sobre Rosa Luxemburgo señala respecto al SPD:
«La confianza,
y la posesión de la dialéctica histórica [marcada por el determinismo de
Kautsky], venían a ser así un obstáculo para el pensamiento político claro.
Cuando empezaron a manifestarse los problemas, el SPD estaba mal preparado para
enfrentarse a ellos»[11].
Es en este
contexto que se da el surgimiento del revisionismo marxista.
El revisionismo
Sobre el
revisionismo daré algunas consideraciones y caracterizaciones generales. Queda
para otro artículo la tarea de exponer más detalladamente la concepción de
Bernstein y la polémica que se conoció en la época como el Bernstein
debatte y que involucró a los nombres más significativos del marxismo
de la época, desde los consagrados Kautsky y Plejánov hasta los jóvenes y poco
conocidos Rosa Luxemburgo y Lenin.
Como se ha
expuesto hasta ahora, el revisionismo como actitud teórica no surge de la nada,
sino que se nutre de los procesos que se había dado en la II Internacional y
particularmente en el SPD como principal partido del movimiento. La política
social de Bismarck y la presencia creciente de la socialdemocracia en el
parlamento, no solo en Alemania, llevaron a amplios sectores socialistas de la
época a considerar factible una política de reformas.
Ya desde
principios de la década del 90 del siglo XIX algunas secciones del SPD del sur
de Alemania habían comenzado a asumir, abiertamente, actitudes reformistas.
Primero, habían aceptado votar en los parlamentos locales a favor de los
presupuestos regionales, algo que iba en contra de la actitud histórica del SPD
de votar contra todos los presupuestos del estado burgués. También en 1894
Vollmar, un alemán del sur, había cuestionado en el Congreso de Erfurt la idea
de la creciente proletarización del campo y propuesto una política agraria
conciliatoria para el partido.[12]
Eduard
Bernstein, el padre teórico del revisionismo, había sido hasta ese momento,
junto con Kaustky, uno de los grandes nombres del SPD y, por extensión, del
marxismo europeo.
Peter Nettl
caracteriza a Bernstein de la siguiente manera:
«Bernstein
era una figura distinguida en el partido alemán: se le estimaba particularmente
por su buen carácter y su temperamento simpático y poco afecto a los excesos.
Durante algún tiempo había sido secretario de Engels y siempre había
permanecido estrechamente vinculado a éste. Había compartido el exilio en Suiza
con muchos dirigentes alemanes importantes, entre ellos Kautsky, del cual era
amigo personal. A continuación se había trasladado de Suiza a Londres, donde
permaneció (…). Durante su estancia en Inglaterra desarrolló una considerable
simpatía por las actitudes inglesas. De hecho, Bemstein no regresó a Alemania
hasta 1901. Sus opiniones, por consiguiente, eran consideradas fundamentalmente
como el producto de una mente bien conocida y respetada. Sus pares aceptaban
sin reservas el derecho de Bernstein a hablar sobre todos aquellos asuntos con
autoridad»[13].
Sus años de
residencia en Inglaterra acercaron a Bernstein al reformismo de los sindicatos
ingleses. Esto, sumado a la relativa estabilidad y auge del capitalismo europeo
en la segunda mitad de la década del 90 del siglo XIX, le permitieron iniciar
en 1897 en una serie de artículos publicados en Die Neue Zeit,
revista de dirigida por Kautsky y principal órgano teórico del marxismo
europeo, la revisión de cuestiones claves de la teoría de Marx. Esta serie de
artículos se tituló: Problemas del socialismo y fue la base de
su libro de 1899: Las premisas del socialismo y las tareas de la
socialdemocracia.
En su libro
Bernstein emprendía el cuestionamiento de premisas del marxismo aceptadas por
el movimiento socialista de la época. Cuestionaba que en el capitalismo se
diera la concentración de la riqueza en pocas manos, acompañando esta
afirmación con una serie de gráficos donde, supuestamente, se demostraba el
aumento de la clase capitalista; cuestionaba la crisis como elemento típico de
la economía capitalista; cuestionaba la ley del valor de Marx; cuestionaba
incluso la idea de una crisis terminal del capitalismo. Consideraba la
dialéctica hegeliana como elemento negativo y fuente de muchos de los errores
en la obra de Marx. Consideraba que a través de las reformas se podía construir
el socialismo y que este ya no era un fin necesario, en el sentido que lo
entendía Kautsky, sino algo deseable, moralmente justo. Hegel, entonces, era
cambiado por Kant.[14]
Lenin añade:
«El
complemento natural de las tendencias económicas y políticas del revisionismo
era su actitud ante la meta final del movimiento socialista. “El objetivo final
no es nada; el movimiento lo es todo”: esta frase proverbial de Bernstein
expresa la esencia del revisionismo mejor que muchas largas disertaciones.
Determinar el comportamiento de un caso para otro, adaptarse a los
acontecimientos del día, a los virajes de las minucias políticas, olvidar los
intereses cardinales del proletariado y los rasgos fundamentales de todo el
régimen capitalista, de toda la evolución del capitalismo, sacrificar estos
intereses cardinales en aras de las ventajas reales o supuestas del momento:
esa es la política revisionista. Y de la misma esencia de esta política se
deduce, con toda evidencia, que puede adoptar formas infinitamente diversas y
que cada problema un poco “nuevo”, cada viraje un poco inesperado e imprevisto
de los acontecimientos (…), provocará siempre, inevitablemente, esta o la otra
variedad de revisionismo»[15].
Como señala
Kolakowski el debate sobre el revisionismo fue el más importante de todos los
que sacudieron a la II Internacional.[16] El problema con las tesis de
Bernstein es que reflejaban un espíritu que había ido ganando fuerza en el
movimiento socialista. El reformismo y los pactos que implicaba ya era una
actitud común para los sindicatos asociados a los partidos socialdemócratas y
para muchos de los líderes de estos partidos. La teoría marxista en el seno de
la II Internacional era patrimonio de unos pocos teóricos. La mayor parte de
los líderes eran hombres prácticos que de inmediato se identificaron con
Bernstein, ya que este decía lo que ellos hacían.
Nettl
proporciona un ejemplo del pragmatismo que acompañó este proceso:
«Hombres
como Auer, el secretario del partido, deploraban la ventilación en público de
lo que en buena medida eran cuestiones de conciencia individual. Le escribió a
Bernstein: “Mi querido Ede: Uno no toma formalmente la decisión de hacer las
cosas que usted sugiere, uno no dice esas cosas, uno
sencillamente las hace” Y Bernstein, que era esencialmente una
persona práctica, supo entender; incluso consideró que podía votar en favor de
futuras resoluciones que condenaban específicamente el revisionismo. Todo lo
que hacía falta era añadir “un grano de sal a su voto”»[17].
A pesar de
la formidable embestida de Rosa y aunque el revisionismo fue condenado en
sucesivos congresos, los revisionistas no fueron expulsados del partido.
Permanecieron dentro de él, como un cáncer.
El problema
con el revisionismo, como apunta Hanz Heinz Holz, es que «(…) mina la
praxis revolucionaria al cambiar la teoría revolucionaria; la praxis reformista
degenera, en el mejor de los casos, en acciones puntuales, de manera
oportunista, convirtiéndose en todo caso en estrategia auxiliar de la política
del capitalismo. (…) Es que los revisionistas no llegaron al partido desde
fuera sino que, al principio, eran buenos comunistas, y hasta líderes desde el
punto de vista teórico, Bernstein y Kautsky son ejemplos de ello»[18].
El
revisionismo evidenció las profundas desviaciones prácticas y teóricas que se
venían gestando en el seno del SPD y la II Internacional y la incapacidad de la
codificación kautskyana del marxismo para dar respuesta a esta desviación. Se
verificaba entonces una fractura que las revoluciones rusas de 1905 y 1917 y la
I Guerra Mundial habrían de profundizar. Luego de 1918, la socialdemocracia
alemana, cada vez más despojada de la mistificación seudomarxista en que se
había refugiado, derivó hacia una política claramente reformista de la cual
surgió la moderna socialdemocracia europea. Se desentendió del marxismo
revolucionario completamente. Baste solo un hecho: cuando Rosa Luxemburgo fue
asesinada, el SPD era el partido que gobernaba en Alemania. Ellos contribuyeron
activamente a tender un manto de silencio e impunidad sobre este y otros muchos
asesinatos.
Notas:
[1] Leszek
Kolakowski (1982) Capítulo 1 El marxismo y la Segunda Internacional.
En Las principales corrientes del marxismo, Tomo 2, Alianza Editorial: Madrid
p.14
[2] Por
“cuestión social” se entendía en la época el problema de la miseria de los
nuevos sectores sociales desfavorecidos. Cfr. Monserrat Galceran Huguet
(s.f.) La invención del marxismo. Iepala Editorial: Madrid. p.10–11
[3] Todos
los partidos socialistas del período previo a 1914 respondían al apelativo de
socialdemócrata. Es solo luego del estallido de la guerra y el decidido apoyo
del Partido Socialdemócrata Alemán a los créditos de guerra del Reich Alemán,
que Lenin comienza a usar el término comunista para diferenciar el ala
revolucionaria en el seno de la vieja socialdemocracia del ala oportunista.
[4] Acotar
aquí a que el sufragio igual y universal a que se refiere Kolakowski es el
masculino. Las mujeres no adquirirían el derecho al voto hasta mucho después.
[5]
Kolakowski op. cit. p.14
[6] La ley
de excepción contra los socialistas fue aprobada en el Parlamento el 19 de
octubre de 1878, por 221 votos contra 148. Desde el gobierno la ley se amparaba
en el argumento de que para transformar a Alemania en un país moderno, era
necesario un período de tranquilidad social. Cfr Galcerán op.
cit. p.109
[7] Cfr.
Monserrat Galcerán op. cit. p.9–10
[8]
Monserrat Galcerán op. cit. p.20
[9] Cfr.
José Benjamín Gómez Paz (s.f.) El derecho de la seguridad social y el
sistema de salud. Descargado de www.palermo.edu p.3–4
[10] Cfr.
Galcerán op. cit. p.21–22
[11]
J.P.Nettl (1974) Rosa Luxemburgo. Ediciones Era: México D.F.
p.108
[12] Cfr. Nettl op. cit. p.111–112
[13]
Nettl op. cit. p.128–129
[14] Para
complementar este sucinto resumen de la obra de Bernstein, Cfr. Las
premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia. Siglo XXI
Editores: México D.F. 324 pp
[15] V. I.
Lenin (1961) Marxismo y revisionismo. Obras Escogidas Tomo I,
Editorial Progreso: Moscú p.69–70. Para Lenin el núcleo del revisionismo estaba
en la mentalidad pequeñoburguesa que era traída al seno de la socialdemocracia por
las capas de la pequeña burguesía arruinada que, continuamente, se ve arrojada
a las filas del proletariado. A un análisis más profundo de las premisas
revisionistas y las respuestas de Kautsky, Lenin y Rosa dedicaremos otro
trabajo.
[16] Cfr.
Kolakowski op. cit. p.30
[17] P. Nettl op. cit. p.136
[18] Hanz
Heinz Holz (2014) Observaciones sobre el fenómeno del revisionismo.
Revista Marx Ahora, nro 37 La Habana, Cuba. p.141.
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