«Comunistas» subiéndose al carro de moda: el
feminismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2020.
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febrero 28, 2020
La obra ya
clásica de Friedrich Engels «El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado» de 1884 podemos definirla como una obra magna que analiza la evolución
del ser humano y sus relaciones sociales incluyendo la relación entre el hombre
y la mujer, es un estudio que desmonta todas las teorías de los ideólogos del
orden patriarcal pero también de los grupos feministas de la actualidad que
pretenden teorizar sobre la supremacía del género femenino. Los marxistas del
siglo XIX y XX ya nos advirtieron que muchos y muchas nos querrían arrastrar a
una lucha entre sexos, desviándonos del motor de la historia: la lucha de
clases. Por ello es tan necesario refutar a estos movimientos unilateralistas
que se desvían en teorías absurdas, muchas de ellas influenciadas por la
cultura dominante, y fabricadas precisamente para distraer la atención de los
problemas reales, su origen y solución. Se concluye, por tanto, sobre los
llamados feminismos que:
«Partiendo de
esta realidad, se hace evidente que la lucha planteada por los movimiento
feministas en general, y en particular los radicalizados, son el resultado de
un planteamiento equivocado de las causas de la eterna discriminación de la
mujer como sujeto social, y al hacerlo, obvian los elemento coyunturales que
han originado y perpetuado esa realidad, pues parten de la idea de que los
miembro del sexo opuesto son el enemigo y de hecho el sujeto a batir, y que la
exclusión y falta de derechos del gremio se debe exclusivamente a la
implicación directa de los hombres en general y que va en su ser tal
«naturaleza represora», o al menos eso es lo que se desprende de sus acciones,
documentos, eslóganes, etc». (Equipo de Bitácora (M-L); Feminismos, sus errores de planteamiento y otras especies, 2011)
Aquello de que
«el feminismo no va contra el hombre» es una frase cierta entre algunos de sus
seguidores honestos que aunque seducidos por muchos de sus dogmas, no llegan
hasta tal grado de engaño. Pero esto no se aplica a algunas corrientes del
feminismo más famosaos que focalizan su «feminismo» en un odio contra el
hombre, al cual de forma idealista consideran como un ser naturalmente
«perverso» y «violento», «incapaz de reprimir esos impulsos»:
«La
agresividad, la tensión sexual y la relación jerárquica son determinantes
genéticos del machismo que se encuentra en todos los hombres». (Germaine Greer,
Los hombres y la violencia sexual; citado en: Raquel Osborne, Debates en torno
al feminismo cultural, El País, 24 de mayo de 1987)
Este tipo de
teorías tienen la misma base científica que decir que la mujer es «débil» e
«incapaz de realizar labores que supongan tener una gran inteligencia».
Teorías, todas ellas reaccionarias que utilizaron y utilizan tanto los
ultraconservadores como las feministas para azuzar al bando «enemigo».
Un ejemplo
sería el feminismo de Kate Millet, que llegó a declarar:
«P. ¿Qué significa
para ti el amor?
R. Significa
gran parte de mi vida. Conozco el amor heterosexual y el homosexual, y como
lesbiana he conocido la persecución, la maledicencia y el maltrato. El amor ha
sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras
nosotras amábamos, los hombres gobernaban. Tal vez no se trate de que el amor
en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para engatusar a la mujer y
hacerla dependiente, en todos los sentidos. Entre seres libres es otra cosa.
P. ¿Es preferible
el amor homosexual para las mujeres?
R. Yo creo que para mí, como para otras muchas mujeres como yo en el movimiento, que amamos mujeres, fue algo tan natural como inevitable. La camaradería que fuimos forjando nos llevó a cruzar la barrera sexual simplemente. (…) Vivimos una época en que no sólo el patriarcado, sino la heterosexualidad, están en vías de desaparición, por lo menos como los hemos conocido hasta ahora, que son verdaderas monstruosidades». (El País; Kate Millet: «El amor ha sido el opio de las mujeres», 21 de mayo de 1984)
Aquí, a diferencia de Engels que hizo un estudio pormenorizado del rol y la evolución del amor en las relaciones sociales humanas, ella de forma totalmente subjetiva y demostrando un desconocimiento absoluto concluye que no ha habido relaciones sanas entre hombres y mujeres en miles de años de existencia, que simplemente ha sido el «opio de las mujeres». Decreta sin más que la heterosexualidad va hacia su extinción. Anima a las mujeres a ser homosexuales porque, siempre según ella, la camaraderia que se forja en la militancia feminista –bajo el dogma de que las organizaciones feministas solo admiten a mujeres– hace que se entiendan mejor y compartan experiencias que con los hombres es imposible tener.
R. Yo creo que para mí, como para otras muchas mujeres como yo en el movimiento, que amamos mujeres, fue algo tan natural como inevitable. La camaradería que fuimos forjando nos llevó a cruzar la barrera sexual simplemente. (…) Vivimos una época en que no sólo el patriarcado, sino la heterosexualidad, están en vías de desaparición, por lo menos como los hemos conocido hasta ahora, que son verdaderas monstruosidades». (El País; Kate Millet: «El amor ha sido el opio de las mujeres», 21 de mayo de 1984)
Aquí, a diferencia de Engels que hizo un estudio pormenorizado del rol y la evolución del amor en las relaciones sociales humanas, ella de forma totalmente subjetiva y demostrando un desconocimiento absoluto concluye que no ha habido relaciones sanas entre hombres y mujeres en miles de años de existencia, que simplemente ha sido el «opio de las mujeres». Decreta sin más que la heterosexualidad va hacia su extinción. Anima a las mujeres a ser homosexuales porque, siempre según ella, la camaraderia que se forja en la militancia feminista –bajo el dogma de que las organizaciones feministas solo admiten a mujeres– hace que se entiendan mejor y compartan experiencias que con los hombres es imposible tener.
Otro ejemplo
sería el feminismo kurdo de Abdullah Öcalan. Véase nuestro capítulo: «El movimiento nacionalista kurdo, sus desviaciones anarco-feministas, sus
vínculos con los imperialismo y el silencio cómplice de los oportunistas» de 2018.
En España se
puede ver como de forma sutil o abierta, distintos políticos e ideólogos del
feminismo hegemónico abrazan ese relato: políticas como Irene Montero, Carmen
Calvo, Clara Serra, Manuela Carmena; ideólogas como Leticia Dolera, Irantzu
Valera; medios de comunicación como el Diario.es, El Público, El País;
sindicatos como UGT, CCOO, etc.
August Bebel,
uno de los mayores expertos de su época en la cuestión de género, ya desmontó
varias de las ideas feministas que hoy resuenan como el llamado «techo de
cristal» y la «sororidad» entre mujeres de cualquier clase:
«Lo más
notable de estas aspiraciones es que no transcienden el marco del orden social
actual. No se plantea la cuestión de si se ha realizado en general algo
esencial y radical para la situación de las mujeres. Apoyarse en el orden
social burgués, es decir, capitalista, se considera la igualdad de derechos
burgués entre el hombre y la mujer como solución definitiva de la cuestión. Uno
no es consciente o se engaña en el sentido de que, por lo que se refiere a la
libre admisión de la mujer a las profesiones industriales y comerciales, este
objetivo se ha alcanzado realmente, y por parte de las clases dominantes recibe
el más vigoroso impulso en su propio interés. Pero en las circunstancias dadas,
la admisión de las mujeres a todas las actividades industriales ha de tener el
efecto de que se acentúe cada vez más la lucha competitiva de las fuerzas del
trabajo, y el resultado final es: disminución de los ingresos para la fuerza de
trabajo femenina y masculina. (…) Es evidente que esta no puede ser la solución
correcta. (…) A la gran mayoría de las mujeres les es indiferente que unos
cuantos miles de sus compañeras pertenecientes a las capas mejor situadas de la
sociedad lleguen a la enseñanza superior, a la práctica de la medicina o a una
carrera científica o administrativa cualquiera. Ello no altera en nada la
situación general del sexo. (…) El mundo femenino está especialmente interesado
en combatir hombro con hombro con el mundo masculino proletario por todas las
normas e instituciones que protegen a la mujer de la degeneración física y
moral y le garantizan sus facultades de madre y educadora de los hijos. La
proletaria tiene también en común con sus compañeros masculinos de clase y
destino la lucha por la transformación radical de la sociedad, a fin de
establecer una situación que facilite la completa independencia económica y
espiritual de los dos sexos mediante las correspondientes instituciones
sociales. Así que no solo se trata de realizar la igualdad de derechos de la
mujer con el hombre en el terreno del orden social existente, lo cual
constituye el objetivo del movimiento femenino burgués, sino, más aún, de
eliminar todas las barreras que hacen que el hombre dependa del hombre, y, por
tanto, también un sexo del otro. Esta solución de la cuestión femenina va
vinculada a la solución de la cuestión social (…) Todos los socialistas
debieran estar de acuerdo con las ideas fundamentales expuestas aquí. Pero no
podemos decir lo mismo respecto a la manera en que pensamos realizar los
objetivos finales, es decir, cómo deben de ser las medidas e instituciones
individuales que fundamentan la pretendida independencia e igualdad de derechos».
(August Bebel; La mujer y el socialismo, 1879)
Engels ya ilustró la postura que deberían tomar los marxistas sobre la cuestión salarial en el capitalismo:
Engels ya ilustró la postura que deberían tomar los marxistas sobre la cuestión salarial en el capitalismo:
«Salarios
iguales por un trabajo igual, para ambos sexos, es algo que hasta que quede
abolido en general [el trabajo asalariado, se entiende] demandan todos los
socialistas, hasta donde sé. Que la mujer trabajadora necesita de una
protección especial contra la explotación capitalista debido a sus funciones
fisiológicas especiales me parece algo obvio. Las mujeres inglesas que lucharon
por el derecho formal de sus congéneres de ser tan explotadas por los
capitalistas como los hombres están interesadas, en la mayoría de los casos,
directa o indirectamente, en la explotación capitalista de ambos sexos. Admito
que me encuentro más interesado en la salud de las generaciones futuras que en
la igualdad formal absoluta entre los sexos durante los últimos años del modo
capitalista de producción. Estoy convencido de que la igualdad real entre las
mujeres y los hombres puede hacerse realidad únicamente cuando la explotación
capitalista de ambos haya sido abolida y el trabajo doméstico privado se haya
transformado en una industria pública». (Friedrich Engels; Carta a
Guillaume-Schack, 5 de julio de 1885)
Efectivamente,
los que hoy no se preocupan tanto de «la salud de las generaciones futuras que
en la igualdad formal absoluta entre los sexos durante los últimos años del
modo capitalista de producción», demuestran de que lado están. Como curiosidad,
anotar que cuando Engels habla del trabajo doméstico privado, se refiere al
sistema de trabajo en los hogares. Producir en familia para una empresa
capitalista, usando tus limitados medios de producción para cumplir con una
cuota de producto determinada. En «El Capital», Marx describe estas prácticas
como situaciones donde se daban las condiciones de vida más ruines y miserable.
Mientras la mayoría de ramas del feminismo defiende la organización separada entre hombres y mujeres, el marxismo ya condenaba esa absurdo división por sexos como una forma de desviación de la lucha de clases:
«La nueva Unión de Mujeres Cigarreras, que mencioné en mi anterior misiva, se fundó hace tres años. Sus miembros no pertenecen a la Unión masculina de esta profesión, aunque ambas trabajan codo con codo. Para alguien que contemple la situación desde fuera parece deleznable que ambas Uniones no se hayan fusionado pese al trabajo conjunto». (Eleanor Marx; Un nuevo sindicato de mujeres, 1892)
Mientras la mayoría de ramas del feminismo defiende la organización separada entre hombres y mujeres, el marxismo ya condenaba esa absurdo división por sexos como una forma de desviación de la lucha de clases:
«La nueva Unión de Mujeres Cigarreras, que mencioné en mi anterior misiva, se fundó hace tres años. Sus miembros no pertenecen a la Unión masculina de esta profesión, aunque ambas trabajan codo con codo. Para alguien que contemple la situación desde fuera parece deleznable que ambas Uniones no se hayan fusionado pese al trabajo conjunto». (Eleanor Marx; Un nuevo sindicato de mujeres, 1892)
Algunas figuras
famosas del feminismo destacaron por luchar por causas progresistas, pero lo
importante es valorar a las figuras en su justa medida, cosa que nunca hacen
los revisionistas o las feministas –que en muchas ocasiones son lo mismo–,
olvidándose de las contradicciones de sus figuras, tapando los aspectos
negativos, hasta conservadores y contrarrevolucionarios de sus mitos.
Tenemos a
Angela Davis que coqueteó siempre con los movimientos revisionistas y después
con las figuras abiertamente neoliberales, pero todavía sigue siendo
reivindicada por las feministas y revisionistas como una figura altamente
ejemplar. Luego tenemos el caso ya de feministas de la talla de Campoamor que
directamente era simpatizante del alzamiento fascista de 1936 y que toda su
vida estuvo militando en organizaciones derechistas y antiobreras. Por no
remontarnos a figuras del siglo XIX como es el caso del Concepción Arenal,
icono del «catolicismo social», reivindicada acríticamente y de forma
indiscriminada tanto por feministas como por como por organizaciones
derechistas como Partido Popular y Ciudadanos.
Sea como sea,
cuando toda figura no es analizada de forma objetiva, cuando simplemente es
reivindicada de forma acrítica, para ensalzarla de forma artificial, ocurre lo
mismo que cuando se niega subjetivamente todo mérito de una figura sin entender
en su contexto, se cae en la caricatura.
Por tanto no,
el feminismo no es sinónimo de marxismo, es un movimiento de origen burgués y
con muchas ramificaciones de movimientos aburguesados o pequeño burguesas como
se ve en la actualidad. Una corriente contra la cual grandes luchadoras del
marxismo siempre quisieron marcar distancia por razones obvias:
«Así como sobre
la cuestión bélica, el Congreso puntualizó la diferencia existente entre la
típica liga pacifista burguesa, que clama al cielo «¡Paz, paz!» donde no existe
tal paz, y el partido de la paz económica, el partido socialista, que quiere
acabar con las causas mismas de la guerra. Del mismo modo ocurre en tanto a la
cuestión de la mujer, ante la que el Congreso diferenció entre el partido de
las «defensoras de los derechos de la mujer», que no reconocían ninguna lucha
de clases sino que hablaban de una lucha de sexos, perteneciendo este partido
al elenco de partidos de la clase poseedora en tanto que anhelan derechos que
constituirían una injusticia contra sus hermanas de clase obrera, y el partido
que realmente es el partido de las mujeres; el partido socialista, que cuenta
con un conocimiento fundamentado de las causas económicas de la actual
situación desventajosa de la mujer trabajadora y que las llama a una lucha
común junto a los hombres de su clase contra su enemigo común: los hombres y
mujeres de la clase capitalista». (Eleanor Marx; ¿Cómo debemos organizarnos?,
1892)
Esto no es solo
común al feminismo o al movimiento pacifista, es común a toda corriente con un
monotema, con una visión unilateral, que se piensa más versado que una doctrina
holística como el marxismo:
«Algunos de
los ecologistas niegan y atacan abiertamente al marxismo bajo la acusación de
que «el pensamiento marxista es un modelo productivista que no tienen en cuenta
la cuestión medioambiental», a veces incluso ponen de ejemplo manifiesto a los
regímenes históricos o presentes capitalistas del revisionismo –lo que
demuestra hasta qué puntos ha hecho mella el triunfo del revisionismo en el
ideario colectivo–. Pero quién proclama todos estos ataques hacia el marxismo
son los mismos «movimientos unilateralistas» como el feminismo, el animalismo,
el tercermundismo y otras corrientes alejadas de la lucha de clases, que
mienten por desconocimiento o a conciencia alegando que «el marxismo no ha
profundizado en la cuestión de la mujer», que «no entiende la idiosincrasia de
los animales» o que no se ha preocupado de conocer «las causas del atraso de
los países subdesarrollados y ponerles solución». Afirmaciones del todo
ridículas ya que el marxismo es la única corriente que ha dado una respuesta
científica a las causas de estos problemas y propuesto soluciones a las mismas.
(…) Solamente el marxismo tiene en su seno una doctrina científica que puede
dar solución a todos estos temas como son la cuestión nacional, la cuestión de
género, la cuestión ecológica o la cuestión antifascista. Por ello el marxista
considera estúpido insistir a bombo y platillo que él o su partido es
«ecologista» o «antifascista», pues su doctrina cubre y da respuesta a todas
las contradicciones nacidas de las relaciones de producción capitalistas, y lo
hace de una forma mucho más clara y seria que los elementos que «solo» se
centran en un tema en específico. El marxista como tal, no satura sus mensajes
de eslóganes ecologistas para «cumplir con la causa», sino que da una
explicación materialista de las causas del fenómeno y propone soluciones
reales, lucha por aplicarlas, y tiene conciencia que el principal obstáculo
para hacerlas cumplir son las clases explotadoras y parasitarias, a las cuales
sabe que debe eliminar o de otra manera no será posible aplicarlas». (Equipo de
Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos políticos oportunistas del PCE (r) y
las prácticas terroristas de los GRAPO, 2017)
Es claro que estas gentes que proclaman la unicidad de feminismo y marxismo:
Es claro que estas gentes que proclaman la unicidad de feminismo y marxismo:
«Olvidan que
feminismo y marxismo son irreconciliables, aunque intenten apellidar al
feminismo con los eufemismos de «clase» que quieran. Los intentos de apellidar
al ecologismo, al nacionalismo, o al feminismo de «marxista», no es sino un
intento de intentar pasar la mercancía revisionista». (Equipo de Bitácora
(M-L); Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2017)
Pero claro es,
que para los oportunistas siempre les es más fácil seguir los mitos de moda
para intentar pescar en río revuelto». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre
el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2019)
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