"Chernobyl"
Rebelión
04.07.2019
Un ejemplo. Hasta
hoy empleamos los viejos términos: «lejos-cerca», «nuestros-extraños»…
Pero, ¿qué quiere decir «lejos» o «cerca» después de Chernóbil, cuando
ya al cuarto día sus nubes sobrevolaban África y China? La Tierra ha
resultado ser tan pequeña. Ya no es la Tierra que conoció Colón. Es
limitada. Ahora se nos ha formado una nueva sensación de espacio.
Vivimos en un espacio arruinado. Más aún. En los últimos
años, el hombre vive cada vez más, pero, de todos modos, la vida humana
sigue siendo minúscula e insignificante comparada con la de los
radionúclidos instalados en nuestra Tierra. Muchos de ellos vivirán
milenios. ¡Imposible asomarnos a esa lejanía! Ante este fenómeno
experimentas una nueva sensación del tiempo. Y todo esto es Chernóbil.
Sus huellas. Lo mismo ocurre con nuestra relación con el pasado, con la
ciencia ficción, con nuestros conocimientos… El pasado se ha visto
impotente ante Chernóbil; lo único que se ha salvado de nuestro saber es
la sabiduría de que no sabemos. Se está produciendo una perestroika,
una reestructuración de los sentimientos.
(Svetlana Alexievich, Voces de Chernóbil. Crónica del futuro)
Para P. Massachs que me ayudó a verlo claro.
Chernóbil:
una palabra en el origen del activismo ecologista de parte de mi
generación, el nombre de una catástrofe iniciada en el pasado y con
mucho futuro por delante.
Este artículo no va sobre Chernobyl, la serie de la cadena de pago HBO mejor valorada de la historia (dicen), sino sobre el fenómeno informativo y mediático generado en torno a ella: titulares, reflexiones y (supuestos) debates.
No
he visto la serie, y no tengo interés en verla, esperaré como mínimo
hasta que se haya publicado este artículo para visualizarla. La razón de
mi desinterés es fácil de explicar: el seguimiento de la catástrofe
durante años me ha permitido comprender que los llamados hechos son algo
muy relativo, dado el espeso telón de desinformación y secretos con el
que la industria nuclear oculta, aún hoy, todo lo sucedido. A estas
alturas, 33 años más tarde, los hechos que provocaron la catástrofe son
casi lo de menos, lo más importante son las causas profundas y las
consecuencias interminables. Justo de lo que no se debate.
El
motivo de mi decisión de demorar el visionado también es fácil de
entender: verla podía conducir a que este artículo tratase sobre el
contraste entre la ficción y los datos que se conocen. Un falso
contraste entre lo representado, medido y racionalizado en términos de
cálculo de audiencia, y lo que no podremos nunca llegar a saber, ni a
comprender. La trampa, un conjunto de banalidades sobre adecuación de la
ropa de los protagonistas y el valor de los personajes de ficción
(según he podido leer) para ocultar las preguntas obligadas: ¿cuáles son
los límites que se deben respetar cuando se hace ficción sobre
acontecimientos reales?, ¿hasta dónde es lícito llevar la ficción para
evitar que dicha ficción sustituya el conocimiento de los hechos?
La
mayor parte del tratamiento informativo de la serie son artículos
redactados sin molestarse en contrastar documentación, ni sobre sobre
los acontecimientos ni sobre los personajes: los calificativos elogiosos y el sensacionalismo abundan en una especulación que conduce a substituir la investigación por la narrativa de la ficción televisiva.
Parte de lo publicado son especulaciones sobre el contraste entre la narrativa y los sucesos al nivel más nimio, sobre la “verdad”,
o algo que se le parezca, silenciando la mezcla de secretos, mentiras y
complicidades, que rodea los hechos; la misma combinación que marca el
desarrollo de una catástrofe que continua hoy, 33 años después.
Existe otra parte aún peor: la especulativa, la que toma la serie como pretexto para ejercicios intelectuales o de geopolítica cultural, o para alguna chusca reivindicación política.
Y la parte más desagradable de todas. Las referencias al libro Voces de Chernóbil ,
de Svetlana Alexievich, que aparecen en varios artículos que ensalzan
las virtudes de la serie. Desagradable porque la crudeza y el horror que
refleja y documenta esa obra desborda cualquier tratamiento
audiovisual, y porque la mayor parte del libro son voces interiores,
reflexiones y pensamientos, algo que casa mal con el entretenimiento.
Incluso donde debería predominar el pensamiento crítico hacia la serie, éste se ha eludido, o su mención se ha utilizado como pretexto para difundir una actividad a la que no se da publicidad directa, o se ha analizado el contenido sin entrar en la crítica.
En
este panorama general hay unas pocas excepciones que conviene destacar.
Me centro en las tres que abordan temas silenciados: el artículo de Pascual Serrano,
que plantea una interesante reflexión sobre la serie como ejemplo de
selección y tratamiento sesgado de determinados acontecimientos
históricos para vender espectáculo; el artículo de Rafael Poch de Feliu,
que destaca la omisión, nada inocente, del carácter global de la
catástrofe, porque una de las pautas de debate impuestas desde la
industria nuclear (y aceptada sumisamente por el ecologismo
institucional) es que un accidente nuclear es como cualquier accidente
industrial; y la reflexión de María Santana Fernández,
sobre la serie como ejemplo de la querencia de la industria de
entretenimiento de los EE.UU. por las catástrofes, las implicaciones
ideológicas, el embrutecimiento de la sensibilidad que todo ello
conlleva, y los posibles motivos de este espectáculo continuado de
distopías de ficción o, como en este caso, de realidades distópicas
teatralizadas. Tres muestras destacadas de opinión crítica. En conjunto,
muy poca cosa.
Mención aparte merecen los escasos artículos que han aprovechado el tirón de la serie para poner en evidencia aspectos políticamente incorrectos
y, por tanto, silenciados, porque en el ansia de beneficios que produce
el espectáculo de una catástrofe real tratada como entretenimiento de
ficción, no tienen cabida cosas tan poco rentables y tan poco
espectaculares como la solidaridad anónima o el trabajo callado.
Cuando el pasado abril redacté el artículo correspondiente
al 33 aniversario del inicio de Chernóbil mencioné que, dentro de la
indiferencia y la rutina informativa que rodea cada 26 de abril,
existían siete colectivos que tenían bien presente la fecha. Los lugares
2, 3 y 4 de dichos colectivos correspondían a los que la aprovechaban
como negocio. En segundo lugar, figuraba la industria turística, en el
tercero la industria del entretenimiento y en el cuarto los videojuegos.
Las sinergias entre estos tres ámbitos de negocio entre las clases
acomodadas son de sobra conocidas: un fenómeno televisivo o
cinematográfico actúa como “arrastre” de la industria turística (basta
recordar todo el fenómeno de recorridos turísticos en Suecia al calor de
la serie novelística de “Milenium”) cosa que, según la prensa, ya se
está produciendo con Chernobyl; sólo cabe esperar un tiempo para
comprobar si la industria del video juego también sacará partido de ese
éxito.
Para finalizar vayamos a Chernóbil, no a Chernobyl, y
hagamos el siempre incómodo y desagradable ejercicio de recordar:
empecemos por las dimensiones, los protagonistas silenciados, con todas sus contradicciones, la responsabilidad de los países con centrales nucleares en las causas y las consecuencias y, sobre todo, en lo poco que se sabe de las víctimas,
las de entonces y las de ahora. Un ejercicio que implica demasiado
esfuerzo intelectual si lo comparamos con lo fácil que es sentarse ante
la pantalla y gozar de un espectáculo que, como todos los espectáculos, como todos los productos de la industria del entretenimiento, también tiene fecha de caducidad fijada, pero, seamos realistas, pueden suponer una sensación agradable mientras se consumen.
Casi
todo lo escrito sobre Chernobyl repite el mantra de su carácter de peor
accidente nuclear, pero se trata de una doble mentira: no es un
accidente, y Fukushima es mucho peor. E impera un silencio clamoroso
sobre una cuestión: ¿Ha supervisado la Agencia Internacional de Energía
Atómica este producto televisivo?
Miguel Muñiz Gutiérrez mantiene la página de divulgación energética www.sirenovablesnuclearno.org
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