La perversión del feminismo
Rebelion
01.04.2019
Estamos viviendo tiempos posmodernos que han
pervertido todos los espacios sociales, y como no podía ser menos,
también el feminismo. El desprestigio de la política que ha difundido
tan eficazmente el capital ha calado hondamente en el MF. Desde la
Transición el feminismo se consideró alejado e indiferente a las
cuestiones políticas, tales como la forma de Estado – la bronca y la
escisión del Colectivo Feminista que siguió a la propuesta que hice de
que se pronunciase por la República- , la laicidad del Estado o el
rechazo a pertenecer a la OTAN.
De tal modo, es posible que hoy
un sector del MF asegure que el feminismo no es de izquierdas ni de
derechas y que “se trata de no cerrar puertas a nadie”. Recuerdo el
sobresalto que sentí, hace ya cuatro años, cuando la que había sido
dirigente comunista soltó semejante aseveración en una asamblea. Era el
primer toque de alarma de una tendencia que iba a difundirse muy
exitosamente por las nuevas organizaciones que se llamaban del cambio.
Ya se sabe que si se afirma no ser de izquierda ni de derecha es que se
es de derecha.
El planeamiento actual es que no se cierra
puertas ni siquiera a los fascistas. Ese estribillo, que incluso
dirigentes políticos se atreven a utilizar refiriéndose a su propia
organización, está siendo aceptado con naturalidad, y hasta
complacencia, por una parte de la sociedad y de las feministas. Como si
tal despropósito fuese posible. Al estar el feminismo “por encima de
las siglas”, como si lo visitara el Espíritu Santo, la ideología no
importa. Aunque a la vez se autocalifican de feministas. Porque la
tenaz lucha del MF lo ha llevado a la vanguardia de los movimientos
sociales y no se puede despreciar. Ahí tenemos a dirigentes de partidos
de derecha e incluso de la banca afirmándose ahora feministas.
Esas nuevas organizaciones del MF concluyen asegurando que es posible
aglutinar a la gente desde IU hasta la Fundación Francisco Franco. A más
disparates se une afirmar que un partido no hace política.
Las
nuevas proclamas consideradas modernas, al afirmar que las ideologías
están trasnochadas se dirigen a captar el voto mayoritario de una
población ignorante y decepcionada que ha convertido a la política, los
políticos, los partidos y hasta las instituciones, en su enemigo
principal. Como estas nuevas participantes en el MF están faltas de la
más elemental información no saben que en fecha tan temprana como 1965,
uno de los teóricos y dirigente de Falange, Gonzalo Fernández de la
Mora, escribió un libro ya clásico que se titula “El crepúsculo de las
ideologías”, en el que vaticinaba estos tiempos que vendrían. Se habían
acabado los análisis basados en el conocimiento de las luchas
económicas que perseguían grandes transformaciones revolucionarias. Se
trataba de ir trampeando con proyectos que pudieran realizarse en el
momento inmediato, en una amalgama de supuestos pragmatismos.
Exactamente lo que en aquel momento el franquismo llevaba a cabo con el
Plan de Estabilización y los Planes de Desarrollo.
Los
disparatados manifiestos que hoy se publican desde el feminismo ignoran
el dominio del Capital. Las peticiones populares difundidas en las redes
repiten la exigencia de rebajar el sueldo a los diputados, pero ni se
mencionan los beneficios de la banca, las primas cobradas por los
banqueros (El escándalo de Francisco González y el BBVA), la ruina a que
nos ha llevado el rescate de las Cajas de Ahorros, las imposiciones
caudinas dictadas por los dirigentes de la UE que han hundido en la
miseria a Grecia, entre otros países, y en la pobreza y la precariedad
laboral a las clases trabajadoras en España.
Este feminismo de
nuevo cuño que se pretende ahora alternativa a los partidos
tradicionales, se atreve a enviar al archivo de la arqueología el
estudio de las contradicciones de la lucha de clases que nos enseñó el
marxismo; la experiencia, a veces tan amarga y peligrosa, de las luchas
que protagonizaron nuestras antecesoras feministas y los militantes
comunistas para lograr los avances en derechos y protección social que
se obtuvieron en el siglo XX.
Con la más indigna ingratitud se
muestran indiferentes y hasta despreciativas de las ideologías
liberadoras que se construyeron sobre el sacrificio de varias
generaciones y que han logrado poner freno a la explotación y opresión
del capitalismo y del Patriarcado en varios países y especialmente en
Europa.
Estas tendencias, dirigidas por personas de nula
preparación teórica y ninguna experiencia de lucha porque su vida ha
sido tan amable en estos tiempos de bienestar, están causando más
confusión y desinformación de la que ya padece nuestro pueblo.
Asegurando que el feminismo está más allá de las ideologías, de la
división entre izquierda y derecha, que cualquiera puede unirse a su
proyecto desde el franquismo al comunismo, y que no están haciendo
política, están repitiendo las consignas fascistas.
Es ya un
clásico aquella respuesta de Franco a uno de sus ministros: “Mire, haga
como yo, no se meta en política”. Sería bueno que alguna de esas
nuevas dirigentillas del feminismo leyera las proclamas de José Antonio
Primo de Rivera, con la principal declaración de principios de su
discurso inaugural de la Falange el 29 de octubre de 1933: “Que
desaparezcan los partidos políticos. Nadie ha nacido nunca miembro de un
partido político; en cambio, nacemos todos de una familia; somos todos
vecinos de un Municipio; nos afanamos todos en el ejercicio de un
trabajo. Pues si esas son nuestras unidades naturales, si la familia y
el Municipio y la corporación es en lo que de veras vivimos, ¿para qué
necesitamos el instrumento intermediario y pernicioso de los partidos
políticos, que, para unirnos en grupos artificiales, empiezan por
desunirnos en nuestras realidades auténticas?”
Ciertamente
sabemos con Marx que la historia siempre se repite dos veces, la primera
como tragedia y la segunda como farsa. Las circunstancias que
permitieron el triunfo trágico del fascismo en el siglo XX no se dan hoy
en Europa, de modo tal que resulta enormemente improbable que se
imponga en España, a sangre y fuego, como sucedió en los años 30, por
más que en varios países sus herederos estén teniendo cada vez un papel
más relevante en la política europea.
Pero es cada vez más
fastidioso y preocupante que se difundan los eslóganes de la
antipolítica, de la negación de la lucha de clases, de un discurso banal
que anula la diferencia entre la derecha y la izquierda, y que puede
convencer a una parte de la ciudadanía ignorante y decepcionada, que en
visceral reacción se lance a votar a la ultraderecha, con la
adquiescencia de cierta parte de la izquierda y el aplauso de un sector
del feminismo.
Espero que no se cumpla la terrible profecía que dice que si ignoramos nuestra historia estamos condenadas a repetirla.
Lidia
Falcón O'Neill es licenciada en Derecho, en Arte Dramático y Periodismo
y Doctora en Filosofía. Nombrada Doctora Honoris Causa por la
Universidad de Wooster, Ohio. Es fundadora de las revistas Vindicación Feminista y Poder y Libertad,
que actualmente dirige. Creadora del Partido Feminista de España y de
la Confederación de Organizaciones Feministas del Estado Español. Ha
participado en el Tribunal Internacional de Crímenes contra la Mujer de
Bruselas, en el congreso Sisterhood Is Global de Nueva York, en todas
las Ferias Internacionales del Libro Feminista y en los Foros
Internacionales de la Mujer de Nairobi y de Pekín. Es colaboradora de
numerosos periódicos y revistas de España y de Estados Unidos. Ha
publicado 42 libros. En el terreno del ensayo destacan: Mujer y sociedad, La razón feminista , Violencia contra la mujer, Mujer y poder político y Los nuevos mitos del feminismo que han sido traducidas a varios idiomas. Así mismo, tiene una extensa obra narrativa Cartas a una idiota española, Es largo esperar callado, Los hijos de los vencidos, En el Infierno, El juego de la piel, Rupturas, Camino sin retorno, Postmodernos, Clara, Asesinando el pasado, Memorias políticas, Al fin estaba sola, Una mujer de nuestro tiempo, Ejecución sumaria y el libro de poesías Mirar ardiente y desgarrado.
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