Los sucesos de Nueva Zelanda son la conclusión lógica de llamar “invasores” a los inmigrantes
Rebelión
The Intercept
21-03.2019
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández |
Brenton Tarrant, acusado de matar a 50 personas, varios niños entre ellas, en dos mezquitas de Nueva Zelanda la semana pasada, quiere que sepamos qué inspiró sus acciones. Antes de trasmitir su masacre de fieles musulmanes, redactó un extenso documento que aboga con orgullo por el asesinato de personas inocentes en nombre de la pureza racial. El manifiesto es predeciblemente inquietante. Es la obra de un nihilista que ve un mundo tan sombrío y desesperanzado que piensa que podría mejorarse mediante actos de asesinato en masa. Sin embargo, hay una palabra en el documento de 74 páginas que me llamó la atención: “invasor”.
Las palabras de Tarrant son a la vez lúcidas y suenan
pavorosamente familiares. Sus referencias a los inmigrantes como
invasores encuentran eco en el lenguaje utilizado por el presidente de
Estados Unidos y los líderes de extrema derecha de toda Europa. Y es por
eso que sería un error descartarlas como los incoherentes delirios de
un loco.
Su manifiesto resulta difícil de leer. No obstante, me
sentí obligado a analizar sus palabras en profundidad porque, como
occidental no blanco -y nada menos que musulmán-, soy uno de los
“invasores” de los que habla. Ha habido llamamientos para sencillamente
ignorar lo que Tarrant escribió. Si bien es comprensible, es ingenuo
pensar que ignorar a personas como él va a hacer que sus exigencias
desaparezcan. Al leer su manifiesto, debo subrayar que el sentimiento
que expresa -que las personas como yo somos unos forasteros que en
realidad pertenecen a algún otro lugar- es cada vez más común.
El documento se basa en una premisa subyacente clave conocida como la
teoría del "Gran Reemplazo": que las personas no blancas que viven en
países occidentales son extranjeros embarcados en la misión de saquear y
reemplazar a las poblaciones de Europa y América del Norte. En los
rostros de los inmigrantes que intentan criar familias y construir
hogares pacíficos, Tarrant ve a invasores desarmados empeñados en
conquistar su patria racialmente prístina. No hay individuos en su
cosmovisión, solo masas sin rostro de “nosotros” y “ellos”. Este último
grupo debe mantenerse a distancia a toda costa. Cita, aprobándolo, el
efecto disuasivo de asesinar a sus hijos.
Para quienes se
preguntan dónde se radicalizó Tarrant, la respuesta es de conocimiento
público. Es en nuestros medios de comunicación y en nuestra política,
donde las minorías, musulmanas o no, son vilipendiadas
como algo natural. Las creencias de Tarrant alcanzaron una praxis
violenta que supongo que muchos de sus compañeros de viaje encontrarían
difícil de digerir. Pero sus afirmaciones sobre desastrosas tasas de
nacimiento y riadas de inmigrantes invasores son prácticamente banales a
estas alturas. Esa es la retórica que anima las políticas de Donald
Trump, quien ha resucitado una respuesta medieval a los “invasores”,
prometiendo contenerlos detrás de un muro gigante. Proviene de los
partidarios políticos del presidente que abiertamente defienden la misma
teoría del “Gran Reemplazo” que motivó la masacre de Tarrant.
Esta retórica sobre la contaminación extranjera emana también de las
bocas y de las plumas de figuras públicas supuestamente liberales. En
2006, Sam Harris, escritor del “New Atheist”, escribió
un artículo en el que afirmaba que en cuestión de 25 años, Francia se
encaminaría a tener una mayoría de población musulmana, aunque la
inmigración se detuviera mañana. El cambio demográfico no significaría
nada menos que el fin de la propia democracia, argumentaba. (Harris no
consideró necesario aportar una referencia por sus ridículas
proyecciones de población). El manifiesto de Tarrant se lee como una
versión abreviada, aunque más violenta, del popular libro de 2017 “The strange death of Europe”, del autor británico Douglas Murray, quien sostenía que la inmigración había destruido ya realmente a la sociedad europea.
En resumen, los escritos de Tarrant reflejan una visión del mundo que
no solo se limita a los rincones oscuros de Internet, sino que se
expresa abiertamente en los medios y en la política. Sus alegadas
acciones son la conclusión lógica de la retórica del “American carnage” y “The strange death of Europe” promovida por figuras destacadas en todo el mundo.
Tarrant escribe que su punto de ruptura se produjo mientras viajaba por
Francia. Allí se sintió abrumado por la cantidad de “invasores”, cuyas
caras negras y marrones encontraba en todas las ciudades y pueblos. A
juzgar por sus palabras, no se detuvo a considerar que la mayoría de
esas personas no eran en realidad extranjeras, sino los hijos de personas que han vivido durante varias generaciones en Francia.
Son personas que no conocen más hogar que ese país. Tarrant describe
haber se visto desbordado por la emoción al ver un cementerio de guerra,
que considera como el lugar de descanso de una generación francesa
anterior que luchó contra los “invasores”. Al parecer, nunca se le
ocurrió que la mayoría del Ejército Francés Libre de la II Guerra
Mundial, que liberó a Francia de los nazis, se componía principalmente
de soldados coloniales negros y del norte de África.
Son los descendientes de estas personas cuy a presencia causó a
Tarrant, un turista australiano, una pena tan grande que, según su
manifiesto, “rompió a llorar y a sollozar en solitario en su coche” .
Al considerar los ataques en Nueva Zelanda, es importante entender que
los musulmanes son un blanco fácil para la violencia racista. Son una
minoría impopular en los países occidentales. Algunos analistas, si bien
condenaban los supuestos asesinatos de Tarrant, expresaban compasión
por su razonamiento sobre los musulmanes. Esta reacción parece ser
exactamente con la que Tarrant contaba. En una sección de su manifiesto
deja claro que todos los “inmigrantes de alta fertilidad” son el
enemigo, pero que eligió centrarse en los musulmanes porque “son el
grupo de invasores más despreciados en Occidente, y al atacarles se
recibe el mayor nivel de apoyos”.
Sin embargo, matar musulmanes
es solo la primera etapa del plan que establece. El objetivo final es
cambiar la composición demográfica de los países occidentales a través
de un programa más general de limpieza étnica que también se dirige
contra negros, judíos y asiáticos. “Los invasores deben ser retirados
del suelo europeo, sin importar de dónde vinieron o cuándo vinieron:
Africanos, indios, turcos, semíticos u otros”, escribe Tarrant. Entre
sus influencias declaradas están el asesino en masa noruego Anders
Breivik y Dylann Roof, que asesinó a nueve feligreses afroamericanos en
una iglesia de Carolina del Sur. Tarrant deja claro que él no es
cristiano en ningún sentido religioso. Su única creencia consistente es
una intención genocida de eliminar al “otro”, ya sea mediante asesinato o
expulsión.
Aunque actuó solo, Tarrant afirma de modo
inquietante en su manifiesto que recibió una bendición por su ataque de
una organización clandestina de extrema derecha. Simpatizantes con los
mismos motivos que él hay en gran número, escribe, incluso en los
aparatos militares y policiales de los Estados occidentales. Hasta el
momento, no han aparecido evidencias que corroboren esta afirmación,
pero viendo las noticias, parece algo completamente plausible.
En sus escritos, Tarrant deja claro que no tiene problemas con los
musulmanes que viven en sus propias patrias, ni con los judíos, mientras
vivan en Israel. Él simplemente los quiere fuera de Occidente. “La
forma en que se eliminen es irrelevante, ya sea pacífica, contundente,
feliz, violenta o diplomática. Deben ser apartados”, escribe. Por
supuesto, es poco probable que estas personas vayan a abandonar sus
hogares voluntariamente. Estados Unidos y Europa son los lugares donde
crían a sus familias, pagan impuestos, asisten a las escuelas y
contribuyen con su trabajo a la sociedad. Por tanto, insistir en que
“regresen” a una patria imaginaria en un continente lejano es insistir
en el genocidio y la limpieza étnica.
Cuando nos enfrentemos a
una demanda tan implacable y fanática, es importante tomarla en serio.
Me temo que habrá más hombres como Brenton Tarrant, Anders Breivik y el
pistolero de la sinagoga de Pittsburgh, Robert Bowers, especialmente si
quienes están en el poder responden a sus mensajes con un guiño y un
gesto de asentimiento. Ante un enemigo así -que exige que uno se suprima
literalmente a sí mismo- la reconfortante idea del compromiso se
evapora. Los ataques racistas han continuado desde los asesinatos de
Nueva Zelanda, incluyendo una serie de ataques violentos.
Ante esta realidad y las luchas que se avecinan, parece importante
recordar un popular mantra judío frente a la opresión nazi que hoy tiene
un significado renovado: “Les sobreviviremos”.
Fuente: https://theintercept.com/2019/03/18/new-zealand-mosque-shooter-manifesto/
*++