¿Por qué estudiar la Revolución Rusa?
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por David North º
20 marzo 2017
20 marzo 2017
World Socialist Wed Site
Wsws.org
Publicada por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI)
Esta es la primera
de cinco conferencias que está presentando el Comité Internacional de la Cuarta
Internacional para conmemorar el centenario de la Revolución Rusa de 1917. El
título de esta conferencia es “¿Por qué estudiar la Revolución Rusa?”. Voy a
sacrificar el elemento de suspenso respondiendo a esta pregunta al inicio y no
en la conclusión.
Diez razones
por las que debe estudiarse la Revolución Rusa
Primera razón: La Revolución Rusa fue el acontecimiento político más importante,
consecuente y progresista del siglo XX. A pesar del trágico destino de la Unión
Soviética — destruida a raíz de las traiciones y los crímenes de la burocracia
estalinista — ningún otro acontecimiento del siglo pasado tuvo un impacto tan
profundo en la vida de cientos de millones de personas en cada rincón del
planeta.
Segunda razón: La Revolución Rusa, la cual culminó con la conquista del poder por el
Partido Bolchevique en octubre de 1917, marcó una nueva etapa en la historia
mundial. El derrocamiento del Gobierno Provisional burgués demostró que una
alternativa al capitalismo no era ningún sueño utópico, sino una posibilidad
real que pudo alcanzar la clase obrera mediante una lucha política consciente.
Tercera razón: La Revolución de Octubre justificó, en la práctica, la concepción
materialista de la historia formulada por Marx y Engels en el Manifiesto
Comunista. El establecimiento del poder de los Sóviets bajo la dirección del
Partido Bolchevique verificó un elemento esencial de la teoría histórica de Marx:
“que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del
proletariado ...”.[1]
Cuarta razón: El desarrollo objetivo de la Revolución Rusa reivindicó la perspectiva
estratégica elaborada por León Trotsky entre 1906 y 1907, conocida como la
teoría de la revolución permanente. Trotsky pudo prever que la revolución
democrática en Rusia — que implicaría el destronamiento de la autocracia
zarista, la destrucción de todos los vestigios semifeudales de las relaciones
económicas y políticas y la eliminación de toda opresión nacional — sólo podía
lograrse con la conquista del poder estatal por parte de la clase trabajadora.
La revolución democrática que protagonizaría la clase obrera en oposición a la
clase capitalista se convertiría rápidamente en una revolución socialista.
Quinta razón: La toma del poder por el Partido Bolchevique en octubre de 1917 y el
establecimiento del primer Estado obrero inspiraron un gran salto en la
conciencia de clase y política de las masas trabajadoras y oprimidas en todo el
mundo. La Revolución Rusa marcó el comienzo del fin del antiguo sistema de
gobierno colonial establecido por el imperialismo a finales del siglo XIX y
principios del XX. Esta radicalizó a la clase obrera internacional y puso en
marcha un movimiento revolucionario de las masas oprimidas. Los mayores logros
sociales conseguidos por la clase obrera internacional, incluyendo la formación
de sindicatos industriales en Estados Unidos en la década de 1930, la derrota
de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, la implementación de las
políticas de bienestar social en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial y
el proceso de descolonización, fueron todos subproductos de la Revolución Rusa.
Sexta razón: En su lucha contra la guerra imperialista, el Partido Bolchevique demostró
en la teoría y la práctica que el internacionalismo socialista es el fundamento
estratégico esencial de la lucha revolucionaria por el poder. Al emanar de las
contradicciones globales del sistema capitalista, el futuro de la Revolución Rusa
dependió del desarrollo de la revolución socialista mundial. Como explicaría
Trotsky:
El triunfo de
la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de
un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa
consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse
ya con los límites del Estado nacional. De aquí se originan las guerras
imperialistas, de una parte, y la utopía burguesa de los Estados Unidos de
Europa, de otra. La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se
desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por
lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido
nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la
victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta.[2]
Es difícil
creer que estas palabras fueron escritas hace 88 años. En medio de un
recrudecimiento de las tensiones geopolíticas y del caos que envuelve a la
Unión Europea, es concebible pensar que las referencias de Trotsky a “guerras
imperialistas” y a la “utopía de los Estados Unidos de Europa” fueron
publicadas en la edición de hoy de Le Monde o el Financial Times.
La relevancia y frescura de la observación de Trotsky pone de manifiesto que
los problemas históricos con los que lidió en las primeras décadas del siglo XX
aún no han sido resueltos en las primeras décadas del siglo XXI.
Sétima razón: La Revolución Rusa exige ser estudiada de forma seria al ser un episodio
crítico en el desarrollo del pensamiento social científico. El logro histórico
de los bolcheviques en 1917 demostró y actualizó la relación esencial que
existe entre la filosofía del materialismo científico y la práctica
revolucionaria.
La evolución del
Partido Bolchevique reivindicó esta afirmación central de Lenin en ¿Qué
hacer?: “Sin una teoría revolucionaria no puede haber un movimiento
revolucionario”.[3] Como insistió Lenin de forma inagotable, el marxismo es la
forma más desarrollada del materialismo filosófico, al reelaborar
críticamente y asimilar los auténticos logros del idealismo alemán clásico,
principalmente el de Hegel — su lógica dialéctica y reconocimiento del papel
activo que desempeña la práctica social, la cual evoluciona históricamente, en
la cognición de la realidad objetiva.
La
inquebrantable defensa de Lenin del materialismo filosófico y de la concepción
materialista de la historia, la cual quedó registrada en sus obras publicadas a
lo largo de casi treinta años (de 1895 a 1922), reflejó su profunda convicción
intelectual de que, “La tarea más elevada de la humanidad es comprender esta
lógica objetiva de la evolución económica (la evolución de la vida social) en
sus rasgos generales y fundamentales, de modo que sea posible adaptar a ella
la conciencia social y la conciencia de las clases avanzadas de todos los
países capitalistas de la forma más definida, clara y crítica que sea
posible”.[4] La conquista del poder por parte de la clase obrera en octubre de
1917 fue un punto álgido en la historia, aún sin igual en la adaptación de la
conciencia de la humanidad, expresada en la acción política de la clase obrera,
a la “lógica objetiva de la evolución económica”.
Octava razón: El desarrollo del bolchevismo como tendencia política, junto con el papel
excepcional que desempeñó en los turbulentos acontecimientos de 1917,
reivindicó el significado esencial de la lucha de los marxistas contra el
oportunismo y su hermano político, el centrismo. Las luchas de Lenin contra el
oportunismo político de los mencheviques en Rusia y contra la traición de la
Segunda Internacional al internacionalismo socialista después del estallido de
la guerra imperialista de 1914 forjaron la identidad política del partido que
estuvo a la cabeza de la lucha por el poder en 1917.
Empleando el
concepto materialista de la historia, Lenin trató de descubrir los intereses
sociales y económicos que se veían reflejados en las distintas tendencias
políticas. Con base en esto, Lenin identificó el oportunismo, especialmente el de
la Segunda Internacional, como la expresión de los intereses materiales de un
estrato privilegiado de la clase obrera y de sectores de la clase media aliados
al imperialismo.
Novena razón: Los bolcheviques le dieron a la clase obrera un ejemplo invaluable de lo
que es un partido revolucionario auténtico y del papel insustituible de tal
partido en la victoria de la revolución socialista. Un estudio cuidadoso del
proceso revolucionario en 1917 no deja ninguna duda de que la presencia del
Partido Bolchevique, con Lenin y Trotsky como sus líderes, fue decisiva para
asegurar el triunfo de la revolución socialista. El movimiento obrero ruso,
apoyado por un levantamiento revolucionario del campesinado, asumió dimensiones
gigantescas en 1917. No obstante, ninguna lectura realista de los
acontecimientos de ese año permite concluir que la clase obrera habría llegado
al poder sin el liderazgo proporcionado por el Partido Bolchevique. Trazando la
lección esencial de toda esta experiencia, Trotsky insistiría más tarde: “El
papel y la responsabilidad de la dirección [de la clase obrera] en una época
revolucionaria es colosal”.[5] Esta conclusión sigue siendo tan válida en la
situación histórica actual como en 1917.
Décima razón: El curso que tomaron los acontecimientos entre febrero/marzo y
octubre/noviembre de 1917 no es meramente de interés histórico. La experiencia
de esos meses cruciales permite hoy un conocimiento inestimable y duradero de
los problemas estratégicos y tácticos que tendrá que enfrentar la clase obrera
en un inevitable y próximo auge revolucionario. Como escribió Trotsky en 1924,
“en cuanto a las leyes y métodos de la revolución proletaria, no existe hasta
el presente una fuente más importante y más profunda que nuestra experiencia de
Octubre”.[6]
Los crímenes
del estalinismo — un producto burocrático, nacionalista, reaccionario y
antimarxista en oposición al programa y los principios del bolchevismo — no le
restan ningún valor ni a la Revolución de Octubre ni a sus concretos logros,
incluyendo aquellos realizados por el mismo Estado soviético a través de sus 74
años de existencia. En este nuevo período de crisis global del sistema
capitalista, un estudio renovado de la Revolución Rusa y una asimilación de sus
lecciones son un requisito ineludible para poder encontrar una salida del
estancamiento social, económico y político en el que vivimos.
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