Los medios intentan que no pensemos, ellos piensan por nosotros
02.12.2019
“La gente va muy bien para contarles cuentos, para darles porrazos y venderles ungüentos”
Canción de J.M.Serrat
Me refiero a los hegemónicos. No a los alternativos. Y voy a empezar
con un ejemplo. Por las mañanas temprano, mientras desayuno, tengo la
ilusa intención de informarme con la radio, generalmente la cadena SER.
No lo consigo, por supuesto, porque es muy difícil distinguir alguna
noticia entre decenas de sugerencias comerciales e infinidad de números
de teléfono para llamar ya y así comprar una inmensa diversidad de
objetos que me harían muy feliz. Además los “informadores” hablan a toda
velocidad, como si tuvieran que tomar un tren que se les escapa. Dicen
todo como si fuera un largo renglón y sin respirar. Entonces se mezclan
las noticias locales con las nacionales y las internacionales y el
resultado del partido de anoche y un herido de arma blanca en una
reyerta, todo junto a razón de 25 o 30 noticias por minuto. No te dejan
tiempo para incorporar ninguna y mucho menos de razonar.
De
pronto, a lo que voy, una voz al parecer de un hombre mayor que pretende
ser ocurrente y graciosa es presentado como columnista. Reniega de la
costumbre de los políticos de consultar a las bases. No le gusta porque
dice que de esa manera eluden su responsabilidad. Ellos, los políticos,
están para tomar decisiones, ¿qué es eso de consultar a las bases?
La voz de hombre mayor, nada ocurrente y mucho menos graciosa, dio en el clavo a pesar de lo chapucero de sus argumentos.
La democracia consistiría en elegir, cuando nos inviten a votar, a los
políticos que supuestamente nos representarán y tomarán las medidas que
crean convenientes para arreglar nuestras vidas. Nosotros, una vez que
hayamos votado, no tenemos nada más que hacer ni que decir. De casa al
trabajo y del trabajo a casa, como decía Perón cuando había trabajo.
(También decía, hay que ser justos, que “la verdadera democracia es
donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo
interés: el del pueblo”).
O sea: los políticos, que son los que
saben, por un lado. Nosotros que no entendemos de esas cosas, por el
otro. Separados. Ellos como una clase especial de gente entendida.
Nosotros estamos para aplaudir cuando nos lo digan y no pensar ni
meternos en camisa de once varas.
En las campañas electorales
nos cuentan lo bueno que son y los planes que tienen para nosotros y nos
piden que depositemos en ellos nuestra confianza. “Síganme, no los
defraudaré”, era el slogan de un político argentino que no paró de
defraudar a quienes lo siguieron con esa inocencia que dios nos dio.
Por si fuera poco, los medios nos dicen permanentemente que es lo bueno
y qué es lo malo para nosotros. Todo bien masticado. Que lo más
democrático es obedecer a los que mandan, quedarnos en casa y mirar la
televisión para entretenernos. En todo caso, si vamos a algún mitin
tenemos el derecho de aplaudir y pedirle autógrafos y fotos a los
líderes que tanto hacen por nosotros.
La voz de hombre mayor
que renegaba por la mala costumbre de algunos políticos de consultar a
las bases, no reparó en que generalmente nos consultan cuando el
estofado está listo y servido. Y si por esas cosas de la vida, nuestro
voto los contradice, la consulta queda sin efecto.
Los medios
se esfuerzan para que no se nos ocurra pensar a quienes representan
realmente “nuestros” representantes y de ninguna manera por qué nos
tienen que representar sin que tengamos ninguna posibilidad de decidir
asuntos que afectan a nuestras propias vidas. Y por qué en caso de hacer
lo contrario de lo que prometieron, no podemos despedirlos como hacen
los patrones con nosotros cuando les parece.
Cuando nos piden
la confianza es hasta un poco humillante, como si no estuviéramos
capacitados para intervenir en nuestras vidas. Como si no supiéramos qué
nos conviene y qué no.
¿No será, quizá, que esta democracia
parlamentaria es tan necesaria como insuficiente? ¿No será que es hora
de que esta democracia se profundice para que sea un poco más real y no
solo formal?
Por algo el trifachito y sus representados, los
grandes empresarios, ponen el grito en el cielo cuando hablamos de
asambleas populares con poder de decisión y sacan inmediatamente de su
argumentario rancio y caduco las alarmas de siempre: ¡soviets,
bolivarianos, antisistemas! etc que, aunque parezca mentira, siguen
asustando al personal.
¿No era que la democracia es el gobierno
del pueblo por el pueblo y para el pueblo, como nos enseñaron en la
escuela? Por cierto, no fue Lenin ni Fidel Castro el que lo dijo, sino
Abraham Linconl en 1863, presidente de los EEUU.
No se trata de
que los representantes y el parlamento tengan que dejar de existir,
sino de que nosotros tengamos algo que decir acerca de nosotros y de ese
modo ayudarlos a ser más democráticos. Y al mismo tiempo construir
entre todos una sociedad más justa, aunque no le guste a la voz de
hombre mayor, que nos invita desde la radio a no pensar y no actuar.
Y eso, tener voz además del voto, solo dependerá de nosotros, no individualmente, sino con los demás.
Tal vez sería bueno empezar cuestionando a los medios que tratan de infantilizarnos, para formar nuestras propias opiniones.
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