La masculinidad de las élites y la ceguera de la izquierda
Fuentes: elsaltodiario.com
20.08.202
El concepto de masculinidad se encuentra directamente
relacionado con ser élite o aspirar a serlo. La falta de visión de
conjunto de la izquierda es un obstáculo para elaborar estrategias
globales.
Vivimos una etapa de crisis de la masculinidad que
se ha visto acentuada por la crisis económica. El hombre de la sociedad
neoliberal está asistiendo con ansiedad a la ruptura de todas las
promesas que se le hicieron. Le prometieron ser el primero, sin embargo,
ser el primero no suponía tener buenos derechos sino que los que estén
por detrás los tengan peores.
En el pack de la hombría iba incluida la necesidad
de tener como plan de vida subir en la escala social pero el ascensor
social que iba a llevar a muchos trabajadores a la clase media-alta a
base de su esfuerzo está averiado. La escala social no es solo una serie
de compartimentos separados en función de su renta sino que también
entiende de género. Subes para obtener más poder y obtienes más poder
aumentando tu renta o aumentando tu virilidad. Dicho de otro modo, para
trepar por la escala social tienes que ser más rico y/o más hombre.
WINNER-LOSERS, COMPETICIÓN ENTRE HOMBRES COMO FORMA DE VIDA
En este momento que nos ha tocado vivir el hombre
tiene que ser un winner y, cuando no lo es, está frustrado o se siente
fracasado en algún aspecto de su vida laboral y económica, le surge la
necesidad de reafirmar su masculinidad por medio de cualquier otra
característica de las que identifica como propias del hombre.
¿Cuántos hombres habrán tenido hijos solo para
sentirse completos como hombres, porque sentían que era algo que estaban
obligados a hacer? De entre esos hombres, ¿cuántos quieren realmente
tener hijos? El hombre es el que lleva dinero y comida a casa, el que
provee, y para cumplir con ese rol tiene que ser padre. Sería bien
difícil calcular la cantidad de paternidades forzadas que
irremediablemente pueden dañar a los hijos.
¿Alguien que ha sido padre por obligación va a ser
un buen padre? Tal vez sí, pero tiene muchas papeletas para que no se dé
el caso. El primer referente (para bien o para mal) de un hijo siempre
es su padre, esta figura es la que proporciona al niño las primeras
nociones de lo que se espera de un hombre en nuestra sociedad. Si el
padre forma los cimientos de la masculinidad del hijo, ¿como iban a ser
buenos esos cimientos si en muchos casos se fuerza la paternidad?
La competitividad extrema entre hombres puede llevar a que uno se considere un triunfador siendo un currante de clase baja y humille a un compañero que está en las mismas circunstancias
De entre los valores más representativos del género
masculino destaca la competitividad. Cuando el hombre siente su
virilidad atacada necesita dejar claro que es más hombre que los demás
y, si no puede serlo, humillar al que sea menos hombre que él. La
competitividad extrema entre hombres puede llevar a que uno se considere
un triunfador siendo un currante de clase baja y humille a un compañero
que está en las mismas circunstancias pero que encaja peor en el modelo
de masculinidad hegemónica. Porque un hombre no puede ser un nadie,
tiene que ser más que los que le rodean.
LA MASCULINIDAD FRENTE A LA POLÍTICA DE LAS EMOCIONES
La política tiene que dar salida a los sentimientos
del pueblo para lograr seguir viéndose legitimada ante él. El hombre
está frustrado y cuando una emoción es compartida se puede decir que es
una frustración política.
La respuesta a este sentimiento hasta ahora se ha
visto monopolizada con bastante éxito por opciones políticas que van
desde la derecha anti-establishment y populista, como Trump o
Le Pen, a una derecha ultraconservadora renovada -Vox en España- que
prometen una visión de país en la que ‘el hombre vuelva a ser hombre’,
devuelto a sus esencias después de haber sido desnaturalizado por las
denominadas «ideologías de género» o el «lobby LGTB».
El feminismo es la pelea de un colectivo oprimido, el de las mujeres, contra la estructura del género como autoridad, como poder. No hay lucha más antisistema que el feminismo
Desde la izquierda ha faltado analizar toda esta
situación desde la nueva ola de activismo feminista que barre el país
cada 8M. Se ha contentado con decir a las feministas un simple ‘vale’,
‘adelante’, ‘seguid por ahí que nosotros, los hombres, nos encargamos
del resto’ demostrando una enorme ceguera.
La estructura del género y la estructura de clases
son dos pilares de un mismo sistema. Las luchas LGTB y feministas no son
políticas sectoriales por mucho que desde algunos altares de la
izquierda las miren casi como si de un hobby se tratara. Desde esos
enfoques unos se encargan de sus luchas personales, de sus ‘cosas de
maricas’ o sus ‘cosas de mujeres’, mientras que otros, aquellos que se
llenan la boca de clases sociales, se dedican a cambiar el mundo, a
derrumbar el sistema.
La mala costumbre de separar en compartimentos
estancos diferentes luchas provoca que se obvien las relaciones entre
ellas. El error está en pensar que género y clases sociales son cosas
diferenciadas cuando se trata de dos conceptos entremezclados difíciles
de separar y para acabar con la opresión que ejercen es necesario tener
visión de conjunto. No se trata de mujeres contra hombres, no es la
«guerra de los sexos» sino que es una lucha por el poder.
El feminismo es la pelea de un colectivo oprimido,
el de las mujeres, contra la estructura del género como autoridad, como
poder. No hay lucha más antisistema que el feminismo.
EL FEMINISMO Y LAS ÉLITES
A menudo se presenta el debate en el feminismo
sobre los ‘techos de cristal’. Se acusa a quienes centran sus
reivindicaciones en este concepto de estar utilizando el feminismo como
mera herramienta para que un pequeño porcentaje de mujeres se incorpore a
la élite. Si bien la crítica es legítima y cargada de verdad, este
discurso liberal puede ser útil para los discursos más radicales. Del
mismo modo que unas pocas mujeres privilegiadas malvenden la lucha
feminista por aumentar su cuota de poder, también la masa feminista
puede aprovecharse de esta élite.
Si una mujer privilegiada, en nombre del feminismo,
rompe el techo de cristal adquiere una cuota de poder que el sistema
tenía reservada para los hombres. Con esto abre la posibilidad de
cuestionar la lógica hombre=poder. Si el poder ya no es una
característica propia y exclusiva del hombre, de aquel que cumple todos
los requisitos de la masculinidad hegemónica, entonces se puede
cuestionar por qué tenía ese poder previamente y por qué debería seguir
teniéndolo. Se cuestiona el derecho a existir de la élite.
Independientemente de que exista la posibilidad real de hacerlo, subir por la escala social es una necesidad inculcada en los hombres que condiciona todos sus posicionamientos políticos
La masculinidad hegemónica es la mayor
representación del poder porque el que lo ostenta no solo tiene que
tener la capacidad de aplicarlo, sino que necesita ser percibido como
poderoso. Los roles de género en el caso del hombre pueden servir para
ser identificado como superior a los demás, te da tu lugar en la
jerarquía de clases sociales. La masculinidad encuentra su utilidad como
performatividad de las élites y el mejor instrumento de legitimación
del sistema de clases.
Ese objetivo recurrente de la izquierda que es la
unidad popular, apelar a las luchas colectivas… se vuelve complicado de
articular cuando la mitad de la población tiene metido en la cabeza
desde niño el principio imperativo de luchar para ser superior que tu
hermano, tu vecino o tu compañero de trabajo. Las prácticas de género
asientan las clases sociales.
¿Cómo pretendemos tener una clase trabajadora
organizada contra las élites si la masculinidad dice a los hombres que
deben aspirar a ser élites? La falta de empatía, la competitividad, el
individualismo, el egoísmo… Todas características que definen por igual a
la masculinidad hegemónica que a las élites poderosas.
Independientemente de que exista la posibilidad
real de hacerlo, subir por la escala social es una necesidad inculcada
en los hombres que condiciona todos sus posicionamientos políticos.
Cualquier movimiento o ideología que aspire a
construir un contrapoder y deje al margen el análisis de la masculinidad
se encontrará con que será incapaz de crear sujetos políticos
mayoritarios que se encuentren cómodos en una lucha de clases.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario