El Ejército
y el coronavirus: blanqueamiento, sobreexposición, fracaso, precipitación y
negligencias
- "El comportamiento de la cúpula militar y el Ministerio de Defensa, con Margarita Robles al frente, durante este comienzo de crisis, debe ser calificado como nefasto"
- "¿Qué sucedería si los militares realmente fueran necesarios dentro de unas semanas o meses y no estuvieran en disposición de cumplir con sus cometidos?"
- "Las informaciones que están surgiendo de los propios militares demuestran que la cúpula militar está teniendo un comportamiento negligente y deshumanizado"
CUARTO PODER.ES
El viernes,
27 de marzo de 2020
Integrantes
del regimiento de ingenieros del Ejército de Tierra que se ha desplazado este
jueves desde Salamanca hasta Segovia para comenzar a instalar un hospital de
campaña en el Hospital General. / Pablo Martín (Efe)
El comportamiento de la cúpula militar y el Ministerio
de Defensa, con Margarita Robles al frente, durante este comienzo de
crisis, en contraposición al trabajo realizado por los soldados –tropa,
suboficiales y algunos oficiales de rango bajo–, debe ser calificado como
nefasto.
Desde que comenzó la expansión del virus, tanto el
ministerio de Defensa como la cúpula militar han aprovechado la expansión del
mismo para organizar una campaña de blanqueamiento de la imagen de las
Fuerzas Armadas sin precedentes en la historia reciente de España. Una campaña
que puede costar la vida a los propios militares y que, por si no fuera poco,
podría poner en riesgo a toda la ciudadanía.
Los objetivos para lanzar esta campaña han sido
fundamentalmente:
1) Justificar el gasto
y la existencia de las propias Fuerzas Armadas: En unas circunstancias
en las que la ciudadanía ha cambiado y cambiará para siempre su percepción del
gasto sanitario, un gasto que queda en evidencia es el militar.
a. Por
ejemplo, la UME (Unidad Militar de Emergencias) es una unidad que
realiza 0,0084 actuaciones por efectivo y año, siendo un 80% de estas
forestales, cuando los bomberos realizan 18 actuaciones por efectivo y año.
Esto es, los bomberos actúan 200 veces más que la UME, cuando esta dispone de
3.500 efectivos y ha consumido desde su creación más de 2.500 millones de
euros.
b. El gasto militar
en las dos últimas décadas, Planes Especiales de Armamento incluidos –submarino
que no flota y demás barbaridades–, ha supuesto entre 200.000 y 500.000
millones de euros, según la fuente que se consulte. Una cantidad que se
podría y debería rebajar ostensiblemente, sobre todo, si tenemos en cuenta que,
por ejemplo, el 65% de los generales y coroneles se encuentra en la reserva o
existe un oficial por cada dos soldados.
2) Ocultar la falta
de previsión de la pandemia por parte de las Fuerzas Armadas: La
expansión del virus solo puede catalogarse para las Fuerzas Armadas como un rotundo
fracaso: ¿y si hubiera sido un ataque biológico? Un desastre. ¿Cuál era el plan
A, B y C para una situación como esta? ¿Lo había? Pareciera que no. Afirmaba el
general López del Pozo en una entrevista el 22 de marzo
que “[las Fuerzas Armadas] esperaban un ébola, no un coronavirus”. Unas
declaraciones que demuestran la total incapacidad de la cúpula militar, puesto
que los antecedentes históricos no pueden en ningún caso justificar una falta
de previsión semejante: en 2003 se expandió el SARS (China); en 2009, la Gripe
A; en 2012, el MERS (Arabia Saudí);… e incluso podríamos hablar de la "gripe española", que terminó con
varias decenas de millones de personas en 1918. Era cuestión de tiempo que
sucediera.
3) Reforzar el discurso
militar del Gobierno: el Gobierno español, en contraposición al
discurso social que se le suponía, ha elegido un discurso militar en el que se
han repetido palabras como guerra, enemigo, batalla o confinamiento.
Seguramente, esta elección se ha hecho para ocultar los múltiples errores y las
enormes responsabilidades en la expansión del virus en España, que ya veremos
si no convierte al país en el más afectado del mundo, y para intentar desviar
la atención de unas medidas de apoyo social que no son, ni mucho menos, las
esperadas –suspensión del pago de impuestos, alquileres, hipotecas o gastos
básicos–. Además, el discurso militar se ha acompañado con la aparición de
altos mandos de las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil en múltiples ruedas de
prensa, los cuales, por cierto, carecen de cualquier atributo para la
comunicación.
Blanqueamiento y sobreexposición
Hasta ahora, la mayoría de las misiones encomendadas a
las Fuerzas Armadas han sido tareas que podrían haber sido desempeñadas por
múltiples colectivos o empresas: la desinfección de espacios públicos,
hospedaje de personas sin hogar –al mando de Pablo Iglesias–, traslado de
enfermos, desinfección en residencias de ancianos, montaje de dos hospitales de
campaña –existen vídeos que demuestran,
como mínimo, que no han sido los únicos que han trabajado en ello–, transporte
de enfermos, apoyo en el transporte de material sanitario o conexiones con las
islas. Tan solo la protección de infraestructuras críticas o la futura
participación de los efectivos castrenses en labores policiales civiles, como
controles o patrullas mixtas con policías y guardias civiles, son tareas
propias para los militares. Y ello, siempre teniendo en cuenta que los agentes
policiales civiles dependientes del ministerio del Interior son los
responsables de las mismas –los militares deben asumir estas tareas solo como
apoyo en caso de que los cuerpos policiales estuvieran suficientemente
tensionados–.
Pensemos, por ejemplo, en Barcelona, ciudad a
la que acudieron 85 efectivos de la UME desde Zaragoza para desinfectar el
aeropuerto y la estación de tren o levantar el hospital de campaña: ¿no tenía
capacidad Catalunya para realizar estas tareas?
Precipitación
Esta campaña de blanqueamiento de la imagen de las
Fuerzas Armadas españolas ha provocado, además de la sobreexposición, un
error de dimensiones más que considerables por exponer tan pronto y de
forma tan decidida al contingente militar, pues deberíamos tener en cuenta dos
factores claves:
1) Estamos en la primera
semana y media de un estado de emergencia que se alargará durante tres
semanas más como mínimo. Este estado puede, además, aumentar su gravedad, así
como el confinamiento parcial de la ciudadanía podría tornarse en total, sin
olvidar que tanto esta situación como una más agravada podrían alargarse
todavía más en el tiempo –China ha tardado casi 80 días en levantar un
confinamiento mucho más duro–.
2) El personal
en contacto con el virus está sufriendo una merma más que considerable. Los
sanitarios ya suponen el 12,% de los contagiados, una enfermera y dos guardias
civiles han fallecido y más de 150 agentes de la Policía Nacional y de la
Guardia Civil han resultado contagiados. Solo es el principio. Son ellos los
que van y están sufriendo unas cargas virales que, aunque sean jóvenes y sanos,
les van a llevar al límite. Incluso a la muerte.
¿Qué sucedería si los militares realmente fueran
necesarios dentro de unas semanas o meses y no estuvieran en disposición de cumplir con
los cometidos que se les pudiera encomendar?
Negligencias
Si lo expuesto hasta ahora es por sí mismo
preocupante, las informaciones que están surgiendo de los propios militares
demuestran a las claras que la cúpula militar está teniendo un comportamiento
negligente y deshumanizado en su ánimo de sobreexponer y blanquear la
imagen de las Fuerzas Armadas. De lo contrario, situaciones como las
denunciadas no tienen ningún sentido.
Repasemos las denuncias existentes en el canal de Ciudadanos de Uniforme para
sustentar las palabras anteriores:
-El Regimiento de Artillería Antiárea 73 patrulla con
mascarillas elaboradas con servilletas;
-La Residencia Militar de Suboficiales Rota sigue
abierta junto a la cafetería, además de seguir trabajando limpiadoras, personal
civil, recepción y personal militar;
-La base de submarinos de Cartagena no ha cancelado
una navegación en submarino –espacios más cercanos, imposible–;
-La Brigada X de Córdoba obliga a dormir en literas de
13 a 15 personas a su personal de guardia;
-El Arsenal de Ferrol ignora las normas de
confinamiento decretadas por el Gobierno y los militares y sus familiares hacen
vida normal, con actividades como deporte o paseos, incluso en compañía;
-El Hospital Militar Gómez Ulla carece de agua potable
por el mal estado de las cañerías;
-El BIEM II de la UME sostiene turnos de trabajo de 14
horas que están provocando que su personal se encuentre exhausto;
-En Almería las patrullas carecían de mascarillas o
material;
-En el Regimiento de Transmisiones 1 de Burgos no se
habían establecido servicios mínimos el 18 de marzo;
-O en el BT-II del Regimiento de Transmisiones 22 de
Madrid ese mismo 18 de marzo habían planificado unas maniobras con militares de
Almería y no las suspendieron hasta que seis militares dieron positivo, pero
los militares ya se habían trasladado.
Conclusión: Peor, imposible
La cúpula militar española ha vuelto a demostrar su incompetencia,
negligencia y despotismo, lo cual se puede comprobar tanto en su
incapacidad para prever una pandemia y tener algún plan de actuación como en el
comportamiento deshumano con sus propios militares a los que están
exponiendo al virus antes de que ello sea necesario –seguramente por el ánimo
de reforzar su imagen y promocionar– y lo están haciendo en unas condiciones
tan deplorables que solo una combinación de afortunadas coincidencias impedirá
que muchos militares resulten contagiados y más de uno fallezca.
Nada de lo relatado hasta aquí resulta novedoso, ellos
son los novios de la muerte, los de “¡Muera la inteligencia!”, pero conviniera,
aunque fuera por una vez en la historia, que, como dijo la ministra de Defensa
con respecto a los que dejaron morir ancianos en residencias militares, se
fuera “implacable y contundente” con la campaña de blanqueamiento, la
militarización del discurso, la precipitación, la falta de previsión y las
negligencias. Sobre todo, pueden morir militares por las negligencias de la
cúpula militar y se pudiera estar poniendo en peligro la seguridad de
todos.
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