Temporada de «fantasmas» o Marx reportero
Para aquel que
comenzaba a dar sus primeros pasos en el mundo intelectual, la filosofía asumió
el papel de redentora de las principales interrogantes. El periodismo fue el
vehículo para propagar inquietudes que, por otro lado, la academia ni siquiera
se formulaba
Diario Octubre
junio 3, 2019
Marx y Engels en la imprenta donde se publicaba la
Nueva Gazeta Renana en Colonia. Pintura de E. Capiro
Mauricio
Escuela.— En el más reciente aniversario de Karl Marx, varios
diarios de la mal llamada gran prensa declaraban la «muerte» del pensador de
Tréveris. Uno de esos columnistas describía la soledad de su tumba y el vacío
de las plazas de los antiguos países socialistas, en contraste con las
manifestaciones de apoyo de tres décadas atrás.
Ese «gran»
periodismo tiembla cuando halla, entre las fotografías cotidianas, el mensaje
del Manifiesto Comunista escrito en pancartas de protestantes: «Un fantasma
recorre Europa». La vigencia del pensamiento crítico más allá de la hegemonía
imperante, se trata de encubrir mediante una industria cultural de la
estupidez, que apela a la imagen y la emoción.
El concepto de
alienación fue el punto de inflexión en la obra del joven Marx, a mediados del
siglo XIX, tomado del pensamiento de Feuerbach y de la propia práctica del
periodismo temprano en las páginas de La Gaceta Renana. Para aquel que
comenzaba a dar sus primeros pasos en el mundo intelectual, la filosofía asumió
el papel de redentora de las principales interrogantes. El periodismo fue el
vehículo para propagar inquietudes que, por otro lado, la academia ni siquiera
se formulaba.
Aquella
alienación no ha cambiado: por un lado, vive el hombre que consume y por otro,
el que trabaja, ambos nunca se ven el rostro, aunque en muchas ocasiones sean
la misma persona. Salirse de ese guion le costó a Marx no solo la condena a la
miseria material y la dependencia del pago por sus colaboraciones periodísticas,
sino ese olvido, casi muerte, que el sistema aún pretende decretar.
DEL HOMBRE
ALIENADO AL HOMBRE MUNDIAL
A partir del
cierre de La Gaceta Renana, Marx inició un itinerario a través de publicaciones
que le garantizaran la libertad de expresión para pensar al mundo y
transformarlo. Si en aquella publicación su punto de vista era ilustrado,
pro-ideales de la Revolución Francesa y antifeudal, en el periódico Anales
Franco Alemanes, se iría moviendo hacia el ensayo de prensa y el análisis, con
un lenguaje que miraba más hacia una visión comunista.
El capitalismo,
que echaba sus garras sobre Europa, empobrecía con rapidez y de forma
artificial a los campesinos y los obreros industriales, y el contacto con este
fenómeno llevó a aquel Marx a formular su primer concepto del plusvalor (parte
del trabajo no retribuida, de la que sale la ganancia del dueño). Era ya un
pensador «peligroso», al que testas coronadas como el Zar de Rusia, el rey
prusiano y, luego, el emperador francés, miraban con odio debido a la agudeza
de sus denuncias.
De esta etapa
data la máxima de Marx acerca del periodismo de investigación: «hacer más
ignominiosa la ignominia, para que no quede invisible», es decir, escribir con
pasión sobre los problemas e injusticias del momento, pues sin eso –el phatos
de la denuncia– no se alcanzaba ningún objetivo revolucionario. Esta etapa
marcó la transición del hombre fascinado por la Revolución Francesa, hacia el
pensador que ya a la altura de 1850 predijo, mediante una serie de análisis, la
primera gran crisis mundial del capital que estalló en 1857 y que prefiguraba
el mundo de hoy.
MARX COMO NUEVO
PROFETA
A aquellos que
lo quisieron ver como el iniciador de una especie de «nueva religión de los
pobres», el pensador les dejó la conocida sentencia: «ciertamente no soy
marxista». Encerraba así su visión de un mundo interconectado, donde no vale la
idea única para llevar adelante un proyecto de libertad, sino la integración de
saberes y su aplicación práctica, de una manera transversal. De hecho, fueron
los métodos de la duda, de la docta ignorancia, las herramientas de aquel Marx
para escaparse de fórmulas que petrificaran una verdad que era la misma y a la
vez, diferente en cada aproximación.
Fue en aquella
década de 1850, en su exilio en Londres, cuando comenzó a colaborar con el New
York Tribune, el medio de prensa de mayor tirada en la Norteamérica de la época
y con una gran presencia en el panorama mundial. Allí se le otorgó la
posibilidad de una columna permanente sobre alta política, donde el pensador
aprovechó para criticar el reparto imperialista, el ascenso del cesarismo
europeo (en las figuras de Napoleón III y Bismarck), la explotación de las
colonias (el caso de la India británica), la crisis del sistema imperialista y
el ascenso de un hegemonismo cultural de nuevo tipo que en el siglo xx veríamos
en el cine, la música, la danza y diversas facetas de la industria del
entretenimiento.
De las
colaboraciones con el Tribune –más de 350 columnas– data el conflicto de Marx
con el periodismo liberal, cuyos conceptos atacaba por percibirlos hipócritas.
Entre las malas prácticas que debió sufrir como periodista estuvieron, además
de la censura de muchos trabajos, el cambio literal del sentido de las
sentencias, la transformación de los titulares y otras que provocaban su ira,
pues veía con agudeza la causa ideológica de tales manejos, de los editores a
sus espaldas.
Sin embargo, a
la par que escribía lo que él llamó «el estercolero periodístico», le daba
forma a unos manuscritos que denominó inicialmente Economía, y que eran nada menos
que el germen de El Capital, su obra magna, una crítica de los mecanismos que
hacen funcional y disfuncional el sistema imperante. Sin duda, tratar
periodísticamente con realidades concretas y estudiarlas, a través de horas
interminables en el Museo Británico, le dieron las pautas a la hora de hilvanar
la genial crítica a la economía política del capitalismo que sería la base de
un nuevo momento revolucionario.
¿POR QUÉ SE
QUIERE OLVIDAR AL MARX PERIODISTA?
La escuela
liberal ha fracasado en la formación de profesionales de la comunicación hechos
a la medida de versiones ideológicas de la «libertad de expresión» que la
historia ha desmentido, ya que la única justicia es aquella que se coloca del
lado del desposeído, de manera que no existe la cacareada «imparcialidad».
Ser periodista
es asumir un largo camino de martirologio en la militancia de la verdad, una
que a la vez que redime, se expone a muchos ataques. Eso lo hizo Marx y allí
está la causa de que su modelo de prensa, a contracorriente, perseguida,
censurada, quiera olvidarse. La muerte de este Prometeo se ha anunciado de
diversas maneras, pero los libelos de ese «deceso» siempre estuvieron
financiados por los temerosos burgueses.
Por otro lado,
el marxismo europeo, ansioso por ser marxista, creó un canon de obras. Louis
Althusser se centró en aquellos libros que marcan la madurez del filósofo y
obvió, tanto su recorrido hegeliano, como la obra periodística. Hay ahí un
interés ideológico conservador y a la vez academicista.
A la altura de
2019, con un sistema capitalista hundido en profundas contradicciones y con la
industria cultural hegemónica que hace aguas, pretenden que la tumba de Marx
esté vacía. Pero ese fantasma que recorre Europa y el mundo, toma cuerpo y
respira delante de nosotros.
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