Capitalismo y crimen contra el trabajo mundial
Por José
Luis Bedón
Rebelión
11/05/2020
Fuentes: Rebelión
Según
estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo, (OIT), 305 millones
de personas perderán en todo el mundo sus empleos a tiempo completo, a causa de
las medidas de confinamiento que aplican los gobiernos para hacer frente a la
pandemia del Covid-19 [1]. Además 1.600 millones de trabajadores de la
“economía informal” perderán completamente sus fuentes de sustento y pasarán
del subempleo al desempleo total, en el que ya están más de 470 millones de
personas. La misma organización sostenía, antes de la catástrofe laboral
desatada, que los 3.300 millones de trabajadores, que tienen empleo y
remuneración, no disponen de “garantías sobre condiciones de trabajo decentes
ni ingresos adecuados”[2].
El Director
general de la OIT, Guy Ryder, sostienen que “Para millones de trabajadores la
ausencia de ingresos equivale a falta de alimentos, de seguridad y de futuro.
Millones de empresas en el mundo están al borde del colapso. Carecen de ahorros
y de acceso al crédito. Estos son los verdaderos rostros del mundo del trabajo.
Si no se les ayuda ahora, sencillamente perecerán».
La organización
no gubernamental Oxfam, en enero de 2020, en su informe: Tiempo para el
cuidado, publicó que los 2.153 milmillonarios que hay en el mundo poseen
más riqueza que 4.600 millones de personas (el 60% de la población mundial).
“En América Latina y el Caribe el 20% de la población concentra el 83% de la
riqueza. El número de milmillonarios en la región ha pasado de 27 a 104 desde
el año 2000. En grave contraste, la pobreza extrema está aumentando. En 2019,
66 millones de personas, es decir, un 10,7% de la población vivía en extrema
pobreza, de acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPAL)”.[3]
La pandemia
como las medidas de arresto domiciliario agudizan el desempleo y agravan una
situación preexistente de explotación, marginalidad, desigualdad y
contradicción social, que en el Ecuador ya alcanza los 400 mil despidos y un
riesgo potencial que afectará a más de 743 mil trabajadores del sector público
y privado, según un informe de la Cámara de Industrias y Producción.
Hasta diciembre
de 2019 la Encuesta Nacional de Empleo, Desmpleo y Subempleo, (Enemdu), del
Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), informó que alrededor de 5
millones de ecuatorianos “están entre el desempleo y la informalidad”. [4]
En medio de
esta trágica situación y en flagrante contradicción con lo manifestado por la
OIT respecto a la enfermedad del Covid-19, como una enfermedad profesional que
afecta principalmente a los trabajadores y trabajadoras de la salud, entre los
que habrían 1.500 contagiados y más de una decena de víctimas mortales en el
país, el gobierno de Moreno, enemigo de los trabajadores, confirma su ausencia
de humanidad y neuronas, y emite el 28 de abril de 2020 la resolución 022 del
Ministerio de Trabajo, determinando que la enfermedad del nuevo coronavirus
(Covid-19) no constituye un accidente de trabajo ni una enfermedad profesional.
Moreno y el
estultísimo grupo de sus asesores y secretarios desoyen lo dicho por la OIT en
el sentido de que el coronavirus provoca “un trastorno de estrés postraumático”
que es contraído por exposición en el trabajo, y que «en la medida en que los
trabajadores sufran de estas afecciones y estén incapacitados para trabajar
como resultado de actividades relacionadas con el trabajo, deberían tener
derecho a una indemnización monetaria, a asistencia médica y a los servicios
conexos, según lo establecido en el Convenio sobre las prestaciones en caso de
accidentes del trabajo y enfermedades profesionales, 1964». Igualmente que en
el caso de los familiares a cargo (cónyuge e hijos) de la persona que muere por
la enfermedad del Covid-19 contraída en el marco de actividades relacionadas
con el trabajo, la OIT indica que ellos, también, tienen derecho a recibir
prestaciones monetarias o una indemnización, así como una asignación o
prestación funeraria[5]. Esto es precisamente lo que intenta negar el gobierno
a los trabajadores de la salud, considerados en la propaganda oficial como los
“héroes de la patria” que enfrentan a la pandemia pero que en los hechos son
las primeras víctimas y no las únicas, no solo de la enfermedad sino de un
régimen torpe como cruel, que a las puertas del primero de mayo: día de los
trabajadores, se permite tal humillación.
Que se recuerde
hoy más que nunca que son las clases trabajadoras del mundo las que con su
fuerza de trabajo colaborativa: física e intelectual crean y producen la
riqueza del mundo y no el capital, que se limita a explotar y acumular injusta
y egoístamente el plusvalor creado con el sudor, las lágrimas y la sangre de
una vasta red social de proletarios precarizados, negados ahora incluso de los
mínimos medios de subsistencia y cobertura de sus necesidades, como queda
demostrado en la historia y en estas semanas de encierro forzado de millones de
trabajadores en todo el mundo con la excusa de la pandemia del Covid-19.
Como lo
descubrió con profundidad Marx: El capital considera al trabajador y su fuerza
de trabajo una “mercancía especial” (una cosa y no un ser humano) que al ser
consumida en el proceso de producción, produce más valor que lo que ella misma
vale, produce plus valor que se apropia el capitalista. El trabajador que no
tiene otra cosa que vender, vende su fuerza de trabajo en el mercado, a cambio
de un precio que es el salario, que el capitalista paga para que la mercancía
especial pueda reproducirse, paga como a toda mercancía, por el tiempo de
trabajo socialmente necesario que se necesita para producirla, según las
condiciones técnicas de cada época y lugar. Es decir, que el capitalista fija a
su gusto y sazón los bienes de subsistencia como comida, ropa y vivienda que
supone son necesarias para el trabajador y su familia. El capitalista calcula
cuánto necesita el obrero para vivir, con el objetivo de que cada día ese
obrero vuelva a trabajar y producir con un salario que es aparentemente “igual”
al trabajo realizado.
En esto
consiste la explotación del hombre por el hombre, del trabajador por el
capitalista, la lucha de clases está viva y lo impregna todo, incluso la
pandemia y el encierro, que no es igual para todos, es desesperación para
quienes sienten hambre y siempre tienen necesidades insatisfechas.
La relación de
dominación Amo-Esclavo desarrollada por Hegel define que “hay amos y hay
siervos porque en unos el espíritu de dominación es más fuerte que su miedo a
morir en la lucha por el reconocimiento. Si el siervo se constituye en tanto
siervo por su miedo a morir es porque el amo se constituye en tanto amo por su
decisión de matar. La pulsión de muerte le es esencial al espíritu de dominación”.[6]
Ahora que el
miedo a la pandemia está demasiado inflado por los medios masivos, los
gobiernos y sus fuerzas represivas normativas, policiales y militares, ahora
que “hay un gran desorden bajo el cielo, la situación es excelente” habría
repetido Mao Zedong.
La reclusión
obligatoria del toque de queda no debería ser suficiente no solo para protestar
y denunciar el crimen masivo del desempleo y el subempleo, sino debería ser el
detonante de una gigantesca rebelión global en contra de las condiciones
opresivas. Es la hora del “espíritu emancipatorio radical” como diría Slavoj
Zizek, que sueñe e imagine “un mundo posible y mejor al igual que realizable”,
como decía Lenin. Lo mismo que en términos de Lacan, deberíamos reconocer la
situación presente como el momento de la “inconsistencia del gran otro [que]
abre el espacio para el acto”.[7]
Notas
2)
ttps://www.americaeconomia.com/economia-mercados/finanzas/la-oit-preve-que-el-numero-de-desempleados-aumente-en-25m-en-el-mundo.
6) Feinmann,
José Pablo, Filosofía Política del poder mediático, Ed. Planeta, 2013,
p.20.
7) Zizek
Slavoj, Viviendo el final de los tiempos, Ed. Akal, 2012, p.26.
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