La clase
obrera forma el grueso de la fuerza de trabajo en todo el mundo
En
los países donde el capitalismo alcanzó su madurez hace mucho tiempo (Europa,
Estados Unidos, Japón), la clase obrera es cuantitativamente mayoritaria, y
sigue creciendo. En la Unión Europea la parte de los asalariados en el conjunto
de la población activa pasó del 81 por ciento en 1991 al 84 por ciento en 2017
En
Estados Unidos los porcentajes han pasado del 86,7 por ciento al 90 por ciento.
Los
porcentajes resultarían mucho más abrumadores si tuviéramos en cuenta a los
parados, que forman parte del ejército industrial de reserva, es decir, que son
parte integrante de la clase obrera. Algo parecido cabe decir de los
asalariados que se han jubilado.
La
novedad es que hoy la mayor parte de la fuerza de trabajo mundial está en los
países del Tercer Mundo, también está en crecimiento y es joven, en comparación
con los países donde el capitalismo maduró antes.
En
1991 el porcentaje de asalariados entre la población activa en todo el mundo
alcanzó el 44 por ciento para una población activa de 2.400 millones de personas,
es decir, más de 1.000 millones de asalariados. En 2017 el porcentaje aumentó
al 54,3 por ciento de una población activa en rápida expansión de 3.450
millones de personas. Son 1.870 millones de obreros en todo el mundo.
Por
lo tanto, en 26 años la fuerza de trabajo mundial ha crecido en más de 800
millones de trabajadores, un aumento superior al 76 por ciento.
Una
parte muy significativa de este crecimiento proviene del aumento de
trabajadores chinos, que han pasado del 31,8 por ciento de la población activa
en 1991 al 63,65 por ciento en 2017, es decir, de algo más de 206 millones a
unos 500 millones.
India
es el otro gigante asiático que está haciendo una importante contribución al
fenómeno, aunque en mucho menor medida que China. Del 13,8 por ciento de la
fuerza de trabajo en 1991, el empleo en India aumentará al 21 por ciento en
2017, de aproximadamente 46 millones a 110 millones. Esta transformación social
en Asia es verdaderamente monumental y debe ser considerada como el mayor
acontecimiento de las últimas tres décadas.
En
América Latina se ha registrado un menor aumento relativo de la fuerza de
trabajo asalariado, que ha pasado del 58 por ciento en 1991 al 63 por ciento en
2017. Sin embargo, el crecimiento de la población del continente significa que
el número de trabajadores aumentó durante el mismo período de 101 a 195
millones. Lo mismo ocurre, en general, en el África subsahariana, que ha pasado
del 21,5 por ciento y 42,25 millones de trabajadores en 1991 al 26 por ciento y
107,6 millones en 2017.
Estas
cifras reflejan estrictamente el peso demográfico de la fuerza de trabajo
asalariada. No tienen en cuenta a las personas dependientes de los trabajadores
(hijos y padres demasiado mayores para trabajar) y a los trabajadores
jubilados, lo que duplicaría el tamaño de la fuerza de trabajo.
Tampoco
tienen en cuenta la semiproletarización, es decir, las personas que trabajan
por cuenta propia (a menudo agricultores pobres) y que son obreros
paralelamente a su actividad principal, un fenómeno está muy difundido en
China, donde afecta a decenas de millones de personas. Es un fenómeno que
acompaña necesariamente la transición hacia la maduración capitalista de las
sociedades: lo mismo ocurrió en Estados Unidos a finales del siglo XIX y
principios del XX.
La
estabilidad demográfica de la fuerza de trabajo asalariada en los países del
capitalismo avanzado ha ido de la mano de un cierto estancamiento de los
salarios en los últimos decenios, el espectacular aumento del número de
trabajadores en los países asiáticos coincide con un fuerte incremento de los
salarios y una mejora de las condiciones de trabajo.
Este
efecto de reducción de las diferencias salariales dentro de la estructura
salarial mundial es una convergencia de la condición de la clase obrera internacional
aunque, en términos absolutos, las lagunas todavía existen y están lejos de
cerrarse. Los salarios chinos más altos, los de los trabajadores de las grandes
metrópolis de la China costera están a la par de los salarios europeos más
bajos, es decir, los salarios de los nuevos Estados miembros del Este.
El
relativo estancamiento de los salarios en los países avanzados también va de la
mano de la decadencia de las organizaciones de clase que florecieron durante
las primeras décadas del siglo pasado, de la caída de los países socialistas y
del movimiento comunista internacional en su conjunto.
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