Rebelión
29.11.2019
El aumento de las desigualdades de renta y de
propiedad ha sido tan grande en la mayoría de países del mundo capitalista
desarrollado que ha llamado la atención de los mayores fórums y medios de
comunicación en tales países, así como en las instituciones internacionales. En
realidad, el tema de las “desigualdades” se ha convertido casi en un tema de
moda . Desde el Foro de Davos (el Vaticano del pensamiento neoliberal) hasta el
Foro Social Mundial, todos hablan del tema de desigualdades.
Pero lo que es
interesante (y diría yo también intrigante) es que apenas se habla de otro
término (o concepto) que está claramente relacionado con el tema de
desigualdades. Y me refiero al término (y concepto) de explotación , raramente
citado y todavía menos analizado, por ser considerado demasiado polémico. Los datos,
sin embargo, muestran que es casi imposible entender la enorme evolución de las
desigualdades hoy en el mundo capitalista desarrollado sin hablar de
explotación.
Qué es
explotación
En realidad, el
concepto explotación es muy fácil de definir: A explota a B cuando A
vive mejor a costa de que B viva peor. Y A y B pueden ser clases sociales,
géneros, razas, naciones o ambientes . Me explico: cuando a un trabajador se le
paga menos de lo que contribuye con su producto o servicio a fin de que su
empleador (el empresario) pueda aumentar más sus beneficios, hablamos de
explotación de clase . Cuando una pareja (hombre y mujer) que viven juntos y
trabajan los dos, llegan a casa al mismo tiempo y la mujer se va directamente a
la cocina a preparar la cena para los dos mientras el marido se sienta para ver
la televisión, hablamos de explotación de género . Cuando a un ciudadano negro
se le paga menos que a un blanco por hacer el mismo trabajo, entonces indicamos
que hay explotación de raza . Cuando un Estado–nación impone a otro más pobre
las condiciones del comercio internacional que le favorecen, a costa de los
intereses de esa nación pobre, hay explotación de nación . Y cuando la compañía
Volkswagen era consciente del daño causado por sus automóviles, contaminando
más de lo legalmente permitido, beneficiándose a costa de dañar la salud de la
población, había un caso de explotación del medioambiente por parte de dicha
empresa, a costa de la salud de la población.
El crecimiento
de las desigualdades de clase causado por un aumento de la explotación
Portada del
libro Capital e Ideología, de Thomas Piketty
Pues bien, una
de las desigualdades más acentuadas y que han aumentado más sustancialmente
desde los años ochenta del pasado siglo han sido las desigualdades por clase
social, y ello se debe al aumento de la explotación de clase, que explica en
gran medida la evolución de estas desigualdades de clase, las cuales, a su vez,
afectan a otros tipos de desigualdades (como las desigualdades de género
originadas por otros tipos de explotación, como mostraré más adelante). La
explotación de clase centra la dinámica de las sociedades capitalistas hasta
tal punto que no se puede entender ni la génesis ni el desarrollo de la Gran
Depresión o de la Gran Recesión en el mundo capitalista desarrollado sin
analizar la evolución de tal explotación. Incluso un economista keynesiano como
Paul Krugman ha reconocido últimamente esta realidad, señalando que el
economista que explicó mejor la evolución de los ciclos económicos fue Michal Kalecki
(que influenció a Keynes), que puso la explotación de clase y el conflicto
generado por tal explotación en el centro de su análisis. Thomas Piketty, en su
último libro Capital e ideología así también lo reconoce, aludiendo a la
famosa cita de Karl Marx: “La historia de todas las sociedades que
han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases ” .
La explotación
de clase durante la Gran Recesión
Esta
observación aplica claramente a España (incluyendo Catalunya), uno de los países
de la UE con mayores desigualdades por clase social. Las rentas del trabajo han
ido disminuyendo en España (incluyendo Catalunya), mientras que las rentas del
capital han ido aumentando, siendo el ascenso de estas últimas a costa del
descenso de las primeras. En España (incluyendo Catalunya) el conflicto de
banderas (la borbónica por un lado y la estelada independentista por el otro)
durante los años de la Gran Recesión ha ocultado esta realidad. La enorme
crisis de legitimidad del Estado se basa precisamente en esta realidad.
Uno de los
elementos de estabilidad del sistema capitalista, que era la ideología de la
meritocracia (que asumía que el mérito era el motor que definía la jerarquía
social), ha perdido toda su credibilidad y capacidad cohesionadora, pues pocos
se la creen. Y ahí está el problema para la reproducción del régimen político
actual. Esta realidad muestra el poder de las ideologías en la configuración de
las desigualdades, como concluye, con razón, Piketty en el libro anteriormente
citado, Capital e ideología. Ahora bien, el gran error de Piketty es que
concede excesiva autonomía a las ideologías, sin apercibirse de que las que él
cita han sido creadas y promovidas para satisfacer los intereses de las clases
que las originan. Piketty reconoce que Karl Marx llevaba razón (cuando ponía la
lucha de clases en el centro de la explicación), pero añade inmediatamente
después que hoy la lucha no es entre clases, sino entre ideologías . Por lo
visto, Piketty no se da cuenta de que, como acabo de decir, las ideologías son
sostenidas y promovidas como instrumentos del poder de clase. La meritocracia
era una ideología promovida por los que estaban en la cúspide del poder, para
justificar su derecho a dominar. Y el neoliberalismo ha sido la ideología de la
clase capitalista dominante, como bien muestran los datos sobre la evolución de
las rentas y su enorme concentración, lo cual ha ocurrido a costa de la clase
trabajadora, cuyo nivel de vida ha ido empeorando. La evidencia de ello es
clara y contundente (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar.
Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015).
Naturalmente
que tales ideologías (de clase) no son las únicas, pues cada tipo de
explotación genera diferentes ideologías . La explotación de género se sostiene
gracias a la existencia de ideologías que reproducen tal explotación. Pero
todas ellas están también influenciadas por las ideologías encaminadas a
reproducir el dominio de clase. Hay muchos ejemplos de ello. Como ha escrito
Rosalind Gill en su libro Cultura y subjetividad en tiempos neoliberales y
posfeministas, el neoliberalismo (la ideología de la clase capitalista)
influenció la expansión del erotismo en la moda femenina, a fin de empoderar a
la mujer para competir en el mundo dominado por el hombre en términos que
reproducían también el dominio del machismo, que veía a la mujer como objeto de
deseo del hombre. Lo que la mujer (liberal) creía que era la libre expresión de
su voluntad era, en realidad, la reafirmación de su opresión, presentándola
como objeto de deseo.
Una situación
semejante se da en las ideologías basadas en la explotación de raza (y de
clase). El racismo ha jugado un papel clave en desempoderar al mundo del
trabajo, dividiéndolo por raza . Es de sobras conocido que el racismo juega un
papel clave en la desunión de la clase trabajadora., causa de que sea
ampliamente promovido por la clase dominante. Como bien dijo Martin Luther King
una semana antes de ser asesinado, “la lucha central en EEUU que afecta a
todas las demás es la lucha de clases” . Lo dicho anteriormente no es, como
algunos estarán tentados de pensar, reduccionismo de clase, sino intentar
recuperar y resaltar la importancia de la clase social como variable de poder
en el análisis de la realidad, y no solo a nivel económico, algo que raramente
se hace no solo en los medios, sino también en los análisis académicos.
La explotación
requiere dominio, hegemonía y represión por parte de los explotadores
Y estas
ideologías se sustentan a base también de una enorme represión . Basta ver qué
está ocurriendo en varios países de Latinoamérica hoy. De ahí que considere
enormemente ingenua la observación que hace Piketty en su crítica a Marx. Dice
Piketty: “A diferencia de la lucha de clases, la lucha de ideologías está
basada en el conocimiento y las experiencias compartidas, en el respeto al
otro, en la deliberación y en la democracia .” Tengo que admitir que tuve
que leer este párrafo dos veces. Mis muchos años de experiencia y conocimiento
de la realidad en los varios países en los que he vivido y he trabajado
muestran que no es así. Piketty idealiza el sistema democrático. La prueba de
ello es que el siglo XXI se está caracterizando por las enormes agitaciones
sociales frente a las consecuencias de la aplicación de las políticas de clase
impuestas por los grupos dominantes .
Hoy, la gran
mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte están experimentando una
enorme crisis de legitimidad de sus Estados, resultado en gran parte de la
aplicación de las políticas públicas neoliberales impuestas por los partidos
gobernantes, incluidos los partidos socialdemócratas cuyo compromiso y
aplicación de políticas públicas del mismo signo han generado su enorme colapso
e incluso desaparición, como ha sido el caso del partido socialista en Francia,
país donde reside Thomas Piketty. El surgimiento de la ultraderecha en Europa y
el gobierno de ultraderecha que gobierna EEUU son un indicador de tal crisis.
Me parece incoherente que a la luz de estas realidades, Piketty concluya que
los sistemas políticos actuales responden a la idealizada versión que
caracteriza su definición de ellos. Hoy estamos viendo el fin de una etapa en
la que el poder de las clases dominantes ha alcanzado un nivel tal que la
propia supervivencia de los sistemas democráticos está en juego. La escasa
atención que Piketty presta al contexto político del fenómeno económico (que es
casi característica de los estudios económicos actuales) empobrece su análisis,
pues hace poco creíble que las propuestas que hace puedan considerarse como
factibles sin que exista un cambio más sustancial de lo que él considera .
Respecto a sus
propuestas, admito reservas en cuanto al hecho de que la solución pase por
gravar a las rentas superiores y a la clase de propietarios del capital y que
se distribuya la renta a cada uno de los ciudadanos . Ya he expresado mis
reservas en cuanto a priorizar una renta universal a costa de un cambio más
significativo, que es utilizar los fondos adquiridos mediante la grabación del
capital y de las rentas superiores para crear una sociedad en la que cada uno
contribuya según sus habilidades y los recursos se distribuyan según sus
necesidades . Habiendo dicho esto, no quiero desalentar al lector a que lea el
libro de Thomas Piketty, que como siempre tiene información de gran interés.
Vicenç Navarro
ha sido Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Barcelona.
Actualmente es Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu
Fabra (Barcelona, España). Ha sido también profesor de Políticas Públicas en
The Johns Hopkins University (Baltimore, EEUU) donde ha impartido docencia
durante 48 años. Dirige el Programa en Políticas Públicas y Sociales
patrocinado conjuntamente por la Universidad Pompeu Fabra y The Johns Hopkins
University. Dirige también el Observatorio Social de España. Es uno de los
investigadores españoles más citados en la literatura científica internacional
en ciencias sociales.
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