El fracaso de la primera «revolución de color»
TERCERAINFORMACION.ES
14/08/2019
Esta imagen
simboliza los acontecimientos de la Plaza Tiananmen. La prensa atlantista ve en
ella un hombre desafiante ante los tanques de la dictadura comunista. Para los
chinos representa el control sereno de las fuerzas del orden que evitaron el
baño de sangre logrando impedir el golpe de Estado proestadounidense de Zhao
Ziyang.
Hace unas
semanas, la prensa mainstream remachaba nuevamente el aniversario de lo que
ahora llama la revuelta de Tiananmen. Pero nunca dijo que en aquellos
días de abril y junio de 1989, Zhao Ziyang estaba tratando de tomar el poder en
China con el apoyo de la CIA. Lo que estaba llamado a ser la primera «revolución
de color» de la Historia terminó en un fracaso. En una versión totalmente
mutilada y tendenciosa, la propaganda atlantista impuso la imagen de un
levantamiento popular ahogado en sangre por la cruel dictadura comunista. La Red
Voltaire retoma hoy un artículo ya publicado en 2009 en este sitio, aunque
en otros idiomas, donde Domenico Losurdo analiza aquella gran manipulación.
La gran prensa
de «información» se dedica por estos días a recordar el vigésimo
aniversario de la «masacre» de la plaza Tiananmen. Las alusiones «llenas
de emoción» a aquellos acontecimientos, entrevistas de «disidentes»
y editoriales «indignados» así como los múltiples artículos ya
publicados o en preparación buscan cubrir la República Popular China de infamia
y rendir solemne homenaje a la civilización superior del Occidente liberal.
Pero, ¿qué fue
lo que ocurrió realmente hace 20 años?
En 2001 fueron
publicados, y posteriormente traducidos a los principales idiomas del mundo, lo
que ha dado en llamarse los Tiananmen Papers [1] que, según sus presentadores, reproducen
informes secretos y actas o minutas confidenciales del proceso de toma de
decisiones que condujo a la represión del movimiento de protesta. Este libro,
según las intenciones expresadas por sus promotores y editores, debería mostrar
la extrema brutalidad de una dirección (comunista) que no vacila en
reprimir una protesta «pacífica» desatando un baño de sangre. Pero una
lectura cuidadosa del libro muestra un panorama muy diferente la tragedia que
se desarrolló en Pekín entre mayo y junio de 1989.
Veamos algunas
páginas:
«Más de 500
camiones del ejército fueron incendiados simultáneamente en decenas de
intersecciones […]
En el boulevard Chang’an, un camión del ejército se detuvo por causa de un problema en el motor y 200 individuos asaltaron al chofer y lo mataron a golpes […]
En la intersección Cuiwei, un camión que transportaba 6 soldados frenó para evitar golpear a la multitud. Un grupo de manifestantes comenzó entonces a lanzar piedras, cocteles Molotov y antorchas contra el camión, que en poco tiempo comenzó a inclinarse hacia el lado derecho ya que uno de sus neumáticos se había desinflado a causa de los clavos que los revoltosos habían regado. Los manifestantes incendiaron entonces varios objetos y los lanzaron contra el vehículo haciendo explotar el depósito de combustible. Los 6 soldados murieron en medio de las llamas.» [2]
Los
manifestantes no sólo recurrieron a la violencia sino que también utilizaron
armas sorprendentes:
«Un humo
verde-amarillo se levantó súbitamente al extremo de un puente.
Provenía de un blindado averiado que se había convertido así en un elemento del
bloqueo de la vía […] Los blindados y tanques que habían acudido para despejar
la vía se vieron inesperadamente detenidos uno detrás de otro al extremo del
puente. Súbitamente, un joven llegó corriendo, lanzó algo sobre un
blindado y huyó. En cuestión de segundos, se vio salir del vehículo el mismo
humo verde-amarillo mientras que los soldados salían arrastrándose, se
acostaban en el suelo y se agarraban la garganta, agonizantes. Alguien dijo que
habían inhalado un gas toxico. Pero los oficiales y soldados, a pesar de
su rabia, lograron mantener el control sobre sí mismos.» [3]
Esos actos de
guerra, con uso repetido de armas prohibidas por las convenciones
internacionales, se combinan con iniciativas que dejan al lector aún más
pensativo, como la difusión de una «imitación de la primera plana del Diario
del Pueblo» [4].
Veamos ahora,
del otro lado, las directivas que los dirigentes del Partido Comunista y del
gobierno chino impartían a las fuerzas militares a cargo de la represión:
«Si llegase a
suceder que las tropas sufriesen golpes y heridas hasta la muerte por
parte de las masas oscurantistas, o si llegasen a verse atacadas por elementos
fuera de la ley con barras de hierro, piedras o cocteles Molotov,
[las tropas] deberán mantener la calma y defenderse sin hacer uso de
las armas. Los bastones serán sus armas de autodefensa y las tropas
no deben abrir fuego contra las masas. Las violaciones [de esta orden]
serán castigadas de inmediato.» [5]
O sea, según un
libro publicado y promocionado en Occidente, ¡quienes dan muestras de prudencia
y moderación no son los manifestantes sino más bien el Ejército Popular de
Liberación!
El carácter
armado de la revuelta se hace más evidente durante los días siguientes. Un
dirigente de primer plano del Partido Comunista llama entonces la atención
sobre un hecho particularmente alarmante:
«¿Los
insurgentes han capturado blindados y han instalado en ellos ametralladoras
sólo para exhibirlas?»
¿Se limitarán a
una exhibición amenazante? A pesar de todo, las directivas impartidas al
ejército se mantienen sin cambio substancial:
«El Mando de la
Ley Marcial quiere que quede claro para todas las unidades que es
necesario no abrir fuego más que en última instancia.» [6]
Hasta el
episodio del joven manifestante que cierra el paso a un tanque, propagandizado en
Occidente como símbolo del heroísmo no violento en lucha contra una
violencia ciega e indiscriminada, es visto por los dirigentes chinos,
también según el ya citado libro, desde una perspectiva muy diferente,
de hecho completamente opuesta:
«Todos hemos
visto las imágenes de un joven que cierra el camino a un tanque. Nuestro tanque
le cedió el paso varias veces, pero el joven se mantenía ahí en medio del
camino, e incluso cuando trató de subirse en el tanque, los soldados se
contuvieron y no le dispararon. ¡Eso es muy significativo! Si los militares
hubiesen disparado, las repercusiones habrían sido muy diferentes. Nuestros
soldados siguieron a la perfección las órdenes del Partido. ¡Es asombroso
que hayan logrado mantener la calma ante ese tipo de situación!» [7].
El hecho que
los manifestantes utilizaran gases asfixiantes o tóxicos, y sobre todo la
edición pirata del Diario del Pueblo, demuestra claramente que los
incidentes de la Plaza Tiananmen no son una cuestión exclusivamente interna.
Otros detalles aparecen en el libro tan celebrado en Occidente:
«[La radio
gubernamental estadounidense] Voice of America hizo
un papel poco glorioso con su manera de echar leña al fuego.»
De manera incesante, The Voice of America:
«transmite
noticias infundadas y estimula los desórdenes».
Además:
«Desde Estados
Unidos, Gran Bretaña y Hong Kong llegaron más de un millón de dólares de Hong
Kong. Una parte de los fondos fue utilizada en la compra de tiendas de campaña,
alimentos, computadoras, impresoras rápidas y material sofisticado para las
comunicaciones.» [8]
Otro libro,
obra de dos autores orgullosamente anticomunistas, permite deducir lo que
querían Occidente y Estados Unidos. Estos autores recuerdan que, en aquella
época, Winston Lord –ex embajador en Pekín y consejero de primera
línea del futuro presidente Bill Clinton– no había dejado de repetir que
la caída del régimen comunista en China era «cuestión de semanas o
de meses». Aquella predicción parecía basarse en el hecho que la
figura de Zhao Ziyang se destacaba cada vez más en la cúpula del
gobierno y del Partido. Y los dos autores estadounidenses subrayan que
Zhao Ziyang debe ser considerado
«probablemente
el líder chino más proestadounidense de la historia reciente» [9].
Como revelara
Thierry Meyssan, los incidentes de Tiananmen fueron el primer intento de la CIA
de organizar y realizar una «revolución de color». El teórico de esa forma de
subversión, Gene Sharp, y su asistente Bruce Jenkins, dirigían personalmente
–en Pekín– a los manifestantes. Ver «La Albert Einstein Institution: no
violencia según la CIA».
En estos días,
en entrevista concedida al Financial Times, Bao Tong,
ex secretario de Zhao Ziyang y actualmente bajo arresto domiciliario
en Pekín, parece deplorar el fracasado golpe de Estado al que aspiraban ciertas
personalidades y círculos importantes en China y en Estados Unidos en 1989
mientras que el «socialismo real» se caía a pedazos.
Pero, «ni un
soldado prestó atención a Zhao», los soldados «seguían a sus oficiales,
los oficiales a sus generales y los generales a Deng Xiaoping» [10].
Vistos
retrospectivamente, los acontecimientos de hace 20 años en la Plaza
Tiananmen tienen todos los ingredientes de un golpe de Estado abortado y de un
intento fracasado de instauración de un Imperio mundial dispuesto a
desafiar los siglos, etc.
Otro
aniversario de aquellos acontecimientos tendrá lugar dentro de poco. En diciembre
de 1989, sin haber sido precedidos ni siquiera por una declaración de
guerra, los bombarderos estadounidenses desataban su fuego contra Panamá y
su capital. Como demuestra el trabajo de reconstrucción de un autor, también
estadounidense, la población de barrios [panameños] densamente poblados
fue sorprendida en plena noche por una lluvia de bombas y fuego. Quienes
perdieron la vida fueron principalmente «civiles pobres y de piel oscura».
Más de 15 000 personas se vieron súbitamente sin techo. De hecho
se trata del «episodio más sangriento» en toda la historia de
Panamá [11]. Podemos dar por seguro que los diarios
que tanto empeño ponen en llorar por lo sucedido en Tiananmen, apenas
mencionarán el aniversario de la agresión [estadounidense] contra Panamá. En
todo caso, ese ha sido su comportamiento a lo largo de todos estos años.
Los grandes
órganos de «información» son, en realidad, grandes órganos de
selección de la información y de orientación y control de la memoria.
—
[1] The Tiananmen Papers, documentos presentados pr Andrew J. Nathan, Perry
Link, Orville Schell y Liang Zhang, PublicAffairs, 2000, 513 pp. Publicado en francés con el título Les Archives de Tiananmen, presentado
por Liang Zhang, éditions du Félin, 2004, 652 pp.
[2] Op. cit.,
p. 444-45.
[3] Op. cit.,
p. 435.
[4] Op. cit.,
p. 324.
[5] Op. cit.,
p. 293.
[6] Op. cit., p. 428-29.
[7] Op. cit., p.486.
[8] Op. cit., p. 391.
[9] The coming Conflict with China, por Richard Bernstein y Ross H. Munro,
Atlantic Books, 1997 (245 pp.), p. 95 et 39.
[10] «Tea with the FT: Bao Tong», por Jamil Anderlini, in Financial Times,
29 de mayo de 2009.
[11] Panama. The Whole Story, por Kevin Buckley, Simon & Schuster, 1991
(304 pp.).
*Fuente: Red
Roja
*++
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