Seis precisiones a Iglesias
Es difícilmente
sostenible que incluso en tan duros momentos el Parlamento sea la taberna de
los populistas
Carlos colón
DUARIO DE SEVILLA
01 Mayo, 2020
Seis
precisiones que son historia, no opinión. Dijo Pablo Iglesias en sede
parlamentaria: "En esta cámara hablan mucho del comunismo y para mí es un
honor representar a un grupo político dentro del cual hay un partido con casi
100 años de historia como el Partido Comunista, que fue condición de
posibilidad de la derrota de la dictadura, de la construcción de la democracia
y de la Constitución del 78". Primera precisión: parte de esos 100 años
son Lenin, Stalin, Mao, Pol Pot, Castro y Kim Jong Um, es decir las dictaduras
soviética (de 1917 a 1991), china (de 1949 a hoy), camboyana (de 1975 a 1991),
cubana (de 1959 a hoy) y coreana (desde 1948 a hoy). En cuanto a Europa
Occidental, aunque los partidos comunistas participaran en la vida democrática
(tras intentos de golpes de Estado en Grecia o Italia), sólo tras la invasión
de Praga en 1968 el PCF, el PCI y el PCE renunciaron a la dictadura del
proletariado con el Eurocomunismo. Segunda precisión: la dictadura no fue
derrotada, se extinguió cuando murió el dictador y el pueblo español, el Rey y
un conjunto de grandes políticos -con el comunista Carrillo junto a demócratas,
falangistas, liberales o monárquicos- hicieron posible la Transición.
Dijo Pablo
Iglesias en sede parlamentaria: "No habría democracia en Francia y en
Italia sin la acción de los comunistas de estos países, que son reconocidos
como héroes de la patria. Combatieron al fascismo". Tercera precisión: en
Francia, el PCF exigió en 1939 la no intervención contra la Alemania nazi y en
1940 apoyó la invasión de Francia en obediencia al pacto entre Stalin y Hitler.
Están en las hemerotecas las vergonzosas portadas de L´Humanité.
Dijo Pablo
Iglesias en sede parlamentaria: "utilizar la muerte para hacer
política" es una actitud "miserable". Cuarta precisión: el 7 de
octubre de 2016 había dicho "debemos politizar el dolor, que el dolor se
convierta en propuestas para cambiar la realidad".
Dijo Pablo
Iglesias en sede parlamentaria: "España y nuestro pueblo, una vez más,
como en el siglo XX, se quitarán de encima la inmundicia que ustedes
representan". Quinta precisión: en el siglo XX España no se quitó nada de
encima hasta que murió el dictador. Sexta precisión: sin entrar en el tono
tabernario resulta que 3.656.979 españoles votaron a Vox en las últimas
elecciones. Lo que encuentro tan preocupante como que 3.119.364 votaran a
Unidas Podemos. Pero es lo que hay.
* * *
Camboya: Una verdad incompleta
https://www.lahaine.org/mundo.php/camboya-una-verdad-incompleta
08/11/2009
Entrevista con M. Aguirre, autor del libro
"Camboya. El legado de los Jemeres Rojos" :: El Tribunal es una farsa
al dejar fuera a los responsables de los bombardeos de EE.UU.
Hace unos pocos
meses se inició en Phnom Penh el juicio internacional contra algunos (sólo
algunos) de los responsables del genocidio camboyano. Un genocidio cuyas causas
y consecuencias Mark Aguirre explica muy bien en su libro, recientemente
publicado, Camboya. El legado de los Jemeres Rojos.
—El inicio del
juicio contra algunos jemeres rojos nos pone de nuevo ante un genocidio poco
explicado en Occidente. Un genocidio liquidado con el tópico de que Pol Pot era
un loco que asesinaba a la gente que llevaba gafas o que se atrevía a pensar.
Pero la verdad es siempre compleja. Para empezar: ¿Quién era realmente Pol Pot?
—Si nos
atenemos a la manera en que él mismo se definió en su última entrevista poco
antes de morir en 1998, Pol Pot sería un nacionalista entregado a la causa de
su pueblo que salvó a Camboya de ser asimilada por Vietnam. Si analizamos su
larga trayectoria política sería un oportunista que pasó de la ortodoxia
comunista al maoísmo y después de éste a disolver el partido comunista
camboyano imitando, para sobrevivir, lo que hacían sus protectores extranjeros,
ganando su apoyo político, militar y financiero. Además Pol Pot nunca abandonó
el método estalinista de destruir físicamente a sus adversarios políticos para
mantener su liderazgo. Tengamos en cuenta que no era fácil sobrevivir en el
violento pantanal en que convirtieron a Camboya los bombarderos ilegales
estadounidenses y los intereses geopolíticos de Washington, Moscú y Beijing. Pol Pot y sus jemeres rojos duraron lo que
duró la guerra fría.
—¿Quieres decir
que en realidad Pol Pot fue un producto de la guerra fría?
—Pol Pot es el
resultado de un cúmulo de factores, pero si tuviera que señalar sólo uno diría
la guerra fría. Aunque no puede explicarse el genocidio camboyano sólo por la
guerra fría. Pero ten en cuenta que no es hasta 1973 cuando los comunistas
camboyanos se decantan por hacer una revolución cultural en Camboya que al
final resultó tan catastrófica. Qué casualidad que su giro político al maoísmo
ocurre cuando los estadounidenses y vietnamitas firman un acuerdo de paz que no
exige a los estadounidenses parar los bombardeos en Camboya. Estos continúan
durante meses con una ferocidad desconocida. Pol Pot se siente traicionado por
Hanoi, entonces en la órbita de la URSS, y decide “entregarse” a China, que en
aquella época está en conflicto con Moscú. Es en este período cuando desata su
primera purga política dentro del partido, contra los que él define con “cuerpo
camboyano, alma vietnamita”.
Creo que si los
estadounidenses y vietnamitas hubiesen incluido en sus acuerdos parar los
bombardeos en Camboya la historia habría sido diferente. Ya no digo si nunca
hubiesen comenzado. Después su “entrega” a China le condujo, en los años
ochenta, cuando ha sido destronado por los tanques vietnamitas y se ha refugiado
en la frontera tailandesa, a aceptar ser un peón de la política de Reagan
contra la Unión Soviética, disolviendo incluso el Partido Comunista, como se lo
pide Deng Xiaoping. China y Estados Unidos comenzaban en aquella época a poner
las bases de una relación económica que tanta importancia tiene hoy en la
economía mundial. Al final las negociaciones de paz para resolver el conflicto
camboyano empiezan cuando la guerra fría termina. Ya no hay razón para que la
única superpotencia que ha quedado ayude a Pol Pot indirectamente, como hacía.
Es entonces cuando el conflicto camboyano termina.
—Entonces, los
bombardeos estadounidenses fueron un elemento clave. Sin embargo, EEUU nunca
declaró la guerra a Camboya.
—El caso
camboyano es una vergüenza más de tantas para nosotros los occidentales, los
supuestos civilizadores que rompemos las leyes cuando queremos y exigimos
cumplirlas a nuestros supuestos enemigos. Por los últimos documentos
desclasificados por el Pentágono se sabe que Camboya tiene la desgracia de ser
el país más bombardeado de la historia. Más que Japón, incluyendo las bombas
atómicas, y más que Alemania, durante la segunda guerra mundial. No olvides que
Camboya es un pequeño país, un poco más grande que las dos Castillas juntas. Es
difícil saber los muertos que hubo, pero la cifra generalmente aceptada por los
historiadores alcanza el medio millón. Tanta destrucción arrasó la sociedad
rural.
La ciudad, que
apoyaba a los estadounidenses, se libró de las bombas, facilitando el camino a
los jemeres rojos. Pero lo patético es que Johnson primero y después Nixon
nunca lo hicieron público para no alimentar al movimiento contra la guerra de
Vietnam, que veían como una amenaza interna. Cuando Martin Luther King fue
asesinado en 1968 estaba en el proceso de unir el movimiento por los derechos
civiles al movimiento contra la guerra de Vietnam, una alianza explosiva. El
mismo Congreso estaba contra la expansión de la guerra. Es en este contexto que
decidieron actuar contra la legalidad; según la Constitución los Estados Unidos
de América no pueden atacar a un país sin declararle la guerra, actuando como
rufianes protegidos por la oscuridad. Al final la guerra ilegal de Camboya fue
un elemento más de los que afortunadamente hicieron caer al presidente Nixon.
—Regresemos a
Pol Pot. ¿De dónde salió? ¿Dónde y cómo se formaron los principales líderes de
los jemeres rojos?
—Pol Pot
pertenece a la primera generación nacionalista de camboyanos que crece con el
fin de la colonización francesa, pero además, al tener estudios, forma parte de
la nueva elite que se está preparando para tomar el destino de Camboya en sus
manos. Él mismo está de alguna manera relacionado con la casa real y consigue
una beca para estudiar en París. Es allí en donde se hace comunista, junto a
otros jóvenes que han seguido el mismo camino que él. Estamos hablando de los
años cincuenta, cuando el estalinismo domina el movimiento comunista, pero
también son los años de las luchas de la descolonización, años en los que
domina entre los jóvenes de las colonias que han llegado a París a estudiar la
idea de hacer de sus países sociedades igualitarias que no dependan para nada
de sus antiguos amos imperialistas.
Estos jóvenes
estudiantes camboyanos sellan su compromiso con lazos de sangre, algo habitual
entre los políticos camboyanos. Pol Pot tenía lazos familiares con tres de los
cinco líderes que están siendo ahora juzgados por su responsabilidad en los
grandes crímenes de Kampuchea Democrática. Su primera mujer, Khieu Ponnary, era
hermana de Khieu Samphan, e Ieng Thirith la esposa de Ieng Sary. Cuando
regresan a Phnom Penh de París a comienzos de los años sesenta logran desplazar
de la dirección del partido a los cuadros comunistas formados en Vietnam, que
han luchado con las armas contra los franceses. Trabajan en la enseñanza y
empiezan a reclutar maestros y estudiantes al partido comunista. Al principio
su trabajo político es básicamente urbano, incluso participan en las
elecciones, sólo cuando el rey Sihanouk empieza a matar comunistas deciden huir
al bosque para salvarse. Es entonces cuando Pol Pot comienza a mirar a los
campesinos como el sujeto revolucionario. Empieza a vivir tan espartanamente
como lo hacen ellos por su pobreza. Los maestros reclutados en la ciudad, de
vuelta a las escuelas rurales harán de puente entre los “refugiados” comunistas
de la ciudad y los campesinos budistas. La extensión de la guerra de Vietnam a
Camboya hará el resto. Como dice Phillip Short, quien ha escrito una copiosa
biografía de él, Pol Pot logró hacer de la necesidad una virtud.
—Si el sujeto
revolucionario era el campesinado, ¿qué tipo de sociedad pretendían alumbrar
los jemeres rojos?
—En Camboya
había un dicho antes de que los jemeres rojos se establecieran que decía “los
frutos se cultivan en el campo pero se los comen en las ciudades”. El gran
problema social de Camboya, una sociedad mayoritariamente agraria, no era la
propiedad de la tierra. Era la abismal diferencia de ingresos que había entre
el campo pobre y la ciudad rica. Algo que empieza a repetirse hoy. Los jemeres
rojos querían acabar con el modelo económico que hacía a los campesinos cada
vez más pobres y a los burgueses de la ciudad, conectados con los centros
económicos imperialistas, más ricos. Estamos hablando de una sociedad
mayoritariamente rural en donde tener un reloj o una bicicleta significaba ser
un campesino acomodado. Además no hay que olvidar que los camboyanos son un
pueblo muy nacionalista por su pasado grandioso, algo que uno puede captar
inmediatamente cuando visita las ruinas impresionantes de Angkor.
Pol Pot,
inflado de nacionalismo, cae en la trampa de creer que el declive histórico de
Camboya es producto sólo de factores externos. Cierra Camboya al mundo y con
los mismos campesinos que según él habían construido Angkor se propone construir
el comunismo, en un sólo país, desde el primer día, pensando que acabará con la
explotación de la ciudad sobre el campo. Disuelve todas las instituciones del
viejo Estado, evacua las ciudades y abole el dinero. No renuncia a la
industrialización pero tampoco quiere dinero prestado de afuera para comprar la
maquinaria necesaria y tampoco utiliza al puñado de ingenieros y profesionales
que hay en Camboya, a quienes considera infectados por la ideología burguesa y
a quienes en el mejor de los casos hay que reeducar.
Él cree que si
todos los camboyanos imbuidos de nacionalismo se ponen a cultivar los campos de
arroz y a construir reservas de agua y canales, organizados en comunas, Camboya
podría producir suficiente comida para alimentarse mejor que antes –la mayoría
de los campesinos solo comían dos veces al día– y un excedente para
intercambiarlo con China por maquinaria, en términos de intercambio
igualitario, para impulsar la industrialización. Si tenía éxito sabía que
estadísticamente la mayoría de los camboyanos, campesinos pobres, vivirían
mejor que antes. Lo que ocurre es que su proyecto fracasa estrepitosamente.
—Y tras el
fracaso, ¿la represión? ¿O ésta se había iniciado ya antes?
—Pol Pot había
empezado su primera purga política en 1973, incluso antes de tomar el poder,
cuando teme que los vietnamitas y estadounidenses pudieran haber acordado en
París su fin y busca agentes “provietnamitas” en el interior del partido
comunista. Ya hemos dicho que Pol Pot es un seguidor del método estalinista de
liquidar físicamente a los enemigos políticos, reales y potenciales. Luego,
cuando toma el poder, sigue la dinámica sanguinaria de los tiempos de la guerra
en vez de cambiar de curso. Apoyado en el odio que han generado los bombardeos
y la salvaje represión de Lon Nol –durante la guerra civil no se hacen
prisioneros y los guerrilleros detenidos son ejecutados– decide ejecutar a los
mandos militares y altos funcionarios del gobierno de Lon Nol. Pero esto no
explica el más de un millón de camboyanos de una población de alrededor de 7
millones que murieron durante Kampuchea Democrática. Esto sólo puede explicarse
por el fracaso de su proyecto económico y la hambruna que generó. Su plan de
producir tres toneladas de arroz por hectárea a la hora de la verdad ni tan siquiera
llegó a una.
Esto ocurre
porque no es posible trabajar forzadamente, como obliga a hacer a los
camboyanos, y ser productivo; no es posible aumentar la productividad sin
técnicos a base de consignas políticas; no es posible mejorar la vida de los campesinos
sin democracia... Cuando la gente empieza a quejarse del hambre y las
enfermedades –los cuadros locales pasan al final del primer año informes en los
que dicen que el 40% no pueden trabajar por estar enfermos y que carecen de
médicos y medicinas– el régimen no reacciona. Pol Pot, en vez de escuchar a los
críticos, manda ejecutarlos acusándolos de hacerle el juego a Vietnam y sigue
con su desastrosa política económica que acabará en el genocidio camboyano. La
mayoría de las muertes serán a consecuencia del hambre, la sobreexplotación y
enfermedades curables. A medida que el hambre se extiende también lo hacen la
disidencia y las ejecuciones. Para que te hagas una idea, de los siete
secretarios comunistas de las siete zonas administrativas de Kampuchea
Democrática nombrados en 1975, que eran los que conocían lo que estaba pasando
de primera mano, para 1978 cuatro de ellos habrán sido ejecutados en Tuol Sleng
y otro mas habrá cometido suicidio.
—Ya has
comentado que para los jemeres rojos los habitantes de la ciudad eran enemigos,
pero aun así, al tomar el poder, ¿por qué decidieron evacuar las ciudades?
¿quién se quedó en ellas?
—Este es uno de
los temas que más controversia ha generado y esperemos que los trabajos del
Tribunal ayuden a esclarecerlo definitivamente. A los habitantes de Phnom Penh
les dijeron que eran evacuados para protegerlos de los bombardeos
estadounidenses. Quizá por eso una población cansada de la guerra aceptó la
evacuación sin mayor resistencia. Hul Saraeun, un jemer rojo que entreviste en
Pailin, me dijo que la organización había decidido la evacuación en 1974, un
año antes de tomar la capital, pero que fue presentada como algo provisional.
Él mismo se extrañó cuando llegó a Phnom Penh, un año después de la evacuación,
y vio la ciudad vacía. De dos millones de habitantes que había en abril de 1975
sólo quedaban alrededor de 50.000: obreros de fábricas, los trabajadores que
mantenían la ciudad, los escasos diplomáticos que había, el rey Shianouk bajo
arresto en su Palacio y el aparato político central del nuevo régimen, incluido
Pol Pot y los demás líderes.
Pero la idea
predominante entre los historiadores es que la evacuación fue concebida por Pol
Pot –posiblemente hubo diferencias internas– como una medida estratégica y no
táctica. Acababa de un solo golpe con los enemigos de la revolución cuya base
estaba en las ciudades, conseguía mano de obra para la construcción de los
regadíos necesarios para el nuevo plan económico y permitía mediante el trabajo
reeducar a los “ricos” de la ciudad poniendo las bases para una nueva sociedad
comunista en donde los pobres campesinos y trabajadores educados en los valores
del comunismo serían los únicos actores.
—Finalmente,
después de que Pol Pot hubiera liquidado a millares y millares de disidentes
comunistas, los vietnamitas deciden atacar. Y el régimen de los jemeres rojos
se desmorona como un azucarillo en agua hirviendo. ¿A qué se debe ese derrumbe
tan vertiginoso?
—Sólo se puede
explicar porque Pol Pot ha perdido el apoyo de los campesinos que lo auparon al
poder cansados del hambre y la brutalidad de los crímenes de su régimen. En las
semanas previas a la ocupación, sabiendo lo que se le venía encima, Pol Pot
había ordenado dar más comida en los comedores comunales, los únicos que había,
y agita el sentimiento antivietnamita presente en el imaginario colectivo
nacionalista camboyano, pero ya es muy tarde. Hastiados, la mayoría de los
camboyanos ven a los vietnamitas como liberadores, no importaba que los
vietnamitas hubiesen invadido a Camboya por intereses de seguridad propios. No
hay suficiente comida, están cansados de los trabajos forzados, no hay médicos
que los curen, están hartos de tener que estar callados, de ver cómo personas
desaparecen como gotas de agua en un arroyo... ¿Quien va defender algo así?
Es verdad que
en términos militares el ejército camboyano no podía parar al gran ejército
vietnamita, pero en realidad se trata de una autoderrota política. Llama la
atención la rapidez de la debacle y sobre todo que los jemeres rojos fueran
incapaces de establecer una base en territorio camboyano, como habían planeado.
Lo habían hecho antes en condiciones militares más difíciles. Eso sólo se
explica porque ya no tienen el apoyo social que antes tenían. Acaban
instalándose en tierra tailandesa, en las zonas fronterizas desde donde los
guerrilleros hostigan al ejército ocupante con la ayuda de “la comunidad
internacional”, quien con su doble rasero acostumbrado, reconoce a Ieng Sary,
uno de los acusados hoy ante el Tribunal, como el representante de Camboya en
las Naciones Unidas. La misma institución que irónicamente lo está juzgando en
Phnom Penh.
—¿Qué países
siguieron apoyando –y cómo– a Pol Pot cuando los jemeres rojos huyeron a
Tailandia?
—China
directamente –mandó armas y pertrechos a los campamentos guerrilleros de los
jemeres rojos en Tailandia, se llegó a hablar de una ruta Deng Xiaoping– y
Estados Unidos indirectamente. Los jemeres rojos después de disolver el partido
comunista formaron un frente con Sihanouk a la cabeza y lo poco que quedaba de
los antiguos aliados estadounidenses de la época de Lon Nol, para hacer tragar
a la opinión pública la ayuda financiera de Reagan a Pol Pot. No olvides que la
ocupación vietnamita ocurre en 1979, el año en que la URSS ocupa Afganistán. En
plena guerra fría Estados Unidos y China ven lo que ellos consideran la
“expansión soviética” en Asia como un riesgo propio.
Washington
recurre a Bin Laden en Afganistán y a Pol Pot en Camboya como peones
guerrilleros en una política de desgaste del enemigo, mientras estrecha su
alianza con Beijing. Deng Xiaoping había declarado la guerra a Vietnam en
castigo por la invasión a Camboya, una guerra que aunque dura muy poco tuvo
nefastas consecuencias para la credibilidad de la izquierda. China también
congelará toda relación política con la URSS, poniendo como condición para el
deshielo la salida de las tropas de Vietnam de Camboya. Deng Xiaoping lo
compensa acercándose más a Estados Unidos. De alguna manera el orden económico
mundial actual se está gestando políticamente en este pequeño y pobre país del
Este de Asia.
—Vayamos ahora
al juicio contra los responsables del genocidio. ¿Por qué ha tardado tanto
tiempo en formarse el Tribunal Internacional? ¿Quién está siendo juzgado?
—Nadie estaba
interesado en un juicio. ¿Cómo la ONU podía quererlo mientras Ieng Sary, uno de
los que están ahora en el banquillo, ocupaba el sillón de representante de
Camboya en su sede en Nueva York a propuesta de “Occidente” después de que se
conociera el genocidio? ¿Estados Unidos, que había cometido severos crímenes de
guerra y contra la humanidad con sus bombardeos ilegales? ¿China, que había
estado detrás de Pol Pot? ¿Los políticos camboyanos, cuya gran mayoría han sido
jemeres rojos o aliados de Pol Pot en algun momento de su vida? Lo que ocurre
es que cuando el Presidente Clinton justifica los bombardeos de Yugoslavia para
evitar un genocidio en Kosovo, se acuerdan de Pol Pot. Se veía muy mal juzgar a
los serbios mientras Pol Pot se paseaba por Tailandia. Piensan que podía serles
útil acabar con él para legitimar su agresión en los Balcanes. Sobre todo
porque activistas de derechos humanos habían seguido todos esos años exigiendo
un juicio que ayudase a conocer la verdad de lo que pasó y castigase a los
responsables del genocidio camboyano. Pero otra vez les llevó tiempo a los
implicados establecer una jurisdición que fuera la horma de los zapatos de
todos. No era tan fácil contentar a todos.
Al final
deciden que los bombardeos queden fuera, que la ONU no tenga que rendir cuentas
por acoger a Ieng Sary, que los políticos en activo camboyanos no puedan ser
acusados. Conocer la verdad queda en un segundo plano. La jurisdicción del
Tribunal se reduce estrictamente al periodo de Kampuchea Democrática y a los
altos líderes, a aquellos que hayan cometido grandes crímenes. Los juzgados en
Phnom Penh en estas condiciones han quedado reducidos a cinco. Además de Ieng
Sary, Khieu Samphan, jefe de estado; Nuon Chea, número dos del Régimen; Duch,
el responsable de Tuol Sleng; e Ieng Thirith, la esposa de Ieng Sary y hermana
de Khieu Samphan y ministra de Asuntos Sociales. Recientemente un fiscal dijo
que había reunido evidencias para juzgar a más líderes. El Tribunal lo rechazó
por falta de dinero. Solo Japón ha dado algo más que migajas, posiblemente como
un medio de meter el dedo en el ojo de su rival chino.
—Tuol Sleng...
¿Es ahí donde se asesinó a millares de personas? ¿Cómo las ejecutaban?
—Era terrible.
Sólo se conocen una docena de sobrevivientes entre las más de 14 mil personas,
entre ellos muchos comunistas, que ingresaron en el centro de detención del
Comite Central del Partido Comunista que era Tuol Sleng, S-21 en la jerga
burocrática. Pero no se les ejecutaba allí. En Tuol Sleng se obtenía bajo
tortura “la confesión” que necesitaban los dirigentes del partido, a la que se
añadía siempre una lista de “cómplices”, delatados por el acusado. Entre otras
torturas se metía la cabeza de los prisioneros bajo el agua hasta provocar los
primeros síntomas de asfixia, se les extirpaban las uñas,o se daban shoks
eléctricos a los prisioneros. No había prisas para obtener la confesión
adecuada. Duch, el responsable del centro, una vez firmada por el acusado [la
confesión] la reportaba directamente a Son Sen o a Nuon Chea, quienes estaban a
cargo de la seguridad del Régimen y quienes a su vez la reportaban a Pol Pot.
Éste las usaba cuando le convenía para seguir con sus purgas, eliminando
físicamente a oponentes políticos. Uno de los verdugos, Him Huy, ha contado
–existe un vídeo realizado por el Centro de Documentación de Camboya–, dónde y
cómo los presos de Tuol Sleng eran ejecutados. El suplicio tenía lugar en
Choenug Ek, un lugar apartado semipantanoso a las afueras de Phnom Penh
convertido en monumento en memoria del genocidio. Un lugar banalizado hoy por
el dinero. Him cuenta que los detenidos, una vez firmada “la confesión”, eran
llevados al lugar de noche, en camiones, y ejecutados. Se les vendaban los
ojos, se les hacía arrodillar delante de una tumba colectiva, en donde se les
pegaba un golpe en la cabeza con una barra de hierro y se les degollaba. Los
que esperaban su turno no podían oír los gritos de las víctimas por estar junto
a un ruidoso generador eléctrico a unos cien metros del improvisado patíbulo.
Todavía hoy cuando llueve salen huesos de las victimas del suelo.
—¿Que esperas
del juicio?
—Poca cosa si
se espera que verdad y justicia vayan de la mano. Ya he dicho que los
organizadores del juicio, el gobierno y la “comunidad internacional”, estaban
más preocupados por protegerse ellos mismos que por investigar lo que pasó y
saber cómo se tomaron las decisiones que condujeron a Camboya a tanto
sufrimiento humano. El padre Ponchaud, famoso por su libro Camboya. Año 0, dijo
en Phnom Penh cuando se constituyó el Tribunal que sentía vergüenza por la
jurisprudencia pactada y llegó a catalogarlo como una farsa al dejar fuera a
los responsables de los bombardeos estadounidenses, que a su juicio destrozaron
Camboya.
Con el juicio
en marcha siguen actuando para que el proceso no se salga de lo pactado. Hasta
el punto de que todavía hay activistas de derechos humanos que no están seguros
de que el juicio llegue hasta el final. El dinero internacional prometido no
llega y funcionarios gubernamentales no dejan de interferir en el proceso y de
usar el presupuesto del juicio en su propio provecho.
En esta
situación la gente ha perdido interés. La sala, con cabida para 400 personas,
se llena muy raramente. Normalmente llegan 150-200 personas. Los jóvenes, que
son la mayoría de la población, son indiferentes. No logran ver la relación que
tiene el pasado, que les asusta por su crueldad, con su preocupación por
encontrar un buen empleo y salir de la pobreza. Pero para muchas de las
víctimas que han sobrevivido al genocidio, el juicio les puede ayudar de alguna
manera a liberar sus traumas, a hacer su vida más llevadera, aunque se les
escatime conocer la verdad. Pienso que, de todas formas, un mal juicio es mejor
que ninguno. En Camboya hay una gran cultura de impunidad para los poderosos.
El juicio puede ayudar a combatirla.
elviejotopo.com
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