Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista (II) Una
conversación con Michael Lowy, Miguel Fuentes y Antonio Turiel
Por Director de El Ciudadano
KAOSENLARED
14.08.2019
Segunda parte del debate entorno al ecosocialismo y el
marxismo colapsista. Conversación entre Antonio Turiel, Michel Lowy y Miguel
Fuentes
Presentamos a continuación una conversación con el
intelectual marxista Michael Lowy en donde aquel responde a una serie de
críticas realizadas desde el ámbito del llamado marxismo colapsista hacia el
ecosocialismo. Se integran a esta conversación las replicas de Miguel Fuentes
(exponente del pensamiento colapsista), esto con el objetivo de dejar sentadas
las diferencias y similitudes que existen entre ambas tendencias. Un tercer
participante de esta conversación es Antonio Turiel, referente de la teoría del
decrecimiento y quien se posiciona en este debate desarrollando algunas de sus
ideas provenientes del terreno de los estudios sobre la crisis energética. La
primera sección de esta discusión gira alrededor del carácter (y posible
inevitabilidad) de la crisis ecológica actual y su relación con un posible
fenómeno cercano de colapso civilizatorio y extinción humana. Se invita a los
lectores a revisar el artículo de contextualización de las posturas del
colapsismo marxista ofrecido en la primera parte de esta serie. Artículos
adicionales en los cuales pueden leerse algunas de las posiciones centrales del
ecosocialismo y la teoría del decrecimiento se entregan al final de este
debate.
Parte 1
Crisis ecológica catastrófica, colapso civilizatorio y
extinción humana
- ¿Qué opina respecto a la posibilidad de una crisis ecológica súper catastrófica durante este siglo?
-Michael Lowy:
¡Se trata de una posibilidad muy real! Si se sigue con la
trayectoria actual de “business as usual” por algunas décadas más, entonces la
catástrofe será inevitable. Es un peligro sin precedentes en la historia
humana.
-Miguel Fuentes:
La ciencia es clara al respecto y las perspectivas de un
calentamiento global que sobrepasen los 2 o 3 grados centígrados implicaría que
una gran parte de la Tierra pueda transformarse en inhabitable.
-Antonio Turiel:
La crisis ecológica (en sus diversas vertientes) ya está
aquí. Es el problema ambiental (del que ahora lo que más se destaca es el
cambio climático), el de los recursos, el de la biodiversidad, el del agua
potable… ¿Se resolverán todas estas crisis de manera catastrófica? Si no se
hace nada, evidentemente. E incluso haciendo lo mejor posible será un momento
bastante traumático.
- ¿Qué piensa respecto a la posibilidad de un fenómeno de colapso civilizatorio cercano? ¿Puede el capitalismo autodestruirse durante las próximas décadas?
-Michael Lowy:
Como lo decía, la perspectiva de un colapso civilizatorio en
las próximas décadas es una amenaza muy concreta. No lo definiría, en
todo caso, como una “autodestrucción del capitalismo”. Podríamos quizás
imaginar un escenario distópico en el cual comiencen a producirse los primeros
efectos de la catástrofe, pero esto último sin que deje de existir el
capitalismo. Como decía Walter Benjamin: “el capitalismo nunca va a morir de
muerte natural”.
-Miguel Fuentes:
¿Qué tiene de especial el capitalismo en comparación con
otras sociedades complejas tales como el Imperio Romano, la Sociedad Maya
Clásica, la Dinastía Han, el Imperio Gupta y muchas otras a lo largo de la
historia como para ser totalmente “inmune” a un fenómeno de colapso? ¿Quizás su
avance tecnológico? ¿Se olvida acaso Lowy que, más allá de los fenomenales
avances técnicos del capitalismo en una serie de esferas, aquel sigue poseyendo
prácticamente la misma base productiva-energética que aquella que tenía hace
dos siglos? ¡La misma vieja locomotora de hace dos siglos que, a pesar de
poseer en sus compartimientos superiores laboratorios de nanotecnología,
satélites y tecnología de GPS, sigue necesitando de los mismos “producto de
plantas” de hace doscientos años (entre otros el carbón, el gas y el petróleo)
para moverse! Y pueden mencionarse aquí, asimismo, los resultados de un
reciente estudio financiado parcialmente por la NASA y liderado por el
matemático Safa Motesharrei en el cual, realizándose una proyección del curso
de la sociedad industrial actual a partir de la aplicación de un modelo
predictivo HANDY, se muestra como esta última se estaría dirigiendo, aceleradamente,
al colapso. La razón de esto se encontraría en la combinación de algunos
factores tales como la sobreexplotación de recursos, el cambio climático, la
existencia de una elite demasiado rígida y la desigualdad extrema. Es
prácticamente imposible que la sociedad capitalista actual, tecnológica y
económicamente atrasada para enfrentar los peligros de envergadura
geológica-planetaria que se nos avecinan, siga subsistiendo ante un escenario
de crisis ecosistémica generalizada como aquella que estaría a punto de
producirse. Debemos tener en cuenta aquí, asimismo, que una vez que las
defensas que tiene el sistema capitalista para sostenerse ante una crisis
comiencen a fallar, será la propia complejidad de este sistema la cual podría
volverlo mucho más vulnerable ante un potencial fenómeno de colapso. El caso de
la caída del Imperio Romano es un ejemplo de lo anterior.
-Antonio Turiel:
Todas las civilizaciones atraviesan crisis históricas a lo
largo de su existencia, y el colapso completo no es sólo una posibilidad, sino
que algo muy repetido a lo largo de la historia. Sabemos de 26 civilizaciones
antes de la nuestra que colapsaron completamente. ¿Por qué la nuestra habría de
ser la excepción? Las civilizaciones colapsan como fruto de presiones internas
y externas suficientemente intensas, y los retos a los que deberemos hacer
frente (fundamentalmente, cambio ambiental y escasez de recursos) han acabado
ya con otras civilizaciones en el pasado. En realidad, muy a menudo nos creemos
más especiales de lo que somos, pero nuestro dilema es muy parecido al que
otras sociedades sufrieron con anterioridad. Somos de hecho a veces tan
arrogantes que no leemos las lecciones de la historia y no aprendemos de ella.
Una cuestión importante a saber aquí con respecto al colapso es que aquel
siempre es un daño auto-infligido: las sociedades colapsan porque, en su fuero
interno, han decidido colapsar, esto porque ya sea por razones políticas,
religiosas, filosóficas o directamente por terquedad, han querido colapsar. El
colapso siempre es algo evitable, pero uno tiene que trabajar activamente para
evitarlo, y cuando sucede es porque, simplemente, no se quiere evitar, y porque
se rechaza neciamente la idea o la posibilidad misma del colapso. En este
sentido, el capitalismo global del siglo XXI tiene todos los ingredientes para
colapsar: ha desencadenado las crisis que ponen su existencia en entredicho y
se niega, además, a aceptar la necesidad de cambiar de paradigma. Así pues, nos
lleva inexorablemente al colapso. Yo no puedo predecir sí, cuando empiece al
colapso, existirá algún tipo de reacción por parte de este sistema y si aquel
logrará adaptarse, pero lo más lógico sería esperar un colapso completo del
capitalismo y probablemente de nuestra civilización. Cabe destacar, asimismo,
que el colapso no es algo necesariamente malo; al final, es una especie de
jubileo de todas esas deudas que tenemos aplazadas con la naturaleza. Colapsar
te da la oportunidad de empezar desde cero.
- ¿Existe un peligro real de extinción humana durante el siglo XXI, esto tal como plantea la perspectiva colapsista y algunos movimientos tales como Extincion Rebellion en Europa?
Michael Lowy:
Es difícil contestar a esta pregunta. ¿A partir de que nivel
de calentamiento global la existencia humana estaría amenazada? Pero no
se puede excluir esta hipótesis.
Miguel Fuentes:
No se trata de discutir aquí cual es el nivel de
calentamiento global que los humanos pueden soportar en tanto individuos. Es
más simple que eso, se trata de saber a partir de que rangos del calentamiento
global que se espera durante este siglo la agricultura se vuelve imposible en
condiciones naturales y los recursos planetarios comienzan a venirse abajo.
Sabemos, por ejemplo, que todo calentamiento global igual o superior a los 2 o
3 grados centígrados por encima de la línea de base del siglo XIX (un nivel
alcanzable durante las próximas décadas) significaría que, producto de su
impacto sobre la producción mundial de recursos, una parte significativa de la
humanidad morirá de manera inevitable. Pero no deberemos esperar mucho tiempo
para presenciar el comienzo de esta mortandad en masa, aquello si tenemos en
cuenta que el límite catastrófico del calentamiento global (el cual rebasaremos
durante la próxima década) es de tan sólo 1.5 grados centígrados. La cuestión
aquí es empezar a pensar no en como “detenemos” este fenómeno de extinción
humana (ya imparable), sino que, en realidad, en como podemos evitar la
desaparición total de nuestra especie, esto incluso si aquello sólo sea posible
en el 50%, 10% o 1% de la población humana actual capacitada para sobrevivir. Y
es justamente aquí, en esta lucha por la sobrevivencia y por la preservación de
nuestra evolución genética y los mejores logros del desarrollo civilizatorio de
eras pasadas, en donde la perspectiva comunista adquiere una importancia
redoblada para el futuro.
-Antonio Turiel:
En las respuestas anteriores veo una visión de la Tierra como
un sistema demasiado lineal, lo cual es congruente con los modelos climáticos
que manejamos (que hacen predicciones de acuerdo con un horizonte muy limitado
de factores). La Tierra tiene muchos mecanismos de homeostasis, muchos de los
cuales no conocemos, y lo más probable es que la situación del planeta no
degenere tanto tal como las peores previsiones científicas indican. Lo que
acabo de decir no debería tomarse, sin embargo, como una invitación a relajarse
o ser interpretado como un consuelo: la continuidad de la humanidad sigue
estando en un peligro crítico, esto porque el hecho de que el planeta no
degenere hasta convertirse en el infierno que muestran los modelos climáticos
no quiere decir que continúe siendo habitable para nuestra especie, y en todo
caso lo más probable es que la capacidad de carga de humanos disminuya
drásticamente. Pareciera que si no está en peligro el planeta entero no
comprendemos que estamos en peligro nosotros mismos. “Salvemos el planeta”,
dicen ciertos eslóganes de algunos grupos ecologistas; pues no, el planeta no
está, ni ha estado nunca, en peligro, ni siquiera está en peligro la biosfera.
Lo que realmente está en peligro es la humanidad; no pretendamos, por lo tanto,
salvar el planeta, lo que debemos hacer es preservar el hábitat que hace
posible nuestra existencia y que, éste sí, es lo que precisamente se encuentra
en peligro. Es además un error pensar que el cambio climático es el único
factor que compromete la vida humana en el planeta. La escasez de recursos es
otro factor tremendamente terminante, aquello porque la vida de miles de
millones de personas depende de que se mantenga el actual sistema de
agricultura industrial y las redes de distribución internacionales. Cuando
comience a escasear el petróleo, ¿quién moverá los tractores y los camiones, y
de dónde saldrán los pesticidas? Cuando escasee el gas natural, ¿cómo
sintetizaremos los abonos nitrogenados? Cuando escaseen los fosfatos, ¿cómo
abonaremos nuestros campos? La propia estabilidad de la red eléctrica está en
compromiso, y sin fluido eléctrico hay muchos sistemas de control que dejarían
de ser operativos. Además, faltando combustible la gente se lanzará a cortar
árboles (lo hemos visto en muchos países), disminuyendo esto aún más la
capacidad de carga del territorio. Lo cierto es que sin una adecuada gestión de
las próximas décadas la especie humana podría acabar extinguiéndose en un plazo
de un par de siglos. E incluso con una gestión correcta lo esperable es que su
población disminuya drásticamente.
- ¿Qué opina respecto de la crítica colapsista a una supuesta “superficialidad” del análisis ecosocialista en su evaluación de los peligros de la crisis ecológica y la posibilidad de un colapso civilizatorio cercano?
Michael Lowy:
No todos los ecosocialistas tienen el mismo juicio, pero en
mi caso, y creo que también en el de la mayoría de los ecosocialistas, nosotros
no subestimamos de ninguna manera la gravedad de la crisis ecológica y la
posibilidad de un colapso civilizatorio. Al revés, esta posibilidad es uno de
nuestros principales argumentos para destacar la urgencia y la necesidad de
movilizar fuerzas sociales en contra del sistema responsable de la crisis: el
capitalismo.
Miguel Fuentes:
Michael Lowy y otros exponentes del ecosocialismo y de la
ecología marxista tales como Bellamy Foster o Ian Agnus fueron algunos de los
primeros que integraron el peligro de un colapso civilizatorio y un ecocidio en
su análisis de la actual crisis ecológica capitalista. Esto cobra más fuerza
cuando partimos del hecho de que a muchos de nosotros nos tomó más de una
década de militancia en las filas de la izquierda comenzar a integrar estas
problemáticas. Pero la crisis ecológica y el peligro de un colapso
civilizatorio, que Lowy y los ecosocialistas anticiparon de manera visionaria y
que antes de aquellos intuyeron otros referentes de izquierda tales como Nahuel
Moreno (Argentina), Luis Vitale (Chile) o incluso Fidel Castro, ha avanzado
mucho más rápido de lo que nadie pensó. Lo que a fines de los 90’s y los 2000’s
era nada más que una “sombra amenazante” (la posibilidad de un ecocidio), ha
adquirido en el presente una fisonomía histórica mucho más clara. Es quizás la
rapidez con que se ha desenvuelto este peligro una de las causas principales de
que la teoría ecosocialista haya quedado hoy definitivamente rezagada en su
evaluación respecto al avance de estas amenazas, haciéndose necesario, por lo
tanto, la elaboración de un nuevo marco teórico-político marxista de contenido
propiamente colapsista; en otras palabras, uno que tome el proceso de crisis
ecológica súper-catastrófica y el avance de un fenómeno de colapso planetario
inicial ya en marcha en tanto “desafíos prácticos” (inminentes) y no, tal como
se acostumbra frecuentemente al interior de la izquierda, al modo de meras
intuiciones teóricas o discusiones filosóficas. Este punto se encuentra
mejormente desarrollado en la contextualización de las posiciones colapsistas
entregada en la primera parte de esta serie.
-Antonio Turiel:
Yo no soy un estudioso de las teorías políticas, aunque sí
veo repetidamente el mismo problema en el pensamiento político contemporáneo. Este
problema consiste en que la mayoría de los pensadores no vienen del ámbito de
las ciencias naturales y tienden a simplificar y linearizar demasiado el
comportamiento de los sistemas naturales, los cuales son mucho más complejos y
con muchas más ramificaciones de lo que generalmente se quiere aceptar. Por
este motivo, los planteamientos políticos suelen pecar de maximalistas y
reduccionistas. Desde mi punto de vista, dada la complejidad de los sistemas
naturales y el conocimiento limitado que tenemos de sus mecanismos de
funcionamiento, creo que la mejor estrategia sería aquí seguir una metodología
de pruebas sucesivas acompañadas de una auditoría constante y honesta de los
cambios y de sus efectos. Creo además que esto último debiera comenzar a realizarse
desde ahora porque se necesitará de mucho tiempo antes de poder articular una
respuesta eficaz a los retos planteados. Entiendo que para el ecosocialismo o
cualquier movimiento político actual es quizás imposible hacer totalmente
públicos sus planteamientos en torno a lo que realmente se necesita para
enfrentar la crisis, esto ya que dichos planteamientos tienen que enfrentarse y
debatir en contra del pensamiento político dominante, el cual obviamente va a
ridiculizar la “obsesión” por problemas que, a su entender, son inexistentes –
y que tiene especial interés por ningunear. Por este motivo, yo creo que la
acción política debe centrarse en un ámbito mucho más local y menos
institucional, rescatando a aquellos que van quedando excluidos del sistema, y esto
no sólo en nuestros propios países. Es un cambio total con respecto a la praxis
política de las últimas décadas, la cual siempre ha intentado abordar los
cambios desde las instituciones. Para mí, por el contrario, dado que las
instituciones están al servicio de una cierta manera de hacer ya que fueron
diseñadas para eso, sería por lo tanto contraproducente intentar controlarlas
porque, al final, aquellas te controlan a ti. La vida institucional te acaba
cambiando la agenda y fijando una serie de prioridades que realmente no son las
tuyas; peor aún, acabas creyendo que las únicas respuestas posibles a los
problemas son aquellas que el marco institucional te posibilita o te deja ver.
- Una serie de referentes del colapsismo, activistas medio-ambientales y militantes de izquierda tales como Miguel Fuentes (Chile), Lucho Fierro (Argentina), Demián Morassi (Argentina), Manuel Casal Lodeiro (España), Matías Herrera (Argentina), Alek Zvop (Chile), Miguel Sankara (Chile), Carlos Petroni (Argentina), Albino Rivas (Argentina), Charly Pincharrata (Argentina), Yain Llanos (Argentina) y Lucas Miranda (Chile), reconocen que el ecosocialismo y las elaboraciones de la ecología marxista constituyeron un aporte clave para una problematización anti-capitalista inicial de la crisis climática. Paralelamente, algunos de estos referentes plantean que la debilidad de los postulados ecosocialistas consistiría hoy no sólo en una evaluación a veces “superficial” de la gravedad y dinámica (ya imparable) de dicha crisis, sino que, asimismo, en su negativa de integrar la perspectiva de un colapso civilizatorio cercano en su análisis de la dinámica revolucionaria durante el presente siglo. Se dice aquí que las concepciones ecosocialistas “fallarían” al momento de integrar las implicancias “prácticas” de un escenario de ecocidio ya en marcha, reemplazándose con ello la discusión en torno a las proyecciones catastróficas reales del mismo por una replicación (acrítica) del proyecto socialista tradicional de los siglos pasados, aunque esta vez “adornado” (aggiornado) con “fraseología ecológica” y “medidas verdes”. ¿Qué piensa respecto de estas críticas?
Michael Lowy:
Éstas criticas me parecen sencillamente fuera de la realidad.
No veo como se puede decretar, como un dogma religioso, que el colapso
civilizatorio sea ya “inevitable” o “imparable”. El consenso científico (GIEC)
es que, si no se toman medidas enérgicas para reducir dramáticamente las
emisiones de gases de efecto invernadero en las próximas décadas, entonces ya
no será posible evitar que la temperatura del planeta suba de 1.5° a 2°
centígrados, lo que representaría un salto irreversible. Un discurso
“colapsista” que pone en duda este consenso científico es puro oscurantismo.
Declarar, de forma dogmática, intolerante y sectaria que la única verdad es la
“inevitabilidad” del colapso sólo tiene un resultado político:
desmovilizar o sabotear la necesaria lucha por evitar el colapso.
¿Será posible crear una relación de fuerzas anticapitalistas
que pueda acabar con las energías fósiles en las próximas décadas? ¡No es para
nada seguro! Pero como lo decía Bertolt Brecht, quien lucha puede perder,
quien no lucha, ya perdió… El combate para evitar el colapso es la gran tarea
de nuestra época, un imperativo moral y político categórico. El ecosocialismo
no es una replica acrítica del socialismo del siglo pasado (¿cuál? ¿el
socialdemócrata? ¿el estalinista?) con “fraseología verde”. Es una nueva
concepción del socialismo, en la cual la relación con la naturaleza y el
respeto a los equilibrios ecológicos es un tema central. En varios puntos (por
ejemplo, en el de la concepción marxista tradicional de un “desarrollo sin
límites de las fuerzas productivas”), el ecosocialismo incluso se disocia de
algunos escritos “clásicos” de Marx y Engels.
Miguel Fuentes:
Michael Lowy afirma que un calentamiento global catastrófico
superior a los 1.5 grados centígrados sería todavía evitable, esto último
apelando al llamado “consenso científico”. Lowy cierra este debate, sin
embargo, demasiado rápido, aquello cuando lo que aquel debería hacer es
precisamente abrirlo. Este intelectual parece olvidar aquí que los “consensos
científicos” no han existido nunca (desde el origen de la concepción moderna de
ciencia) al modo de cuerpos homogéneos y totalmente coherentes, escondiéndose
con frecuencia en los mismos no sólo la ideología de las clases dominantes,
sino que además las propias visiones particulares de mundo y los prejuicios de
una comunidad científica determinada. Un ejemplo de lo anterior puede
encontrarse en el caso de Copérnico y sus profundas creencias religiosas. Se
hace así necesario, por lo tanto, una evaluación mínimamente crítica del
consenso científico al cual Lowy hace referencia, esto para reconocer que
aspectos de aquel vamos efectivamente a tomar como válidos y cuales deberíamos
dejar, en el marco de una evaluación verdaderamente científica del asunto, de
lado.
Una primera limitante que puede identificarse en el tipo de
consenso científico existente hoy en torno a los estudios sobre cambio
climático se encuentra, entre otras cosas, en las concepciones políticas
hegemónicas de la comunidad científica que le sirve de sustento. Resalta aquí
el hecho de que prácticamente la totalidad de los estudios sobre los que se
basa este consenso no hayan ido más allá, en sus respectivas propuestas de
solución ante la “problemática ambiental”, de una serie de tímidas “reformas
ecológicas” de la sociedad capitalista. Un ejemplo evidente de lo anterior se
encontraría en James Hansen, el llamado “padre del calentamiento global” y cuya
“solución” ante la crisis ecológica no pasaría de un mero “impuesto verde” al
uso de los combustibles fósiles. ¿Habrá considerado Lowy el hecho de que el
consenso científico al cual apela, caracterizado por una confianza casi ciega
en las posibles “soluciones tecnológicas” que supuestamente podría brindar el
capitalismo para “detener” el avance de la crisis climática, se encontraría
así, al menos en este punto, en directa contradicción con sus propios
postulados anticapitalistas?
Al no preguntarse en que medida la idea de una supuesta
“reversibilidad” de la actual dinámica catastrófica de calentamiento global no
responde, en realidad, a un reflejo de la perspectiva tecno-optimista vulgar
característica de la ideología capitalista, Lowy parece olvidar esos “otros”
consensos científicos (esta vez en el ámbito de la investigación científica
propiamente tal) que nos mostrarían una imagen mucho más sombría de aquella que
suele acompañar a las promesas tecnológicas del “capitalismo verde”. ¿Qué acaso
Lowy no toma en cuenta el consenso científico que nos muestra el carácter
inédito que tendrían los actuales 415 ppm de CO2 atmosférico, un nivel no visto
en los últimos 14 millones de años? ¿Integra Lowy en su evaluación de la
gravedad del cambio climático el hecho de que, si consideramos el aumento anual
(en aceleración) de alrededor de 2 ppm de CO2 atmosférico, estaríamos a menos
de una década de alcanzar los 425 ppm necesarios para asegurar la ruptura de la
barrera catastrófica de los 1.5 grados centígrados de calentamiento global
fijada por la ONU? ¿Tendrá en mente Lowy que, de acuerdo con este escenario, no
quedarían asimismo más de 15 años para alcanzar los niveles de CO2 atmosféricos
suficientes para asegurar el quiebre de la todavía más catastrófica barrera de
los 2 grados? ¿Tendrá presente Lowy el creciente consenso científico en torno a
una posiblemente mucha mayor sensitividad climática a los niveles actuales de
CO2 atmosférico, esto si se toman en cuenta, por ejemplo, las condiciones
medioambientales imperantes durante el Plioceno, una época geológica
caracterizada por niveles de CO2 semejantes a los de hoy y cuyas temperaturas
habrían sido entre 2 a 3 grados centígrados superiores a las del siglo pasado?
Más todavía… ¿tendrá en consideración Lowy en su postura
“anti- catastrófica” los estudios que indican que, de detenerse incluso de
manera inmediata las emisiones contaminantes a nivel mundial en el corto plazo,
la temperatura terrestre podría dispararse, de manera fulminante, entre 0.5 a 1
grados centígrados adicionales, poniéndonos así ante las puertas de los 2
grados de calentamiento global de manera casi inmediata, esto como producto de
la remoción del efecto “enfriante” que ejerce sobre el clima global la
presencia de los aerosoles industriales? ¿Integra Lowy en su análisis el
creciente papel que están comenzando a tener una serie de “feedbacks” (o
retroalimentadores) en el avance del calentamiento global: por ejemplo, la
progresiva reducción del efecto albedo o la cada vez mayor descomposición del permafrost
ártico y el consecuente aumento de las emisiones naturales de metano (un
potente gas de efecto invernadero), existiendo en los hechos una alta
posibilidad de que estos fenómenos se descontrolen rápidamente y se transformen
en imparables (esto incluso en el caso de una disminución sustancial de las
emisiones humanas en el corto plazo)? ¿Olvidará acaso Lowy que hoy, cuando
todavía quedarían algunos años para la superación de la barrera de los 1.5
grados de calentamiento global, la situación medioambiental ya ha devenido en
catastrófica, aquello tal como indica el creciente consenso científico en torno
al inicio de la VI extinción masiva de la vida terrestre, la cual se
caracterizaría actualmente por presentar tasas de desaparición de especies
entre un 100% a un 1000% superiores a los rangos naturales?
Sería justamente integrando estos ámbitos del consenso
científico en torno al cambio climático desde donde podemos afirmar que, lejos
de los lugares comunes a los cuales nos tiene acostumbrado el “optimismo verde”
ecosocialista, sería ya la propia “química terrestre” la que daría por
asegurada, de manera inevitable, el comienzo de una pronta fase catastrófica de
la crisis ecológica. Sería además precisamente desde aquí, si integramos
asimismo a este escenario tanto el escaso periodo de tiempo que nos quedaría
antes del inicio de dicha fase catastrófica, así como también la inexistencia
de tecnologías en la escala y niveles necesarios para hacer frente a esta
crisis durante las próximas décadas y los prontos golpes de la crisis
energética mundial en ciernes, desde donde la perspectiva de un colapso
civilizatorio se presentaría, por lo tanto, como la alternativa histórica más
viable en el corto y mediano plazo. Deben considerarse aquí, igualmente, las
propias características decadentes (putrefactas) del sistema capitalista y los
modelos democráticos actuales, las cuales deberían producir un empeoramiento
aún mayor, esto al menos durante la próxima década, de la ya gravísima
situación ecológica-energética planetaria. Todo lo anterior en momentos en los
cuales los próximos veinte a treinta años constituirían, de acuerdo con una
serie de estudios, el límite definitivo para el inicio de un colapso social a
escala global y de un posible fenómeno de extinción de nuestra especie. Un
ejemplo de lo anterior puede encontrarse en un reciente informe del
Breakthrough Centre de Australia que indicó la década de 2050 como una de las
fechas límites para la preservación de la civilización contemporánea en el caso
de un empeoramiento agudo de la crisis ecológica.
¿Pero quiere decir que asumir la inevitabilidad de la
catástrofe ecológica y de un posible colapso civilizatorio sea lo mismo, en
palabras de Lowy, a “abandonar la lucha”? ¡Para nada! Reconocer el carácter
inevitable de la catástrofe, esto tal como en muchas otras ocasiones en la
historia de la lucha de clases, aunque esta vez teniendo dicha catástrofe una
escala histórico-social y “geológica” muchísimo mayor a cualquier otra a la
cual nos hemos enfrentado, es en realidad la única manera de preparar la
resistencia futura ante la misma. ¡Es necesario un análisis realista de nuestra
situación… y no una perspectiva eco-dulzona (agradable para los oídos
socialistas) que, negando la catástrofe inevitable, lo que hace es condenarnos,
por la vía de la estupidez, a una derrota doble: una por la magnitud de la
amenaza y la otra por ceguera! ¡No! Reconocer la catástrofe universal que se
aproxima es el verdadero imperativo político, moral y ético de nuestro tiempo,
esto porque sólo reconociendo dicha catástrofe inminente (y mirándola fijamente
a los ojos) es que podremos aspirar a comprender de mejor manera los peligros
que nos amenazan, esos peligros mortales (de escala titánica) que deberemos
derrotar, tal como todo indica… en el infierno mismo. ¡Esa es nuestra tarea!
¡Mirar a los ojos a la catástrofe… aquello para lanzarnos al centro de la misma
y, siendo devorados por ésta, abrirle luego el estómago de un tajo desde su
interior para hacerla caer rendida y abrir con ello, bañados en su sangre, a
cualquier precio, las puertas del futuro comunista!
-Antonio Turiel:
La respuesta crítica de Miguel Fuentes a Michel Lowy es
completamente acertada. Michel Lowy parece confundir el consenso científico con
el consenso político del IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre el
Cambio Climático). En general, los estudios científicos suelen proyectar una
imagen bastante más sombría del futuro que lo que reflejan los acuerdos de
“mínimos” con los que siempre se cierran los informes del IPCC. Y en ocasiones
el IPCC introduce incluso criterios sin base técnica real. Miguel Fuentes ya ha
hecho una glosa bastante detallada, así que yo solo añadiré unos pocos más. Por
ejemplo, cuando se fija la barrera de los 2ºC de calentamiento global, lo que
se está diciendo es que, de acuerdo con la predicción por conjuntos de modelos
climáticos (“ensemble forecast”) existe un 50% de probabilidades de que la
temperatura del planeta no supere ese umbral. Eso quiere decir, por lo tanto,
que existe un 50% de probabilidades de que SÍ supere ese umbral, lo cual es
poco tranquilizador: ¿alguien se jugaría la vida de sus hijos en un cara o
cruz? Está por supuesto la cuestión de que, a medida que se mejoran los modelos
climáticos, las tendencias siempre empeoran (lo cual es lógico debido a
cuestiones bastante técnicas sobre teoría de la turbulencia), con lo cual la
probabilidad real de no superar los 2ºC seguramente está muy por debajo del
50%. Además, existen muchos aspectos oscuros en los modelos de la IPCC,
introducidos en realidad para evitar dar un mensaje demasiado alarmante
(eufemismo para decir que el mensaje debe ser aceptable por el actual
-establishment- político). Un detalle: todos los modelos del IPCC asumen una
gran disminución de las emisiones netas de CO2 gracias a la implantación masiva
de sistemas de captura y secuestro de carbono. En los modelos del IPCC con
menor uso de dichos sistemas se supone, de hecho, que aquellos serán capaces de
absorber hasta el 40% de las emisiones. Pero los sistemas de captura y
secuestro de carbono son termodinámicamente absurdos y geológicamente dudosos,
por lo que es seguro que no se van a implementar nunca a dichas escalas.
Es curioso que en la argumentación de mis contertulios la
cuestión de la escasez de recursos, y particularmente la del petróleo, pasa
completamente desapercibida. Llevamos años de desinversión en el sector del
petróleo a escala mundial, excepto en Estados Unidos por razones que sólo Trump
comprende, aquello porque –como se reconoce públicamente- no quedan yacimientos
rentables. La Agencia Internacional de la Energía, en su informe del año 2018,
avisaba que ya hemos superado el “peak oil” y que de aquí a 2025 podría
faltarnos hasta el 34% de todo el petróleo que esperan que se demande dicho
año, esperándose además que lo anterior produzca recurrentes picos (subidas) de
precio desde hoy hasta ese entonces… y sin embargo no lo comentan. Hace diez
años, con el pico de precios de petróleo, mucha gente habló del “peak oil” y
seguramente también mis contertulios, pero aquella crisis pareció superada para
el observador superficial, considerándose ahora posiblemente demodé hablar de
ello. Pues no. La raíz del problema con el suministro de petróleo no se
solucionó, esto a pesar del balón de oxígeno del fracking que, en los hechos,
se ha convertido en una verdadera ruina económica (todas las empresas que se
dedican al fracking pierden dinero desde el año 2011, manteniéndose solamente
gracias a una enorme burbuja de crédito). El fracking está ya llegando a su
cenit, mientras que en el resto del mundo la situación se agrava. ¿Creen
ustedes que los problemas en Venezuela o México son casuales? ¿O que la tensión
en el Golfo Pérsico responde realmente a los pérfidos designios de Irán?
Tenemos una grave crisis energética literalmente planeando sobre nuestras
cabezas y, aún así, es justamente en este momento cuando más ignoramos el
dilema que nos plantea.
El hecho de ignorar la crisis de los recursos hace que los
análisis de mis contertulios pequen un poco de simplistas y que no tengan toda
la perspectiva para ver la profundidad del problema. Tenemos que luchar contra
el cambio climático porque, sí, es muy grave y de hecho es tan grave que a
pesar del obligado descenso de emisiones que imponen el “peak oil”, el “peak
coal” y el “peak natural gas”, aún así las previsiones son catastróficas. Pero
tendremos que luchar en contra de aquel en un mundo en el que dispondremos de
menos energía para hacer frente a dicho reto. Asimismo, tendremos que hacer
frente a ambos retos (la crisis ecológica y la crisis energética) apoyándonos
en unas energías renovables que, contrariamente a lo que se quiere hacer creer
desde los postulados del capitalismo verde, no tienen un potencial tan grande
como se plantea, pudiendo de hecho cubrir en el futuro sólo una parte de
nuestro actual consumo energético… y eso con suerte.
Por tanto, es cierto, yo me adhiero a las críticas que se
mencionan en el enunciado de la pregunta: es completamente acertado que el
discurso ecosocialista más oficialista lo que hace es adornar con elementos
“verdes” o “ecologistas” un discurso de izquierda más tradicional. Es
justamente lo contrario de lo que debería hacerse: la sostenibilidad – mucho
mejor que hablar simplemente de ecologismo – debería ser el puntal central
ideológico, y todo nuestro discurso tendría que construirse alrededor de este
aspecto, el cual pasaría a ser no sólo un “elemento más”, sino que, en
realidad, la verdadera razón de ser de todo lo demás. No puede haber justicia
social sin justicia ecológica, no puede discutirse un modelo de repartición de
la riqueza sin primero cambiar el sistema productivo para que aquel sea
sostenible, máxime cuando nuestro principal problema actualmente es la falta de
sostenibilidad y el riesgo de colapso.
…
-Próxima sección (adelanto)
-Michael Lowy:
Este argumento ilustra el estilo arrogante, intolerante,
sectario y estéril de ciertos grupúsculos “colapsistas”.
-Miguel Fuentes:
El derrumbe electoral del trotskysmo y el anticapitalismo
francés y argentino ante la derecha y el peronismo, así como también la total
adaptación del ecosocialismo a la consigna reaccionaria de “petróleo barato” de
los chalecos amarillos, demuestra la bancarrota de una izquierda que no está
discutiendo las implicancias de un próximo fenómeno de colapso.
Materiales adicionales (online)
1. Ecosocialismo
-Manifiesto Ecosocialista
https://www.rebelion.org/hemeroteca/sociales/lowy090602.htm
-Ecosocialismo y Crisis Civilizatoria
-Michael Lowy, la Crisis Ecológica y el Colapso
2. Marxismo Colapsista
-Presentación de “Marxismo y Colapso”:
https://www.eldesconcierto.cl/2019/03/09/marxismo-y-colapso-la-ultima-frontera-teorica-y-politica-de-la-revolucion/
-Marxismo y Colapso Web:
https://www.marxismoycolapso.com
-Marxismo y Colapso Facebook Fanpage:
https://www.facebook.com/Marxismo-y-Colapso-392583714897364/
3. Teoría del Decrecimiento
-El agotamiento del petróleo (Antonio Turiel)
https://www.comillas.edu/images/catedraBP/Presentacion%20Antonio%20Turiel.pdf
-Antonio Turiel (Entrevista)
-The Oil Crash Blog:
http://crashoil.blogspot.com/
…
-Próximas
secciones de este debate:
-Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista (III)
La recomposición socialista del equilibrio metabólico y la
crisis ecológica como problema estratégico central de la izquierda
-Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista (IV)
-Crisis ecológica, colapso civilizatorio y transición
socialista
-Secciones anteriores:
-Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista (I)
Algunos elementos de la crítica del colapsismo marxista al
Ecosocialismo
…
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