Una lección moral
Diario Octubre /abril 8, 2019
Hace setenta
años se formó la OTAN. Los actos recordatorios de la creación de la coalición
militar conocida como Alianza Atlántica ideada contra la Unión Soviética y sus
aliados comunistas se solapa con el veinte aniversario de la campaña de
bombardeos de dicha corporación militar contra Yugoslavia.
Un país que ni
era miembro del Pacto de Varsovia,(respuesta posterior de la URSS a la
agresividad militar occidental) ni atacó a ningún país miembro de la alianza.
Es pues esta agresión salvaje, ilegal ,injustificada incluso por los propios
estatutos de la organización, la que supuso su refundación como superestructura
militar al servicio de los EEUU y sus intereses económicos y geopolíticos.
Parasitó las
funciones de las Naciones Unidas y desencadenó un ataque sin declaración de
guerra previa; desoyendo al Consejo de Seguridad de la ONU que nunca lo
aprobó.
Esta operación
de bombardeos supuso la puesta en marcha de la Nueva Estrategia que la
OTAN buscaba y necesitaba para justificar su elevadísimo coste y misma
existencia. Pues una vez había dejado de existir el enemigo comunista, no era
necesaria. Pero dejar cicatrices rojas en Europa, Yugoslavia, el incierto
destino de la entonces inestable aunque dócil Rusia, Europa y Asia( léase
correctamente el ataque nada casual contra la embajada de China en Belgrado)
suponían un desafío. Como lo fue también el proyecto de un EuroEjército
independiente, ya truncado durante la guerra de Bosnia y que fue
recuperado del olvido hace unos días por el ministro de exteriores
español, Josep Borrell. Sus afirmaciones contrastan poderosamente con la del
resto de “aliados” europeos que se rasgan las vestiduras.
Las voces más
atlantistas del viejo continente, se rasgan las vestiduras, reclamando la
protección y atención de Washington ante el supuesto abandono de
Trump hacia la OTAN. Tras su declarada intención de reducir los
fondos estadounidenses a la vez que exige mayor contribución a sus socios
europeos tan necesarios para mantenerse a salvo de las garras rusas.
A ojos de la clase política europea, parece mucho menos arriesgado
invocar la amenaza de Putin, correr bajo el ala de la protección estadounidense
y ahorrarse millones de presupuesto y un previsible desgaste electoral, por lo
que tendría de militarista afrontar mayores gastos en defensa.
Mientras tanto
en Serbia continúan los actos conmemorativos y también festivos con motivo del
20 aniversario de los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia. Entre ellos
destacan conciertos, concursos de dibujos y grafitis así como otras,
actividades lúdicas al aire libre como ya se dieron durante los trágicos 78
días que duró la Operación Fuerza Aliada. Ese fue el pérfido nombre con
que se enmascaró esta campaña de agresión que consto de más de 30,000 salidas,
con más de 10,000 misiones de bombardeo, el lanzamiento de 3000 misiles de
crucero, con un total de 80,000 toneladas de bombas. Los ataques provocaron
cerca de 4000 muertos. 1000 de ellos militares.
Fueron
bombardeadas columnas de refugiados de kosovares, algunas de ellas escoltadas
por el ejército yugoslavo que huían de las atrocidades del E.LK.
Las bombas
alcanzaron objetivos civiles y militares en toda Serbia( Kosovo y Metohija) y
Montenegro. Sembraron la muerte y destrucción en todas las zonas de la
República Federal Yugoslava. La infraestructura industrial nacional fue casi
destruida, más de 1500 pueblos, 60 puentes, hospitales, almacenes, incluso un
tercio de las escuelas fueron destruidas.
Los daños
materiales ascendieron a 100,000 millones de dólares y pese al grandísimo
trabajo y tenacidad serbia, aun queda mucho por reconstruir.
Se utilizaron
bombas de racimo(prohibidas por la legislación internacional), munición con
uranio empobrecido que agravaron sus efectos tóxicos con las
explosiones y destrucción de las plantas químicas y refinerías de petróleo.
Esto sigue causando estragos entre la población de las zonas atacadas. Y
no se limita a Serbia y Montenegro, también en zonas de Croacia, se ha
disparado el número de cáncer precoz y también desgraciadamente casos
entre la población infantil. Tampoco el mar Adriático ni los pescadores
italianos se han librado de la devastación provocada por Fuerza Aliada.
El ataque
contra la televisión , y contras plantas hidroeléctricas dan idea de la escala
y objetivos del ataque. Tampoco se salvaron un centenar de monumentos
arrasados, ni trenes ni autocares civiles, que fueron blanco de las bombas en
repetidas ocasiones en puntos estratégicos que desmienten por completo la
supuesta accidentalidad esgrimida por la OTAN.
Más de 90 niños
yugoslavos murieron. Tanto entonces como ahora, el perdón no ha llegado.
Y pese a que
Jens Stoltenberg el actual Secretario General de la OTAN, lamente las muertes
civiles como bien apunta el ministro de defensa serbio, Aleksandar Vulin, también
los militares eran inocentes y no hacían otra cosa que defender su país de una
agresión injustificada.
Cabe citar que
Jens es hijo de Thorvald Stoltenberg, que junto a David Owen idearon un
plan de paz para la guerra de Bosnia que fue rechazado por Alija Izetbegovic.
La iniciativa dividía la república yugoslava en tres partes, una
serbo-bosnia con el 52%, una musulmana con el 30% y una croato-bosnia del 18%.
Fue propuesto en verano de 1993. La guerra se prolongó durante casi dos años
más con todo lo que ello significó.
Vemos que
aunque el apellido siga entre le élite política, no se cumple una vez más , el
dicho de tal palo, tal astilla. Y que las generaciones venideras no
auguran precisamente una mejora en el entendimiento ni en un horizonte de
paz. Y más cuando esta viene refutada por el cargo.
El ataque aún
justificado por Stoltenberg hijo se inició como respuesta a la falsa
masacre en Racak de albanokosovares a manos de los sicarios de Milosevic.
En un montaje recurrente en la agresividad estadounidense en política
exterior que ya conocemos desde 1898 con la explosión accidental del
Maine o con el Incidente de Tonkín en Vietnam en 1964.
Lo más
concluyente sobre este escabroso episodio de la mentira mediática, cinismo
político y justificación militar e ilegalidad internacional es que el informe
que enviaron los forenses finlandeses que examinaron los cuerpos de los
guerrilleros del ELK abatidos por las fuerzas de seguridad yugoslavas, no
civiles desarmados, ni mujeres ni niños fueron enviados a Carla del Ponte ,
fiscal general del TPIY de la época, quien más tarde lo haría público ante la
ONU.
Pero sólo se
hizo con una parte descriptiva y nadie vio el documento completo en el cual se
detallaban todas las pistas, pruebas y testimonios. Fueron recopiladas pero
nunca publicadas. Desaparecieron y se perdieron. Postura defendida por el
Representante de Rusia ante la UE, tesis ya formulada y denunciada
durante la guerra por el gobierno serbio, ruso y el equipo médico sin que
fuesen escuchados.
La historia son
los hechos, las verdades, las mentiras, las masacres, los errores, el heroísmo,
el dolor, el sufrimiento, lo bueno y lo malo, pero no lo es ni su
rescritura ni la falsificación.
Y en ocasiones
pese a que sea contraria a la versión establecida; asoma la voz no oída que
pide justicia , que exige dignidad, que la tiene aunque su peso sea
insignificante y surja del marasmo de la guerra , y el eco de esa
palabra se constituye en lección moral:
“Podemos perdonar,
pero no olvidar. Nunca entraremos en la OTAN aunque seamos el único país
europeo en quedar fuera. Primero porque fuimos bombardeados, segundo porque
nunca haremos a ningún país lo que nos hicieron a nosotros”
Aleksandar
Vucic. Presidente de Serbia.
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