Para determinar
la “moralidad” o “inmoralidad” de la izquierda, el tonto ilustrado de Rafael
Padilla del Diario de Sevilla (En buena parte, negocio privado financiado con
dineros públicos, uno de los elementos que viene a demostrar el cinismo de lo
que han dado en llamar liberalismo económico o libertada de empresa, que no debería
ser sinónimo de echar mano libremente del dinero de otros) parte de la tonta hipótesis
de Inocencio Arias de que “la izquierda es indubitadamente mejor”.
Y a cada cual lo suyo, la anterior "tesis"
no tiene por qué ser ni menos simple ni menos tonta que la siguiente que es mismamente mía, cómo lo están leyendo, y que me sale de las entretelas más prístinas, de “que la izquierda es más,
menos, cabe, contra, sin, sobre tras, igual mayor o menor de puntiplana que una sopa de perejil, pero que en
vez de perejil lleva unos acordes de Capote grana y oro al tres por ciento, porque yo hablo siempre en clave B.”
Y para
comprobar el grado de tontería que tiene la primera tonta tesis mencionada echa mano de unos
ejemplos que nadie sabe sin son sólidos, gaseosos o líquidos, porque no teniendo
en cuenta las condiciones atmosféricas de presión y temperatura donde se producen los hechos,
ni el color del manto que vestía ese día la Virgen del Pilar, es imposible determianr si a mi me gusta el café o no y, lo que es mas importantes, no se sabe si mañana saldrá el sol o no, por
ejemplo. Se pregunta si “¿alguien podría mostrarme sus maravillas?”, en relación al experimento
soviético o si “¿Fue acaso Stalin un
líder benéfico?”, coronando todas estas preguntas con la sublime y última pregunta
de “¿Es esa la izquierda moralmente
superior?”.
Hace falta ser hijo una muy mala madre tan sólo el hecho de
preguntarse las maravillas que pudiera haber como consecuencia de un ejército
zarista de 15 millones de obreros y campesinos movilizados y en guerra, o ser
hijo de una muy buena madre pero emboquillado por un piadoso elenco de curas y
obispos, a lo que siguió a la invasión de más de una docena de potencias
militares que desencadenó la guerra civil para abortar la Revolución de Octubre
de 1917, produciedo todo ello millones de muertos, anticomunsitas también, porque todo ello constituyen elementos explicativos de lo que él
califica de experimento soviético.
La pregunta hubiese tenido sentido si se la
hubiera hecho a la burguesía rusa y representantes del capitalismo inglés, por
ejemplo, lo maravilloso del panorama que encontraban ellos enriqueciéndose con la industria de la
guerra y gastando parte de esos dineros en joyas o palacios para sus queridas y
en fiestas con sus correspondientes putas, mientras se desangraban en el frente miles y cientos de miles de soldados, o quizás también preguntándole al
obispo católico español que le ponía los cuernos al marido de su secretaria, o
incluso al Espíritu Santo que saltando la tapia del convento, creo recordar que
en Ávila, en un plis plas dejó embarazada a la monjita Brígida, la que quedando
satisfecha o no con el sartenazo recibido, puso el asunto en manos de El
Vaticano para que este dictaminara (Como si el Vaticano no tuviera el suficiente trabajajo para encubrir sus crímenes de abusos sexuales con niños, y ojo, que el crimen de Aldo Moro, que fuera presidente de Italia está todavía sin aclarar) si había obrado milagro de esperma corriente y
moliente de dicho Espíritu, cuando lo más lógico sería pensar en portento
personal por la gracia de cabrero, fontanero, cura confesor u obispo que por
allí se acercara la noche de autos.
Aparte de lo dicho, mala baba o muchos aires de
Federico Jiménez Losanto o de Herrera, Carlos, locutor de ustedes de la Cadena
COPE para estar bien informados, y mucha ignorancia tiene que tener acerca de la historia,
para preguntarse por el liderazgo de Stalin en el “experimento soviético”
cuando no consta en ninguna parte ninguna aportación teórica suya en la Revolución de Octubre
de 1917.
Podrá comprobar
el lector que como nadie ha dicho aquí que es la izquierda parece lógico que no
se pueda juzgar, y como nadie ha dicho tampoco qué es la moral, pues parece lógico
también que no se pueda calificar ni de moral ni de inmoral, salvo que, se
sienta tal que, Rafael Padilla, que entonces sí, entonces por su cuenta podrá
decir cuanto buena o malamente se le pueda ocurrir.
* * *
Superioridad moral: hechos
DIARIO DE
SEVILLA
01
Diciembre, 2019
Les hablaba la semana pasada de la presunta superioridad
moral de la izquierda. Toca hoy -lo haré de la mano de Inocencio Arias-
comprobar si la tesis ("la izquierda es indubitadamente mejor") tiene
soporte fáctico y si se aprecia, en diversas coyunturas, una diferencia
palmaria entre tirios y troyanos. En un libro reciente (Con pajarita y sin
tapujos, Plaza & Janés, 2019), analiza Arias concretos pasajes de
nuestra historia que tal vez sirvan para abocetar un dictamen. De ellos,
escogeré tres.
Se sitúa el primero en el relato de nuestra Guerra
Civil: él no encuentra -ni yo tampoco- distinción moral alguna entre el
inexplicable bombardeo de Cabra, ya casi ignorado, y el mundialmente conocido
de Guernica. Ambas canalladas son una ruindad perpetrada por ruines. Eso que
llaman la memoria histórica acaba siendo un intento de manipulación
interesada que oculta la conclusión más cierta: en los dos bandos prendió la
locura, asesinos de ambos colores se adueñaron de un país al que destrozaron,
cada cual mató cuanto pudo y la tragedia, que fue común, no debería ser
miserablemente recontada para cimentar grandeza ninguna. No hay cadáveres
buenos y cadáveres malos y no será allí, inmenso cementerio de inhumanidad,
donde la izquierda halle orgullo, honor y preeminencia.
El segundo alude al experimento soviético. Si éste fue
el culmen de la utopía izquierdista, ¿alguien podría mostrarme sus maravillas?
¿Fue acaso Stalin un líder benéfico? ¿Es esa la izquierda moralmente superior?
Durante décadas la propaganda se esforzó en cantarnos las glorias de un
comunismo tiránico, torturador y despreciable. Recuerden: antes los fines que
los medios; nuestras verdades son intangibles aunque cercenen millones de
vidas.
El tercero, y último, nos acerca al aquí y al ahora.
¿Es de verdad posible trazar fronteras entre la corrupción de unos y otros? ¿En
qué se distinguen la Gürtel y los ERE? ¿Cabe sostener el discurso de que los
desmanes de la izquierda son siempre perdonables y veniales y los de la
derecha, crímenes de lesa humanidad? ¿Por qué Vox es la ultraderecha y Unidas
Podemos el ilusionante adalid de un mundo nuevo?
No, miren, por sus obras los conoceréis. La axiomática
superioridad moral de la izquierda, jamás contrastada, es una farsa, una
jaculatoria, dice Arias, para militantes obcecados o niños. Un disfraz, al
cabo, que adormece conciencias, cierra filas y clausura el vivificante camino
de la autocrítica.
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